Ferran N. (Unidad y Lucha).— Hace unas semanas llegaba la información sobre el escándalo de un video filtrado en el que se podía ver cómo un grupo de soldados violaba brutalmente a un prisionero palestino. No me entretendré en calificarlo, la ocupación sionista detuvo a la abogada del ejército de ocupación que filtró el video y el criminal de guerra y genocida, máximo mando de la ocupación, Benjamín Netanyahu, calificó la filtración como un “ataque propagandístico”.
En julio de 2024, un informe de la ONU sobre la situación de las y los prisioneros políticos relataba las prácticas de la ocupación en los siguientes términos: “Ahogamientos simulados; ataques con perros; encadenamiento con los ojos vendados; privación de comida, sueño y agua; descargas eléctricas; quemaduras con cigarrillos; y violencia sexual (…) largos periodos en celdas parecidas a jaulas debiendo usar pañales”.
Desde el 7 de octubre han muerto en las cárceles de la ocupación sionista por lo menos 98 prisioneros, se relatan contusiones severas, traumatismos cráneo-encefálicos, desnutrición extrema y denegación de atención médica vital como causas de las muertes (asesinatos).
En un informe reciente de la ONG Médicos por los Derechos Humanos, se relata como el ejército de ocupación ha entrenado perros para violar a los prisioneros.
El pasado 10 de noviembre, el Centro Palestino para los Derechos Humanos relata cómo se practica de forma sistemática la “tortura sexual, que incluye violación, desnudamiento forzado, filmación forzada, agresión sexual con objetos y perros”.
En el caso de las mujeres palestinas presas, unas 49 en la actualidad, se relatan violaciones múltiples y en grupo, vejaciones sexuales sistemáticas desde el inicio de la detención.
Uno de los casos que pudimos seguir muy de cerca fue el de la camarada del Frente Popular para la Liberación de Palestina y diputada en el Parlamento, Khalida Jarrar, quien permaneció 13 meses en una celda sin ventana ni ningún sistema de ventilación, donde la única fuente de aire “fresco” era la comisura de la puerta de la celda con el suelo, donde debía acercar la cara para poder respirar. Al salir, las señales de la tortura sufrida eran dolorosamente evidentes.
Así las cosas. Así el nazi-sionismo. Así Occidente alimentando a la bestia.
No voy a hablar de la dignidad, de la gigantesca dignidad, del Pueblo Palestino, de su Resistencia, y, por supuesto, de los miles de prisioneros y prisioneras palestinos que resisten en las cárceles, o, mejor dicho, campos de exterminio de la ocupación. No hace falta explicar la dignidad del Pueblo Palestino.
Tampoco, visto lo visto, creo necesario explicar que la ocupación sionista es nazi-fascista. Que el sionismo es una ideología nazi-fascista y que el estado sionista es nazi-fascista.
Si no hace falta explicar ni lo uno ni lo otro; no me explico cómo, desde quien se reclama del campo revolucionario o mínimamente progresista y humanista, se puede seguir hablando de terrorismo palestino y de que la solución son dos estados. O hay una candidez que roza la estupidez, o lo que hay es una impostura que roza la complicidad. Y estoy siendo muy comedido y educado.
Los olivos palestinos son más antiguos que la ocupación. Sin duda, sin ninguna duda, Palestina vencerá, la ocupación se derrumbará. No sé cuándo, no sé cómo, pero sucederá. No es un acto de fe, es la convicción de que un pueblo como el Palestino acabará derrotando a una masa deforme de rusos, ucranianos, polacos, argentinos, yankees, uruguayos… que dicen ser el pueblo elegido de dios, que reclaman unas tierras que no les pertenecen y que necesitan de la protección y el apoyo de los EE. UU. y de Europa para sostener la ocupación.
