Europa, vasallo de Washington: la traición de la Troika y su guerra jurídica y económica contra Irán

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Mientras las naciones del mundo claman por justicia, equilibrio y respeto al derecho internacional, tres países europeos —Francia, Alemania y Reino Unido— han decidido convertirse en los brazos ejecutores de la política exterior de Trump. Su reciente maniobra en el Consejo de Seguridad de la ONU, buscando reimponer sanciones contra Irán mediante la reinterpretación del mecanismo del “snapback”, no es un acto diplomático. Es una declaración de guerra jurídica, política y económica. Es la confirmación definitiva de que Europa, lejos de ser un actor independiente, es un vasallo obediente del imperio estadounidense, dispuesto a sacrificar la paz, la ley y su propia credibilidad con tal de complacer a sus amos en Washington.

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Juanlu González (biTs rojiverdes)

La farsa del “Snapback”: Un mecanismo manipulado por quienes rompieron el acuerdo primero

El Plan Integral de Acción Conjunta (PAIC o JCPOA), firmado en 2015 tras años de negociaciones exhaustivas, fue diseñado como un instrumento de paz. Irán cumplió escrupulosamente cada cláusula, reduciendo su programa nuclear civil a niveles mínimos, aceptando las inspecciones más intrusivas de la historia del OIEA y demostrando al mundo que su programa era —y es— exclusivamente pacífico.

Pero en 2018, Donald Trump, en un acto de piratería diplomática, rompió el acuerdo y volvió a imponer sanciones ilegales, extraterritoriales y criminales contra el pueblo iraní. ¿Dónde estaban entonces Londres, París y Berlín? ¿Dónde estaba su valentía para defender el multilateralismo que tanto pregonan? No hicieron nada. Ni una resolución. Ni una sanción contra EEUU. Ni un solo euro en compensación para las empresas europeas que abandonaron Irán por miedo a las represalias de Washington.

Ahora, en 2024, con la excusa de supuestos “incumplimientos” por parte de Irán —en instalaciones que, según denuncian diplomáticos iraníes, fueron destruidas por actos terroristas por parte de Israel y EEUU—, estos mismos países intentan activar el mecanismo de “reinicio rápido” (snapback) contemplado en la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad.

Pero hay un problema: el mecanismo solo puede ser invocado por una parte que haya cumplido el acuerdo. Y la troika europea, según ha declarado el viceministro iraní Kazem Gharibabadi, “no ha cumplido con sus obligaciones fundamentales en virtud del PAIC durante siete años”. Por lo tanto, su intento de activar el snapback no solo es ilegal, sino abusivo, cínico y una violación flagrante del espíritu y la letra del derecho internacional.

Rusia lo ha dicho con claridad: “Estas acciones no tienen nada que ver con la diplomacia y solo conducirán a una mayor escalada de tensiones”. Moscú ha advertido que el Reino Unido y las “fuerzas europeas” están manipulando descaradamente la Resolución 2231. Y tiene razón. No buscan restaurar el acuerdo; buscan enterrarlo. No quieren diálogo; quieren rendición.

La agresión militar encubierta: atacan las instalaciones nucleares y luego acusan a Irán de destruirlas

Uno de los episodios más grotescos de esta farsa es la acusación europea de que Irán ha incumplido el acuerdo al “no mantener” ciertas instalaciones nucleares civiles. Pero lo que callan —lo que ocultan con vergonzoso silencio— es que esas instalaciones fueron destruidas por ataques terroristas de Israel, con el beneplácito o la complicidad de Estados Unidos.

El 13 de junio, mientras Irán mantenía conversaciones diplomáticas con Washington, aviones no tripulados y misiles atacaron instalaciones nucleares civiles bajo supervisión del OIEA. El régimen sionista, liderado por un “criminal de guerra” según la Corte Penal Internacional (Benjamín Netanyahu), no solo no negó su autoría, sino que celebró el sabotaje en los pasillos del poder occidental.

¿Y qué hizo Europa? Nada. Ninguna condena. Ninguna resolución en el Consejo de Seguridad. Ninguna exigencia de reparación. Ni siquiera una declaración de preocupación. Pero cuando Irán, víctima de la agresión, reduce su cooperación con el OIEA como medida de presión legítima —derecho reconocido en el propio acuerdo—, entonces sí: Europa grita, exige, amenaza con sanciones.

¿Dónde está la lógica? ¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está el derecho internacional?

Como ha señalado el viceministro Gharibabadi: “Un Estado Parte del TNP (EE.UU.) con armas nucleares, junto con un régimen con armas nucleares ajeno al TNP (Israel), ha lanzado un ataque militar contra las instalaciones nucleares de un Estado miembro del TNP, instalaciones que estaban plenamente sujetas al régimen de salvaguardias de la AIEA”. Y Europa, en lugar de condenar esta flagrante violación, se une a los agresores para castigar a la víctima.

La hipocresía nuclear: Israel, el elefante en la habitación que Europa prefiere ignorar

Mientras Europa exige sanciones contra Irán por un programa nuclear civil, transparente y verificado, guarda un silencio cómplice, criminal y vergonzoso ante el único régimen en Oriente Medio que posee armas nucleares: Israel.

Israel jamás ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear. Jamás ha permitido inspecciones del OIEA a sus instalaciones en Dimona. Posee, según estimaciones, entre 80 y 400 ojivas nucleares. Ha amenazado repetidamente con usarlas contra países vecinos. Y sin embargo, ni una sola resolución del Consejo de Seguridad lo ha condenado. Ni una sola sanción de la Unión Europea lo ha afectado. Al contrario: Europa le vende armas, le da apoyo diplomático y le permite actuar como policía nuclear de la región.

¿Por qué este doble rasero? Porque Israel es el perro guardián de los intereses occidentales en Oriente Medio. Porque su arsenal nuclear sirve para intimidar a cualquier nación que desafíe el orden impuesto por Washington. Y porque Europa, sumisa y obediente, prefiere mirar hacia otro lado con tal de no molestar a su amo.

El canciller iraní, Seyed Abás Araqchi, lo ha dejado claro: “¿Quién constituye la verdadera amenaza para la paz y la seguridad internacionales: Irán, que no ha iniciado ninguna guerra en siglos, o Estados Unidos, que posee más de 5000 ojivas nucleares y cientos de bases militares en todo el mundo?”.

La respuesta es obvia. Pero Europa prefiere la mentira. Prefiere la narrativa fabricada por Tel Aviv y Washington. Prefiere seguir alimentando el mito de la “bomba iraní”, que jamás ha existido, mientras ignora el arsenal real que ya amenaza a toda la región.

Las consecuencias: Europa pagará el precio de su traición

Los europeos parecen creer que pueden seguir jugando a dos bandas: hablar de diplomacia mientras aplican sanciones; llamar a la paz mientras apoyan agresiones; defender el multilateralismo mientras obedecen órdenes de Washington. Pero se equivocan.

Como ha advertido el politólogo Juan Alberto Sánchez Marín, director de DXMEDIO.COM, “la medida también afectará gravemente a empresas europeas interesadas en invertir en Irán, además de debilitar y alejar las relaciones con los bloques de los que Irán ya forma parte”.

Irán no está aislado. Es miembro de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), tiene acuerdos estratégicos con Rusia y China, y está tejiendo nuevas alianzas con el Sur Global. Cada sanción europea es una puerta que se cierra para sus propias empresas y una ventana que se abre para competidores que no temen a Washington.

Además, Teherán ya ha dejado claro que no se quedará de brazos cruzados. El Ministerio de Asuntos Exteriores ha advertido que la activación del “snapback” será considerada como un “acto hostil equivalente a una acción militar”, y que Irán se reserva el derecho a responder de manera “proporcional y apropiada”.

¿Qué significa esto? Que Europa podría ver cómo sus intereses energéticos, comerciales y diplomáticos en la región se desmoronan. Que sus ciudadanos podrían pagar el precio en forma de inflación, escasez energética y pérdida de influencia global. Que su credibilidad como actor independiente quedará hecha añicos.

La propuesta iraní: diplomacia verdadera frente a la farsa europea

A pesar de la agresión, el chantaje y la hipocresía, Irán sigue tendiendo la mano. El canciller Araqchi presentó recientemente a la troika europea “un plan razonable, viable, creativo, justo y equilibrado” para evitar una crisis innecesaria. Incluso el presidente francés, Emmanuel Macron, reconoció la “sensatez” de la propuesta.

Pero en lugar de dialogar, Europa eligió el camino de la confrontación. En lugar de resolver las diferencias, eligió fabricar una crisis. En lugar de honrar el acuerdo que firmaron, eligieron servir a los intereses de Washington.

Irán ha cumplido. Ha firmado nuevos acuerdos de cooperación con el OIEA. Ha mostrado flexibilidad. Ha demostrado buena fe. Pero, como dijo Araqchi: “Irán no puede ser el único actor que asuma la responsabilidad de actuar”.

El fin de la ilusión europea

El mundo está cambiando. El orden unipolar se desmorona. Y con él, la ilusión de que Europa puede seguir siendo un actor relevante mientras se comporta como un apéndice de la política exterior estadounidense. Si Europa no se baja de este carro de una vez, se hundirá con el orden unipolar. Estados Unidos ha demostrado por activa y por pasiva que no va a ser la tabla de salvación europea, todo lo contrario.

La votación del Consejo de Seguridad no es solo un ataque contra Irán. Es un ataque contra el derecho internacional. Contra la soberanía de los pueblos. Contra la justicia. Contra la verdad.

Irán no se arrodillará. No aceptará chantajes. No negociará bajo amenaza. Defenderá su derecho al desarrollo nuclear pacífico, su soberanía y su dignidad con todas las herramientas a su disposición.

Y el mundo debe saberlo: cuando Europa eligió el camino de la sumisión, perdió su alma, ademas de su libertad y su soberanía. Cuando eligió castigar a la víctima y proteger al agresor, perdió su moral. Y cuando eligió servir a Washington en lugar de servir a la paz, perdió su futuro. Si algún día fuimos un referente de respeto a los derechos humanos —cosa que personalmente dudo— los conflictos de Palestina, Ucrania e Irán, han demostrado sobradamente que Europa ha renunciado a sus principios en nombre de la sumisión geopolitica. Hoy, Europa no es garante de justicia, sino cómplice del desequilibrio; no es defensora de la ley internacional, sino ejecutora de agendas ajenas aun a costa de su seguridad y su prosperidad. Su silencio ante la opresión, ante el genocidio, ante los golpes de estado, su doble rasero ante el derecho de los pueblos y su sometimiento a los dictados del poder hegemónico, la han convertido en un subcontinente sin brújula ética. Si alguna vez aspiró a ser faro de civilización, hoy es apenas el triste eco de la periferia de un imperio en declive, y en esa traición a sí misma, ha perdido no solo la credibilidad, sino también el respeto de quienes aún creen en un orden mundial justo, equitativo y humano.

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