El que quiere algo consigue un medio; el que no, una excusa.
— Stephen Dolley, abogado estadounidense 1929-2011
Las excusas son tan viejas como la misma humanidad. Seguramente el hombre primitivo cometió errores durante la caza, la pesca o las primeras tareas agrícolas y buscó justificaciones a su modo, más con lenguaje gestual que con palabras, pero seguramente los errores le sirvieron para perfeccionar sus métodos y para mejorar sus mecanismos de comunicación. Las excusas, desde esta perspectiva, fueron motivadas por su propia inexperiencia, por su limitado conocimiento del entorno y de sus propias capacidades, y se justifican desde el punto de vista histórico u ontológico.
A medida que la humanidad fue avanzando, fueron surgiendo sentimientos negativos como la lujuria, la avaricia, la prepotencia, la arrogancia, el espíritu de superioridad, los deseos de poder y reconocimiento, entre otros. Las excusas se fueron convirtiendo en el mecanismo perfecto para justificar aberraciones, injusticias, vejámenes, abusos y crímenes. Para el señor feudal, el “ius primae noctis” (derecho de la primera noche) o derecho de pernada, les permitía tener relaciones con las doncellas de su feudo antes del matrimonio, con la excusa de que eran de su propiedad y que, por lo tanto, era un derecho legal. Mito o realidad, no deja de reflejar el abuso de poder y la excusa de superioridad imperante en la época, apañada por los estamentos legales y religiosos.
La religión no se quedó atrás y utilizaron “la blasfemia y la herejía”, como el pretexto perfecto para perseguir a los que pensaban distinto, a los que se atrevían a opinar y a poner en riesgo su estatus quo. Así, la inquisición se institucionalizó, se legalizó y se vendió como necesaria y justa. Reyes, políticos y religiosos de alto rango, formaron un trinomio perfecto para apoderarse de tierras, amasar fortunas, aplacar movimientos y quemar en la hoguera al que se atreviese a alzar la voz en contra de la injusticia. Los estandartes de guerra, acompañaban a los estandartes religiosos, en una especie de coreografía perversa y cargada de una “protección divina” inexistente y sirvieron de excusa perfecta para justificar los abusos y el expansionismo territorial; que luego se heredaban como derecho social, económico, moral y divino.
En las sociedades esclavistas, el color de la piel o el origen, fueron las excusas para justificar los vejámenes hacia seres considerados como inferiores o parecidos a humanos. Con la excusa o pretexto de civilizar al mundo, a los atrasados, a los incultos; los autodenominados conquistadores de América, de África o Asia cometieron los más aberrantes crímenes. Los hombres originarios fueron encadenados y utilizados como bestias de carga, como peones sin paga, como esclavos sin derecho, como seres inferiores que no podían mezclarse con los blancos. Y así eliminaron nuestras creencias, nuestro idioma, so pretexto de que eran expresiones incivilizadas y debían ser erradicadas de un tajo. Nos impusieron su religión, su idioma, mientras saqueaban nuestros recursos, nuestras riquezas y se esgrimían como nuestros salvadores. Aún hay quienes celebran el día de la raza o de la conquista y justifican la colonización como necesaria y a la que hay que agradecer por sus “valiosos aportes”. La excusa de la “civilización” justificó los crímenes, el saqueo, el exterminio de pueblos enteros; que incluyen mayas, aztecas, niquiranos, lencas, cheroquis, cheyenes, hereros, nama; entre muchos otros.
En el siglo pasado, el fascismo utilizó el antisemitismo, la superioridad de la raza aria y el exacerbado nacionalismo, como excusas para fomentar el odio y crear un proyecto político para justificar el expansionismo, provocar la Segunda Guerra Mundial y desencadenar el holocausto que costó la vida a más de 11 millones de eslavos, judíos, protestantes, discapacitados, homosexuales socialistas, comunistas y gitanos. Las excusas eran perfectas y adecuadas para sus seguidores fascistas, que le apoyaban dentro y fuera de Alemania.
El triunfo sobre el fascismo, en la Segunda Guerra Mundial, no acabó con la ideología fascista, solo se mantuvo hibernando. Los reductos fascistas de Ucrania, Polonia y otros países europeos se han venido oxigenando, con la excusa de acabar con Rusia, acusada de invadir el territorio ucraniano y de pretender ocuparlo. Aunque Rusia ha sido categórica en que no le interesa apoderarse de territorio ucraniano, sino de defender los connacionales rusos enclavados en Donbass y Crimea; la excusa de que es Rusia el agresor (y no el agredido y acosado por la OTAN y sus aliados); se ha convertido en la estrategia fuerza. La guerra entre Ucrania y Rusia, es la excusa perfecta para rearmar Europa, para debilitar a Rusia y para sacar de la crisis económica al capitalismo mundial.
El triunfo sobre el fascismo, en la Segunda Guerra Mundial, permitió también la creación del Estado Israelí, para asentar a los judíos sobrevivientes del holocausto. Este, sin embargo, no es el Israel bíblico, ni mucho menos, pero se ha vendido que es el pueblo escogido de Dios y, en consecuencia, es intocable, infalible. Como señaló el presidente Gustavo Petro: “El pueblo escogido de Dios no es Israel, si no la humanidad”. Desde su fundación, los gobiernos israelíes (no el pueblo israelí), se han enfrascado en una guerra de ocupación y exterminio de los pueblos asentados en Palestina y en los territorios tomados de la Franja de Gaza y Cisjordania. El sionismo israelí pretende establecer un gobierno único en estos antiguos territorios, crear un hogar para todos los judíos y unificar la diáspora. Con la excusa de que son el “pueblo escogido de Dios” cometen crímenes de lesa humanidad, exterminios masivos, asesinatos de niños y niñas; a la vista y paciencia de los gobiernos autodenominados democráticos y de los principales foros internacionales.
Las condenas a Israel, se han puesto de moda, pero no se desarrollan acciones concretas para detener el genocidio y por el contrario le siguen enviando armas. No es con palabras y manos levantadas que se detendrá a Netanyahu y sus aliados, si no con acciones concretas, lo que significaría contrariar al imperialismo yanque, algo que pocos se atreven a hacer. Algo similar a lo que ocurre con el bloqueo a Cuba: condena tras condena, que no han servido para detener la voracidad de imperialismo y su doctrina Monroe.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se exacerbó el anticomunismo, lo que ha servido para aplacar movimientos sociales progresistas, que buscan la justicia social. El anticomunismo, fue utilizado como excusa para implantar la “guerra fría” contra el bloque socialista, para diseñar estrategias económicas, comunicacionales y militares, hasta lograr su caída en los años 80. Se vendió y se sigue vendiendo al socialismo y al comunismo (aunque no se ha logrado aún) como sistemas atrasados, que causan pobreza y atraso, que limitan las libertades individuales y restringen los derechos de las personas. El castrismo, el sandinismo y el chavismo, son vistos como líneas de pensamiento comunista, perjudiciales para el imperialismo y como malos ejemplos para su concepto de “democracia”; por lo que deben ser exterminados, una excusa perfecta para mantener el bloqueo contra Cuba y ahogar con sanciones económicas a Venezuela, Nicaragua y a todo aquel que sea conceptualizado como de izquierda o progresista.
La pregunta es: ¿si están tan seguros del fracaso de socialismo, de los gobiernos de izquierda porque no eliminan el bloqueo a Cuba, las sanciones a Cuba, Venezuela, Rusia, Irak o China y demuestran que tienen razón? Contrario a ello, el imperialismo y sus aliados, los medios de comunicación, los políticos de cuello blanco y las diásporas contrarrevolucionarias se llenan la boca y alardean con el sufrimiento, las limitaciones y el sacrificio que tienen que hacer los pueblos para aguantar las medidas arbitrarias que no permiten el intercambio comercial, el intercambio de bienes y servicios, la libre movilidad y toda acción encaminada a resolver los problemas sociales. El derecho al desarrollo, pasa por aceptar las imposiciones yanquis, por renunciar a la soberanía, la identidad nacional, la autodeterminación y la entrega de los recursos naturales.
Las excusas para la política aberrante, invasora, expansionista e inhumana del imperialismo, siguen apareciendo, siguen siendo el aval que sella su política perversa a la que muchos se oponen; pero que solo unos cuantos se atreven a desafiar. Las supuestas acciones terroristas, la presencia de armas nucleares o el enriquecimiento de Uranio que ponen en peligro la seguridad de Estados Unidos y el mundo, fueron la excusa perfecta a las guerras genocidas en Libia, Irak y Siria, y siguen siendo el caldo de cultivo, para mantener en constante asedio a Irán, Corea del Norte y Yemen. Pero no parece raro, que todos esos países son ricos en petróleo y otros recursos minerales, pues una mentira bien vendida, vale más que una verdad implícita.
En los últimos meses, ha surgido con fuerza en el narcotráfico como la excusa perfecta para justificar la presencia militar contra Venezuela o para considerar a Cuba y Nicaragua como países que apoyan el narcotráfico. Como alguien dijo: “Si Venezuela apoyara el narcotráfico, sería aliado y no enemigo de Estados Unidos”. El supuesto tren de Aragua y las lanchas capturadas cercanas al mar territorial de Venezuela, son el pretexto adecuado para que la DEA y el gobierno yanqui se vean como paladines y líderes en la lucha contra el narcotráfico.
Esta nueva invención del imperialismo, garantiza el apoyo y comprensión de la presencia yanque en las cercanías del territorio venezolano y justifican las amenazas que se ciernen contra el gobierno y el pueblo bolivariano. El narcotráfico está motivado por la presencia de consumidores de drogas, de adictos y esos están en territorio estadounidense. Si quieren acabar con el narcotráfico, deben acabar con los distribuidores, deben apresar a los que lo permiten; que paradójicamente son sus propias autoridades.
Las excusas, han sido desde el inicio de los tiempos, un mecanismo para justificar errores, para eludir responsabilidades, para dar razones cuando no se quiere algo o para descargar la culpa en otros. Las excusas, por lo tanto, han sido utilizadas para construir realidades, para construir argumentos, para desprestigiar, para obligar a otros a que vean el mundo a conveniencia y se adhieran a causas perversas, para hacer que los errores, horrores y arbitrariedades parezcan justificados y eviten entonar el mea culpa. Las excusas han sido desde siempre el mecanismo idóneo que han utilizado los tiranos, los líderes mediocres, las personas ávidas de poder o de reconocimiento; que permiten mitigar el descontento, acallar las críticas, vender una imagen distorsionada de hechos y acontecimientos y hacer coherentes las incoherencias.
La conclusión obvia del “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago, es que la peor ceguera no es la de los ojos, sino la del alma. Mientras haya quienes se nieguen a mirar el dolor ajeno, que cierren los ojos ante la injusticia o sean cómplices de los crímenes, el imperialismo y la maldad seguirán campantes. No hay que buscar los demonios en el inframundo, los demonios están sobre la tierra y tienen nombre y apellido.