Telva Mieres (Unidad y Lucha).— El 7 de octubre, fecha en la que rendimos homenaje a la Resistencia, recordamos también a las mujeres palestinas que han sido y siguen siendo parte esencial de la lucha frente a la larga historia de ocupación israelí y del genocidio que, en los dos últimos años, se ha recrudecido de manera insoportable.
En este día evocamos la operación histórica del 7 de octubre, resultado de décadas de opresión. Este hecho coloca nuevamente en el centro el papel crucial que las mujeres palestinas desempeñan desde antes de la Nakba en la resistencia a las agresiones y la violencia del ejército ocupante.
No todas empuñan armas ni están en primera línea del frente ni todas forman parte de organizaciones sanitarias o educativas, pero todas resisten. Las mujeres palestinas mantienen una resistencia política y social activa, expresada desde todos los espacios. Lo hacen movidas por lo que Leila Khaled definió como “un profundo sentimiento de injusticia y desposesión”
En una guerra tan larga y cruel, las mujeres palestinas enfrentan condiciones de vida inhumanas. Soportan la destrucción de sus hogares, el exilio, la pérdida de padres, hermanos o esposos. Sobre ellas recae una vez más la carga económica y emocional de sus familias, privadas de agua, alimentos, atención médica y educación.
Aun así, continúan en pie. Las mujeres lideran la resistencia en Palestina y en cualquier otro conflicto del mundo, dando y sustentando la vida.
Las mujeres palestinas han sido protagonistas de la resistencia desde los inicios del siglo XX.
Entre 1936 y 1939, durante la Gran Revuelta Árabe, participaron en manifestaciones, huelgas y comités populares. Décadas más tarde, en la Primera Intifada (1987-1993), se organizaron nuevamente a pesar de haber crecido como refugiadas y de padecer represión, detenciones, torturas y agresiones sexuales en las cárceles sionistas.
Aun frente a tanta violencia, han sido capaces de sostener la resistencia de su pueblo.
Las palestinas luchan como nadie por mantener viva su identidad nacional y cultural. Algunas lo hacen desde la política o la lucha armada; otras desde el anonimato, en los campos de refugiados o en las comunidades, donde organizan la vida y mantienen viva la esperanza.
Ellas —junto con los niños y niñas palestinos— representan más del 60% de las víctimas en los ataques a Gaza, una cifra que evidencia el precio desmedido que pagan por haber nacido palestinas.
Aun así, en medio del terror, las mujeres han impulsado organizaciones feministas y sociales que no solo defienden la igualdad de género, sino también el derecho de su pueblo a la libertad y a la autodeterminación.
Han sido muchas las mujeres que han formado parte de la vanguardia de estas luchas.
Leila Khaled, símbolo de la resistencia palestina desde los años 70, cuya imagen se convirtió en emblema del coraje y el valor de las mujeres frente a la ocupación.
Shadia Abu Ghazaleh, de la que hablamos en la última columna de La mujer nueva -en el Unidad y lucha- que es ejemplo para las jóvenes palestinas y dedicó su joven y corta vida a la educación y la formación ideológica de su pueblo.
Ahed Tamimi, que desafió abiertamente la violencia sionista desde su adolescencia y se transformó en un símbolo internacional de la juventud palestina que no se rinde.
Éstas y muchas más representan a miles de mujeres anónimas que, con su fuerza y su trabajo, mantienen en alto la dignidad y el derecho a existir del pueblo palestino.
Las mujeres palestinas son una fuerza imprescindible en la resistencia, en la defensa de su tierra y en la lucha contra el genocidio. Su valentía y su fuerza no pueden permanecer silenciadas y ocultas.
Ellas son ejemplo inquebrantable para las mujeres del mundo y guía para todos los movimientos de solidaridad con la causa palestina.
En cada acto de la resistencia, las mujeres palestinas nos enseñan que resistir es reafirmar la vida, la memoria y la dignidad de un pueblo que jamás va a desaparecer y volverá a ver a sus niños y niñas jugar desde el Jordán al Mediterráneo.