Entre el 8 y 9 de noviembre pasado, Venezuela vivió una jornada que difícilmente pasará desapercibida en el manual de la organización política latinoamericana. En esos dos días se celebraron 145.465 asambleas vecinales con un promedio de veinte participantes cada una. El resultado fue más de tres millones de personas eligiendo, cara a cara, los Comités Bolivarianos de Base Integral que ahora funcionan como la estructura primaria del Partido Socialista Unido de Venezuela.
El presidente Nicolás Maduro resumió el alcance del operativo en la reunión de la Dirección Nacional del PSUV: «Tengo aquí conmigo las primeras actas que elaboraron durante sus asambleas, hechas de puño y letra, con tinta fresca del pueblo. No conozco una experiencia organizativa más poderosa que esta». Mientras buena parte de la izquierda continental debate sobre cómo recuperar vínculos con las bases populares, la Revolución optó por convocar asambleas barriales masivas. Y la gente acudió.
Una célula colectiva
La estrategia responde a una de las cinco instrucciones que surgieron del V Congreso del PSUV: crear una nueva arquitectura partidaria sustentada en tres niveles. Primero, los Comités Bolivarianos de Base Integral. Luego, los Comandos de Comunidades Bolivarianas Integrales. Finalmente, las estructuras consolidadas de las UBCH, las Unidades de Batalla Chávez que funcionan como centros territoriales del partido.
El cambio de modelo es significativo. Hasta ahora, cada calle tenía un jefe o jefa responsable de la movilización local. Ahora esa figura desaparece y en su lugar opera un comité elegido en asamblea, con responsabilidades definidas: formación política, propaganda, acción comunitaria, planificación territorial y preparación para la defensa integral. No se trata solo de cambiar nombres, es sustituir el liderazgo unipersonal por una dirección colegiada con mandato popular directo.
Jorge Rodríguez, vicepresidente del PSUV, describió el proceso con una referencia histórica: «Desde el primer momento en que el Comandante Hugo Chávez nos convocó a la conformación de los comités promotores del partido, él tenía absoluta claridad sobre el horizonte estratégico: construir un gran partido de masas, pero también un partido con el espíritu gramsciano donde se formen, se templen y surjan los cuadros de la Revolución».
La alusión a Antonio Gramsci no es casual. El teórico italiano planteaba que el partido revolucionario debía funcionar como «intelectual colectivo«, capaz de formar dirigentes mientras organizaba a las masas. Esa es precisamente la apuesta en que cada comité vecinal se convierta simultáneamente en núcleo de movilización, escuela política y agente de transformación social.

Rodríguez incluso señala que «el Partido Socialista Unido de Venezuela es el único partido en este continente que en el siglo XXI ha logrado alcanzar este nivel superior de organización popular. Los Comités Bolivarianos de Base Integral van a catapultar al PSUV como referencia mundial«.
La doctrina de Chávez
El jefe de Estado insistió en que esta reorganización es la materialización de un plan trazado hace casi dos décadas: «Una de las grandes fortalezas de nuestra Revolución es su coherencia entre pensamiento y acción, entre teoría y práctica, entre lo que escribimos en los documentos fundacionales y lo que se vive en cada comunidad».
Las Líneas Estratégicas de Acción Política que Chávez redactó al fundar el PSUV incluían ya la idea de que el escalón fundamental de la Revolución Bolivariana estaba en lo local: en lo municipal, en lo parroquial, físicamente en cada barrio. La premisa era clara, porque en las comunidades urbanas y rurales es donde chocan directamente los intereses de la vieja cultura capitalista con los esfuerzos socialistas y participativos. Es allí donde se construye poder popular; es allí donde se gana o pierde la base social de apoyo.
Ahora esa doctrina tiene 145 mil puntos de ejecución concretos.
El secretario general del PSUV, Diosdado Cabello, desglosó las cinco instrucciones del V Congreso que enmarcan esta reorganización. La primera busca profundizar el proceso constituyente y fortalecer el movimiento popular, articulando veintisiete sectores sociales en un plan de acción que abarca este año y el próximo. La segunda apunta a transformar las viejas estructuras de gobernaciones y alcaldías mediante nuevos métodos de gobierno: las 7T, la Agenda Concreta de Acción, el Mapa de los Sueños, las Salas de Gobierno Comunal.

La cuarta instrucción trata sobre la organización para la defensa integral, elevando la capacidad de transitar —si fuese necesario— de la lucha no armada a la lucha armada, y fortaleciendo la batalla comunicacional e internacional. La quinta otorga al presidente del partido autorización plena para tomar las decisiones necesarias que garanticen el cumplimiento de estas tareas estratégicas.
Pero es la tercera instrucción la que articula todo el andamiaje con la creación de los Comités Bolivarianos de Base Integral como fundamento de la nueva estructura partidaria.
Diagnóstico geopolítico
El mandatario venezolano dedicó parte de su intervención a trazar un mapa de correlación de fuerzas. Su lectura es clara: «La Revolución Bolivariana ha alcanzado una fortaleza política, social y territorial que no tiene precedentes». Enumeró los activos: capacidad probada para ganar elecciones, derrotar intentos de desestabilización violenta, resistir bloqueos y sanciones económicas, neutralizar intentos de invasión y enfrentar agresiones híbridas. Agregó un liderazgo que nace de la calle, una unión cívico-militar-policial consolidada y un sector amplio del país —económico, social, cultural, religioso— que confluye en el Consejo Nacional de Soberanía y Paz, donde participan incluso partidos de oposición democrática, sectores empresariales y comunidades de fe.
La pregunta que lanzó el presidente Maduro fue directa: «¿Qué tiene la extrema derecha?». Y respondió sin rodeos: «Lo que antes llamaban ‘liderazgo’ se disolvió. La extrema derecha venezolana se ha convertido en un fantasma, una figura sin cuerpo, sin territorio, sin pueblo. Se autodisolvió políticamente, se autodestruyó en su ambición, en su dependencia del dinero extranjero, en su desconexión absoluta con la realidad nacional».
Puede leerse como propaganda, pero hay cifras que sostienen el relato oficial. Mientras la oposición radical apuesta a la presión internacional, el chavismo suma estructuras tangibles y a punto de activar la comuna número cuatro mil, con elecciones comunales programadas para el 23 de noviembre. Del Congreso Campesino participaron un millón doscientos mil campesinos y campesinas, de donde nació la Unión Nacional Campesina Ezequiel Zamora. Y ahora estos 145 mil comités operando en cada cuadrante del país.
Bolívar como eje ideológico
Hay un componente simbólico en el nombre que no es accesorio, y llega la pregunta: ¿por qué «bolivariano«? Maduro, sin ambigüedades, señala «Porque Bolívar es la columna vertebral de nuestra identidad. Porque él sintetiza los procesos de resistencia indígena, de la lucha afrodescendiente, de la emancipación liderada por nuestros libertadores y libertadoras, de la construcción republicana. Porque Bolívar no fue solo un hombre: fue una causa. Y hoy, esa causa es la nuestra».
La referencia al Libertador viene acompañada de una tarea concreta, una vez que todo Comité Bolivariano debe estudiar a Bolívar en fuentes originarias —la Carta de Jamaica, el Discurso de Angostura, los documentos fundamentales— y también El Libro Azul, donde Chávez actualiza a Bolívar para el siglo XXI.

Es decir, formación ideológica como parte del programa básico. Los comités no son solo aparato electoral; son núcleos de pensamiento político. Y aquí aparece la siguiente fase: la conformación de la Red de Comités Bolivarianos de Base Integral, que devendrá en Comandos de Coordinación por Comunidad. Una arquitectura escalonada que asciende desde la calle hacia el barrio, la parroquia y el municipio.
«Acompañar y fortalecer, de manera amorosa, solidaria y desprendida, a los consejos comunales y a las comunas«, instruyó Maduro. «El partido y las comunas no compiten; se complementan. El poder popular y el partido deben caminar juntos».
Es un diseño que rompe con la lógica tradicional de los partidos latinoamericanos, donde la estructura partidaria suele fagocitar o desplazar al movimiento social. Aquí la apuesta es inversa, el partido acompaña, articula y potencia las formas de organización popular ya existentes.


