La III Asamblea del Espacio de Encuentro Comunista definió proyecto y construcción de organización
Por Marat
Es un texto de urgencia destinado a avanzar siquiera un mínimo de información sobre los resultados de la III Asamblea del Espacio de Encuentro Comunista (EEC). Han pasado cinco días tras su finalización y en estos tiempos tan nefastos en los que lo que no es inmediato y se consume sin digerir pierde interés, uno debe intentar seguir su ritmo si no es un telepredicador de marketing político que resume sus brillantes análisis en los 140 caracteres de un tuit pero tampoco demorarse en exceso.
El sábado 12 y el domingo 13 de Marzo un nutrido grupo de comunistas sin y con partido se reunieron en la sede del sindicato Co.Bas, que solidariamente nos dejó su local para reunirnos, para avanzar en el proceso de ir creando unidad por la base entre los marxistas que defendemos la lucha de clases y nos identificamos con la centralidad de la clase trabajadora en esa lucha, la dictadura del proletariado y el proceso insurreccional hacia el socialismo.
Habíamos realizado dos convocatorias anteriores. La primera para comprobar si existía la voluntad de construir entre comunistas, independientemente de nuestras trayectorias, y de defender la reconstrucción del relato comunista, recuperando la iniciativa del combate. La segunda para marcar los contenidos del debate teórico que necesitábamos hacer, que habría de asumir nuestros puntos de coincidencia y la necesidad de aceptar nuestras diferencias para continuar debatiéndolas.
De ahí debía surgir un común denominador que nos permitiese orientarnos política, ideológica y estratégicamente y empezar a articularnos tanto territorial como sectorialmente.
Ese era el reto de la III Asamblea del EEC. Y creo que hemos hecho un gran trabajo, partiendo del destrozo que los comunistas llevamos sufriendo desde hace mucho más de 20 años. Negar esto sería tan estúpido como no darnos cuenta de lo que estamos comenzando a aportar y a significar en la dinámica de volver a levantar la bandera de la lucha por el socialismo.
Que un importante número de personas de Madrid, Valladolid, Burgos, Salamanca, Córdoba, Sevilla, Málaga, Valencia o varias zonas del norte, por citar sólo algunas de las procedencias, se citasen para debatir 6 documentos y una serie de propuestas de trabajo durante casi 10 horas del sábado 12 y 4 del domingo 13 -sin contar las 24 horas resultantes del debate en paralelo de 6 comisiones de trabajo, cada una de ella de 4 horas de duración, que habrían de pasar a plenario-, y saliesen de esa reunión con la sensación de haber hecho un buen trabajo, útil, necesario y que construye proyecto, debería ser considerado un avance muy significativo para cualquiera que se considere comunista.
Esa reunión a la que, junto a los comunistas sin partido acudieron militantes de diferentes organizaciones comunistas entre otros, ha marcado muchas cuestiones de coincidencia ideológica y política.
Hemos abierto la necesidad de seguir profundizando en aspectos que, o bien no lo tenemos tan claro (v.g. razones del hundimiento de los llamados países socialistas y por las que la clase trabajadora de esos países no defendió el sistema, profundización en la composición estructural de la clase trabajadora actual,…) , o bien requieren un análisis específico y documentos concretos que fijen nuestra posición (motivos de nuestro rechazo a la vez a la UE y al € y alternativa de nuevo internacionalismo de clase en Europa, nuevos avances dentro de nuestra perspectiva de feminismo y lucha de clases) o incluso en lo relativo a formación política (necesidad de integrar la definición actual de la crisis capitalista, para abrir paso a una correcta perspectiva de guerra de clases, y el antiimperialismo como correspondencia internacional a ese reto).
Quizá el punto en el que tod@s nos hemos sentido más identificados sea el de Programa Político porque ha integrado todos los aspectos de los que deseábamos debatir y, sin embargo, nos deja campo amplio a partir del cual es posible construir.
En otro orden de cosas, el documento de organización ha señalado la necesidad de pasar a la creación de núcleos territoriales y sectoriales que plasmen nuestra identidad de espacios abiertos a todos los comunistas, de debate y formación con el objetivo de la acción política. Del barrio a la empresa, del frente de lucha al modo en el que los comunistas de un Espacio Comunista de Base (ECB) decidan que es la manera más adecuada de constituirse.
Como soy fumador empedernido, aproveché los momentos de menor intensidad del debate para salir a fumar a una terraza del local, coincidiendo en ese vicio con otros de semejante afición. El caso es que en aquella facción improvisada dentro del EEC, el personal se dedicaba a intercambiarse correos electrónicos y teléfonos, bromear sobre que debíamos estar muy locos para reunirnos un sábado y un domingo durante tantas horas para entender lo que ocurre en el mundo que vivimos, cuando tantos seres humanos se conforman con explicaciones de cuentos infantiles y a debatir sobre los próximos pasos a dar a partir del día 14, y lo más importante: para transformarlo.
No faltaron tampoco las cañas y las risas en los ratitos entre documento y documento. Puesto que a veces me gusta observar el entorno como si lo viera desde fuera, comprobé que era muy difícil distinguir los puntos de vista de un comunista sin partido de los de otro que militase en uno y que, incluso entre los organizados partidariamente, había que ser muy sutil para encontrar cuestiones relevantes que nos dividieran. Si el diagnóstico sobre el enemigo de clase está correctamente establecido a través del análisis marxista, la voluntad de entenderse es muy capaz de señalar la diferencia entre lo realmente importante que nos une y lo secundario que debemos seguir discutiendo, mientras empezamos a aplicar lo elaborado a la lucha política en lo concreto.
Cuando, a la vez, algunos dirigentes de otras organizaciones comunistas cuya implicación militante en el proceso abierto por el EEC es menor que la de otras, pero positiva, transmite el mensaje de que estamos haciendo un buen trabajo -el desafío que tenemos por delante es enorme- y pide que entendamos su ritmo de aproximación, está claro que debemos proseguir sin traicionar ni un milímetro el camino abierto el 26 de Septiembre de 2015, cuando nos interrogamos colectivamente sobre el hecho de si unir a los comunistas en un intento de diagnóstico común de situación y de pelear juntos en la misma trinchera tenía sentido. No tenemos prisa pero cuidaremos incluso con mimo de que el llamado de entonces siga muy vivo en cada nuevo paso. Quienes se van incorporando nos exigen cumplir ese “espíritu”.
Quizá sea la primera vez en la que no hay destacamentos u organizaciones comunistas que se opongan a un intento tal y, lo que es más importante, en la que favorecen que militantes suyos se incorporen al proyecto. Debemos cuidar esta idea que estamos construyendo desde tal diversidad porque, frente al ciudadanismo y los intentos del capital de fabricar sus “alternativas”, estamos dando un paso del que empezamos a ser conscientes de su importancia.
Nos faltan cuadros suficientes. Esa es una de nuestras debilidades, no la única. No la negamos. Por ello la cuestión de la formación va a a ser un elemento clave de nuestro trabajo.
¿Qué nos queda? Un mundo por ganar.
Estén atent@s. En breve el Espacio de Encuentro Comunista (EEC) irá desgranándoles mucho mejor que yo el trabajo realizado y sus aspiraciones de ser parte de la fuerza colectiva que construya un mundo nuevo.
Como dice un camarada muy querido “no os lamentéis, organizaos” .
Quizá a los interesados en conocer más sobre el EEC les haya sabido a poco este texto. Esto sólo era un adelanto. Mientras llega la información pertinente sugiero que se pongan al día en estos enlaces:
Ayudará a quienes deseen acercarse al EEC a ir comprendiendo no sólo el sentido del llamamiento inicial sino en qué momento estamos actualmente.
Joan Comorera hablando sobre la pequeña burguesía
«Ahora ya sabemos, amiga Reyes Bertral, donde ha terminado la Cataluña dirigida por los partidos políticos nacionalistas pequeño burgueses. Objetivamente, históricamente, no podía ocurrir otra cosa. Solo dos clases tienen calidad para dirigir la nación: la clase burguesa y la clase obrera. El estamento intermedio, o lo que llaman clases medias, deben ser dirigidas o por la burguesía o por la clase obrera. Y si por un conjunto de circunstancias determinadas devienen en dirigentes de la nación van a la deriva durante un tiempo, y a la postre, son uncidas por la reacción. Pues la pequeña burguesía, estamento intermedio, que por el sector más rico se liga a la burguesía y por el sector más pobre se acerca al proletariado, es vacilante, miedosa, contradictoria y en momentos de crisis huye despavorida de la revolución y opta por el compromiso. Por lo que los dirigentes políticos pequeño burgueses acaban sufriendo el reflejo burgués, asimilando las costumbres y vicios de la burguesía, tienden a considerar la política como un asunto de porvenir personal y, en el mejor ángulo, se pierden por los senderos de un romanticismo revolucionario estéril o de un intelectualismo especulativo, snobista, paralizador, si no se acercan o no se incorporan a la clase obrera en búsqueda de nuevas perspectivas de combate y de victoria. Esta es la lección de 1931-1933, del 6 de octubre de 1934, de la guerra, y de una Cataluña escolada por el régimen terrorista de tipo franco-falangista». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, 1948)
bitacoramarxistaleninista.blogspot.nl
La política es propiedad y la propiedad es poder
La política es propiedad, según escuchó en una conversación de pasillo el escritor y cronista Norman Mailer a un joven delegado de Nueva York durante la convención del Partido Demócrata celebrada en 1968 en Chicago. Una afirmación escueta que define con exactitud filosófica los entresijos invisibles de la política, a la que cabría añadir para redondear su efectividad que la propiedad es a su vez poder, concepto que puede ser traducido al modo coloquial como capacidad o mecanismo para hacer real las ideas o intereses de un grupo o comunidad social. Lo cuenta Mailer en su libro Miami y el sitio de Chicago.
Recordemos que la frase mencionada fue dicha en un contexto mundial de convulsiones históricas. En ese mítico año acaecieron varios acontecimientos de especial relevancia: Richard Nixon, republicano, alcanzó la presidencia en Estados Unidos después de que su mayor rival demócrata Robert F Kennedy fuera asesinado en extrañas circunstancias, antes de su más que probable nominación oficial, y se registraron conmociones de extraordinaria trascendencia en el mayo francés del 68, la invasión soviética contra la primavera de Praga y la matanza de varios centenares de estudiantes, profesores, intelectuales, obreros y amas de casa en la plaza de las Tres Cultura de Tlatelolco sita en la ciudad de México.
No hay que entender ese poder simplemente como un atesoramiento de bienes financieros o recursos económicos. Aunque también, sin duda alguna. No obstante, el poder reside asimismo en cuestiones intangibles como el discurso, la ideología, la opinión pública, la movilización masiva en la calle, las tradiciones, la violencia institucional y una combinación de todos los factores reseñados.
Las negociaciones políticas no son más que transacciones de intereses opuestos y afinidades coyunturales. Lo importante en este escenario es saber a ciencia cierta si los activos propios servirán como moneda de intercambio y presión ante el resto de partidos, contrincantes sociales o fuerzas políticas en liza que representan opciones diferentes a la nuestra. Lógicamente, al igual que en otros juegos más mundanos, uno puede escoger la alternativa de ir de farol, pero a la larga esta postura suele caer por su propio peso al descubrirse que sus auténticas motivaciones descansan en el vacío total. Descubrir esos huecos del enemigo o adversario ofrece una capacidad de maniobra mayor y una ventaja táctica decisiva a medio plazo.
En el actual panorama de España subyacen distintos activos enfrentados que, por el momento, no devienen en alianzas o proyectos conjuntos de gobernabilidad. A corto plazo, cada formación política está tanteando si sus propiedades simbólicas de son susceptibles de ser utilizadas o esgrimidas con el fin ejercer el suficiente poder para llevarse el gato al agua o, al menos, servir de intercambio factible para que sus intereses rindan los beneficios buscados o deseados sin menoscabo de sus principios y acordes con el sentir mayoritario de su electorado afín.
Los votos son solo una parte de la fuerza de las organizaciones políticas. En la trastienda caben muchas otras verdades parciales o instrumentales para salir airosos de cualquier negociación que se plantee. En esos tanteos, cada partido va sopesando la cruda realidad de sus expectativas y el valor de las mismas. De ahí que las declaraciones de los líderes registren variaciones significativas en momentos de incertidumbre y de decantación del peso específico y real de las propias convicciones y tácticas a seguir.
PP: fumando espero
Por lo que se refiere al PP, resulta evidente que su estrategia está diseñada para esperar y verlas venir. Que la izquierda se pegue entre sí, mostrando sus desavenencias públicamente es su lema de campaña. Continúa siendo la referencia de la derecha. La corrupción y el desgaste de la acción de gobierno le han pasado factura, pero no tanta como se vaticinaba en las encuestas y sondeos. Además de representar al poder financiero y empresarial, el PP tiene su valor fetiche en el tiempo. Administrando este factor con sabiduría y temple, si no hay movimientos radicales y profundos a su izquierda, volverá a tomar las riendas del poder político con suma facilidad. En épocas de zozobra y desencanto general, la gente siempre vuelve cuando no halla caminos alternativos al cómodo calor y confort emocional del hogar, el entorno conocido y la familia sentimental o de conveniencia, de las costumbres inveteradas, del cacique protector, de las ideas trilladas y del mal menor como viaje de regreso y destino inexorable de la precariedad vital y de la ausencia de utopías colectivas en la que nos hallamos inmersos. Sin vislumbrar futuro distinto en el horizonte, mejor cobijarse en el presente consumista y la rutina cotidiana.
PSOE, en la encrucijada
En cuanto al PSOE, su situación en tierra de nadie, aprisionado en un centro artificial, es mucho más difícil de sostener. Tiene que aparentar ser de izquierdas por su historia y por sus fieles, aunque su trayectoria y función desde 1977 está anclada en el andamiaje de la transición: ser mero soporte y alter ego amable del PP y, por ende, de los intereses de las clases altas. Con guiños estéticos a las clases medias y populares ha desempeñado el papel que le correspondía a la perfección hasta ahora mismo. Cumplía con rigor su rol de recoger el voto izquierdista y encauzarlo debidamente sin estridencias ni oposiciones extremas por la senda de la moderación. Sucede que hoy, Podemos le está comiendo un espacio importante fundamentalmente dentro de las clases medias a las que ha llegado con crueldad las dentelladas de la crisis causada por las medidas neoliberales. En ese trasiego, el PSOE ha perdido suelo en la realidad y en los dispositivos simbólicos de relación con sus bases y simpatizantes. Algunos han visto que el PSOE no es solución distinta a las recetas preconizadas por el PP. Su imagen y consistencia han sufrido un desgaste incuestionable. Ya no representa ningún cambio ni ilusión alternativa a la derecha. Sus vaivenes en el discurso demuestran este aserto. ¿Cuál es, entonces, su valor de intercambio actual? Recuperar el bipartidismo, la moderación calculada trufada de sensatez, regar de nuevo las raíces de la memoria del consenso para retornar a su etiqueta de única izquierda capaz de hacer frente a la derecha del PP. Valores ahora en entredicho, pero a su favor juega que contará con la ayuda inestimable de la derecha y los poderes fácticos que se expresan en los principales medios de comunicación. Su fuerza, por tanto, reside en las fuerzas ocultas que necesitan de su concurso para volver a la connivencia de facto e inmovilismo ideológico alumbrados en 1977. De todas formas, el PSOE es el partido que menor fuerza simbólica atesora de todo el arco parlamentario.
Podemos, pero mucho menos
La tercera formación que merece un análisis sucinto es la emergente Podemos. Saltó a la palestra aunando diversos y contradictorios factores y agentes sociales tales como el impulso del 15M, la fragilidad e impotencia de la izquierda clásica e institucional, la cobertura mediática de algunas instancias hegemónicas interesadas en desmovilizar las reivindicaciones expresadas a voz en grito en la calle y un potente discurso radical basado en oponer conceptos tan sonoros y publicitarios como casta y pueblo, el uno por ciento privilegiado contra la inmensa mayoría que vive en la incertidumbre social o la precariedad vital. Al contrario que el PSOE, no cuenta con avales ni raíces en el mundo sindical. Su cuerpo de seguidores es virtual, creado al calor de las redes sociales y lugares de encuentro que surgen de la espontaneidad y el voluntarismo de asaltar los cielos con la mera fuerza de su discurso y de sus ganas de transformar la realidad de aquí a mañana, antes incluso si ello es posible. La fuerza de su retórica es la novedad permanente, por eso, sin base ni raigambre en lo social y en la memoria histórica colectiva, su empeño era y es sobrepasar en sufragios al PSOE y tocar poder de inmediato. Al no conquistar las metas propuestas, su mensaje corre el riesgo de diluirse en la ineficacia y la mera palabrería. Podemos tiene que mirar cara a cara a sus contradicciones y reconducir sus metas a objetivos ideológicos de mayor recorrido estratégico. Su envite ganador a todo o nada se ha frustrado de cuajo: lo nuevo no ha conseguido convencer ni abrirse el hueco necesario para ser un actor esencial en el presente político de España. Otrosí, la operación de laboratorio protagonizada por Ciudadanos le ha restado capacidad de maniobra y compite en idéntico terreno simbólico: la novedad por excelencia que representa la sorpresa súbita.
Ciudadanos, lo viejo con nuevo look
Hablando de Ciudadanos, señalar que es la única candidatura que ha logrado con creces sus objetivos iniciales, ser decisiva en cualquier combinación aun sin ser imprescindible. Sus valores toman importancia desde la ambivalencia y la indefinición, amén de los apoyos en la sombra de sus mentores fácticos. Ha quitado votos a todos, recogiendo un caudal significativo del electorado de indecisos y cabreados sin ideología, y tomando a la vez sufragios prestados que volaron tanto del la cartera del PP como del pesebre del PSOE. Una buena jugada del bipartidismo: Ciudadanos los devolverá a sus fuentes originales cuando las aguas, hoy turbias, se tornen más tranquilas y previsibles. Sus cometidos fundacionales han tenido un éxito incuestionable. Seguirá persistiendo en la indefinición calculada con discursos que suenen bien a diestra y siniestra. De esta forma sibilina, permitirá dar a luz a medio plazo una gran coalición o investidura que cercene cualquier posibilidad o veleidad izquierdista. Al día de hoy, está haciendo el trabajo sucio que le correspondería al PP. Su prestigio intacto e incólume en la actualidad sirve de tapadera a los intereses ocultos de la derecha al tiempo que engatusan al PSOE para no hacer pie en el terreno resbaladizo de una auténtica opción de izquierdas. Ciudadanos es lo viejo con gestos nuevos de posmodernidad que permite oxígeno al bipartidismo en decadencia formal. No obstante lo dicho, el partido de Rivera tiene fecha de caducidad: en cuanto su ambivalencia deje de ser decisiva como muleta de PP y PSOE, más temprano que tarde sus siglas se integrarán en el sistema establecido. Su amortización dependerá de los hipotéticos comicios del mes de junio próximo.
IU, la verdad que nunca gana
Y llegamos a IU, el paria del elenco, el querer y no poder, la minoría prescindible, el reducto de iconoclastas por antonomasia del panorama político español. Su mejor valor es la verdad ética, que no se vende por un plato de lentejas. También es su mayor debilidad o talón de Aquiles. Pero no le queda otra alternativa en su ser o no ser histórico: principios y programa son sus avales de referencia. Parafraseando, aunque alterando sustancialmente la sentencia de Groucho Marx, estos son mis principios y mi ideología, si no le gustan, no tengo otros. O quizás sí: desaparecer su logo en la marea del cambio liderada por Podemos. IU se juega todas sus bazas en cada propuesta, teniendo poco que perder en ello. Su poder simbólico saca fuerzas y pecho de que no aspira a nada inmediato y tangible: su mirada va más allá, al menos en teoría, hacia una sociedad de nuevo cuño, hacia una transformación profunda de la cultura capitalista globalizada. Suena a utopía, pero no le es factible alejarse demasiado de ella pues moriría por inanición o engullida por el PSOE o Podemos. De hecho, sus figuras menos ideologizadas o más pragmáticas, ya desde el periodo de la transición, han desembarcado en la moderación y el cargo público ante la imposibilidad de abrir espacio a una izquierda más auténtica que la representada por el PSOE. Moverse de la esencia ética y la memoria histórica traería fatales consecuencias para IU. Seguirán siendo minoritarios y referente ideológico de la izquierda fetén hasta que el cuerpo aguante y sus líderes no huyan despavoridos a residencias alquiladas más tiernas, acogedoras e institucionales.
En resumen, el PP, a pesar de las falsas apariencias, es a quien mejor porvenir se vislumbra de todas las fuerzas políticas en España: con dosificar el tiempo y ver el fracaso de las izquierdas lo tiene relativamente fácil. Y, por supuesto, con la inestimable ayuda de Ciudadanos. Cuando la realidad se instale en la normalidad y la rutina, el PSOE volverá al redil del establishment. Podemos solo cobrará relevancia si obtiene un resultado electoral por encima del PSOE. Incluso así, en ese caso futurible, resulta muy probable que las derechas puedan esgrimir una mayoría absoluta inatacable desde ningún flanco parlamentario. IU, por último, mantendrá una posición testimonial de ni fu ni sino todo lo contrario. Pronóstico: PP, PSOE y Ciudadanos están condenados a entenderse, con o sin segundos comicios generales. No hay movimientos ni vestigios en la superficie que inviten a pensar que algo nuevo sucederá en España. Las paradójicas y conservadoras clases medias, a paso lento pero firme, están retomando el pulso de los créditos impagados y cerrando sus oídos vacilantes a los cantos de sirena frustrados por soluciones políticas no tradicionales que se no han sabido ni podido echar raíces vigorosas en mentes y grupos sociales tan dispares, complejos y tornadizos. De exabrupto inicial contra los recortes, lo mejor ahora es echar cuentas, moderar las expectativas y acomodarse a la costumbre, las aburridas rutinas diarias, el trasiego compulsivo al centro comercial o de ocio, el festival de Eurovisión, la Champions League y las telenovelas vespertinas. Los irreductibles e inasequibles al desaliento tienen su nicho predilecto especialmente diseñado para ellos en La Sexta, El Intermedio y La Sexta Noche. En esta cadena y sus programas políticos pueden cabalizar su creciente impotencia y cruel desencanto del cambio político que jamás cristaliza en nada real. El sistema genera herramientas de control de los presuntos disidentes o insatisfechos con una facilidad pasmosa. O resucitan los Kennedy asesinados o la gran coalición está al caer. El tiempo es el gran recurso del PP, su principal aliado simbólico. Con el concurso intoxicador de Ciudadanos y el temor reverencial del PSOE a adentrase en vericuetos que le alejen del vetusto bipartidismo, el cadáver exquisito de la izquierda impotente será pasto de la voracidad insaciable de la derecha más tarde o temprano. Demos tiempo al tiempo y a que se fragüe a cocción lenta lo que es un secreto a voces: la gran coalición, ya sea en la versión tripartita de Rajoy, Sánchez y Rivera a una, o a través de apoyos mutuos parlamentarios de legislatura o meramente puntuales. A lo que ahora estamos asistiendo es morralla pura, gestos de tentadero para preparar el terreno de la corrida real, que todo cambie para que todo siga igual.
Condenado a 15 años el espía de la CIA
Warmbier declaró haber actuado por orden de una iglesia protestante de EE.UU. (los curas casi siempre van de la mano de los servicios secretos) y con apoyo de una agrupación «universitaria» para «dañar la motivación y la ética de trabajo del pueblo coreano e insultar en nombre de Occidente a Corea del Norte»
También reconoció que la CIA tenía conocimiento de su misión.
Pues ahora que se mame 15 añitos y si no, que lo cambien por unos pocos de tractores, es decir máquina asesina (que no ser humano) por máquinas productivas.
jmalvarezblog.blogspot.com
Nunca hay que negar las tareas democrático-burguesas de una revolución, pero tampoco negar que una vez resuelta esta debe convertirse en revolución proletaria
«No es posible sujetar al proletariado para evitar que conquiste lo que necesita conquistar, y el que trate de hacerlo será arrollado, porque no hay otro remedio ni otra manera para continuar hacia adelante. Ahora bien, cuando nosotros decimos, como por ejemplo decíamos ayer en «Mundo Obrero», que nosotros luchamos por el programa del Gobierno Obrero y Campesino, programa que va mucho más lejos que el compromiso ahora contraído en el Bloque Popular, eso no quiere decir que no vayamos a cumplir este pacto. Yo decía en el mitin del domingo y repito hoy que el Partido Comunista cumplirá el compromiso contraído con el Bloque Popular. Pero al mismo tiempo decimos que sin realizar el programa del Gobierno Obrero y Campesino no es posible liquidar la base material de la contrarrevolución y llevar a término la revolución democrático-burguesa en España. Y téngase en cuenta que el Gobierno Obrero y Campesino no es todavía la dictadura del proletariado ni el socialismo, a cuya plena consecución hay que llegar. Pero, aunque el Gobierno Obrero y Campesino, la dictadura democrática de los obreros y campesinos, y la dictadura del proletariado sean cosas distintas, entre una y otra no hay ninguna muralla china. No se puede precisar el tiempo, pues esto sería hacer profecías, pero sí puedo asegurar que la transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución proletaria no será larga, si es que la clase obrera se organiza bajo la dirección de un solo partido revolucionario del proletariado, como lo queremos los comunistas. (Muy bien)
Además, los campesinos, la pequeña burguesía, las capas sociales aliadas del proletariado en el desarrollo de la revolución democrático-burguesa, tendrán confianza absoluta en el proletariado y llegarán a comprender que él, que los ha llevado a la lucha y a la victoria, a través de las diversas etapas de desarrollo de la revolución, asegurará también su bienestar en el régimen socialista, en un régimen como el que existe en la Unión Soviética y que nosotros queremos implantar también en España. (Muy bien. Grandes aplausos y vivas a la Unión Soviética)
¿Quién debe dirigir la revolución democrática?
En Rusia, antes ya de la primera revolución, antes ya de 1905, hubo en el partido socialdemócrata una discusión, que fue histórica, sobre quién debía dirigir la revolución democrático-burguesa: si el proletariado o la burguesía. Los bolcheviques, con Lenin a la cabeza, sostenían que el proletariado, pero los mencheviques, dirigidos por Martov, sostenían que la revolución burguesa debía dirigida la burguesía, por entender que, de dirigirla el proletariado, asustaría a la burguesía. Lenin y los bolcheviques mantenían la posición de que, aunque se tratase de la revolución democrático-burguesa, sólo estando la hegemonía en manos del proletariado llegaría la revolución a su término y que, de tener la dirección en sus manos la burguesía, la revolución marcharía para atrás. Y la mejor prueba de la razón que asistía a Lenin, que no hacía más que aplicar a la realidad las teorías de Marx y Engels, la tenemos en la infinidad de países en que, habiendo llegado a sazón la revolución democrático-burguesa, pero teniendo a la mayoría del proletariado bajo la influencia de los mencheviques, de los reformistas, están hoy, unos en manos del fascismo y otros en manos de la burguesía reaccionaria, con diferentes formas de gobierno, pero todos con el régimen capitalista en pie, todos con pobres y ricos, descalzos unos y con muchos zapatos otros, hambrientos unos y otros hartos y llenos de vicios. En cambio, en la Unión Soviética, donde el proletariado tuvo la dirección, la hegemonía, no ocurre esto». (Fuertes aplausos)
(José Díaz; Los obreros unidos; Discurso pronunciado en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el 11 de febrero de 1936)
La crisis de Podemos lo domesticará definitivamente
En septiembre de 2014 escribí un artículo titulado “Causas de la crisis interna de Podemos”. Entonces muchos de quienes leyeron dicho texto negaron la existencia de la misma, simplemente porque las divisiones y las tensiones no fueron generales en todo el territorio español.
En el mes de junio de ese año había estallado ya la rebelión de gran parte de los círculos madrileños contra el llamado “equipo técnico” que prepararía la Asamblea de Otoño de Podemos de ese año, y del que se temía, como luego se demostró, que no sería simplemente técnico y que barrería para casa para consolidar una dirección a gusto y a la medida del dirigente máximo de Podemos, Pablo Iglesias.
El enfrentamiento, que entonces fue una leve escaramuza, tuvo por protagonistas primeros al macho alfa de Podemos y a Juan Carlos Monedero, por un lado, frente a Izquierda Anticapitalista -luego Anticapitalistas, corriente interna de Podemos- y Pablo Echenique, por el otro, el cuál tras la Asamblea de Vistalegre iría reposicionándose a favor de la mayoría para encontrar su acomodo en las instituciones aragonesas y como máximo dirigente de Podemos Aragón, aunque inicialmente quedó descabalgado del órgano máximo de dirección nacional de Podemos.
Aparecieron ya entonces las primeras escaramuzas locales en lugares como Orense o Barcelona, al igual que Teresa Rodríguez en Andalucía marcaba su feudo particular frente a la dirección nacional, si bien para quienes no estaban dispuestos a admitir la menor quiebra de una ilusión esto no representaba nada o casi nada.
Y sin embargo, la crisis estaba allí, quizás en forma aún latente o embrionaria, como crítica incipiente al modo en que lo que había sido presentado casi como antipartido- movimiento tomaba las peores formas de partido.
Se decían entonces cosas como que el Protocolo de Validación de los Círculos (el creado para dar marchamo oficial Podemos a los núcleos podemitas que se iban formando) había sido diseñado para atar en corto a las bases por parte del poder naciente de la dirección, controlándolas de este modo de forma plena. Decían los críticos que con dicho Protocolo desaparecía la soberanía de los círculos para sus decisiones en materia de elecciones municipales y autonómicas, que eran las que se aproximaban.
La Asamblea de Vistalegre marcaría la deriva posterior de una organización absolutamente vertical en la que la “democracia interna” acabaría por ser una expresión sarcástica, como pudo comprobarse después con elecciones amañadas, coacciones a direcciones locales con ideas propias, luego descabezadas, señalamientos a dedo de candidatos que no habían pasado por las cribas de elección interna de las bases, luces de gas en campaña a quienes no eran del gusto del macho alfa, cambios y giros tácticos programáticos que no habían sido discutidos ni votados por los círculos, ni siquiera por los consejos ciudadanos.
Alcanzados ciertos niveles de representación en el parlamento europeo, ayuntamientos, Comunidades Autónomas, Diputaciones, Congreso y Senado, veríamos florecer el establecimiento de una nomenklatura, con cargo y sueldo, de amiguetes, parientes, parejas y ex novias así como de lealtades interesadas.
Pero ni lo anterior ni la incompetencia de las alcaldesas y alcaldes del cambio, ni la pusilanimidad ante la menor presión de la derecha política y mediática, como en el caso de los titiriteros, ni siquiera el caso de la concejala católica besaanillo arzobispal, ni los comportamientos rompehuelgas contra los trabajadores del metro de la señora Colau, ni las jaimatadas de la señora Carmena son más que una pequeña parte de las razones de la crisis de Podemos.
La crisis de Podemos estaba en sus genes y había muchos motivos para que así fuera:
● Cuando apostó todo su futuro a la imagen de alguien que, tras salir como logotipo en las papeletas de una convocatoria electoral, se definió así mismo como “macho alfa”.
● Cuando asumió su papel de partido fundamentalmente ligado a una “ilusión” de la “gente” antes que a una clase social y a una definición clara de si iba o venía ideológicamente hablando.
● Cuando lo importante era recibir mucha afluencia y convertirse en partido de aluvión y de fans incapaces de mantener una discusión política mínimamente coherente sin salir con la genialidad cortante del debate tipo “¡Podemos!”, “eres un fascista/casta”, “habéis tenido muchos años para hacerlo y no habéis hecho nada” o el ya clásico “vete a defender a tus corruptos”. Que la crítica venga desde una posición a su izquierda, lo que jamás ha pretendido ser Podemos, es lo de menos. La hinchada no piensa. La hinchada recibe consignas y las repite sin pensar en lo que dice. Sólo calla cuando se deprime o cuando sus líderes, tan televisivos ellos, deciden asumir un perfil plano, silencioso y hasta ausente en los casos en los que les vienen mal dadas y la crítica mediática y social les persigue. En esas circunstancias todos ellos, se licúan, casi desaparecen…hasta que pase la tormenta y encuentren señuelos para que se hable de otra cosa.
● Cuando no importaba en absoluto de qué trayectorias ideológicas y partidarias venían las nuevas adscripciones al partido (PSOE, IU, UPyD, C´s, PP) ¿Cómo se da consistencia a tal macedonia si no es desde la realidad de arribistas sin principio alguno; eso, los cargos. El resto, los votantes de a pie, desclasados (“gente” sin más) que hasta que no les pilló la crisis disfrutaban de que el capitalismo les permitiese abrevar en su pilón consumista o meramente personas sin formación política alguna ¿Creen ustedes que ese mejunje puede convivir mucho tiempo junto por cínico y carente de valores sólidos que sea?
● Cuando no se es ni de izquierdas ni de derechas y se envían mensajes contradictorios como el ¡Bravo Bergoglio! de Pablo Iglesias y el Círculo Podemos de Espiritualidad Progresista, por un lado, y hacer concejala portavoz del Ayuntamiento de Madrid a una señora cuyo mayor mérito como “partisana” (así se define ella intentando insultar a tan bravas mujeres) ha sido sacarse las tetas en una capilla y que cuando se la juzga por ello (algo injusto en un Estado aconfesional) declara que ella ha ido millones de veces a misa porque pertenece a una familia católica. Digo yo que el cinismo ha de tener algún límite hasta para el más amoral.
● Cuando se afirma la “democracia de base”, la “asamblea” como expresión de la misma, la idea de una persona un voto y lo que toca es elevar al trending topic a la figura carismáticamente prefabricada y aceptar toda la verticalidad que éste y su camarilla impongan sobre un partido de fieles; cada vez menos en número y fidelidad, por cierto.
● Cuando el cuestionamiento de la más nimia de las voluntades de la neocasta que dirige Podemos significa ser cesado, si se es cargo público, o disuelto el círculo, si éste es colectivamente tan ingenuo de creer en la democracia interna que se niega en cada acto.
● Cuando el asalto a los cielos se acaba al justificar las decisiones de Tsipras de burlarse de la voluntad de los griegos y de aceptar las imposiciones del capital europeo a través de las instituciones de la UE.
● Cuando el “empoderamiento de la gente” se plasma en que una concejala chivata de Ahora Madrid, Celia Mayer, denuncia ante la policía a unos titiriteros para eludir cobardemente sus propios errores, culpando de ellos a unos inocentes o en el ponga a un pobre a su mesa de la señora Carmena en Nochebuena, exactamente igual a como hacía antes Ana Botella o en intentar comprar las voluntades de las asociaciones de vecinos poniéndolas a sus pies.
● Cuando la prepotencia, la soberbia y la chulería, forman parte del estilo de la nueva política que ha envejecido tan rápidamente.
Lógicamente toda esa miseria ha acabado por ser crecientemente visible para sectores sociales con sentido crítico o simplemente con criterio personal, ha destapado la tensión entre promesa y realidad, dejando ver la tramoya de la farsa y mostrando que no existía ningún potencial de transformación radical, ni siquiera de regeneración moral al estilo de la burguesía que purga sus pecados mediante la limosna al pobre, sino el más indecente oportunismo de saltimbanquis y pícaros.
Bajo el pretexto del empoderamiento de la “gente”, ese destilado amorfo sin categoría ni clase social concreta, que huye de toda adscripción porque, como pseudoclase media se avergüenza tanto de lo que cree ser y no es como de lo que en realidad es, se conjuró la más variada concurrencia de pillos que pudieran juntarse para el común objetivo de medrar en medio de una grave crisis moral de identidad. Todos ellos estaban dirigidos por un bufón y en cada sección o fracción de rufianes dominaba un granuja que los organizaba en grupo. Seres mediocres colocados en el lugar adecuado, cantamañanas, según ellos “preparaos”, pero para dar el golpe de su vida, aventureros de la pequeña burguesía, escritorzuelos de seleccionados medios de la pseudoradicalidad, “espabilaos” de partidos en horas bajas, pensadores de la nada ante su última oportunidad, perroflautas reconvertidos en asesores, viejas glorias recuperadas como pantallas “bonachonas” que tapasen las miserias de los marrulleros y mediocres que se escondían tras ellas, porteadores de carteras de catedráticos que vieron compensados sus esfuerzos, pijas que jamás osaron meterse en líos hasta que coincidieron en los pasillos con ellos y vieron cómo sacarles réditos oportunistas, funcionarios desclasados en busca de un ascenso que de otro modo no llegaría. Éste era y es el mundo podemita. Con todos ellos formó Pablo Iglesias su «sociedad de intereses mutuos» con ambiciones de colocarse o ya colocados en las instituciones del Estado burgués, intentando emular, en muchos casos, como nueva generación, los logros alcanzados por sus papás y el objetivo de vivir a costa de los ilusos sectores populares que les habían llevado hasta allí.
En el momento de hacerse las listas electorales a las municipales y las autonómicas se vio cómo aquella frase de algún dirigente podemita –«Podemos no es un partido, es un estado de ánimo”– adquiría un significado distinto. Acomodar tantos “qué hay de lo mío”, por encima de otros con más méritos, capacidades o preferencias de las bases o simplemente de trepas menos hábiles, cuadrar alianzas poliédricas territoriales con otros partidos, grupos, listas, etc. tuvo como consecuencia “estados de ánimo” crispados. Así, las denuncias de pucherazos y escándalos producidos en las elecciones online de los Consejos Ciudadanos Estatal, Regionales y Locales se reproducirían en la confección de las listas y en el orden de las mismas, del mismo modo que dichos escándalos se repetirían en las listas electorales de todas alas convocatorias a las que se presentó este partido tras las impolutas europeas.
Las heridas nunca se cierran del todo. Por el contrario, se acumulan y se devuelven, ya sea mediante filtraciones anónimas desde el interior de las organizaciones, ya sea mediante el choque de las facciones internas. A veces son sólo escaramuzas y celadas, otras guerras internas abiertas y declaradas.
Todo ese magma llevaba en sí enormes contradicciones que habrían de explotar. Contradicciones entre lo que decían ser y lo que eran, entre lo prometido y lo cumplido, entre su discurso de “radicalismo” democrático-burgués y su compincheo con el viejo orden existente, entre la regeneración que prometían y el vicio que llevaban en sus venas.
Y todo ello estalló cuando, tras no haber asaltado ningún cielo, ni habérselo propuesto realmente en ningún momento, descubrieron que ni eran tan listos como creían ni tan deseados como querían. Conformarse con el tercer puesto es una enorme bofetada para quien cree poder dar lecciones al mundo mundial y descubrir el Mediterráneo en una sopa de sobre.
La segunda fase de la crisis interna podemita ha llegado cuando este partido hubo de afrontar un resultado en las urnas mucho menos exitoso de lo que realmente esperaba, por supuesto mucho más menguado de lo habían prometido a su público.
Una parte de ellos había llegado a soñar que ganarían las elecciones. Lo cierto es que según las urnas les bajaban los humos ajustaban sus pretensiones, sus programas y sus proyectos políticos.
La realidad es que se fueron conformando con hacer su “proceso constituyente”, después “segunda transición” por etapas, proyectando superar al PSOE, en la mecánica imitación de una Szyriza que en el primer intento arrinconó al PASOK y en el segundo derrotó a Nueva Democracia. Ignoraban que el PSOE no era Syriza porque, como partido, tenía un recorrido histórico mucho más largo que el griego y hundía sus raíces de un modo más profundo en la memoria colectiva y en los hábitos repetidos mecánica e irreflexivamente como tradición de generación en generación en el país.
Por supuesto desconocían también la raigambre del pensamiento reaccionario y de la mentalidad por inercia obediente en la que se asienta la caverna política española que explica la resistencia del PP por encima de las grandes bellaquerías de nuestra derecha eterna.
Esto sin olvidar que sólo la más profunda desesperación y desarticulación social puede explicar que un neorreformismo vestido de pseudoradicalidad desplace al viejo reformismo ya antiguamente empotrado en los partidos sistémicos del capitalismo griego.
El resultado es que se convirtieron en los terceros de la carrera electoral y hubieran sido los cuartos de no mediar una alianza con sectores de Cataluña, Valencia y Galicia; alianza que ya se resiente con un Compromís que empieza a huir del compromiso postelectoral en el Congreso y unos partidos instrumentales propiciados por Colau y Beiras que pronto pueden reducirlos a la nada en sus correspondientes territorios o canibalizarlos dentro de sus proyectos de partidos instrumentales.
Ignoraban demasiado estos po-li-tó-lo-gos (una de las palabras recientemente incorporadas al diccionario de la petulancia castellana) “preparaos”.
El caso es que intentaron consolarse con el “nos hemos quedado a 300.000 votos del PSOE”, contando como propias todas sus alianzas regionales que ya se les vuelven lanzas.
La realidad tenía otro color si se consideraba que la distancia en términos de diputados con el partido al que realmente pretendieron “sorpassar” era de 21 diputados y que, en términos de mayorías en la concepción de la representación dentro del parlamentarismo burgués, eso implicaba la inevitable subordinación de un partido del sistema (Podemos) a otro partido del sistema (PSOE) a la hora de plantearse posibles alianzas.
La realidad es que el PSOE había tenido el peor resultado de su historia electoral desde 1977 pero no se había hundido y que Podemos se había quedado, con todas sus alianzas muy por detrás de sus pretensiones.
Y peor aún, aunque la implicación de esto último no lo pudiera admitir Podemos públicamente: para poder desplazar del Gobierno al PP, el PSOE estaba abocado a establecer alianzas de geometría variable con todos los demás grupos de la cámara menos con el PP; lo que disminuía mucho el protagonismo del partido morado, por mucho que fuese el que aportaba más diputados a dicha alianza tras el propio PSOE.
¿Qué le quedaba a Podemos en este marco, en el que las presiones del capital a través de la opinión publicada iban a insistir en la necesidad de formar rápidamente gobierno y de evitar la repetición de nuevas elecciones? ¿Qué creen ustedes?
Evidentemente evitar que esas elecciones se produjesen, algo que no parece beneficiar a nadie, al menos en primera instancia, y que de producirse por la falta de “sentido de Estado”, atributo con el que Iglesias llevaba meses queriéndose investir para darse aura de respetabilidad burguesa, bien pudiera ocurrir que Podemos, en lugar de subir ,bajase.
Atrás quedaron los enunciados sobre la “crisis de régimen”, que es evidente que no, porque existiendo una crisis de representación del sistema de partidos no afecta apenas ni a la monarquía (salvo en algún delirio republicano), ni a la valoración del orden constitucional, ni al orden jurídico y moral que sustenta al capitalismo ni, por supuesto, al imaginario colectivo respecto a lo que había significado la transición española. Fuera de una minoría, en la población española, y más allá de siglas, el trauma aún latente de una guerra civil guarda la viña del conservadurismo político de la sociedad española. De ahí que Iglesias abandonase el llamamiento “constituyente” para reclamar una “segunda transición”.
Hay algo paradójico en la actitud de Podemos respecto a un partido como Ciudadanos en la precampaña y campaña y, en particular, de Iglesias y Rivera, aquellos coqueteos, aquellos gustarse ambos tanto en el programa Salvados y los posteriores rechazos “radicales” de uno y otro dirigentes para aceptarse como partenaires simultáneas del PSOE, siendo que ninguno de ellos pone en cuestión el sistema capitalista, ni la monarquía, ni cuestiones centrales de la Constitución, salvo algunas modificaciones al Título VIII por parte de Podemos y PSOE.
Verán ustedes como el derecho de autodeterminación que Podemos pide con la boca cada vez más pequeña, y la derogación del artículo 135, acaban teniendo una “solución” menos “conflictiva”.
En ese contexto la autopostulación de Iglesias como vicediós en un gobierno en el que Sánchez sería Presidente “por obra y gracia” de Iglesias, así como la predesignación de los ministerios, ministros podemitas previamente nombrados por el vicediós, y entes de poder seleccionados, entre ellos el CNI,RTVE y el CIS- lo que parecía sugerir cierta obsesión totalitaria por el control- no eran otra cosa que la bufonada matonesca de un pobre chulo político intentando poner en valor sus 69 diputados pero sin la elegancia de saber cómo presentar los toma y daca dentro de un escenario infinitamente más sutil que posee sus propias reglas ya establecidas en el ámbito del cortejo burgués y que incluye el protagonismo de lo programático, al menos en apariencia, sobre el asunto de los sillones.
Podemos aparecía así, salvo para los más fieles entre lo fieles como aspirante a nuevo rico que cree tener el número de la lotería premiado, sin haber comprobado muy bien la cuantía del premio, y que, por tanto, carece de modales.
Paradójicamente atrás habían quedado las líneas rojas para no haber siquiera líneas ni, si me apuran, cuestiones que tratar que no fueran el qué hay de lo mío de los emergentes.
Para que Pedro Sánchez pueda conformar su gobierno de “cambio” o de modificaciones -veremos que los acuerdos incipientes para retiradas de leyes aprobadas por el PP consistirán, si el PSOE forma gobierno, no en legislación radicalmente distinta sino más bien en retoques suavizados de las anteriores- necesita integrar de uno u otro modo en su proyecto a la práctica totalidad de la cámara, excepto al PP, bien sea con apoyos en Mayo a su investidura, bien sea con abstenciones, de tal manera que el conjunto implicado sume más que las alianzas del PP, siempre que finalmente no se produzcan nuevas elecciones y se trastoque poco o mucho el resultado de las últimas. En ese caso, la posición y la opción de pactos de Ciudadanos podría variar en función de dicho resultado y de cómo le afecte a este partido.
De las dos principales alianzas que necesita Pedro Sánchez, Podemos y Ciudadanos, lo que se dirimía en los dos primeros intentos de investidura era cuál de ellos iba a adquirir el estatus de socio preferido y cuál de socio secundario.
Lo cierto es que para lograr ese objetivo Sánchez no podía reunir en la misma mesa al conjunto de los partidos y coaliciones electorales que necesitaba y dentro de ello, no podía particularmente juntar a la vez a Ciudadanos y a Podemos y ello por dos razones:
● Sentar a su lado a ambos partidos hubiera plasmado fotográficamente la imagen de que el PSOE era el “primus inter pares”, algo a lo que tanto Podemos como Ciudadanos se negaban, exigiendo cada uno su completa paridad con el PSOE porque su número de escaños le hacía especialmente necesario, por encima de otros partidos y coaliciones. Podemos sí podía ir, en cambio, a la mesa a 4 (PSOE, ellos, Compromís e IU) porque los valencianos y los de Garzón reforzaban la imagen de desproporción entre el partido morado y todo lo que no fueran ellos a la hora de negociar con el PSOE. Ambos partidos en dicha negociación, cuando la mesa se reunió con todos sus componentes, mostraron cierta subordinación con Podemos, que se debilitaría posteriormente al romperse la posibilidad negociadora cuando el PSOE decidió hablar aparte con Ciudadanos, presionando a su vez a Podemos con este diálogo particular.
● Podemos y Ciudadanos no podían permitirse reforzar la imprecisa sensación entre parte del electorado de que ambas no son formaciones tan distintas como aparentan -el protagonismo de su discurso regeneracionista y las estupendas relaciones entre sus líderes máximos en precampaña y campaña, tratando de transmitir la imagen de un “bipartidismo alternativo”, que no funcionó por falta de votos suficientes, al del PP y PSOE, reforzaron esta impresión-. Haber mantenido esa imagen habría relativizado su capacidad de presión a la hora de negociar con el PSOE, al tener más difícil justificar la reclamación de sus pesos respectivos en la negociación de forma que no fuese la burda demanda de cuotas de poder en un hipotético “gobierno de cambio”. Muchos votantes del PSOE y de Podemos difícilmente hubieran asumido que la falta de acuerdos por repartos de Poder permitiesen que Rajoy volviese a gobernar. Para esta base electoral hay una presuposición mágica de que el peor acuerdo “de cambio” es mejor que el mejor acuerdo para un gobierno del PP, psicología básica que el PSOE conoce muy bien y que Sánchez ha esgrimido para presionar a Podemos a unirse, a la vez que Ciudadanos, a su propuesta de gobierno.
El PSOE maquiavélicamente sabía que, si no podía reunir a ambos partidos en un a misma mesa, la opción de reunirse primero con Ciudadanos era menos mala que la de hacerlo primero con Podemos, a pesar de que pueda dar la sensación contraria, dada el fracaso de los dos primeros intentos de investidura de Sánchez en parte, sólo en parte, propiciada por este movimiento.
En primer lugar, la situación de Sánchez se ha consolidado dentro de su partido, cuestión importante.
En segundo, la presentación de su candidatura en el Congreso evidenciaba aún más la parálisis del PP y la inacción en particular de Rajoy.
En tercero ganaba tiempo al acordar primero con Ciudadanos para, a su vez, dárselo a Podemos, a fin de que este partido pudiese ir haciendo digerible a sus bases y a parte de sus electores que su partido entrase en una terna con otro partido al que hasta hacía bien poco los dirigentes morados habían acusado de ser una opción del IBEX 35.
Para este objetivo era decisivo que fuese cuajando la sensación de desgobierno durante un largo período, y la amenaza de unas nuevas elecciones con resultados que pudieran ser similares, con la consiguiente perpetuación de la misma situación o de una alianza final que el PSOE había rechazado, de gobierno con el PP. O incluso otra poco probable pero posible tras unas nuevas elecciones: un pacto PP-Ciudadanos que éste partido justificaría como una salida patriótica a una situación de bloqueo pero que le unciría con efectos muy graves para sí a un grupo político enterrado por múltiples juicios de casos por corrupción.
Las tensiones que últimamente estamos viendo en Podemos tienen más que ver con las dificultades de gestión de los tiempos para la entrada en el mismo redil que Ciudadanos. Precisamente es Íñigo Errejón quien más insistido en la cuestión de la “ventana de oportunidad” dentro la estrategia política de Podemos; estrategia que, con el tiempo, se ha mostrado mero oportunismo tacticista por sus cambiantes zigzgueos desde su origen hasta el día de hoy.
La ventana de oportunidad de la que habla Errejón tiene mucho que ver con los tiempos y su manejo.
En el manejo de los tiempos, tan importante en los procesos de negociación, la calma es una cuestión fundamental, como también lo es no perder en ningún momento de vista el análisis de la situación y de sus menores cambios, viendo fríamente el significado de estos, en qué modo afecta a la posición que se ocupa en cada instante dentro de la correlación de fuerzas políticas y sabiendo distinguir muy bien la diferencia entre apariencia y realidad en el movimiento de piezas dentro del tablero político que se produce en cada circunstancia.
No es muy usual que los líderes carismáticos, o las imitaciones de tal cosa, sean capaces de mantener esa mente analítica en toda situación.
Muy menudo, ese tipo de liderazgo va unido a una personalidad fuertemente narcisista que, cuando se patologiza por exceso de adulación y de culto a la personalidad, deriva en pérdida de contacto con la realidad y en comportamientos grotescos.
Estoy hablando de Pablo Iglesias. En una entrevista con otro rey del ego y de la banalidad con pretensiones, el “cuñao” Risto Meijide, el secretario general de Podemos, seguramente queriéndose adaptarse a la falsa intimidad que da el chester, confiesa a su interlocutor en relación con su sobreexposición a los medios:
“Me siento como una mujer guapa que entra al bar y se encuentra rodeada de babosos”
Creo innecesario comentar la frase, ya que revela bien la patología del personaje.
¿Qué decir de su antigua autodefinición como macho alfa, su ya aludida autoproposición como vicediós (vicepresidente dice él) de un gobierno de Sánchez o de la exhibición televisiva del beso con Xavier Domènech en el Parlamento. Fuera de que a De Guindos se le pusieran los ojos cuadrados ante la escena, el contínuo recurso a la cantinflada representa la ostentación como virtud de un ego enfermizo.
Cuando el ego enferma hasta donde lo ha hecho el de Iglesias, los nervios se descontrolan ante lo que puede llegar a interpretarse no tanto como desprecio y agresión a la organización que se lidera, como al propio liderazgo y a su persona.
Los políticos de temperamento sanguíneo -no sangriento, que es algo muy distinto- son expansivos, emocionales antes que reflexivos, excesivamente locuaces y muy influenciables por el entorno, aunque también grandes embacuadores. En cambio tienen tremendos estallidos de ira, son poco planificadores y se proyectan mucho en los demás; lo que en ocasiones coincide con una cierta tendencia a la paranoia. Confunde frecuentemente los intereses colectivos con los propios.
Y ahí tenemos lo de la “cal viva” de los GAL y Felipe González de Presidente por entonces que, con ser absolutamente cierto no parecía excesivamente oportuno y sutil si lo que quieres es que te nombren vicepresidente en un gobierno del mismo partido, por mucho que luego le mandes un tuit a Pedro Sánchez con beso incluido y le recuerdes la empalagosa “genialidad” de Monedero de que “Podemos es una fábrica de amor”. Histrión sobreactuado de entrada y patético clown de salida. A los partidarios del “Sálvame” político de La Sexta les encantará ese tipo de payasadas. A los demás no.
Sugiero se fijen en este vídeo en la cara de Íñigo Errejón cuando Pablo Iglesias alude al citado asunto de la cal viva. Habla por sí misma.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=BVz878lLw0Y]
Los esfuerzos de Errejón de presentar un Podemos de “la gente normal”, al estilo de su proyección de imagen como político modosito y yerno perfecto, se los desbarata un Iglesias absolutamente descontrolado que, como toro herido por el puyazo, se le va la pinza y arremete furioso y con la cabeza baja.
Nadie se equivoque. No estamos ante dos almas de Podemos, una más moderada (Errejón, Bescansa) y otra más radical (Iglesias, Pascual, Izquierda Anticapitalista) o ante tres corrientes ideológicas confrontadas, ni siquiera ante proyectos diferenciados dentro de un mismo partido. Todos ellos son lo mismo. Un grupo de oportunistas, con un programa que en lo económico empezó siendo socialdemócrata y ya apenas es tímidamente keynesiano, todo ello envuelto en un populismo transideológico.
Sí cabe hablarse de un mismo círculo de poder original dentro de Podemos, el de Contrapoder de la Complutense al que fueron enganchándose colaboradores habituales de La Tuerka, Fort Apache o la Fundación de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) -ha cerrado su servidor web sin dar explicaciones- empleada para establecer contactos y hacer negocietes. A todos ellos se unió Izquierda Anticapitalista como espina dorsal organizativa y territorial inicial de la base militante de Podemos en un primer momento.
Quien busque diferencias ideológicas estará cogiendo el rábano por las hojas. El populista laclaudiano Errejón había sido muy próximo a Izquierda Anticapitalista y esta organización siempre se consideró a sí misma como seguidora de un trotskismo light.
El sector último que arribó en Podemos, el proveniente de Izquierda Unida (los propios Monedero e Iglesias pertenecieron a dicha organización. Monedero fue muchos años antes de las Juventudes Socialistas cuando estudiaba Ciencias Políticas) lo ha ido haciendo más como una suma de individualidades a la búsqueda de un sustento mejor, que como un colectivo homogéneo, aunque haya coordinado en gran medida sus pasos, y llega también desde una organización socialdemócrata.
La bronca que ha estallado en el Consejo Ciudadano de Podemos de Madrid región, después de 5 gestoras regionales en otros territorios, tiene mucho de problemas heredados de origen -afiliación de aluvión, falta de ideología definida, oligarquización, falta de democracia interna, cesarismo caudillista en el liderazgo, enfrentamientos por cuotas de poder personal y, en el último período, y producto de haber fracasado el objetivo de “sorpasso” al PSOE, modo de gestionar los acercamientos al mismo, ritmo y forma de concretar su compromiso -facilitar el gobierno a Sánchez no se discute, salvo por el sector de Anticapitalistas y más como órdago que como intención real- con un gobierno de cambio y de progreso.
Me atrevo a decir que íntimamente se asume también que Sánchez cuente tanto con Podemos como con Ciudadanos, por mucho aspaviento que ambos partidos escenifiquen en sentido contrario. El problema es de a quién de ellos considerará el PSOE su socio mayoritario porque ello, en el gobierno o fuera de él pero con apoyos programáticos, significa cuotas de “poder”.
A Podemos ya le ha llegado el mensaje. Se lo ha mandado Público, su primera sede y boletín oficial, con su encuesta del 3 de Marzo en la que afirmaba que de repetirse las elecciones, una coalición en la que Ciudadanos se acercaría mucho a Podemos y PP estaría a un escaño de la mayoría absoluta, mientras Podemos seguiría estancado sin superar al PSOE, aunque éste descendiese en escaños. Hay que señalar que esta encuesta fue hecha y publicada antes de la bronca de las dimisiones en el Cosejo Ciudadano de la Región de Madrid.
Que para Podemos podría comenzar a pintar bastos, y a cerrarse la errejoniana ventana de oportunidad si no andan listos, se lo han confirmado después El País, ABC y La Razón (que pertenece al mismo grupo editorial que La Sexta). Y sí, las encuestas, independientemente de qué medios las encarguen y difundan, tienen la función no sólo de reproducir una cierta intención de voto en un momento determinado, sino también de orientar esa misma intención (en la dirección de voto útil) y de condicionar los comportamientos de los dirigentes políticos.
Pero curiosamente en esas encuestas coinciden en que Podemos puede verse perjudicado en una nueva situación tanto un medio proPodemos como las de los que dicen ser antiPodemos (significativo cómo La Razón salió hace días defendiendo al partido morado frente a los ataques y el intento de destruirlo por parte del PSOE, según el periódico que dirige Marhuenda).
Cuando esto sucede cabe extraer las siguientes conclusiones.
1. Las payasadas de Podemos y sus socios en la constitución de las cámaras y los exabruptos de Pablo Iglesias en el debate de investidura de Pedro Sánchez no han gustado a una parte de sus votantes, previsiblemente a un sector de los más tradicionales proveniente del PSOE.
2. Podemos pierde fuelle, aunque sea momentáneamente, y el capital da ya por más que amortizado al PP y a Rajoy y necesita caballos de refresco, que bien pueden ser esos partidos del cambio (PSOE, Podemos, Ciudadanos) con dirigentes jóvenes y que parecen no tener pasado.
3. Viene una segunda fase dura de la crisis capitalista y Bruselas exige nuevos recortes.
4. El PP no está en condiciones, con la madre de todas las corrupciones, saliéndole precisamente ahora, a la vez por todos los poros mediáticos, los más confrontados y los más amigos, para dirigir una nueva vuelta de tuerca sobre la clase trabajadora. ¿Qué mejor que una operación de recambio? Y si para hacerlo más rápido, hay que insuflar un poco de realismo en el entorno podemita, se insufla.
Pero nadie se equivoque, la crisis no se la ha creado nadie a Podemos. Es suya. Nadie se ha inventado 10 dimisiones, muchas de ellas de diputados y de dirigentes que también lo son a nivel nacional.
De hecho, el secretario general de Podemos en la Comunidad de Madrid, Luis Alegre, ha reconocido que el principal problema del impacto de las citadas dimisiones tiene su origen en filtraciones internas realizadas por militantes de la formación morada.
La respuesta de otros dirigentes de acusar a agentes externos a Podemos (PSOE, medios de comunicación) es la respuesta típica de los partidos políticos que creen que la transparencia debe acabar cuando empiezan las malas noticias y que se comporta de un modo paranoico inventando enemigos externos para negar los conflictos internos.
Simplemente se le ha dado aire, en medios amigos y enemigos, y el objetivo no es destruirla. Por lo mismo ningún medio ha hablado, de momento, de que ha habido un intento, hasta el momento frenado, de dimisiones también en bloque en el Consejo Ciudadano Municipal de Madrid capital, el que dirige el mediocre arribista y sujeto sin escrúpulos Jesús Montero, esbirro de la familia Botín. ¿Por qué se ha callado esto último? Porque se trata de disciplinar a estos chicos, de hacerles entrar rápidamente en razón, no de destruir un juguete que tan bien les ha venido como refresco del sistema político burgués.
Pero cuidado porque los que han amagado con dimitir dentro del Consejo Ciudadano Municipal de Madrid podrían hacerlo a la vuelta de la Semana Santa y sus motivos podrían ser más incuestionables, dado que esgrimen como argumentos su decepción y sentimiento de haber sido engañados respecto a los proyectos de cambio de Ahora Madrid desde el Ayuntamiento de la capital de España, cosa que algunos ya dijimos desde el minuto 1 de la toma de posesión de Manuela Carmena que sucedería.
Hecho este último paréntesis, creo que los podemitas ya han entendido el mensaje. De momento, han ensayado con el PSOE ir juntos en diversas votaciones en el Parlamento y ¡oh sorpresa!, los ruidos mediáticos sobre la crisis de Podemos han acabado. Sospecho que esta fase de la crisis podemita no ha terminado en absoluto, hasta que todo el partido tome una misma decisión respecto a los pactos. Un par de encuestas más y tras estas vacaciones de Semana Santa los penitentes morados volverán mucho más “calmados, dialogantes y sensatos”, tanto que habrá abrazo del reformismo para una “segunda transición”, dentro del orden que forjaron los pactos del 78, claro está, aunque con ligeros retoques de maquillaje “empoderado”. ¡Ah, y por el resultado de la cyberconsulta de la dirección podemita a sus bases sobre los pactos no se preocupen! ¿Cuándo ha sido eso un problema en Podemos?