La pringue sale por las portadas

En este hacinamiento, salen  a relucir no ya la mezquindad obsesa, la ruindad de espíritu de por ejemplo, esa derecha casposa española que escribe y lee un panfleto al que con sólo con una alta dosis de humor negro llaman “La Razón”.

Así, en la pringue que chorrea a Marhuenda y sus llamémosle “redactores”, llevan tres días haciendo un ridículo eximio a propósito de la figura de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.

Encabezar una portada con una “información”, o borborigmo de su director, sobre el “lujo sin límite” que tiene este “roja” que veranea en una mansión de millonarios que cuesta 4.000 euros a la semana. Ignorando –esa substancia parda que le llena desde los intestinos al lugar en que tenían que estar la meninges se lo impide- que es un costo compartido entre ocho personas, que, además, pagan de su bolsillo, sin que se lo sufrague ningún lobby empresarial, ningún ministerio vendido a los amiguetes ni han tenido que lamerle el culo –como hace él- a ningún presidente que no acaba de salir del almario.

Ignoran también desde su absoluta mediocridad mental que la anciana alcaldesa ni siquiera, aunque lo pagó, estuvo una semana alojada en tan palaciego recinto, -privativo según don Paco, de los chorizos y morcillas del partido que defiende a diario-, sino los tres tristes días de un puente festivo.

Esta pringue, digo este medio informativo, llega al paroxismo de la imbecilidad, cuando a los dos días de hacer ese humoral ridículo, vuelve a convertir la portada del medio donde mean y cagan los banqueros tapados de este país o establo, vuelve a cagarla publicando que doña Manuela ha cortado una flor prohibida, la  Pancratium Maritimum, un horrible crimen, creo, digno de ajusticiamiento en una cuneta, sino fuera porque en Andalucía, lugar del asesinato, la flor en cuestión no está protegida.

Don Paco Pringues se olvida eso sí, que una ley de Montes y su aprovechamiento tras un incendio, elaborada por sus amiguetes diputados del partido que lo condecora de cuando en cuando  –aquí forman un lobby corrupto hasta los madereros- ha provocado en lo que llevamos de verano el doble de incendios de un año normal y que su conciencia ecologista adoptada, no ha dicho ni “mu”de esto  ni en portada ni en la entrada a la flor de su culo.

Este es un ejemplo eximio de la naturaleza y condición de la derecha que tenemos en este país, y este periodista con carnet de tómbola, no deja de ser un coherente reflejo de la situación general.

Estamos tardando demasiado en terminar con este engrudo de falsos, con este guiso de chorizos al vino. Más que una sociedad en cuya interacción se fuera eliminando la mediocridad como un escombro, la realidad se demora en estos guisos de gallinejas fascistas.

El “ABC”, “La Razón”, “Intereconomía” dan el pego como “medios informativos” y sólo son el reflejo en forma fétida de la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, monteras, tricornios y toros de la Vega, curas presidiendo el pelotón de ejecución y una mierda pinchada en un palo como “tertuliano” y director de un periódico.

Adentro se chapotea.

https://lucasleonsimon.wordpress.com/2015/08/20/la-pringue-sale-por-las-portadas/

¿Abuchear al nazi? Sí, gracias

Varios grupos de personas que portaban banderas palestinas y una pancarta con el lema «Paz para Palestina» le recordaron su simpatía por el sionismo que es lo mismo que decir por el nazismo, pese a los intentos de la Mónica por explicarnos que hay sionismos buenos y sionismos malos.

La gente agitó las banderas y gritaron proclamas a favor de Palestina, incluso cuentan que le arrojaron una botella de agua y un zapato, que no llegaron a impactar al propagandista ideológico de una doctrina basada en la conquista y expansión territorial a costa de otros pueblos… por «Ley Divina».

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JM ÁLVAREZ

Obama y la CIA

Wright Millsen su libro “The Power Elite” (1.956), indica que “la clave para entender la inquietud norteamericana se encontraría en la sobre-organización de su sociedad “. Así, establishment sería “el grupo élite formado por la unión de las sub-élites política, militar, económica, universitaria y mass media de EEUU”, lobbys de presión que estarían interconectadas mediante “una alianza inquieta basada en su comunidad de intereses y dirigidas por la metafísica militar”, concepto que se apoya en una definición militar de la realidad y que habría transformado la economía en una guerra económica permanente y cuyo paradigma serían los Rockefeller al participar en los lobbys financiero, industria militar y judío y uno de cuyos miembros, David sería el impulsor de Trilateral Comission” (TC) o Trilateral(1973).

Por otra parte, conviene recordar que la Agencia Central de Inteligencia (CIA, Central Intelligence Agency) fue creada en 1947 por Harry Truman, sustituyendo a la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) para investigar sin necesidad de autorización judicial expedientes administrativos y fiscales y con la inicial filosofía de dotar al Presidente de un segundo punto de vista elaborado por civiles frente al aportado por los militares de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Hasta Eisenhower, la CIA fue únicamente la organización de inteligencia central para el gobierno de los Estados Unidos y estuvo detrás de múltiples tareas de entrenamiento de insurgentes y desestabilización de gobiernos contrarios a las políticas del Pentágono, pero los lobbys militar y financiero (ambos fagocitados por el looby judío) no pudieron resistir a la tentación de crear un gobierno de facto que manipulara los entresijos del poder, derivando en la aparición de un nuevo ente (el complejo militar-industrial, en palabras de Eisenhower), refractaria a la opinión pública y al control del Congreso y Senado de los Estados Unidos).

El mismo Eisenhower, un año antes del fin de su mandato, pronunció un discurso premonitorio de la posterior mutación del inicial «Campus» hasta el Gobierno en la sombra que tutela la democracia estadounidense en la actualidad y de la que son rehenes todos los Presidentes elegidos democráticamente: «En los consejos del gobierno, tenemos que estar atentos a la adquisición de una influencia ilegítima, que sea o no proyectada por el complejo militar-industrial. El riesgo del desarrollo de un poder usurpado existe y persistirá. Jamás permitiremos el peso de esta conjunción amenazar nuestras libertades o los procesos democráticos”. Por su parte, Kennedy, en un discurso en la Universidad de Columbia el 14 de Noviembre, admite que «existen fuertes presiones de grupos de poder de USA para convertir el cargo de Presidente en algo meramente figurativo» y así el 21 de Noviembre de 1963, fue obligado a firmar la orden ejecutiva 11490 ,»que permite en caso de emergencia disponer al gobierno de medidas excepcionales, incluso para cualquier dictadura» y poco antes de partir para Dallas comentó a sus íntimos asesores: “Tenemos que enfrentarnos a la CIA…”, mientras preparaba en secreto una reunión con Fidel Castro.

Todo ello suponía un claro órdago a la CIA, verdadera detentadora del poder en la sombra y enquistada profundamente en todos los aparatos de poder de los EEUU, por lo que sus dirigentes procedieron a la gestación de una trama endógena que se encargó del Golpe de Mano contra la legalidad democrática del sistema político estadounidense y que culminó con el Magnicidio de Kennedy (Dallas, 1.963). Dicho complot sería una auténtica obra de ingeniería laberíntica que tendría como cerebros a la citada CIA paraoficial y como colaboradores necesarios al exilio anticastrista en Miami y sus conexiones con la Mafia y al FBI de Hoover, a Lee Harvey Oswald como cabeza de turco y ejercicio de distracción para engañar a los sabuesos y como daño colateral el nacimiento de un sistema político tutelado por el Cuarto Poder, quedando desde entonces como rehenes todos lo sucesivos Presidentes electos de EEUU.

La deriva totalitaria de EEUU

En los sótanos del establishment, se estaba fraguando un verdadero golpe de Estado virtual que tendría su detonante en el impactante atentado de las Torres Gemelas (conocido como 11-S), atribuido a Al Qaeda , quedando desde entonces implementada la lucha contra el Eje del Mal (Irak, Irán y Corea del Norte) como leit motiv de la política del nefasto mandato de George W. Bush y entronizando de paso a Bin Laden como icono del Imperio del Mal. Así, un mes después del atentado del 11-S, el gobierno de George W. Bush decidió secretamente anular una de las principales protecciones constitucionales de este país (habeas corpus) mediante la ley conocida como USA- Patriot Act bajo la justificación de su “lucha contra el “terrorismo” según documentos oficiales revelados a finales de 2005 en una serie de reportajes en el New York Times y recientemente dicho periódico reveló la existencia de un programa de escuchas telefónicas altamente clasificado para vigilar correos electrónicos y llamadas telefónicas en todo el mundo para buscar patrones sospechosos, heredera natural de la unidad de contra-inteligencia creada por Rumsfeld y conocido como Talon Asimismo, el citado diario informó de la existencia de la red de espionaje electrónica más sofisticada del mundo, (el llamado programa PRISM o Big Brother), programas ambos aprobados por el Congreso de EEUU a instancias de la Administración Bush en el 2.007 pero que por inercia apática continuaron bajo el mandato de Obama.

Así, según una investigación del Washington Post, desde el 2002 se estableció la Oficina de Apoyo Estratégico (SSB), que trabajó clandestinamente sin limitaciones legales y bajo las órdenes del secretario de Defensa, Ronald Rumsfeld y entre cuyas acciones estarían los sangrantes episodios de vulneración de los Derechos Humanos en Abu Ghraib y Guantánamo, que pasarán a la Historia como paradigmas distópicos de naturaleza real (no ficticia) del siglo XX.

Como colofón a esta deriva totalitaria de EEUU, estaría la firma con objeciones por Obama de la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA), que permite a las autoridades militares la detención indiscriminada de ciudadanos estadounidenses en cualquier parte del mundo (sin especificar los cargos que se le imputan ni el tiempo de detención), reservándose Obama la interpretación personal de la sección 1.021 de dicha Ley para según sus palabras ”asegurarse que cualquier detención autorizada se llevará a cabo conforme a la Constitución y a las leyes de guerra” así como la reanudación del “Programa Phoenix”, ( iniciado en 2001 después de los ataques del 11-S y mantenido en secreto ante el Congreso de EE.UU y dirigido por Cheney para mediante asesinatos selectivos eliminar a dirigentes de al-Qaeda), con el éxito mediático de la muerte de Bin Laden a manos de un comando de élite de las SEAL en mayo del 2011 (Operación Lanza de Neptuno) y la posterior remodelación de dicho programa Phoenix en forma de intervenciones quirúrgicas con el uso de “drones asesinos”, gestionada directamente por la CIA para mantenerlos opacos a la «mass media» y por extensión a la sociedad norteamericana.

De la CIA al Homeland Security

La Compañía se habría transmutado en el llamado Departamento de Seguridad Nacional ( Homeland Security) y de la hidra-CIA habrían nacido 17 nuevas cabezas en forma de agencias de inteligencia que integrarían la Comunidad de Inteligencia de EEUU ( la Cuarta Rama del Gobierno según Tom Engelhardt), agentes patógenos de naturaleza totalitaria y devenidos en Estado paralelo y verdadero poder en la sombra. Sin embargo, Obama estaría pensando seriamente en el otoño de su Presidencia (Lame Duck) en borrar definitivamente el estigma impreso por la Administración Bush en los aparatos de poder (establishment). Así, Obama afirmó en Berlín que “la guerra emprendida por George W. Bush no puede ser eterna” y citó a James Madison al decir que «ninguna nación puede preservar su libertad en medio de una guerra continua», pero caso de insistir Obama en su cruzada de limpieza de los agentes patógenos del establishment (Cuarta Rama del Gobierno), asistiremos al inicio de una intensa campaña de descalificación personal y política de Obama en los medios de comunicación dominantes o “mainstream media”, (especialmente virulenta en los medios manejados por los “think tank” Heritage Foundation y Cato Institute), preludio de la gestación de una trama endógena que podría terminar por reeditar el Magnicidio de Dallas (Kennedy,1.963) para lograr que EEUU vuelva a la senda de las seudodemocracias tuteladas por el poder en la sombra (Cuarto Poder).

Dicho complot será una auténtica obra de ingeniería laberíntica que tendrá como cerebros a la Homeland Security-CIA y al Mossad israelí con el objetivo inequívoco de lograr que EEUU vuelva a la senda de las democracias formales tuteladas por el establishment anglo-judío y tras su asesinato, aumentará la presión del lobby pro-israelí de EEUU ( AIPAC) sobre su sucesor (el actual vicepresidente Joe Biden), para proceder a la desestabilización de Siria e Irán por métodos expeditivos, momento que será utilizado aprovechado por la Trilateral EEUU-Gran Bretaña-Israel para proceder a rediseñar la cartografía del puzzle inconexo formado por los actuales países de Oriente Próximo y Medio y así lograr unas fronteras estratégicamente ventajosas para Israel, siguiendo el plan orquestado hace 60 años de forma conjunta por los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel y que contaría con el respaldo de los principales aliados occidentales, ingresando mientras Obama en el Olimpo ingrávido de los mitos tras la estela de John F. Kennedy.

GERMÁN GORRAIZ LÓPEZ- Analista

Vicesecretaria del PP confirma que España es una dictadura

Andrea Levy, vicesecretaria de Estudios y Programas del PP:

«Apostamos por despolitizar los órganos constitucionales como el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal de Cuentas para darles más transparencia y autonomía y lograr un fortalecimiento de las instituciones que no provoque esa sospecha, esa ambigüedad, esa lejanía de los españoles»

Los poderes del Estado: el ejecutivo, que se identifica con el Gobierno, el legislativo, con el Parlamento (Congreso y Senado), y el judicial, gobernado por el Consejo General del Poder Judicial. Como podemos ver, tras la declaración de Levy, todos «independientes» los unos de los otros.

Obviamente, España es una fábrica de tontos en serie.

http://jmalvarezblog.blogspot.com/2015/08/vicesecretaria-del-pp-confirma-que.html

Sólo los marxista-leninistas enarbolan y llevan adelante la bandera de la revolución; Enver Hoxha, 1980

bitacoramarxistaleninista

«La sociedad actual capitalista, burguesa y revisionista está preñada de la revolución, y la revolución siempre se ha guiado y se guiará sólo por las ideas de Marx, Engels, Lenin y Stalin. Toda la gama de ideas que buscan revisar nuestra gran teoría, terminarán como siempre ha ocurrido en el basurero de la historia. Todas ellas junto al capitalismo, el imperialismo y el socialimperialismo, quedarán destruidas ante la gran fuerza del proletariado mundial que guía la revolución y se inspira en la inmortal doctrina del marxismo-leninismo.

Las tácticas y las maniobras de los eurocomunistas no pueden oscurecer nuestra gran doctrina y nunca podrá establecerse. Sólo los que están moldeados con esta doctrina –el marxismo-leninismo– y se atienen fielmente a ella, ven cuán peligrosos y astutos oportunistas tienen ante sí en la gigantesca luchar por el triunfo del mundo nuevo; del mundo socialista sin opresores, ni explotadores, sin el belicismo del imperialismo y el socialimperialismo belicistas, sin revisionistas, demagogos y traidores, ya sean viejos o nuevos.

En Francia, Italia, España y otros países capitalistas, depende en gran medida del proletariado y de su partido marxista-leninista el que fracasen las teorías que les son hostiles, las teorías antirrevolucionarias, antimarxistas, de los revisionistas. Sin un auténtico partido marxista-leninista que guíe al proletariado en las batallas de clase y en la revolución, no se puede combatir estas teorías antimarxistas que son propagadas por los partidos revisionistas, no se puede liquidar el poder de la burguesía.

Conscientes del gran daño que para la causa de la revolución y del comunismo ha supuesto el surgimiento y la propagación del revisionismo moderno, sobre todo el jruschovista, los revolucionarios marxistas-leninistas han sabido y podido oponer resistencia a esta gran embestida contrarrevolucionaria, han aprendido a organizarse y combatirla decididamente.

Con un elevado sentido de responsabilidad ante el proletariado de sus países y ante el proletariado mundial, se pusieron al frente de la encarnizada lucha de principios para desenmascarar la traición revisionista, y acometieron la tarea de crear nuevas organizaciones y partidos marxistas-leninistas.

En este gran proceso de diferenciación con el revisionismo moderno y de la lucha por la causa del comunismo, ha nacido y se ha desarrollado el movimiento marxista-leninista, que ha asumido la misión de enarbolar y llevar adelante la bandera de la revolución y del socialismo, traicionada y repudiada por los ex-partidos comunistas, a quienes la degeneración revisionista ha transformado en bomberos de la revolución proletaria y de las luchas de liberación de los pueblos. La formación de los nuevos partidos marxistas-leninistas constituyó una victoria de importancia histórica para la clase obrera de cada país, así como para la causa de la revolución a nivel mundial.

Los partidos en los que arraigó el revisionismo moderno de tipo: browderiano, titoista, eurocomunista, maoísta, fueron liquidados como partidos comunistas. El revisionismo les despojó de su espíritu marxista-leninista revolucionario, les transformó de destacamentos organizados de la clase obrera para llevar a cabo la revolución, en armas para la «extinción» de la lucha de clases la instauración de la «paz» de clases, el sabotaje de la revolución y la destrucción del socialismo.

No perdiendo de vista la lucha que los revisionistas modernos están desplegando contra la teoría y la práctica leninista sobre el partido, los auténticos revolucionarios comunistas combaten por la defensa, el reforzamiento y el desarrollo de los partidos proletarios, edificándose siempre desde la base de las enseñanzas del marxismo-leninismo. Son conscientes de que sin un partido de este tipo, sin un destacamento organizado y de vanguardia de la clase obrera, no se puede hacer la revolución, no se puede llevar a cabo correctamente y hasta sus últimas consecuencias la lucha de liberación nacional, no se puede hacer avanzar la revolución democrático-burguesa y pasar a la revolución proletaria.

No es por casualidad ni por un simple capricho que nace y se forma el partido marxista-leninista. Nace y se forma como resultado de algunos factores objetivos y subjetivos muy importantes. El partido marxista-leninista surge del seno de la clase obrera, representa sus elevadas aspiraciones, sus objetivos revolucionarios, desarrolla y lleva adelante la lucha de clases. Estando al margen de la clase obrera, al margen de sus objetivos revolucionarios, al margen de la teoría marxista-leninista –que es la teoría de la clase obrera–, jamás puede haber un partido marxista-leninista.

Un partido de la clase obrera se convierte realmente en un destacamento organizado de ésta, en su estado mayor, cuando se educa en la teoría marxista-leninista y la asimila, y cuando esta poderosa e insustituible arma la utiliza con habilidad y de manera creadora en la lucha de clases por el triunfo de la revolución, por la instauración de la dictadura del proletariado y la construcción del socialismo.

El partido que asimila esta teoría, pero luego no la aplica o la aplica erróneamente, y persiste en sus errores, no podrá avanzar por un camino correcto y terminará por desviarse del marxismo-leninismo.

Un auténtico partido marxista-leninista se caracteriza por su actitud firme y resuelta hacia el revisionismo moderno, hacia el jruschovismo, el titoismo, el pensamiento Mao Zedong, el eurocomunismo, etc. Trazar una clara línea de demarcación en esta cuestión es de gran importancia de principios.

Si un partido permite que en sus filas aniden ilusiones, tales como que: «en la Unión Soviética, independientemente de la ideología jruschovista, se está construyendo el socialismo», que en la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética existen «burócratas», pero también existen «revolucionarios y marxistas-leninistas», entonces, quiérase o no, ese partido ya no se mantiene en posiciones marxistas-leninistas, se ha apartado de la estrategia y de la táctica revolucionarias, y, aunque no de manera abierta, de manera indirecta se habrá transformado en un partido filosoviético, por más que de palabra pueda estar en contra de las tesis del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética y el jruschovismo. La experiencia revolucionaria ha confirmado que no se puede combatir el jruschovismo, si no se combate al mismo tiempo la política hegemonista, chovinista y socialimperialista que siguen los dirigentes de la actual Unión Soviética capitalista e imperialista, la política de Leonid Brézhnev, Mijaíl Súslov y compañía.

De la misma naturaleza e igual de nefastos son también los puntos de vista de aquellos que separan la línea reaccionaria y la política proimperialista de la actual dirección china, de Mao Zedong, del pensamiento Mao Zedong. No se pueden combatir ni desenmascarar las actitudes contrarrevolucionarias de Deng Xiaoping y Hua Kuo-feng, si no se combate y no se desenmascara la base ideológica de su actividad, el pensamiento Mao Zedong.

El Partido del Trabajo de Albania ha llegado a esta conclusión tras un profundo análisis del pensamiento Mao Zedong y de la línea que ha seguido el Partido Comunista de China. Defender a Mao Zedong y sus ideas sin ir al fondo de las cosas, sin analizar seriamente los acontecimientos y los hechos, significa caer en una desviación revisionista. No se puede tener una verdadera actitud marxista-leninista si no se define claramente esta posición.

Los partidos marxistas-leninistas y el proletariado de cada país no subestiman jamás la presión de la burguesía y de su ideología, la fuerza opresora del capitalismo, del imperialismo, del socialimperialismo y de las mistificadoras ideologías revisionistas. Estas presiones e influencias negativas se tornan nocivas, muy peligrosas, si el partido del proletariado no lleva a cabo una resuelta lucha contra ellas, si no cuenta con una fuerte organización y una férrea disciplina proletaria, si no se caracteriza por una sólida unidad de pensamiento y acción, que excluye todo espíritu de fraccionalismo y de camarilla.

Por esta razón los partidos marxista-leninistas, a la par de elevar su nivel ideológico y de arreciar su lucha contra el revisionismo y las influencias de la ideología burguesa, dedican el mayor cuidado a su reforzamiento organizativo interno sobre la base de los principios y de las normas leninistas. Un partido se hace y es revolucionario cuando en sus filas militan elementos revolucionarios abnegados, activos y probados. Estos partidos combaten decididamente las concepciones intelectualistas y sectarias que a menudo, al socaire de la necesidad de admitir «elementos preparados» cierran las puertas a los obreros y a los elementos sanos procedentes de las otras capas de las masas trabajadoras, quienes, militando en las filas del partido pueden adquirir todas las cualidades que deben caracterizar a la vanguardia del proletariado revolucionario.

El sentimentalismo, el liberalismo, la tendencia a buscar la cantidad para dar sensación de que las filas del partido se están engrosando con nuevos elementos, son funestos, de graves consecuencias. Admisiones de este género, sin aplicar rigurosamente las normas marxistas-leninistas, lejos de impedir que la influencia y la presión de la burguesía afecten al partido desde el exterior, permiten que se infiltren en él todo tipo de elementos que lo dividen y terminan por liquidarlo.

Los partidos marxistas-leninistas de los países capitalistas trabajan y luchan en condiciones difíciles y se enfrentan a numerosos peligros que provienen de todas partes. Estos peligros no son imaginarios, son peligros reales, con los cuales se choca cada día, a cada paso, en cada acción. No pueden ser afrontados si los comunistas no comprenden que su programa de acción y de lucha se fundamenta en la necesidad de hacer sacrificios por los grandes ideales de la causa del proletariado y del comunismo, si estos sacrificios no se aceptan de manera consciente y se realizan sin vacilar en cualquier momento, situación y circunstancia que lo exija el gran interés del proletariado y del pueblo.

En los países capitalistas, la existencia de muchos partidos ocasiona una gran confusión entre la gente. Estos partidos son partidos electoralistas, de votos; están al servicio del capital local y mundial. Este capital conjunto domina con la ayuda del poder del Estado y el dinero, impera gracias a la fuerza organizada del ejército, de la policía y demás órganos de represión. Los partidos que están ligados a los capitales, a los consorcios y a las diversas sociedades multinacionales, practican el juego de la «democracia» a fin de apartar a las masas del principal objetivo de su lucha, que es el objetivo de sacudirse el yugo del capital y conquistar el poder del Estado, es decir de hacer la revolución.

Los partidos burgueses, no sin intención, aplican determinadas orientaciones y formas organizativas y políticas. Permiten, por ejemplo, que ingresen o salgan de sus filas quienes quieran y cuando quieran. Todos gozan de «libertad» de divagar y de alborotar, de lanzar sus peroratas en reuniones y mítines, pero a nadie se le permite actuar, rebasar los marcos de la llamada «libertad de expresión». La transgresión de la «libertad de expresión» a las acciones concretas es clasificado y tratado como un acto anarquista, de criminales y terroristas.

El partido marxista-leninista jamás puede ser un partido de este tipo. No es un partido de la cháchara, sino de la acción revolucionaria. Si sus miembros no emprenden acciones y una lucha concreta, no será un verdadero partido marxista-leninista, sino un partido marxista-leninista sólo de nombre. Un partido tal, sin duda alguna, en momentos determinados, se dividirá en diversas fracciones, tendrá muchas líneas que coexistirán y lo harán un partido liberal, oportunista y revisionista. Un partido de este tipo ni es adecuado a la clase obrera ni tampoco ésta lo necesita.

Un partido marxista-leninista revolucionario está reñido con el reformismo con el anarquismo y el terrorismo. Se opone a todas estas corrientes contrarrevolucionarias en cualquier forma que se presenten. El partido debe tener en cuenta que la burguesía no permanecerá impasible, lo golpeará, calificará sus actos de anarquistas y terroristas, mas esto no debe llevarle a mantenerse a la zaga de los acontecimientos y del movimiento de las masas, a dejar de emprender acciones y a caer en el círculo vicioso de los partidos revisionistas y reformistas.

Son las propias acciones complejas de la lucha política, ideológica y económica de los partidos marxista-leninistas a la cabeza de la clase obrera, contra la burguesía, la socialdemocracia, el revisionismo y el Estado burgués, las que definen a los ojos de las masas el verdadero carácter revolucionario de estas acciones. Las masas saben distinguir las verdaderas acciones revolucionarias que van en su interés del terrorismo y el anarquismo. Por eso se suman a las acciones revolucionarías que dirigen los partidos marxistas-leninistas y se alzan contra el poder de la burguesía, independientemente de los ataques y la dura represión, a veces sangrienta, que la burguesía capitalista lanza contra la clase obrera y los verdaderos comunistas.

El partido comunista marxista-leninista no teme la guerra civil. A esta guerra conducen la represión y la feroz violencia de la burguesía. Es sabido que la guerra civil no se libra entre la clase obrera y las otras capas de trabajadores honestos, sino que es librada por las masas trabajadoras contra la burguesía dominante capitalista y sus órganos de represión. La lucha revolucionaria del proletariado debe conducir a la conquista del poder por medio de la violencia. Este rumbo de la lucha es precisamente el que tanto temen los capitalistas, los burgueses, los revisionistas. Por eso la socialdemocracia y los revisionistas modernos se esfuerzan por impedir que la clase obrera adquiera conciencia revolucionaria, comprenda el significado de los problemas económicos, políticos e ideológicos, alcance la madurez revolucionaria y la sólida organización que contribuyen a crear las condiciones subjetivas de la lucha para la toma del poder.

La estrategia y las tácticas de la burguesía, que han sido adoptadas también por los eurocomunistas, tienden a dividir a la clase obrera con el fin de impedir que se forme una fuerza de choque única a la que tengan que enfrentarse. Mientras que los partidos marxistas-leninistas, muy por el contrario, luchan por la unidad de la clase obrera.

La burguesía teme las organizaciones revolucionarias y la unidad del proletariado que, opuestamente a las prédicas de los eurocomunistas y de los demás revisionistas, sigue constituyendo la principal fuerza motriz revolucionaria de nuestra época. Por eso, trata de mantener bajo su permanente control las organizaciones sindicales, las centrales sindicales, que en los países capitalistas pueden ser numerosas, con nombres y programas aparentemente distintos, pero que en verdad no presentan diferencias esenciales entre ellas. A través de los partidos burgueses y revisionistas y de las propias estructuras estatales, la burguesía ha impulsado, como jamás lo había hecho, el papel diversionista de los sindicatos, que de una forma abierta son manipulados por ella.

Como lo demuestran los hechos, en muchos países esta especie de sindicatos se han integrado totalmente en la organización económica y estatal del capitalismo y se han convertido en su apéndice. Es bien conocida la colaboración cada vez más abierta de las centrales sindicales con la patronal, con el capital financiero y los gobiernos burgueses. El movimiento sindical, tal como se presenta en la actualidad, no desafía al capitalismo, sino que trabaja para él, busca someter al proletariado, limitar y sabotear su lucha contra el capitalismo. Algunos de ellos, más que organizaciones sindicales, tienen todo el aspecto de consorcios capitalistas.

Es un hecho que, como consecuencia de la actividad de zapa de los revisionistas y de la socialdemocracia, de las centrales sindicales burgués-reformistas que manipulan una parte considerable de los obreros, el proletariado europeo sigue dividido. El control que los revisionistas y los socialdemócratas ejercen sobre el movimiento sindical obstaculiza en extremo el desarrollo de la lucha de clases e impide la formación y el temple de la conciencia revolucionaria de los trabajadores. Por eso la única alternativa que se impone a los marxistas-leninistas y a los revolucionarios es desenmascarar la actividad de los revisionistas, desarticular sus posiciones en el movimiento sindical y crear sindicatos revolucionarios. Se sobreentiende que estos nuevos sindicatos no pueden pasar por alto el objetivo de alcanzar la unidad de la clase obrera contra el poder del capital, contra su demagogia y la de los partidos burgueses y revisionistas.

Combatir los llamados sindicatos tradicionales no implica que haya que oponerse por principio a la existencia de los sindicatos, como organizaciones de masas de carácter amplio, como centros de organización y de resistencia de la clase obrera, ya que históricamente han sido inevitables e imprescindibles en las condiciones del capitalismo para unir a la clase obrera y lanzarlos a la lucha de clase contra la burguesía.

Los marxistas-leninistas, al plantear la tarea de crear sindicatos revolucionarios, no abandonan en absoluto el trabajo en los sindicatos existentes donde están afiliadas grandes masas de obreros, ya que tal abandono supondría dejar las masas libres a los bonzos sindicalistas para manipular a su gusto a la clase obrera y servirse de ella en su propio interés y del capital. El que los comunistas militen en los sindicatos existentes no depende de las coyunturas y no es una «táctica» como pretenden presentarlo los trotskistas, sino una actitud de principios, que se basa en las enseñanzas leninistas sobre la necesidad de la unidad de la clase obrera, la cual no puede alcanzarse sino se trabaja entre las masas, si no se las aparta de la influencia de la burguesía y de los diversos oportunistas.

Naturalmente, la lucha del partido marxista-leninista en las centrales sindicales reformistas y revisionistas no tiene por objeto corregir o educar a los cabecillas sindicales, ni tampoco mejorarlas o reformarlas. Tal actitud sería un nuevo reformismo. Los marxistas-leninistas trabajan entre las masas de sindicalizadas, para educarlas y prepararlas para las acciones revolucionarias anticapitalistas, antiimperialistas y antirevisionistas. En este proceso de trabajo y de lucha se logra también la cohesión y la unidad del proletariado.

Mas, como nos enseña el marxismo-leninismo, la unidad de la clase obrera se logra ante todo en el terreno práctico a través de las acciones políticas y las reivindicaciones económicas, armonizándolas y dando prioridad a las acciones políticas. Los marxistas-leninistas, manteniéndose firmemente en las posiciones de clase y revolucionarias, luchan porque las reivindicaciones económicas se conjuguen con las reivindicaciones políticas y en este terreno denuncian y desenmascaran la actividad traidora de los cabecillas sindicalistas, quienes, valiéndose de diversas maniobras sindicales, sacrifican los grandes intereses fundamentales del proletariado.

Actualmente se cuentan por millones las personas que participan en las huelgas, en las manifestaciones, exigiendo reivindicaciones económicas, las cuales tienen también un carácter político, porque se lucha contra el capitalismo, que se niega a reconocer los derechos de los obreros. Pero todo esto desemboca en acuerdos entre los bonzos sindicalistas y los capitalistas, quienes, para satisfacer un poco a los huelguistas, hacen alguna pequeña concesión. Mientras que, si a estas reivindicaciones se les diera realmente un carácter político, los instrumentos del capital en los sindicatos y el propio capital se verían envueltos en grandes dificultades.

Es precisamente la combinación de la lucha económica con la lucha política lo que tanto temen la aristocracia obrera y la burguesía capitalista. Una y otra tiemblan ante la lucha política, porque saben que ésta lleva lejos a la clase obrera, la conduce a enfrentamientos y choques. Las acciones políticas, desarrolladas debidamente, debilitan la dirección de la burguesía capitalista en los sindicatos, rompen las normas, las leyes y todo lo que ella ha establecido para esclavizar a la clase obrera; estas acciones a su vez, le abren los ojos a la clase obrera.

La clase obrera es la clase dirigente y como tal debe romper con la psicología burguesa y pequeñoburguesa. Para ello es necesario combatir tanto los puntos de vista liberal-oportunistas; que conducen a desviaciones sindicalistas de derecha; como los puntos de vista sectarios; que apartan al verdadero partido marxista del trabajo vivo, masivo y concreto. Tanto uno como otro punto de vista acarrean consecuencias extremadamente nocivas para la causa de la revolución. Del mismo modo que no es justo reducir la lucha sindical únicamente a las reivindicaciones económicas, tampoco es justo vacilar en la lucha por las reivindicaciones económicas por miedo a caer en el oportunismo y desarrollar una lucha meramente sindical.

Luchando por la unidad de la clase obrera, los partidos marxistas-leninistas consideran todo esto como base de la unidad de todas las masas populares, que es algo radicalmente opuesto a las uniones y las alianzas sin principio y contrarrevolucionarias que predican los eurocomunistas.

La profundización de la crisis que atraviesa el mundo capitalista y revisionista amplía la base social y de clase de la revolución. En el movimiento revolucionario toman parte cada vez más activamente, además de la clase obrera, otras capas sociales explotadas por el capitalismo, como el campesinado, la pequeña burguesía urbana, la intelectualidad y los estudiantes, la juventud y las mujeres. Por eso la cuestión de ligarse a estas masas y de dirigirlas constituye para los partidos marxista-leninistas una tarea primordial.

El trabajo directo del partido marxista-leninista y de sus militantes en el seno de las masas es imprescindible y muy valioso, mas resulta insuficiente para extender la influencia del partido entre las amplias masas trabajadoras, a no ser que se organicen y pongan en movimiento al mismo tiempo sus palancas; hablamos de las organizaciones de masas, como las de la juventud, de la mujer, etc. El partido marxista-leninista trabaja en todas partes donde están las masas, incluso en esas organizaciones que son dirigidas y manipuladas por los partidos burgueses y revisionistas, para así apartarlas de la influencia de su ideología reaccionaria y oportunista, del mismo modo, trabaja para crear organizaciones revolucionarias para las masas que militan siguiendo la línea del partido, y que actúan clandestinamente convencidas bajo su dirección.

La juventud, las mujeres y las otras masas trabajadoras de los países donde domina el capital, son una gran reserva de la revolución. Son millones las masas de jóvenes y de mujeres que actualmente se encuentran en paro, abandonadas y sin nada que esperar de la burguesía, de ahí que entre ellas bulla el descontento y se acumulen los elementos generadores de estallidos revolucionarios. Considerando el movimiento de la juventud, de los estudiantes, de la intelectualidad y de las mujeres progresistas como parte importante del amplio movimiento revolucionario democrático y de liberación en general, los marxista-leninistas luchan por entrelazar el ímpetu y las aspiraciones revolucionarias de estas masas con el ímpetu y las aspiraciones de la clase obrera, por organizarlas, educarlas y dirigirlas en una correcta vía. Cuando las inagotables energías de la juventud, de las mujeres y de las otras masas se unen a las energías de la clase obrera bajo la dirección del partido proletario, no hay fuerza que pueda impedir el triunfo de la revolución y del socialismo.

La hegemonía del proletariado no sería completa y eficaz si no se extendiese a todas las capas de la población interesadas en la revolución, sobre todo al campesinado, que, en la inmensa mayoría de los países, representa el principal y más poderoso aliado de la clase obrera. La alianza de la clase obrera con el campesinado es al mismo tiempo la base para la unión en un amplio frente de todas las masas trabajadoras, de todos aquellos que de una u otra forma luchan contra el capitalismo y el imperialismo, contra la opresión y la explotación de los monopolios y las multinacionales.

Actualmente en las calles de los centros urbanos y rurales de los países capitalistas se desarrollan numerosos mítines y manifestaciones. Naturalmente, esto es organizado por los partidos burgueses, socialdemócratas y revisionistas, que, con determinados fines, sacan las masas a la calle.

Ante todo buscan mantener bajo control a las masas trabajadoras descontentas, limitar sus reivindicaciones al aspecto económico aceptable por la burguesía. La tarea de los comunistas no es la de mantenerse al margen de estas manifestaciones, so pretexto de que son los partidos burgueses y revisionistas los que las organizan, sino participar en estos movimientos de masas y convertirlos en manifestaciones y choques de carácter político contra la burguesía y sus lacayos.

El inmovilismo, la apatía y las discusiones estériles son la muerte de un partido marxista-leninista. Si un partido marxista-leninista no está continuamente en acción, en movimiento, con su agitación y propaganda, si no participa en las diversas manifestaciones de la clase obrera y de las demás masas trabajadoras, independientemente de que éstas puedan estar bajo la influencia de los partidos reformistas, no podrá desviar el rumbo que los partidos reformistas dan a los movimientos de masas.

La justa línea del partido marxista-leninista no puede llevarse a las masas únicamente a través de su prensa, que por lo general es bastante limitada. Esta línea es llevada a las masas por los propios comunistas, por los simpatizantes, por los miembros de las organizaciones de masas precisamente en el curso de la actividad y las acciones de la clase obrera y de las otras masas trabajadoras, cuando éstas se encuentran en movimiento, en lucha y se enfrentan por sus derechos económicos, y, con mayor motivo, por sus derechos políticos.

Una acción así, revolucionaria y activa, asegura dos importantes objetivos: por un lado, el temple del propio partido en sus acciones junto a las masas y el aumento de su autoridad e influencia, y por otro lado la posibilidad que el partido tiene de ver en acción a los elementos más avanzados política e ideológicamente de la clase obrera, los que en el futuro serán sus mejores y más resueltos militantes. Es aquí donde los partidos marxistas-leninistas adquieren la nueva savia para sus filas, y no entre los elementos intelectuales descontentos o entre algunos profesionales que se han quedado sin trabajo y que exigen justicia, que se sienten indignados, pero que no son constantes ni aceptan la disciplina férrea de un partido proletario marxista-leninista.

Los dirigentes de los partidos revisionistas creen que todo el trabajo del partido debe limitarse a continuas discusiones, a teorizaciones fútiles, a contestaciones hueras sobre una u otra cuestión. De una actividad así de estéril nada puede salir. Los partidos revisionistas trabajan a las masas a través de su prensa, la cual, hay que reconocer, no es poca. Estos mismos partidos constituyen grandes trusts capitalistas y realizan su propaganda mediante sus estipendiarios particulares. Estos son maestros en predicar a las masas lo que deben y lo que no deben hacer. Con su demagogia oscurecen el objetivo final de las masas trabajadoras, que es derrocar el sistema capitalista, y les hacen creer que lo que se consigue a través de una huelga común y corriente lo es todo. Esta gran superchería favorece a la burguesía capitalista. Por eso ésta no se inquieta por las palabras, los artículos, las peroratas de los estipendiarios revisionistas ni por las huelgas que se llevan a cabo bajo la dirección de sus partidos.

Los partidos marxista-leninistas no caen en estas triviales formas de propaganda de los partidos revisionistas. Son conscientes de que la insurrección, la revolución, no llegan por si solas. Hay que prepararlas. Y su mejor preparación se realiza a través de las acciones. Pero, además de la acción se necesita también la teoría, la cual guía a la primera. Marx, Engels, Lenin y Stalin nos enseñan que sin acción revolucionaria no hay teoría revolucionaria y sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria.

El trabajo del partido marxista-leninista entre las masas, el unirlas en torno a objetivos políticos concretos, es una importante tarea, porque la revolución no la hace únicamente la clase obrera y mucho menos sólo su vanguardia, el partido comunista. Para realizarla, la clase obrera se alía con otras fuerzas sociales, con partidos progresistas o fracciones de los mismos, con hombres progresistas, a los que les unen intereses comunes sobre diversos problemas y en diversos períodos. Con ellas crea amplios frentes populares basados en determinados programas políticos. El partido de la clase obrera no se diluye en estos frentes, sino que siempre conserva su independencia organizativa y política.

La cuestión de las alianzas es un problema agudo y bastante delicado. El partido marxista-leninista debe seguir, estudiar y definir las tendencias, las exigencias y las contradicciones que existen en el movimiento de masas, en otras palabras, la dialéctica de la lucha de clases. Sobre esta base elige el correcto camino para concertar diversas alianzas. En el acertado análisis y valoración de las situaciones que existen en el seno de las masas, en el seno de las diversas agrupaciones políticas, estriba también la madurez del partido marxista-leninista para crear las alianzas necesarias. Sólo con una política correcta y una previsión exacta de los acontecimientos y de su desarrollo, el partido de la clase obrera conservará su personalidad en estas alianzas y aumentará su influencia entre las masas a las que busca agrupar y conducir a la revolución.

La formación de diversas alianzas, y sobre esta base la creación de amplios frentes populares, se plantea como una tarea imperativa particularmente cuando en muchos países el peligro del fascismo es grande e inmediato y las presiones e intervenciones de las superpotencias contra todos los países han aumentado. El logro de esta unidad y de estas alianzas se ve favorecido por el hecho de que en el actual proceso revolucionario, el momento nacional adquiere una importancia particular que va en continuo ascenso.

Esto está relacionado con la intensificación de la política expansionista, hegemonista y agresiva de las potencias imperialistas. Pero la ocupación de un país no siempre se realiza a través de agresiones militares. Esta ocupación, colonización, opresión y explotación se realiza también con otras formas «nuevas», «modernas», económicas, culturales, políticas, que encubren la dominación y la ferocidad imperialista.

Por eso cuando decimos que la revolución está a la orden del día, eso también está relacionado con estos momentos nacionales, es decir con la ocupación de un país o de varios países por las grandes potencias capitalistas e imperialistas, tanto por medio de una agresión militar directa como por otros medios y vías indirectas. En este sentido, los países como Italia, España, Portugal etc., a pesar de que en concreto no han sido ocupados por ejércitos extranjeros recurriendo a la fuerza de las armas, se encuentran bajo la dominación extranjera y son objeto de su intervención.

Los eurocomunistas pueden sermonear cuanto quieran que sus países son libres y soberanos, pero de hecho los pueblos español, italiano, portugués y otros son oprimidos y explotados. En estos países existe una democracia burguesa pero el Estado está indisolublemente ligado al capital extranjero. El pueblo, la clase obrera, no gozan de democracia ni de una verdadera soberanía. No son libres, porque todo está condicionado al capital extranjero.

Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando muchos países estaban ocupados por el ejército nazi alemán o el ejército fascista italiano, los traidores y colaboracionistas se unieron a los ocupantes. También en nuestros días, otros traidores y colaboracionistas, con otras máscaras y slogans, se encuentran en el poder y están ligados por mil hilos a los nuevos ocupantes modernos, a los neocolonialistas y sus capitales.

Para preparar y llevar a efecto la revolución, una gran importancia reviste el trabajo revolucionario en las filas de los ejércitos burgueses a los que Lenin llamaba:

«Los instrumentos fundamentales de la fuerza del poder del Estado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)

Lenin ha dado salida a muchos problemas teóricos y prácticos relativos a la imperiosa necesidad de realizar un trabajo revolucionario en las filas de los ejércitos burgueses y ha definido las vías para golpearlos, desmoralizarlos y desintegrarlos. Esta cuestión adquiere una particular importancia en las actuales condiciones cuando en muchos países las situaciones revolucionarias están madurando con gran rapidez. El ejército burgués en general es la burguesía armada hasta los dientes, que se yergue frente al proletariado y las masas populares.

El gran número de efectivos de los ejércitos en los países capitalistas podría hacer creer que, en tales circunstancias, la revolución y la destrucción del Estado opresor y explotador resultan imposibles. Estos puntos de vista son propagados y pregonados sobre todo por los eurocomunistas, quienes no golpean al ejército burgués ni siquiera con plumones. La cantidad de los efectivos del ejército no cambia gran cosa para la revolución, mientras que para la burguesía representa un problema preocupante. El que el ejército sea ampliado con numerosos elementos procedentes de las diversas capas de la población, crea condiciones más favorables para desmoralizarlo y hacer que se vuelva contra la propia burguesía.

De este modo, la revolución tiene ante sí dos grandes problemas. Por un lado, debe ganarse a la clase obrera y a las masas trabajadoras sin las cuales no se puede ir a la revolución, y, por el otro, debe desmoralizar y desintegrar al ejército burgués, que reprime la revolución. Si para alcanzar sus fines la burguesía utiliza la aristocracia obrera en los sindicatos, en el ejército se vale de la casta de oficiales, que en este medio cumplen las mismas funciones que los bonzos sindicalistas en los sindicatos.

Los principios, las leyes y las estructuras organizativas de los ejércitos burgueses son de tal índole que permiten a la burguesía ejercer su control sobre ellos, mantenerlos en pie y prepararlos como instrumentos de represión de la revolución y de los pueblos. Esto es testimonio del acentuado carácter clasista y reaccionario del ejército burgués desenmascara los esfuerzos por presentarlo como si estuviera «por encima de las clases», como «nacional», «ajeno a la política», que «respeta la democracia», etc. El ejército burgués de cualquier país, independientemente de sus «tradiciones democráticas», es un ejército antipopular y está destinado a defender la dominación de la burguesía, a realizar sus objetivos expansionistas.

Sin embargo, el ejército burgués no constituye una masa compacta en él no existe ni puede existir la unidad. Las contradicciones antagónicas entre la burguesía capitalista y revisionista por un lado, y el proletariado y demás masas trabajadoras, por el otro, se reflejan también en los ejércitos de estos países. La masa de soldados, que está constituida de hijos de obreros y de campesinos, tiene intereses diametralmente opuestos al carácter y la misión que encomienda la burguesía a su ejército. Esta masa está interesada, al igual que los obreros y demás trabajadores, en derrocar el régimen explotador, por eso la burguesía la mantiene encerrada en los cuarteles, apartada del pueblo, transformando el ejército, como señalaba Lenin, en «prisión» para las masas de millones de soldados.

Aquí tiene su origen el conflicto que se va profundizando continuamente entre los soldados; que son hijos del pueblo, y los mandos, los oficiales; que son los ejecutores de las órdenes de la burguesía capitalista, y han sido preparados y educados para servir celosamente a los intereses del capital. La labor del partido marxista-leninista tiende a que el soldado se rebele contra el oficial, no cumpla las ordenes, la disciplina, las leyes de la burguesía, sabotee las armas para que no sean utilizadas contra el pueblo. Lenin ha dicho:

«Sin «desorganización» del ejército no se ha producido ni puede producirse ninguna gran revolución. Porque el ejército es el instrumento más fosilizado en que se apoya el viejo régimen, el baluarte más pétreo de la disciplina burguesa y de la dominación del capital, del mantenimiento y la formación de la mansedumbre servil y la sumisión de los trabajadores ante el capital». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)

Naturalmente los métodos, las formas y las tácticas que se utilizan para desorganizar y desintegrar el ejército, son numerosos y variados, y están en función de las condiciones concretas. Actualmente las condiciones no son idénticas en cada país, por eso también las tácticas de los marxistas-leninistas varían de un país a otro. Hay países donde la dictadura fascista y el terror se ejercen abiertamente, hay otros donde se puede y se debe aprovechar también las limitadas formas legales de democracia burguesa. Pero, en general, el trabajo individual con cada soldado tanto dentro como fuera del cuartel, la encarnizada lucha de los obreros, las continuas huelgas, las manifestaciones, los mítines, las protestas, etc., desempeñan un importante papel tanto en la movilización de las masas, como en la desorganización del ejército burgués:

«Todas estas batallas y escaramuzas de prueba, por decirlo así, incorporan inevitablemente al ejército a la vida política, y por consiguiente, al círculo de los problemas revolucionarios. La experiencia de la lucha alecciona con mayor rapidez y profundidad que años enteros de propaganda en condiciones distintas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Huelga política y lucha callejera en Moscú, 1905)

Con el soldado, hijo del pueblo, hay que trabajar antes de que se aliste en el ejército, luego durante el servicio militar, que es una fase más decisiva, y finalmente después que se ha licenciado y pasa a la situación de reserva. Tampoco debe descartarse el trabajo con los oficiales de escalafón inferior para apartarlos de la casta de oficiales de alta graduación y persuadirles de que no levanten la mano contra el pueblo.

No cabe duda de que el trabajo político en el ejército es tan importante como peligroso. Mientras en el seno de los sindicatos, la máxima sanción por actividad y propaganda política es el despido del trabajo, en el ejército, donde la actividad y la propaganda políticas están rigurosamente prohibidas, la condena puede llegar hasta el fusilamiento. Pero a los comunistas revolucionarios jamás les ha faltado el espíritu de sacrificio, ni la convicción de que, sin trabajar en este sector, no puede abrirse el camino a la revolución.

La desorganización del ejército burgués es al mismo tiempo parte componente de la estrategia, que tiende a frustrar los planes belicistas de la burguesía capitalista, a sabotear las guerras de rapiña y transformarlas en guerras revolucionarias. Así actuaron los bolcheviques con el ejército del zar en los tiempos de Lenin. El derrocamiento de Aleksandr Kérenski y su gobierno, que tenía la intención de proseguir la guerra imperialista; la política de Lenin acerca de la paz, acerca de la cuestión agraria, la distribución de las tierras a los campesinos pobres, etc., pusieron a los soldados de lado de la revolución, mientras que la casta de los oficiales permaneció con los guardias blancos, y se pasó al lado de la contrarrevolución. La estrategia y la táctica leninistas de la lucha contra el ejército burgués facilitan la tarea a la clase obrera y a los pueblos, los impulsan y los movilizan para hacer la revolución, para la lucha antiimperialista y de liberación nacional.

El movimiento revolucionario mundial cuenta con una rica experiencia de trabajo en las filas del ejército burgués. En 1905, en Rusia, en el ejército zarista se crearon los comités revolucionarios de soldados, bajo el mando del partido socialdemócrata ruso guiado por Lenin. Durante la revolución de febrero de 1917, y sobre todo en el curso de la Revolución de Octubre, en los destacamentos y unidades del ejército zarista se crearon células del partido y soviets de soldados y marineros, los cuales jugaron el papel decisivo de hacer que el ejército burgués pasase en masa al lado de la revolución.

Durante la lucha antifascista de liberación nacional, en Albania, el Partido Comunista de Albania trabajó en completa clandestinidad en las filas del ejército, incluso entre la gendarmería, la policía, etc., para paralizar estas armas, para provocar desórdenes y deserciones en sus filas. Esto obligó al enemigo a perder la confianza y, en algunos casos, a deportar unidades enteras del antiguo ejército albanés, que estaba al servicio del ocupante. Asimismo muchos militares de las filas del antiguo ejército se pasaron a nuestro ejército de liberación nacional.

Tomemos otro ejemplo más reciente, el del ejército del Shah de Irán y de su casta de oficiales, que, pese a estar armado hasta los dientes y disponer de las armas más sofisticadas, no fue capaz de actuar con eficacia y de aplastar la insurrección antiimperialista y antimonárquica del pueblo iraní.

El régimen iraní de los Pahlevi fue uno de los regímenes más bárbaros, más sanguinarios, más explotadores y corrompidos del mundo actual. La feroz dictadura de los Pahlevi se apoyaba en los feudales, los grandes ricos creados por el régimen, en el ejército reaccionario y su casta dirigente, en la Savak –inteligencia secreta– que, como la calificaba el propio Shah, era un: «Estado dentro del Estado». Los Pahlevi, que dominaban con el terror, eran socios del imperialismo estadounidense e inglés y estaban vendidos a éstos, eran los gendarmes mejor armados del Golfo Pérsico, bajo las órdenes de la CIA estadounidense.

Sin embargo, ni el salvaje terror, ni el ejército, ni la Savak, etc., lograron aplastar la revuelta del pueblo iraní que, en diversas formas e intensidad, prosiguió hasta alcanzar un elevado nivel cualitativo y superar la fase del temor a la violencia. En el curso de este proceso se desintegraron el ejército y la Savak, murallas defensivas del sanguinario régimen del Shah; una parte del ejército se pasó al lado del pueblo, que empuñó las armas y las sigue manteniendo en sus manos. Esta es una experiencia que confirma que la revolución no pueden impedirla ni el ejército ni la policía, por numerosos que sean y bien armados que estén, cuando el pueblo se levanta como un solo hombre, cuando se realiza un cuidadoso trabajo para desmoralizar y desintegrar al ejército y a la policía burgueses.

En los países capitalistas está ahora en boga que todo tipo de gente habla de la «revolución» y de acciones supuestamente revolucionarias. Los llamados «izquierdistas» exigen a voz en grito «medidas revolucionarias», pero enseguida fijan los límites. «Explican» que no en todas partes y en todos los terrenos se deben emprender medidas revolucionarias, sino que con algunas «transformaciones es suficiente». Se trata, pues, de crear ilusiones con el fin de engañar a las masas que exigen radicales transformaciones revolucionarias.

Al igual que la burguesía, los «izquierdistas» consideran al ejército como una «fortaleza intocable» y ni siquiera plantean la tarea de desintegrarlo, desmoralizarlo y destruirlo. En tanto que los partidos marxistas-leninistas, sin descuidar los otros aspectos de la lucha, consideran la lucha por la unidad de la clase obrera y la desintegración del ejército burgués, como dos aspectos de una importancia determinante para el triunfo de la revolución. Lenin decía:

«De suyo se comprende que si la revolución no gana a las masas y al ejército mismo, no se puede ni pensar en una lucha seria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Enseñanzas de la insurrección en Moscú, 1906)

El trabajo de los marxista-leninistas en las filas del ejército burgués y revisionista tiene por objeto atraer a los militares a una actividad revolucionaria consciente y no simplemente para organizar golpes de Estado. Los marxistas-leninistas jamás han considerado ni consideran el derrocamiento del régimen capitalista como una cuestión de putschs y complots militares, sino como el resultado de una actividad consciente, de la participación activa de las masas en la revolución.

Los golpes de Estado, los complots organizados por la casta de oficiales en muchos países del mundo, se han puesto de moda. Mediante estas acciones, los grupos monopolistas derriban un gobierno para sustituirlo por otro que esté a su servicio. En muchos países del mundo, los imperialistas estadounidenses y los socialimperialistas soviéticos, recurriendo a los golpes militares, han puesto a la cabeza del Estado camarillas reaccionarias que están a su servicio. En estos casos, la masa de soldados a menudo ha servido ciegamente a los intereses de las clases dominantes locales y de las superpotencias imperialistas.

Los verdaderos revolucionarios esclarecen en estas circunstancias la situación a la masa de soldados para que no se dejen engañar por la propaganda reaccionaria, que presenta los golpes militares como actos «en interés de la nación», «en interés del pueblo y de la defensa de la patria», etc.

Explican asimismo que ni el anarquismo, ni el terrorismo, ni el bandidismo, que están cobrando vastas proporciones en los países capitalistas y revisionistas, tienen nada en común con la revolución. Los hechos de cada día comprueban que los grupos anarquistas, terroristas y de bandidos están siendo utilizados por la reacción como una justificación y una arma a la vez para preparar e implantar la dictadura fascista, para amedrentar a la pequeña burguesía y convertirla en instrumento y en terreno abonado para el fascismo, para paralizar a la clase obrera y mantenerla encadenada al capitalismo, bajo la amenaza de perder las pocas migajas que le ha «concedido» la burguesía.

Todas estas corrientes y grupos se enmascaran con nombres atrayentes, como «proletarios», «comunistas», «brigadas rojas» y otros apelativos, que siembran una gran confusión. Las acciones de estos grupos no tienen nada que ver con el marxismo-leninismo, con el comunismo.

La burguesía, en su propaganda, acusa también a los comunistas, a los que están verdaderamente por la revolución y el socialismo, por la destrucción del dominio burgués, de terroristas, anarquistas y bandidos, y trata de movilizar a la opinión pública contra las verdaderas organizaciones revolucionarias del proletariado y su vanguardia. Es principalmente por este objetivo que incita el terrorismo y el bandidismo, los cuales en países como Italia están cobrando grandes proporciones.

Los marxistas-leninistas tienen siempre en cuenta estas maniobras y artimañas de la burguesía y luchan por desenmascararlas y frustrarlas. Rechazan los ataques, las acusaciones y las calumnias de la burguesía y de sus lacayos, quienes consideran la actividad clandestina del partido marxista-leninista como terrorismo y bandidaje.

La existencia del partido marxista-leninista en clandestinidad, parcial o total, depende de las condiciones concretas de cada país. Pero, independientemente de estas condiciones, la organización del trabajo clandestino es la mejor garantía para la victoria. Sin esta organización, la gran fuerza de choque de la dictadura burguesa, en los momentos que considera propicios, hace estragos y ocasiona graves daños al proletariado y a su vanguardia.

Un partido de la clase obrera que no prevé momentos candentes de choques y enfrentamientos con las fuerzas de la burguesía capitalista, no es un partido verdaderamente revolucionario. Para este partido, el principio teórico de que el poder no puede arrebatarse a la burguesía si no es con violencia, con lucha y sacrificios no pasa de ser por si sola una frase huera, un eslogan. Los momentos álgidos de la lucha son inevitables y, en estos momentos, no bastan únicamente las bases de la propaganda legal. En estos momentos el partido comunista debe disponer también de sus bases de combate, haber creado sus fuerzas de choque, haber asegurado retaguardias y haberlas dotado de los medios políticos, ideológicos y materiales necesarios. Las futuras acciones requerirán sacrificios, habrá personas que se verán golpeadas, que caerán y otras que serán encarceladas, por eso es preciso trabajar para que en torno al partido se cree una gran masa de hombres fieles y de revolucionarios resueltos, que escuchen al partido y se lancen con él a acciones revolucionarias.

Por otra parte, los partidos marxista-leninistas saben aprovechar también la «democracia» burguesa, las posibilidades que crea el trabajo y la lucha legal para preparar la revolución. Incluso cuando actúan en la legalidad, se esfuerzan por que sus acciones contribuyan a la satisfacción de las exigencias y al cumplimiento de las tareas de la revolución, a la preparación ideológica, política, organizativa y militar del partido y de las masas para derrocar a la burguesía, independientemente de lo que permitan o no permitan las leyes burguesas.

En cualquier ocasión y en todas las circunstancias, los verdaderos partidos revolucionarios saben combinar correctamente la organización y el desarrollo de la lucha clandestina con la legal, utilizando sólo aquellas formas de trabajo y tácticas revolucionarias que no oscurezcan su estrategia con ilusiones sobre el legalismo y la democracia burguesa:

«En todos los países, incluso para los más libres, «legalistas» y «pacíficos», es decir, en aquellos en que la lucha de clases es menos aguda, ha llegado sin duda alguna el período en que es absolutamente necesario, para todo partido comunista, combinar en forma sistemática el trabajo legal y el clandestino, la organización legal y clandestina». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Tesis para el IIº Congreso de la Komintern, 1920)

A primera vista parece que en Europa Occidental la clase obrera está fuertemente atada por las cadenas que le han colocado la socialdemocracia y los revisionistas denominado como eurocomunistas; pareciera que el movimiento obrero se encuentra bajo una gran influencia de la ideología burguesa y revisionista, pero esta apariencia no refleja la realidad. Además, tampoco refleja las tendencias del desarrollo social, los procesos que bullen en el seno de las masas trabadoras, la necesidad histórica y los imperativos de la época.

La burguesía, los revisionistas y todos los demás oportunistas se esfuerzan en contener la revolución, en sofocar el ideal comunista. En determinadas etapas y en condiciones históricas particulares también logran aturdir y desorientar al proletariado y a las masas trabajadoras, ofuscar en cierta medida las perspectivas del porvenir socialista. Pero esto es algo temporal y transitorio.

La revolución y el socialismo como teoría y acción práctica, no se les imponen a las masas desde fuera, por parte de individuos aislados o grupos de individuos. La revolución y el socialismo representan la única clave que el proletariado y las masas precisan para resolver las contradicciones irreconciliables de la sociedad capitalista, para, acabar con su opresión y explotación, para conquistar la verdadera libertad e igualdad. Y mientras haya opresión y explotación, mientras exista el capitalismo, el pensamiento y la lucha de las masas se orientará siempre hacia la revolución y el socialismo.

Los eurocomunistas echaron por la borda la bandera del marxismo-leninismo, de la revolución y de la dictadura del proletariado. Predican la paz de clases, entonan aleluyas a la democracia burguesa. Pero con prédicas y con himnos no se remediarán los males de la sociedad burguesa, ni se solucionarán sus contradicciones. Esto ya lo ha comprobado la historia y sus enseñanzas no pueden ser eludidas. El proletariado, los oprimidos y los explotados marchan por ley natural hacia la revolución, hacia la dictadura del proletariado y el socialismo. Por ley natural buscan igualmente la vía que les conduce a la satisfacción de estas aspiraciones históricas, vía que les indica la inmortal teoría de Marx, Engels, Lenin y Stalin. Corresponde a los nuevos partidos comunistas marxistas-leninistas tomar en sus manos la dirección de las batallas de clase, abandonada por los eurocomunistas, y dar al proletariado y a las masas la vanguardia militante y combativa que buscan y que aceptan tener a su cabeza.

Las situaciones no se presentan fáciles, pero recordemos las palabras optimistas de Stalin de que:

«No hay fortaleza que no sea tomada por los comunistas». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Las tareas de los dirigentes de la economía, 1931)

Este optimismo revolucionario emana de las propias leyes objetivas del desarrollo de la sociedad. El capitalismo es un sistema que la historia ha condenado a sucumbir. Nada, ni la rabiosa resistencia de la burguesía, ni la traición de los revisionistas modernos, pueden salvarlo de su inevitable fin. El futuro pertenece al socialismo y al comunismo». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

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Algunas dudas sobre «el terrorista del tren»

De los terroristas de Charlie Hebdo (exceptuando su ataque en el que iban con el rostro cubierto) no vimos una sola foto ni vivos ni muertos, tras ser abatidos.

El supuesto terrorista del tren, jura y perjura que no iba a cometer atentado alguno. Esa manifestación no tiene sentido en gente que aspira a ser mártir, a inmolarse por su causa.

Y la peor de todas: los medios nos dicen simplemente que subió (ni siquiera que se coló o infiltró) al tren de alta velocidad en Bruselas cargado con bolsas donde llevaba un fusil kalashnikov, una pistola, nueve cargadores y varias armas blancas.

No olvidemos que los trenes de alta velocidad llevan un control de paso previo de los pasajeros. Que un fusil y una pistola pasen sin ser vistos por el escáner, sinceramente, nos parece imposible. Sus imágenes son inconfundibles Y algo sabemos de eso.

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JM ÁLVAREZ

JM Álvarez: Noticias del frente bélico afgano

Un coche bomba ha explotado hoy en la capital de Afganistán, Kabul, cerca de la embajada de EE.UU.

La embajada fue puesta en estado de máxima alerta, pero a un grupo de contratistas que la protegían no les dio tiempo a hacer lo mismo: para eso estaban en primera línea y ese era su «trabajo»

Portavoces de la banda terrorista OTAN han reconocido la muerte de tres contratistas a consecuencia de la explosión. También dijeron que fallecieron varios civiles como si a ellos les interesara la vida de los civiles.

No tenemos noticias de si la próxima protección de la sede «diplomática», correrá a cargo del EI-CIA.

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JM Álvarez: Empanada Oltra

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A ver Mónica, bonica: si «no» nos falta dinero (así, con «nos») explícanos cómo es posible que la dictadura capitalista española haya tenido que pedir recientemente cerca de ocho mil millones de euros en solo 7 días. Sí mujer, sí. Son esas «operaciones» que Madrid denomina eufemísticamente «el Tesoro capta en el mercado», ya sabes… ¿O todavía no te has enterado y sigues creyendo en el cuento ese de la «democracia mejorable»?

http://jmalvarezblog.blogspot.com/2015/08/empanada-oltra.html

FSLN. Las discrepancias y la creación de las tres tendencias; Equipo de Bitácora (M-L), 2015

«Se estima que en 1974 surgen objetivamente a raíz del «asalto a la residencia de Chema Castillo», o más bien: debido al éxito del operativo se agudizan las discrepancias a causa de «celos» entre los miembros de la dirigencia. Estas existían ya desde antes de 1974, solo que no habían llegado al punto de ruptura como sí ocurre en 1975 que desemboca en la fractura que origina a tres tendencias; es decir tres organizaciones bien diferenciadas e independientes entre sí tanto en lo político como en lo militar: el FSLN Guerra Popular Prolongada (GPP), el FSLN Proletario, y el FSLN Insurreccional o Tercerista. Y aunque se ha escrito que esa fractura se debió a cuestiones de orden táctico y organizativo –una explicación pusilánime donde las haya–, lo cierto es que todo ello respondió esencialmente a diferencias de orden ideológico. Estas tres organizaciones es lo que se ha dado en llamar como las tres tendencias. Esto es uno de los rasgos que cualquier marxista-leninista puede utilizar para demostrar que el FSLN jamás ha sido una organización de tipo marxista-leninista, y en cambio perfectamente podríamos tipificar al FSLN como una organización trotskista, aunque su línea ideológica apenas tuvo influencia, su línea organizativa basada en la libre permisión de fracciones nos daría la razón, de igual modo la expresión práctica organizativa es un reflejo de la expresión teórica ideológica.

¿Cómo podríamos explicar al lector que es una fracción en un partido? Pues con las palabras del magnífico marxista-leninista español Pedro Checa:

«¿Qué es una fracción? Una fracción es un grupo que se organiza o funciona al margen de las normas establecidas en los estatutos del partido –célula, radio, asamblea, conferencia, etc.– a base de una plataforma propia y de una disciplina interior. Claro, que las fracciones no nacen como tales ya hechas. Se crean a través de los grupos, los núcleos militantes amigos, las tertulias, etc., que a través de coincidencias en la crítica o en la lucha contra determinados camaradas u organismos del partido van tomando forma y desarrollo». (Pedro Checa; Qué es y cómo funciona el partido comunista, 1937)

Una de las diferencias entre el trotskismo y el leninismo en el concepto organizativo de partido, es la cuestión de la permisión o no de fracciones en el partido, es de decir de plataformas paralelas al liderazgo legítimo y elegido por los órganos del propio partido como hemos visto en la definición anterior. Lenin explica su posición frente a este fenómeno:

«Es necesario que todo obrero consciente comprenda con claridad el carácter pernicioso e inadmisible de todo fraccionalismo, el cual, pese a todo el deseo de los representantes de algunos grupos de mantener la unidad del partido, conduce sin falta en la práctica al debilitamiento de la labor aunada y a los intentos acentuados y repetidos de los enemigos del partido gubernamental, que se infiltran en sus filas, de ahondar las disensiones en su seno y utilizarlas para los fines de la contrarrevolución. (…) Por las razones expuestas, el congreso declara disueltos y prescribe disolver inmediatamente todos los grupos, sin excepción, que se hayan formado con tal o cual plataforma –a saber: «oposición obrera», «centralismo democrático», etc.–. El incumplimiento de este acuerdo del congreso acarreara la inmediata e incondicional expulsión del partido». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Informes en el Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, 8 al 16 de marzo de 1921)

El trotskismo por medio de su líder declaraba sin embargo:

«La Cuarta Internacional nunca ha prohibido las fracciones y no tienen intención de hacerlo. Las fracciones han existido y seguirán existiendo entre nosotros». (Lev Trotski; Trotskismo y el PSOP, julio de 1939)

¿Cómo explicaríamos resumidamente al lector con prisa la cuestión de las tres tendencias del FSLN?

«Durante la década de 1960, la dirigencia del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) estaba discutiendo sobre la táctica y estrategia de la guerra revolucionaria en Nicaragua. Esto condujo a numerosas diferencias internas que se convirtieron en tres tendencias políticas y, posteriormente, en tres fracciones públicas en los años de 1970. Ellas son: la Tendencia Proletaria (TP), que adscribía a los postulados clásicos del marxismo, planteaba la necesidad de politizar prioritariamente a la clase trabajadora urbana y rural, constituyendo la vanguardia del proceso revolucionario. La TP, que fue la primera escisión que se produjo al interior del FSLN en 1975, buscó diferenciarse de lo que se conoció como Tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP). La GPP estaba influenciada por las teorizaciones de Mao Zedong y la guerra de resistencia anti-japonesa, creía en la movilización de las masas rurales y no priorizaba la insurrección en las ciudades. La última fracción surgió en 1976 y fue conocida como Tendencia Insurreccional o Tercerista (TI). La TI sostuvo la idea de la vía armada con centro en las ciudades para tomar el poder y pensaban que los trabajadores urbanos y rurales y el campesinado presentaban profundas debilidades para constituirse como sujetos revolucionarios, condición que les llevó a potenciar una mayor incorporación de la pequeña burguesía». (Paula Fernández Hellmund; La fractura del movimiento revolucionario: tendencias dentro del Frente Sandinista de Liberación Nacional (1972-1979)

Esto nos sabe a poco de cara a este ejercicio analítico así que ahondemos un poco en cada una de las tendencias del FSLN.

El FSLN (Guerra Popular Prolongada) o (GPP)

De inspiración guevarista-maoísta, practicaron el foquismo, en consecuencia  hicieron énfasis en la guerrilla campesina y confiaban en dicha clase como vanguardia. Es la primera tendencia en arraigar dentro de la organización, se cree que desde 1969, al menos de modo «oficial»:

«El FSLN ha analizado con seriedad y gran responsabilidad la realidad nacional y ha decidido enfrentarse a la dictadura con las armas en la mano, ya que hemos llegado a la conclusión de que el triunfo de la Revolución Popular Sandinista y el derrocamiento del régimen enemigo del pueblo, surgirá como consecuencia del desarrollo de una dura y prolongada guerra popular». (Frente Sandinista de Liberación Nacional; Programa Histórico del FSLN, 1969)

No obstante, en gran medida esa postura fue una evolución natural derivada tanto de la forma de organización, de la influencia teórico-práctica, como de la evolución práctica del conflicto al cosechar serías derrotas en las primeras experiencias armadas contra el somocismo en que se aplicaba el «foco» y que terminaron en desastres. Esos fracasos hicieron que paulatinamente se fuera adoptando la estrategia de Guerra Popular Prolongada, o dicho de otro modo, una estrategia más defensiva en contraste con la estrategia ofensiva del foquismo. Pero como sabrá el lector, ni el foquismo guevarista ni la GPP maoísta tienen puntos en común con las estrategias y tácticas marxista-leninista de la toma de poder.

La tendencia GPP asumía que el campesinado y la pequeña burguesía rural eran la clase revolucionaria que requería el proceso para el triunfo abandonando las ciudades, el trabajo político-ideológico en las ciudades era anecdótico. Esto fue justificado en la pequeña proporción de proletarios nicaragüense. En el mismo sentido, la vanguardia de esta facción tampoco tenía un componente de clase definido como efectivamente propone la teoría del foco y el maoísmo; es decir no consideraban al proletariado como la clase social revolucionaria. Las figuras más reconocidas una vez constituida la tendencia eran: Tomás Borge, Bayardo Arce, Henry Ruiz.

El FSLN (Proletaria)

De inspiración castro-guevarista, se distanciaron de las otras tendencias debido a que por un lado defendían que la clase obrera era la vanguardia proletaria del proceso que conduciría al socialismo en alianza con el campesinado, y por el otro consideraban que el movimiento era inmaduro al carecer de esa vanguardia proletaria. Desarrollaron su actividad sobre todo en la ciudad: esta iba desde infiltración en organizaciones civiles, pasando por atentados y sabotajes contra la dictadura. La actividad de esta tendencia sería la base de las organizaciones y movimientos sociales en las esferas del FSLN tras el triunfo. Pero también tenía vínculos con las zonas rurales como en Chontales, Chinandega o en Nueva Segovia.

Su formación está precedida de los reveses en la lucha armada y el fracaso del «foco» como estrategia, que originaron sucesivos enfrentamientos de orden teórico-práctico, que en un primer momento fueron comprendidos como parte del ejercicio de crítica y autocrítica del proceso, pero que con los desarrollos se demostró que se trataba de un conflicto por la hegemonía política del movimiento como expresión de las facciones, luego tendencias, que se estaban gestando. Para 1975, debido al enfrentamiento en lo sucesivo y al cuestionamiento de la Guerra Popular Prolongada. La Dirección del FSLN, a instancias de Tomás Borge, expulsan a los principales dirigentes de esta tendencia: Jaime Wheelock, Luis Carrión y Roberto Huembes. Esas expulsiones serían el origen concreto de la aparición objetiva de la tendencia conocida como FSLN (Proletaria), en tanto de su separación de la tendencia del FSLN (Guerra Popular Prolongada) como organización unitaria.

Sus líderes más reconocidos eran: Jaime Wheelock, Carlos Núñez, Luis Carrión, que pese a que mantenían un lenguaje más cercano al marxismo, no tenían nada ni de marxistas ni de proletarios.

El FSLN (Insurreccional o Tercerista)

Aparece como facción dentro del FSLN hacia 1974, y como tendencia en 1976.

Es un grupo abiertamente multiclasista, sin una ideológica definida. Se comportó como un «frente dentro del frente» que incluía a toda la masas antisomocistas de cualquier identidad político-religiosa. Por esta característica sería la tendencia con mayores recursos económicos y logísticos, y mayor apoyo internacional. Sus células operaron tanto en la ciudad como en el campo –en un intento de unificar la táctica de la tendencia FSLN (GPP) y de la tendencia FSLN (Proletaria)– y su objetivo era poner fin a la dictadura somocista y en su lugar establecer un gobierno democrático-burgués, esta tendencia se impuso tras el triunfo debido a que en ella se encontraban concentrado los elementos más preparados educativamente hablando que pasarían a ocupar los puestos claves del Estado, además de que poseía un mayor número de miembros y simpatía por su heterodoxia y «flexibilidad».

Se ha dicho –historiográficamente hablando– que fueron quienes asestaron los golpes más graves a la dictadura, pero no es correcto, esos golpes solo fueron posible gracias a la actividad de todas las tendencias, a la colaboración entre ellas, y en última instancia a la creación del mando unificado. Era criticada enormemente desde la tendencia del FSLN (Proletaria) por el carácter aventurero de sus acciones.

Se apoyó abiertamente en la pequeña burguesía y en factores de la burguesía antisomocista; aludía que dada la realidad del país había una enorme incapacidad de los obreros y del campesinado para organizarse, para comprender el proceso, para constituir su alianza natural. Esta política de alianza fue duramente criticada por las otras dos tendencias que la acusaban de haber abandonado las posiciones «marxistas» en favor de un proyecto burgués reformista; de hecho Humberto Ortega, fundador de esta tendencia y quien se reclamaba marxista-leninista, fruto de las alianzas de la tendencia fue modificando su postura para hacerla asumible a sus aliados.

Las figuras más destacables eran: Daniel Ortega, Humberto Ortega, Víctor Tirado López.

***

Una vez caracterizadas cada tendencia en su conjunto: teoría, praxis, estrategia, sus sujetos revolucionarios, etc.; podemos concluir categóricamente que las tendencias surgen por diferencias de orden ideológico a la luz de las cuales florecen facciones que llevan a la formación de las tendencias. En el mismo sentido, y al ser una acción militar la que acelera el proceso de disgregación, se puede inferir que también hubo luchas de poder al interior de la organización que se apoyaron en las contradicciones existentes.

Los tres dirigentes que hemos nombrado en cada tendencia pasaron a tomar parte en las conversaciones de mayo de 1978, y de ahí formaron parte  del «mando unificado»; dicho de otra manera, las tendencias siguen existiendo como organizaciones independientes pero colaborando estrechamente bajo una estrategia militar conjunta:

«Si bien estas diferencias emergieron a principios de los años de 1970, la aparición «oficial» de varias tendencias se produjo casi en paralelo con el asesinato en 1976 de uno de los principales líderes y fundadores del FSLN: Carlos Fonseca Amador. Pese a su muerte y a las divisiones internas, cada tendencia continuó ligada al Frente Sandinista y, a fines de 1978, iniciaron un proceso de reunificación que se hizo público cuando las tres fracciones lanzaron un comunicado donde daban a conocer la formación de una Dirección Nacional Conjunta (DNC) integrada por tres representantes de cada tendencia: Tomás Borge, Henry Ruiz y Bayardo Arce por la GPP; Daniel Ortega, Humberto Ortega y Víctor Tirado por la TI; y Jaime Wheelock Román, Luis Carrión y Carlos Núñez por la TP». (Paula Fernández Hellmund; La fractura del movimiento revolucionario: tendencias dentro del Frente Sandinista de Liberación Nacional (1972-1979)

Como se ha dicho, el 8 de marzo de 1979 se formalizó la colaboración entre las tendencias bajo la creación de la llamada «Dirección Nacional» conjunta del FSLN, se trató de un órgano dirigente nacido de la fusión de las tres tendencias cuyos miembros fueron completamente cooptados. Y aunque es cierto que fruto de ello el FSLN se mantuvo unificado, al menos en el puesto de mando, la diferenciación subsistió, y de ahí ocurrió que la Tendencia Tercerista tomaría poco a poco las riendas de la Dirección Nacional, y en su momento del Estado y del FSLN convertido en partido, frente a sus adversarios. Y aunque en este caso concreto, este accionar es hasta cierto punto comprensible pues se trataba de un situación de guerra y la dirigencia requería a sus dirigentes más experimentados al tiempo se asienta sobre el viejo problema de la organización, la dirección guerrillera no estaba subordinada a ningún partido de vanguardia, lo que al final terminaría determinando que una vez alcanzado el triunfo se impusieran en el partido los métodos militares de organización». (Equipo de Bitácora (M-L)¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio del 2015)

¡Ni lo dudes!

Según el sitio iraquí Sumariya News, Irán ha sido capaz de identificar el lugar donde se encuentra el líder del grupo terrorista EI, Abu Bakr al Bagdadi, en base a sólidas evidencias.

Irán ha estado vigilando la actuación de la fuerza norteamericana en Iraq de manera efectiva y ahora afirma que el líder terrorista está ubicado en una base militar estadounidense en ese país.

El consejero del Líder Supremo iraní Ali Jamenei, para temas militares, Yahya Safavi dijo que la presencia de Bagdadi en un campo estadounidense, donde el líder del EI habría recibido formación, muestra que Bagdadi es sólo un agente encargado de la puesta en práctica del plan sionista-norteamericano para la región.

Varios líderes iraníes han denunciado que EEUU e Israel pretenden dividir Siria e Iraq con el fin de crear estados débiles y sometidos a su influencia y señaló que Irán nunca permitirá que este complot triunfe.

Según Safavi, EEUU puso en marcha estos planes tras su derrota en Afganistán e Iraq, pero la resistencia de los pueblos de Yemen, Iraq, Siria, Bahrein y el Líbano llevará al fracaso de sus planes.

Iraq, por su parte, ha denunciado que aviones de la coalición liderada por EEUU han estado lanzando cargamentos de armas en áreas bajo control del EI.

Agencias

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