El socialismo no divide países, los une

Es algo habitual dentro de la propaganda anticomunista escuchar eso de que si socialistas y comunistas alcanzasen el poder político, atacarían la cultura y tradiciones propias de las naciones, sus antiguos monumentos, su historia prerrevolucionaria… nada más lejos de la realidad. El propio Lenin insto al pueblo ruso a que, poco después de la revolución, no saquease, no robase ni dañase las estatuas, iglesias ortodoxas y edificios ya que eran parte de la historia de Rusia. La propia Constitución de la Unión Soviética de 1977 establecía en su artículo 68: “Custodiar los monumentos históricos y demás valores culturales es deber y obligación de todos los ciudadanos de la Unión Soviética.»

Y que mejor ejemplo que este, el de la extensísima nación soviética para sostener que el socialismo nunca tuvo la intención de dividir o disgregar naciones, sino todo lo contrario. Mientras en la actualidad, vemos como una buena parte de los ucranianos (deliberadamente manipulados por Occidente) reniegan de sus hermanos rusos, de sus antiguos compatriotas, de aquellos con los que han tenido una relación cercana a lo largo de toda su historia. La OTAN jamás se hubiera atrevido a percutir en la Ucrania soviética e incentivar el vergonzante Maidan, aupar y financiar gobiernos antirrusos (y ultraderechistas) ni a trabajar junto a mercenarios y fascistas para lograr su fin de alejar a Ucrania de la influencia rusa y convertirla en un lacayo útil al imperialismo occidental, sirviendo también de barrera de contención entre Rusia y el oeste, tratando de aislarla.

Ancha era la Unión de la Repúblicas Socialistas Soviéticas. “Irrompible unión de repúblicas libres que ha unido por siempre la Gran Rusia”, como rezaba su imponente himno. 15 eran (RSS de Armenia, RSS de Azerbaiyán, RSS de Bielorrusia, RSS de Estonia, RSS de Georgia, RSS de Kazajistán, RSS de Kirguistán, RSS de Letonia, RSS de Lituania, RSS de Moldavia, RSFS de Rusia, RSS de Tayikistán, RSS de Turkmenistán, RSS de Ucrania y RSS de Uzbekistán). Y aunque finalmente no resulto “irrompible”, quedo constatado el hecho de que el socialismo es capaz de unir pueblos y naciones, algunos tan diferentes entre ellos como podrían ser la RSS de Bielorrusia y la RSS de Uzbekistán, por ejemplificar. El primer país socialista de la historia había conseguido unificar a 15 repúblicas y lograr la convivencia y coexistencia pacífica entre tantas culturas y sociedades dispares, situando lo que unía a todos los pueblos soviéticos por encima de lo que les podía separar, amparándose en valores aglutinadores socialistas de solidaridad y cooperación.

Otro buen ejemplo es el de Yugoslavia. Quien diría que en los Balcanes, hoy un auténtico polvorín y donde los conflictos entre serbios, bosnios, croatas y demás nacionalidades exyugoslavas son el pan de cada día, pudo en algún momento reinar la paz y la estabilidad como un mismo país. Pues así es, la República Federativa Socialista de Yugoslavia consiguió este propósito, con sus aciertos y errores, pero logrando una paz duradera y un clima mucho más saludable entre naciones y pueblos balcánicos. La Yugoslavia Socialista estaba compuesta por Bosnia, Croacia, Macedonia, Montenegro, Serbia y Eslovenia. Parece una utopía imaginar una unión medianamente similar en la actualidad bajo este clima de constante tensión y enfrentamientos nacionalistas en los Balcanes. El Mariscal Josip Broz ‘Tito’ y el socialismo yugoslavo consiguieron una unión balcánica sin precedentes, que cuanto más avanza el siglo XXI mas meritoria parece a ojos de la historia.

Los casos de la RDA y Corea del Norte

Habrá quien recurrirá a los casos de la República Democrática Alemana y de la República Popular Democrática de Corea para desdeñar los postulados defendidos en este artículo. Se trata de dos naciones (una pasada y otra actual) que se dividieron en su momento. Esto podría dar a entender que el socialismo ha sido participe de la división y disgregación de un país, pero si valoramos las cuestiones alemanas y coreana un poco más en profundidad, concluiremos que la intención de ambas naciones socialistas fue o es la unificación de sus respectivos países, pese a que no pudieron evitar la división en sí.

La RDA, en varias ocasiones, trato de mejorar las relaciones interalemanas con su vecino occidental e incluso trabajo para la reunificación y la retirada bilateral de todos los pactos militares internacionales y la retirada del armamento nuclear de ambos lados. Sin embargo, estas propuestas fueron rechazadas de manera reiterada por la República Federal Alemana (RFA).

Corea del Norte ha llevado la voz cantante en lo que a la reunificación de la península coreana se refiere y propone la misma bajo el respeto mutuo del sistema socio-político y económico de cada una de las Coreas. La agencia de noticias de Corea del Norte (KCNA) emitió un comunicado el pasado año que decía: “El norte y el sur deben presentar propuestas concretas, apropiadas y correspondientes a los intereses a todos los coreanos para la reunificación de la patria y así asegurar la coexistencia, la prosperidad mutua y los intereses comunes. El mismo texto señalaba que “la unificación podría realizarse en forma de federación, que presupone la existencia de sistemas sociales e ideologías diferentes”, para de esta manera “poner fin a la hostilidad y la confrontación, y crear una atmósfera favorable para el mejoramiento de las relaciones entre el Norte y el Sur”.

Socialismo es unión.

Las primeras obras del marxismo maduro, «Miseria de la Filosofía» y el «Manifiesto Comunista», datan precisamente de la víspera de la revolución de 1848. Esta circunstancia hace que en estas obras se contenga, hasta cierto punto, además de una exposición de los fundamentos generales del marxismo, el reflejo de la situación revolucionaria concreta de aquella época; por eso será, quizás, más conveniente examinar lo que los autores de esas obras dicen acerca del Estado, inmediatamente antes de examinar las conclusiones sacadas por ellos de la experiencia de los años 1848-1851:

«En el transcurso del desarrollo, la clase obrera sustituirá la antigua sociedad burguesa por una asociación que excluya a las clases y su antagonismo; y no existirá ya un poder político propiamente dicho, pues el poder político es precisamente la expresión oficial del antagonismo de clase dentro de la sociedad burguesa». (Karl Marx; «Miseria de la filosofía», 1847)

Es interesante confrontar con esta exposición general de la idea de la desaparición del Estado después de la supresión de las clases, la exposición que contiene el «Manifiesto Comunista», escrito por Marx y Engels algunos meses después, a saber, en noviembre de 1847:

«Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido la guerra civil más o menos latente que existe en el seno de la sociedad vigente, hasta el momento en que se transforma en una revolución abierta y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, instaura su dominación. (…) Ya dejamos dicho que el primer paso de la revolución obrera será la transformación [literalmente: elevación] del proletariado en clase dominante, la conquista de la democracia. (…) El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible las fuerzas productivas». (Karl Marx y Friedrich Engels; «Manifiesto comunista», 1847)

Vemos aquí formulada una de las ideas más notables y más importantes del marxismo en la cuestión del Estado, a saber: la idea de la «dictadura del proletariado» –como comenzaron a denominarla Marx y Engels después de la Comuna de París– y asimismo la definición del Estado, interesante en el más alto grado, que se cuenta también entre las «palabras olvidadas» del marxismo: «El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante».

Esta definición del Estado no sólo no se explicaba nunca en la literatura imperante de propaganda y agitación de los partidos socialdemócratas oficiales, sino que, además, se la ha entregado expresamente al olvido, pues es del todo inconciliable con el reformismo y se da de bofetadas con los prejuicios oportunistas corrientes y las ilusiones filisteas con respecto al «desarrollo pacífico de la democracia».

El proletariado necesita el Estado, repiten todos los oportunistas, socialchovinistas y kautskianos asegurando que tal es la doctrina de Marx y «olvidándose» de añadir, primero, que, según Marx, el proletariado sólo necesita un Estado que se extinga, es decir, organizado de tal modo, que comience a extinguirse inmediatamente y que no pueda por menos de extinguirse; y, segundo, que los trabajadores necesitan un «Estado», «es decir, el proletariado organizado como clase dominante».

El Estado es una organización especial de la fuerza, es una organización de la violencia para la represión de una clase cualquiera. ¿Qué clase es la que el proletariado tiene que reprimir? Sólo es, naturalmente, la clase explotadora, es decir, la burguesía. Los trabajadores sólo necesitan el Estado para aplastar la resistencia de los explotadores, y este aplastamiento sólo puede dirigirlo, sólo puede llevarlo a la práctica el proletariado, como la única clase consecuentemente revolucionaria, como la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesía, por la completa eliminación de ésta.

Las clases explotadoras necesitan la dominación política para mantener la explotación, es decir, en interés egoísta de una minoría insignificante contra la mayoría inmensa del pueblo. Las clases explotadas necesitan la dominación política para destruir completamente toda explotación, es decir, en interés de la mayoría inmensa del pueblo contra la minoría insignificante de los esclavistas modernos, es decir, los terratenientes y capitalistas.

Los demócratas pequeñoburgueses, estos pseudosocialistas que han sustituido la lucha de clases por sueños sobre la armonía de las clases, se han imaginado la transformación socialista también de un modo soñador, no como el derrocamiento de la dominación de la clase explotadora, sino como la sumisión pacífica de la minoría a la mayoría, que habrá adquirido conciencia de su misión. Esta utopía pequeñoburguesa, que va inseparablemente unida al reconocimiento de un Estado situado por encima de las clases, ha conducido en la práctica a la traición contra los intereses de las clases trabajadoras, como lo ha demostrado, por ejemplo, la historia de las revoluciones francesas de 1848 y 1871, y como lo ha demostrado la experiencia de la participación «socialista» en ministerios burgueses en Inglaterra, Francia, Italia y otros países a fines del siglo XIX y comienzos del XX.

Marx luchó durante toda su vida contra este socialismo pequeñoburgués, que hoy vuelve a renacer en Rusia en los partidos socialrevolucionarios y menchevique. Marx desarrolló consecuentemente la doctrina de la lucha de clases hasta llegar a establecer la doctrina sobre el poder político, sobre el Estado.

El derrocamiento de la dominación de la burguesía sólo puede llevarlo a cabo el proletariado, como clase especial cuyas condiciones económicas de existencia le preparan para ese derrocamiento y le dan la posibilidad y la fuerza de efectuarlo. Mientras la burguesía desune y dispersa a los campesinos y a todas las capas pequeñoburguesas, cohesiona, une y organiza al proletariado. Sólo el proletariado –en virtud de su papel económico en la gran producción– es capaz de ser el jefe de todas las masas trabajadoras y explotadas, a quienes con frecuencia la burguesía explota, esclaviza y oprime no menos, sino más que a los proletarios, pero que no son capaces de luchar por su cuenta para alcanzar su propia liberación.

La doctrina de la lucha de clases, aplicada por Marx a la cuestión del Estado y de la revolución socialista, conduce necesariamente al reconocimiento de la dominación política del proletariado, de su dictadura, es decir, de un poder no compartido con nadie y apoyado directamente en la fuerza armada de las masas. El derrocamiento de la burguesía sólo puede realizarse mediante la transformación del proletariado en clase dominante, capaz de aplastar la resistencia inevitable y desesperada de la burguesía y de organizar para el nuevo régimen económico a todas las masas trabajadoras y explotadas.

El proletariado necesita el poder del Estado, organización centralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los semiproletarios, en la obra de «poner en marcha» la economía socialista.

Educando al partido obrero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado, vanguardia capaz de tomar el poder y de conducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organizar el nuevo régimen, de ser el maestro, el dirigente, el jefe de todos los trabajadores y explotados en la obra de construir su propia vida social sin burguesía y contra la burguesía. Por el contrario, el oportunismo hoy imperante educa en sus partidos obreros a los representantes de los obreros mejor pagados, que están apartados de las masas y se «arreglan» pasablemente bajo el capitalismo, vendiendo por un plato de lentejas su derecho de primogenitura, es decir, renunciando al papel de jefes revolucionarios del pueblo contra la burguesía.

«El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante»: esta teoría de Marx se halla inseparablemente vinculada a toda su doctrina acerca de la misión revolucionaria del proletariado en la historia. El coronamiento de esta su misión es la dictadura proletaria, la dominación política del proletariado.

Pero si el proletariado necesita el Estado como organización especial de la violencia contra la burguesía, de aquí se desprende por sí misma la conclusión de si es concebible que pueda crearse una organización semejante sin destruir previamente, sin aniquilar aquella máquina estatal creada para sí por la burguesía. A esta conclusión lleva directamente el «Manifiesto Comunista», y Marx habla de ella al hacer el balance de la experiencia de la revolución de 1848-1851.

El balance de la revolución

En el siguiente pasaje de su obra «El 18 brumario de Luis Bonaparte», Marx hace el balance de la revolución de 1848-1851, respecto a la cuestión del Estado, que es el que aquí nos interesa:

«Pero la revolución es radical. Está pasando todavía por el purgatorio. Cumple su tarea con método. Hasta el 2 de diciembre de 1851 [día del golpe de Estado de Luis Bonaparte] había terminado la mitad de su labor preparatoria; ahora, termina la otra mitad. Lleva primero a la perfección el poder parlamentario, para poder derrocarlo. Ahora, conseguido ya esto, lleva a la perfección el poder ejecutivo, lo reduce a su más pura expresión, lo aísla, se enfrenta con él, con el único objeto de concentrar contra él todas las fuerzas de destrucción [subrayado por nosotros]. Y cuando la revolución haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar, Europa se levantará y gritará jubilosa: ¡bien has hozado, viejo topo! Este poder ejecutivo, con su inmensa organización burocrática y militar, con su compleja y artificiosa maquinaria de Estado, un ejército de funcionarios que suma medio millón de hombres, junto a un ejército de otro medio millón de hombres, este espantoso organismo parasitario que se ciñe como una red al cuerpo de la sociedad francesa y le tapona todos los poros, surgió en la época de la monarquía absoluta, de la decadencia del régimen feudal, que dicho organismo contribuyó a acelerar». La primera revolución francesa desarrolló la centralización, «pero al mismo tiempo amplió el volumen, las atribuciones y el número de servidores del poder del gobierno. Napoleón perfeccionó esta máquina del Estado». La monarquía legítima y la monarquía de julio no añadieron nada más que una mayor división del trabajo. (…) Finalmente, la república parlamentaria, en su lucha contra la revolución, se vio obligada a fortalecer, junto con las medidas represivas, los medios y la centralización del poder del gobierno. Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina, en vez de destrozarla [subrayado por nosotros]. Los partidos que luchaban alternativamente por la dominación, consideraban la toma de posesión de este inmenso edificio del Estado como el botín principal del vencedor». (Karl Marx; «El 18 brumario de Luis Bonaparte», 1852)

En este notable pasaje, el marxismo avanza un trecho enorme en comparación con el «Manifiesto Comunista». Allí, la cuestión del Estado se planteaba todavía de un modo extremadamente abstracto, operando con las nociones y las expresiones más generales. Aquí, la cuestión se plantea ya de un modo concreto, y la conclusión a que se llega es extraordinariamente precisa, definida, prácticamente tangible: todas las revoluciones anteriores perfeccionaron la máquina del Estado, y lo que hace falta es romperla, destruirla.

Esta conclusión es lo principal, lo fundamental, en la doctrina del marxismo sobre el Estado. Y precisamente esto, que es lo fundamental, es lo que no sólo ha sido olvidado completamente por los partidos socialdemócratas oficiales imperantes, sino lo que ha sido evidentemente tergiversado –como veremos más abajo– por el más destacado teórico de la II Internacional, Kautsky.

En el «Manifiesto Comunista» se resumen los resultados generales de la historia, que nos obligan a ver en el Estado un órgano de dominación de clase y nos llevan a la conclusión necesaria de que el proletariado no puede derrocar a la burguesía si no empieza por conquistar el poder político, sino logra la dominación política, sino transforma el Estado en el «proletariado organizado como clase dominante», y de que este Estado proletario comienza a extinguirse inmediatamente después de su triunfo, pues en una sociedad sin contradicciones de clase el Estado es innecesario e imposible. Pero aquí no se plantea la cuestión de cómo deberá realizarse –desde el punto de vista del desarrollo histórico– esta sustitución del Estado burgués por el Estado proletario.

Esta cuestión es precisamente la que Marx plantea y resuelve en 1852. Fiel a su filosofía del materialismo dialéctico, Marx toma como base la experiencia histórica de los grandes años de la revolución, de los años 1848-1851. Aquí, como siempre, la doctrina de Marx es un resumen de la experiencia, iluminado por una profunda concepción filosófica del mundo y por un rico conocimiento de la historia.

La cuestión del Estado se plantea de un modo concreto: ¿cómo ha surgido históricamente el Estado burgués, la máquina del Estado que necesita para su dominación la burguesía? ¿Cuáles han sido sus cambios, cuál su evolución en el transcurso de las revoluciones burguesas y ante las acciones independientes de las clases oprimidas? ¿Cuáles son las tareas del proletariado en lo tocante a esta máquina del Estado?

El poder estatal centralizado, característico de la sociedad burguesa, surgió en la época de la caída del absolutismo.

Dos son las instituciones más características de esta máquina del Estado: la burocracia y el ejército permanente. En las obras de Marx y Engels se habla reiteradas veces de los miles de hilos que vinculan a estas instituciones precisamente con la burguesía. La experiencia de todo obrero revela estos vínculos de un modo extraordinariamente evidente y sugeridor. La clase obrera aprende en su propia carne a comprender estos vínculos, por eso, capta tan fácilmente y se asimila tan bien la ciencia del carácter inevitable de estos vínculos, ciencia que los demócratas pequeñoburgueses niegan por ignorancia y por frivolidad, o reconocen, todavía de un modo más frívolo, «en términos generales», olvidándose de sacar las conclusiones prácticas correspondientes.

La burocracia y el ejército permanente son un «parásito» adherido al cuerpo de la sociedad burguesa, un parásito engendrado por las contradicciones internas que dividen a esta sociedad, pero, precisamente, un parásito que «tapona» los poros vitales. El oportunismo kautskiano imperante hoy en la socialdemocracia oficial considera patrimonio especial y exclusivo del anarquismo la idea del Estado como un organismo parasitario. Se comprende que esta tergiversación del marxismo sea extraordinariamente ventajosa para esos filisteos que han llevado el socialismo a la ignominia inaudita de justificar y embellecer la guerra imperialista mediante la aplicación a ésta del concepto de la «defensa de la patria», pero es, a pesar de todo, una tergiversación indiscutible.

A través de todas las revoluciones burguesas vividas en gran número por Europa desde los tiempos de la caída del feudalismo, este aparato burocrático y militar va desarrollándose, perfeccionándose y afianzándose. En particular, es precisamente la pequeña burguesía la que se pasa al lado de la gran burguesía y se somete a ella en una medida considerable por medio de este aparato, que suministra a las capas altas de los campesinos, pequeños artesanos, comerciantes, etc., puestecitos relativamente cómodos, tranquilos y honorables, que colocan a sus poseedores por encima del pueblo. Fijaos en lo ocurrido en Rusia en el medio año transcurrido desde el 27 de febrero de 1917: los cargos burocráticos, que antes se adjudicaban preferentemente a los miembros de las centurias negras, se han convertido en botín de kadetes, mencheviques y socialrevolucionarios. En el fondo, no se pensaba en ninguna reforma seria, esforzándose por aplazadas «hasta la Asamblea Constituyente», y aplazando poco a poco la Asamblea Constituyente ¡hasta el final de la guerra! ¡Pero para el reparto del botín, para la ocupación de los puestecitos de ministros, subsecretarios, gobernadores generales, etc., etc., no se dio largas ni se esperó a ninguna Asamblea Constituyente! El juego en torno a combinaciones para formar gobierno no era, en el fondo, más que la expresión de este reparto y reajuste del «botín», que se hacía arriba y abajo, por todo el país, en toda la administración, central y local. El balance, un balance objetivo, del medio año que va desde el 27 de febrero al 27 de agosto de 1917 es indiscutible: las reformas se aplazaron, se efectuó el reparto de los puestecitos burocráticos, y los «errores» del reparto se corrigieron mediante algunos reajustes.

Pero cuanto más se procede a estos «reajustes» del aparato burocrático entre los distintos partidos burgueses y pequeñoburgueses –entre los kadetes, socialrevolucionarios y mencheviques, si nos atenemos al ejemplo ruso–, con tanta mayor claridad ven las clases oprimidas, y a la cabeza de ellas el proletariado, su hostilidad irreconciliable contra toda la sociedad burguesa. De aquí la necesidad, para todos los partidos burgueses, incluyendo a los más democráticos y «revolucionario-democráticos», de reforzar la represión contra el proletariado revolucionario, de fortalecer el aparato de represión, es decir, la misma máquina del Estado. Esta marcha de los acontecimientos obliga a la revolución «a concentrar todas las fuerzas de destrucción» contra el poder estatal, la obliga a proponerse como objetivo, no el perfeccionar la máquina del Estado, sino el destruirla, el aplastarla.

No fue la deducción lógica, sino el desarrollo real de los acontecimientos, la experiencia viva de los años 1848-1851, lo que condujo a esta manera de plantear la cuestión. Hasta qué punto se atiene Marx rigurosamente a la base efectiva de la experiencia histórica, se ve teniendo en cuenta que en 1852 Marx no plantea todavía el problema concreto de saber con qué se va a sustituir esta máquina del Estado que ha de ser destruida. La experiencia no suministraba todavía entonces los materiales para esta cuestión, que la historia puso al orden del día más tarde, en 1871. En 1852, con la precisión del observador que investiga la historia natural, sólo podía registrarse una cosa: que la revolución proletaria había de abordar la tarea de «concentrar todas las fuerzas de destrucción» contra el poder estatal, la tarea de «romper» la máquina del Estado.

Aquí puede surgir esta pregunta: ¿Es justo generalizar la experiencia, las observaciones y las conclusiones de Marx, aplicándolas a zonas más amplias que la historia de Francia en los tres años que van de 1848 a 1851? Para examinar esta pregunta, comenzaremos recordando una observación de Engels y pasaremos luego a los hechos.

«Francia –escribe Engels en el prólogo de la tercera edición– es el país en el que las luchas históricas de clases se han llevado cada vez a su término decisivo más que en ningún otro sitio y donde, por tanto, las formas políticas variables dentro de las que se han movido estas luchas de clases y en las que han encontrado su expresión los resultados de las mismas, y en las que se condensan sus resultados, adquieren también los contornos más acusados. Centro del feudalismo en la Edad Media y país modelo de la monarquía unitaria corporativa desde el Renacimiento, Francia pulverizó el feudalismo en la gran revolución e instauró la dominación pura de la burguesía bajo una forma clásica como ningún otro país de Europa. También la lucha del proletariado que se alza contra la burguesía dominante reviste aquí una forma violenta, desconocida en otros países». (Karl Marx; «El 18 brumario de Luis Bonaparte», 1852)

La última observación está anticuada, ya que a partir de 1871 se ha operado una interrupción en la lucha revolucionaria del proletariado francés, si bien esta interrupción, por mucho que dure, no excluye, en modo alguno, la posibilidad de que, en la próxima revolución proletaria, Francia se revele como el país clásico de la lucha de clases hasta su final decisivo.

Pero echemos una ojeada general a la historia de los países adelantados a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Veremos que, de un modo más lento, más variado, y en un campo de acción mucho más extenso, se desarrolla el mismo proceso: de una parte, la formación del «poder parlamentario», lo mismo en los países republicanos –Francia, Norteamérica, Suiza– que en los monárquicos –Inglaterra, Alemania hasta cierto punto, Italia, los Países Escandinavos, etc.–.; de otra parte, la lucha por el poder entre los distintos partidos burgueses y pequeñoburgueses, que se reparten y se vuelven a repartir el «botín» de los puestos burocráticos, dejando intangibles las bases del régimen burgués; y finalmente, el perfeccionamiento y fortalecimiento del «poder ejecutivo», de su aparato burocrático y militar.

No cabe la menor duda de que éstos son los rasgos generales que caracterizan toda la evolución moderna de los Estados capitalistas en general. En el transcurso de tres años, de 1848 a 1851, Francia reveló, en una forma rápida, tajante, concentrada, los mismos procesos de desarrollo característicos de todo el mundo capitalista.

Y en particular el imperialismo, la época del capital bancario, la época de los gigantescos monopolios capitalistas, la época de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado, revela un extraordinario fortalecimiento de la «máquina del Estado», un desarrollo inaudito de su aparato burocrático y militar, en relación con el aumento de la represión contra el proletariado, así en los países monárquicos como en los países republicanos más libres.

Indudablemente, en la actualidad, la historia del mundo conduce, en proporciones incomparablemente más amplias que en 1852, a la «concentración de todas las fuerzas» de la revolución proletaria para la «destrucción» de la máquina del Estado.

¿Con qué ha de sustituir el proletariado esta máquina? La Comuna de París nos suministra los materiales más instructivos a este respecto.

¿Cómo planteaba Marx la cuestión en 1852? (Añadido a la segunda edición)

En 1907, publicó Mehring en la revista «Neue Zeit» [4] –XXV, 2, pág. 164– extractos de una carta de Marx a Weydemeyer, del 5 de marzo de 1852. Esta carta contiene, entre otros, el siguiente notable pasaje:

«Por lo que a mí se refiere, no me caben ni el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna, ni el de haber descubierto la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de las clases. Lo que yo aporté de nuevo fue demostrar: 1. que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción –historische Entwicklungsphasen der Produktion–; 2. que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3. que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases». (Karl Marx; «Carta a Weydemeyer», 1852)

En estas palabras, Marx consiguió expresar de un modo asombrosamente claro dos cosas: primero, la diferencia fundamental y cardinal entre su doctrina y las doctrinas de los pensadores avanzados y más profundos de la burguesía, y segundo, la esencia de su teoría del Estado.

Lo fundamental en la doctrina de Marx es la lucha de clases. Así se dice y se escribe con mucha frecuencia. Pero esto no es exacto. De esta inexactitud se deriva con gran frecuencia la tergiversación oportunista del marxismo, su falseamiento en un sentido aceptable para la burguesía. En efecto, la doctrina de la lucha de clases no fue creada por Marx, sino por la burguesía, antes de Marx, y es, en términos generales, aceptable para la burguesía. Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista, puede mantenerse todavía dentro del marco del pensamiento burgués y de la política burguesa. Circunscribir el marxismo a la doctrina de la lucha de clases es limitar el marxismo, bastardearlo, reducirlo a algo que la burguesía puede aceptar. Marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En esto es en lo que estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño –o un gran– burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que hay que contrastar la comprensión y el reconocimiento real del marxismo. Y no tiene nada de sorprendente que cuando la historia de Europa ha colocado prácticamente a la clase obrera ante esta cuestión, no sólo todos los oportunistas y reformistas, sino también todos los «kautskianos» –gentes que vacilan entre el reformismo y el marxismo– hayan resultado ser miserables filisteos y demócratas pequeñoburgueses, que niegan la dictadura del proletariado. El folleto de Kautsky «La dictadura del proletariado», publicado en agosto de 1918, es decir, mucho después de aparecer la primera edición del presente libro, es un modelo de tergiversación filistea del marxismo, del que de hecho se reniega ignominiosamente, aunque se le acate hipócritamente de palabra. –Véase mi folleto «La revolución proletaria y el renegado Kautsky», 1918–.

El oportunismo de nuestros días, personificado por su principal representante, el exmarxista K. Kautsky, cae de lleno dentro de la característica de la posición burguesa que traza Marx y que hemos citado, pues este oportunismo circunscribe el terreno del reconocimiento de la lucha de clases al terreno de las relaciones burguesas. –¡Y dentro de este terreno, dentro de este marco, ningún liberal culto se negaría a reconocer, «en principio», la lucha de clases!– El oportunismo no extiende el reconocimiento de la lucha de clases precisamente a lo más fundamental, al período de transición del capitalismo al comunismo, al período de derrocamiento de la burguesía y de completa destrucción de ésta. En realidad, este período es inevitablemente un período de lucha de clases de un encarnizamiento sin precedentes, en que ésta reviste formas agudas nunca vistas, y, por consiguiente, el Estado de este período debe ser inevitablemente un Estado democrático de una manera nueva –para los proletarios y los desposeídos en general– y dictatorial de una manera nueva –contra la burguesía–.

Además, la esencia de la teoría de Marx sobre el Estado sólo la ha asimilado quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria, no sólo para toda sociedad de clases en general, no sólo para el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino también para todo el período histórico que separa al capitalismo de la «sociedad sin clases», del comunismo. Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados son, bajo una forma o bajo otra, pero, en último resultado, necesariamente, una dictadura de la burguesía. La transición del capitalismo al comunismo no puede, naturalmente, por menos de proporcionar una enorme abundancia y diversidad de formas políticas, pero la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado. (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la Revolución, 1917)

Discrepancias en cuanto a la Komintern; Stalin, 1929

¿Cómo empezaron las discrepancias en este terreno?

Empezó la cosa con las tesis sobre la situación internacional que Bujarin presentó al VIº Congreso de 1928 [2]. De ordinario, las tesis eran examinadas previamente en el seno de la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética. Pero, en este caso, dicha condición no fue observada. Las tesis, con la firma de Bujarin, fueron enviadas a la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética al mismo tiempo que a las delegaciones extranjeras del VIº Congreso de la Komintern de 1928. Pero estas tesis resultaron insatisfactorias en numerosos puntos, y la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética hubo de presentar unas 20 enmiendas.

Esta circunstancia colocó en una situación algo violenta a Bujarin. Pero ¿quién tenía la culpa? ¿Para qué necesitaba Bujarin enviar las tesis a las delegaciones extranjeras antes de ser examinadas por la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética? ¿Podía esta última abstenerse de presentar enmiendas, si las tesis no eran satisfactorias? Resultado: de la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética salieron unas tesis sobre la situación internacional que eran nuevas en el fondo y que las delegaciones extranjeras empezaron a contraponer a las viejas tesis suscritas por Bujarin. Es evidente que esta violenta situación no se habría producido si Bujarin no se hubiese precipitado en enviar sus tesis a las delegaciones extranjeras.

Yo desearía señalar cuatro enmiendas fundamentales, presentadas a las tesis de Bujarin por la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética. Desearía señalar estas enmiendas fundamentales para que se vea con mayor claridad el carácter de las divergencias relativas a problemas de la Komintern.

Primera cuestión: el carácter de la estabilización del capitalismo. Según las tesis de Bujarin resultaba que en los momentos actuales no hay nada nuevo que quebrante la estabilización capitalista; por el contrario, el capitalismo se rehace y se mantiene, en lo fundamental, con más o menos solidez. Es evidente que la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética no podía aceptar esta apreciación del llamado tercer período, es decir, del período que estamos atravesando. No podía aceptarla, porque el haber mantenido esta apreciación del tercer período habría podido dar pábulo a nuestros críticos para decir que adoptábamos el punto de vista del llamado «saneamiento» del capitalismo, es decir, el punto de vista de Hilferding, que los comunistas no podemos aceptar. En vista de ello, la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética presentó una enmienda, haciendo resaltar que la estabilización capitalista no es ni puede ser sólida, sino que la quebranta y la seguirá quebrantando la marcha de los acontecimientos, debido a la agravación de la crisis del capitalismo mundial.

Esto tiene, camaradas, importancia decisiva para las secciones de la Komintern. De que la estabilización capitalista se quebrante o se afiance depende toda la orientación de los partidos comunistas en su labor política diaria. De que atravesemos un período de descenso del movimiento revolucionario, un período de simple acumulación de fuerzas, o de que vivamos un período de maduración de las condiciones para un nuevo auge revolucionario, un período de preparación de la clase obrera para las luchas de clases venideras, depende la orientación táctica de los partidos comunistas. La enmienda de la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, aceptada luego por el Congreso, era buena, precisamente, porque ofrecía una orientación clara hacia la segunda perspectiva, hacia la perspectiva de maduración de las condiciones para un nuevo auge revolucionario.

Segunda cuestión: la lucha contra la socialdemocracia. En las tesis de Bujarin se decía que la lucha contra la socialdemocracia es una de las tareas fundamentales de las secciones de la Komintern, lo cual es exacto, naturalmente. Pero eso no basta. Para combatir con éxito a la socialdemocracia es necesario hacer hincapié en la lucha contra la llamada ala «izquierda» de la socialdemocracia, contra esa ala «izquierda» que, jugando con frases «izquierdistas» y engañando así hábilmente a los obreros, actúa de freno para que las masas obreras no abandonen la socialdemocracia. Es evidente que, sin derrotar a los socialdemócratas de «izquierda», es imposible vencer a la socialdemocracia en general. Pues bien, las tesis de Bujarin daban de lado en absoluto el problema de la socialdemocracia de «izquierda»; eso, claro está, constituía una gran deficiencia, en vista de lo cual la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética hubo de presentar a las tesis de Bujarin la correspondiente enmienda, aceptada luego por el Congreso.

Tercera cuestión: el espíritu conciliador dentro de las secciones de la Komintern. En las tesis de Bujarin se hablaba de la necesidad de combatir la desviación de derecha, pero no se decía una palabra de luchar contra las tendencias de conciliación con ella. Eso, naturalmente, era una gran deficiencia. El caso es que, cuando se declara la guerra a la desviación de derecha, sus adeptos se disfrazan generalmente de conciliadores y colocan al partido en una situación difícil. Para salir al paso a esta maniobra de los desviacionistas de derecha, es necesario plantear la lucha resuelta contra el espíritu conciliador. Por eso, la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética consideró necesario presentar a las tesis de Bujarin la correspondiente enmienda, aceptada luego por el Congreso.

Cuarta cuestión: la disciplina de partido. En las tesis de Bujarin no se hablaba para nada de la necesidad de mantener una disciplina férrea dentro de los partidos comunistas. Eso era también un defecto bastante apreciable. ¿Por qué? Porque en el período de reforzamiento de la lucha contra la desviación de derecha, en el período en que se aplica la consigna de depurar de elementos oportunistas a los partidos comunistas, los desviacionistas de derecha se organizan generalmente en fracciones y establecen su propia disciplina fraccional, quebrantando e infringiendo la disciplina de partido. Para mantener el partido a salvo de estos manejos fraccionales de los desviacionistas de derecha, es necesario exigir una disciplina férrea dentro del partido, a la cual los miembros del partido se deben someter incondicionalmente. De otro modo, no hay ni que pensar en una lucha seria contra la desviación derechista. Por eso, la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética presentó a las tesis de Bujarin la correspondiente enmienda, aceptada luego por el VIº Congreso de la Komintern de 1928.

¿Podíamos nosotros dejar de presentar estas enmiendas a las tesis de Bujarin? Es evidente que no. Los antiguos decían refiriéndose a Platón: «Somos amigos de Platón, pero somos aun más amigos de la verdad». Lo mismo podemos decir nosotros de Bujarin: somos amigos de Bujarin, pero somos aun más amigos de la verdad, del partido, de la Komintern. Por eso, la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética se vio obligada a presentar estas enmiendas a las tesis de Bujarin.

Tal fue, por decirlo así, la primera etapa de nuestras discrepancias en las cuestiones referentes a la Komintern.

La segunda etapa de nuestras discrepancias está relacionada con lo que se conoce con el nombre de caso Wittorf y Thälmann. Wittorf, entonces secretario de la organización de Hamburgo, fue acusado de malversación de fondos del partido y expulsado por esta causa. Los conciliadores del Comité Central del Partido Comunista de Alemania, aprovechándose de las estrechas relaciones existentes entre Wittorf y el camarada Thälmann, aunque éste nada tenía que ver con el delito de Wittorf, convirtieron el asunto Wittorf en asunto Thälmann y emprendieron el asalto a la dirección del Partido Comunista Alemán. Leeríais en la prensa, claro está, que los conciliadores Ewert y Gerhart consiguieron ganarse por algún tiempo la mayoría del Comité Central del Partido Comunista de Alemania contra el camarada Thälmann. ¿Y qué pasó? Que apartaron a Thälmann de la dirección y le acusaron de concusión, procediendo a publicar la resolución «correspondiente» sin que el Comité Ejecutivo de la Komintern la hubiese conocido ni sancionado.

De este modo, en vez de cumplir la indicación del VIº Congreso de la Komintern de 1928 acerca de la lucha contra el espíritu conciliador, en vez de luchar contra la desviación derechista y el espíritu conciliador, lo que, en realidad, se hacía era infringir de la manera más burda esa indicación y luchar contra la dirección revolucionaria del Partido Comunista Alemán, contra el camarada Thälmann, para encubrir la desviación derechista y afianzar las tendencias conciliadoras en las filas de los comunistas alemanes.

Pues bien, en vez de dar marcha atrás y corregir la situación, en vez de poner en vigor la indicación del VIº Congreso de la Komintern de 1928, que había sido infringida, llamando al orden a los conciliadores, Bujarin propuso en su conocida carta que se sancionase el golpe de los conciliadores, que se les entregara el Partido Comunista de Alemania y que el camarada Thälmann fuera nuevamente difamado en la prensa, publicándose otra declaración de su culpabilidad. ¡Y un hombre así se llama «dirigente» de la Komintern! ¡Vaya un «dirigente»!

El Comité Central examinó la propuesta de Bujarin y la rechazó. A Bujarin esto no le hizo gracia, claro es. Pero ¿quién tenía la culpa? Los acuerdos del VIº Congreso de la Komintern de 1928 no se tomaron para vulnerarlos, sino para cumplirlos. Y si el VIº Congreso de la Komintern de 1928 resolvió declarar la guerra a la desviación de derecha y a las tendencias de conciliación con ella, manteniendo en la dirección del Partido Comunista de Alemania su núcleo fundamental, con el camarada Thälmann a la cabeza, y a los conciliadores Ewert y Gerhart se les ocurrió echar por tierra este acuerdo, el deber de Bujarin era llamar al orden a los conciliadores y no dejar en sus manos la dirección del Partido Comunista de Alemania. La culpa la tenía Bujarin, que se «olvidó» de los acuerdos del VIº Congreso de la Komintern de 1928.

La tercera etapa de nuestras discrepancias está relacionada con la lucha contra los derechistas dentro del Partido Comunista de Alemania, con el aplastamiento de la fracción Brandler y Thalheimer y la expulsión del Partido Comunista Alemán de los líderes de esta fracción. La «actitud» de Bujarin y sus amigos ante este problema cardinal consistía en permanecer constantemente al margen cuando se trataba de darle solución. Se decidía, en el fondo, la suerte del Partido Comunista de Alemania. Pero Bujarin y sus amigos, que lo sabían, pasaban el tiempo frenando el asunto y brillaban sistemáticamente por su ausencia en las reuniones de los organismos correspondientes. ¿Para qué? Tal vez para presentarse «limpios» tanto ante la Komintern como ante la derecha del Partido Comunista Alemán. Para poder decir más tardes «No hemos sido nosotros, los bujarinistas, sino ellos, la mayoría del Comité Central, los que han impuesto la expulsión de Brandler y Thalheimer del Partido Comunista». ¡Y a esto se llama luchar contra el peligro de derecha!

Finalmente, la cuarta etapa de nuestras discrepancias. Está relacionada con la reclamación que Bujarin formuló en vísperas del Pleno de noviembre del Comité Central [3], de retirar de Alemania a Neumann y de que se llamase al orden al camarada Thälmann, quien en un discurso había criticado, al parecer, el informe de Bujarin en el VIº Congreso de la Komintern de 1928. No podíamos aceptar, naturalmente, la reclamación de Bujarin, al no tener en nuestro poder documento alguno que la justificase. Bujarin se comprometió a presentar documentos contra Neumann y Thälmann, pero no presentó ninguno. En vez de documentos, lo que hizo fue enviar a los miembros de la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética el conocido discurso de Humbert-Droz ante el Secretariado Político del Comité Ejecutivo de la Komintern, el mismo discurso que el Presídium del Comité Ejecutivo de la Komintern calificó más tarde de oportunista. Al enviar este discurso a los miembros de la delegación del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética y recomendarlo como material contra Thälmann, Bujarin pretendía demostrar que le asistía la razón cuando pedía que se retirase de Alemania a Neumann y se llamase al orden al camarada Thälmann. Pero lo que en realidad demostró de esa manera fue su solidaridad con Humbert-Droz, cuya posición había calificado de oportunista el Comité Ejecutivo de la Komintern.

He ahí, camaradas, los principales puntos de nuestras discrepancias, en cuanto a la Komintern.

Bujarin piensa que, al luchar contra la desviación derechista y las tendencias de conciliación con ella dentro de las secciones de la Komintern, al depurar de elementos y tradiciones socialdemócratas el partido Comunista Alemán y el Partido Comunista Checoslovaco, al expulsar de los Partidos Comunistas a los Brandler y a los Thalheimer, lo que hacemos es «descomponer» y «hundir» la Komintern. Nosotros pensamos lo contrario: al practicar esta política y al insistir en la lucha contra la desviación de derecha y las tendencias de conciliación con ella, lo que hacemos es fortalecer la Komintern, depurarla de oportunistas, bolchevizar sus secciones y ayudar a los partidos comunistas a preparar a la clase obrera para los combates revolucionarios que se avecinan, pues el partido se fortalece cuando se limpia de la podredumbre.

Como veis, no son simples cuestiones de matiz en el seno del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, sino discrepancias bastante hondas, que afectan a cuestiones cardinales de la política de la Komintern.

Anotaciones de la edición

[2] El VIº Congreso de la Komintern se celebró en Moscú del 17 de julio al 1 de septiembre de 1928. El Congreso discutió el informe sobre la actividad del Comité Ejecutivo de la Komintern, los informes del Comité Ejecutivo de la Internacional Juvenil Comunista y de la Comisión Internacional de Control, las medidas de lucha contra el peligro de guerras imperialistas, el programa de la Komintern, el problema del movimiento revolucionario en las colonias y semicolonias, la situación económica en la Unión Soviética y la situación en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética y aprobó los Estatutos de la Komintern. El Congreso señaló en sus acuerdos el aumento de las contradicciones internas del capitalismo, las cuales llevaban inevitablemente al quebranto de la estabilización capitalista y a una gran agudización de la crisis general del capitalismo. El Congreso determinó las tareas de la Komintern dimanantes de las nuevas condiciones de la lucha de la clase obrera, movilizó a los Partidos Comunistas para el reforzamiento de la lucha contrala desviación de derecha, como peligro principal, y contra las tendencias de conciliación con ella. El Congreso señaló los éxitos de la edificación socialista en la Unión Soviética, así como su importancia para el fortalecimiento de las posiciones revolucionarias del proletariado internacional, y llamó a los trabajadores de todo el mundo a defender la Unión Soviética. Stalin tomó parte en la dirección de las labores del Congreso, fue elegido miembro de su presidencia y para la Comisión del programa y la Comisión política encargada de redactar las tesis sobre la situación internacional y las tareas de la Komintern.

[3] Se trata del Pleno del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, en el que participaron los miembros de la Comisión Central de Control y de la Comisión Revisora Central, celebrado del 16 al 24 de noviembre de 1928. (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili‬, ‎Stalin‬; Sobre la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1929)

El sistema de «autogestión» en la economía; Enver Hoxha, 1978

La esencia de la «autogestión socialista» en la economía es la idea de que supuestamente el socialismo no se puede construir mediante la concentración de los medios de producción en manos del Estado socialista, siendo la propiedad estatal la institución más elevada de la propiedad socialista, sino por el contrario, mediante la fragmentación de la propiedad estatal socialista en propiedad de determinados grupos de trabajadores, que supuestamente lo administran ellos mismos directamente. Pero la teoría marxista es claro acerca de esto, ya en 1848, Marx y Engels subrayaron:

«El proletariado se valdrá del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas». (Karl Marx y Friedrich Engels; Manifiesto comunista, 1848)

Lenin insistió en la misma cuestión cuando él combatió severamente las opiniones anarcosindicalistas del grupo hostil al Partido Bolchevique, dicho grupo fue conocido como la «oposición obrera» que exigían la entrega de las fábricas a los trabajadores y la gestión y organización de la producción no por el Estado socialista, sino por un llamado «congreso de los productores» como representante de los grupos de los trabajadores individuales. [En el Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia celebrado en marzo de 1921 se condenaron los puntos de vista de la llamada «oposición obrera» y de otros grupos fraccionalistas y se ordenó la inmediata disolución de estos grupos – Anotación de E. H.]

Lenin describió la representación de estos puntos de vista anarco-sindicalistas como:

«Una completa ruptura con el marxismo y el comunismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe en el Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, 1921)

Pero dicha lucha no es puntual, señaló mucho antes que:

«Toda legislación, ya sea directa o indirecta, sea de la posesión de su propia producción por los obreros de una fábrica o de una profesión tomada en particular, con derecho a moderar o impedir las órdenes del poder del Estado en general, es una burda distorsión de los principios fundamentales del poder soviético y la renuncia completa del socialismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La naturaleza democrática y socialista y del Poder Soviético, 1917)

Y a pesar de todos estos precedentes en la historia marxista, en junio de 1950, Tito presentó la ley de «autogestión» a la Asamblea Popular de los Pueblos de las Repúblicas Federales de Yugoslavia, allí desarrolló sus puntos de vista revisionistas sobre la propiedad bajo el «socialismo», dijo entre otras cosas:

«De ahora en adelante la propiedad estatal de los medios de producción, las fábricas, las minas, los ferrocarriles, pasaran gradualmente a la forma superior de propiedad socialista; la propiedad de Estado es la forma inferior de propiedad social y no la superior. Entre los actos más característicos de un país socialista es el traslado de las fábricas y otras empresas económicas de las manos del Estado a manos de la trabajadores, para que puedan manejarlos, porque de esta manera el lema de la acción de la clase obrera –¡las fábricas a los obreros!– se llevará a cabo». (Josip Broz, Tito; Las fábricas a los obreros, 1950)

Estas afirmaciones de Tito son calcadas como dos gotas de agua a los reaccionarios puntos de vista anarcosindicalistas de la «oposición obrera» que Lenin expuso en su tiempo, pero también son similares a los puntos de vista de Proudhon, quien escribió en su trabajo «La teoría de la propiedad» que:

«El producto espontáneo de una unidad colectiva puede ser considerado como el triunfo de la libertad, y como la mayor fuerza revolucionaria que existe puede oponerse al Estado». (Pierre-Joseph Proudhon; Teoría de la propiedad, 1864)

O si no veamos también lo que expresa uno de los líderes de la II Internacional, Otto Bauer:

«¿Quién entonces, encabezará la industria socializada en el futuro? ¿El gobierno? ¡No! Si el gobierno ejecutara todas las ramas de la industria sin excepción, se convertiría en algo demasiado poderoso sobre el pueblo y el órgano representativo nacional. Este aumento del poder del gobierno sería peligroso para la democracia». (Otto Bauer; El camino al socialismo, 1919)

En unidad con vistas a Tito y a todos estos antimarxistas, Edvard Kardelj también subraya lo mismo en su libro en cuestión:

«Nuestra sociedad está obligada a actuar de esta manera, ya que se ha se decidido por el autogobierno, y también el autogobierno en la propiedad social está en contra de la perpetuación de las formas de propiedad estatales de las relaciones socialistas de producción». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Esto significa que el sistema de la propiedad privada se ha establecido en Yugoslavia, y que la propiedad estatal socialista, la propiedad de todo el pueblo, ya no existe.

Al contrario totalmente pasa en nuestro país, donde esta propiedad común socialista es manejada por el Estado de la dictadura del proletariado con la participación de la clase obrera y las masas de personas trabajadoras en las formas directas centralizadas que son planificadas desde abajo y orientadas desde arriba.

El curso de la descentralización de los medios de producción, y siempre de acuerdo claro con las ideas anarco-sindicalistas de unos trabajadores «autogestionados»; es en esencia una forma inteligente para preservar y consolidar la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción aunque en una forma disfrazada de «propiedad autogestionada por grupos de trabajadores». De hecho, todos los términos confusos y oscuros inventados por el «teórico» Kardelj registrado en su libro como: «organizaciones fundamentales del trabajo solidario», «organización compleja del trabajo solidario», «consejos de trabajadores de las organizaciones fundamentales», «complejos unidos trabajo», «comunidad de autogestión de intereses», y similares términos que incluso han sido institucionalizados en la legislación del Estado capitalista yugoslavo, no son más que una brillante fachada detrás de la cual se niega a la clase obrera de su derecho a la propiedad a través de los medios de producción, por lo tanto es una forma de ocultar la explotación salvaje de la burguesía.

Este tipo de propiedad privada existe en Yugoslavia no sólo en una forma disfrazada, sino también en su forma abierta tanto en la ciudad como en el campo. Esto también, es admitido incluso por Edvard Kardelj en su libro cuando dice:

«En nuestra sociedad, una importancia particular es concedida a derechos como el derecho a la propiedad personal, o la misma en ciertos límites a la propiedad privada». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Nuestro amigo Kardelj trata en vano de minimizar el efecto negativo de la aceptación abierta del derecho a la propiedad privada podría tener incluso en la forma de producción a pequeña escala, que, como dice Lenin «da a luz el capitalismo cada día y a cada hora». Los revisionistas yugoslavos han promulgado leyes especiales para favorecer la economía privada, las leyes que reconocen el derecho de los ciudadanos a «fundar empresas» y «contratar mano de obra». La última Constitución yugoslava declara explícitamente:

«Los propietarios privados tienen la misma posición socio-económica, los mismos derechos y obligaciones que las personas que trabajan en las otras organizaciones socio-económicas». (Constitución yugoslava de 1974)

La pequeña propiedad privada domina plenamente en la agricultura yugoslava, donde ocupa el 90 % de la superficie de las tierras cultivables, 9 millones de hectáreas pertenecen al sector privado, y 1,15 millón de hectáreas, es decir el 10 % de la superficie total de las tierras de cultivo salen del sector capitalista monopolista. Más de 5 millones de campesinos en Yugoslavia se dedican a cultivar tierras de propiedad privada. El campo yugoslavo nunca se ha embarcado en el camino de una verdadera transformación socialista. Kardelj no tiene una palabra con respecto a esta situación en su libro y le evita tener que tratar con el problema de cómo su sistema de «autogestión» se extiende a la agricultura. Sin embargo, si se pretende que el socialismo se construya a través de este sistema, entonces ¿cómo es posible que dicho sistema y la influencia directa de sus dirigentes hubieran olvidado de «construir el socialismo» en la agricultura que representa casi la mitad de la economía? La teoría marxista-leninista nos enseña que el socialismo se edifica tanto en la ciudad como en el campo, pero no teniendo como base la propiedad del capitalismo de Estado, la propiedad supuestamente administrada por los grupos de obreros, o la propiedad abiertamente privada, sino solamente teniendo como base la propiedad social socialista de los medios de producción.

Pero este principio fundamental no se aplica a Yugoslavia, donde está permitida la propiedad privada de 10 a 25 hectáreas. Véase la obra de V. Vasic: «La Política Económica de Yugoslavia», 1970.

La ley yugoslava permite la compra-venta, el alquiler y la hipoteca de la tierra, así como la venta y la compra de las máquinas agrícolas, no eliminado el trabajo asalariado en la agricultura y creando una nueva clase burguesa del campo más sólida aún. Con estas técnicas de «construcción del socialismo» a los kulaks se les dio posibilidad de extender las superficies de sus tierras, de multiplicar los medios de trabajo, el número tractores etc. [En 1980 los kulaks poseían 93,5 porcentual del total de los tractores – Anotación de E. H.]

Todas estas medidas que fueron previamente denunciadas con razón por la Kominform en 1948, cayeron sobre espalda de los campesinos pobres, y en consecuencia se aumentó e intensificó la explotación capitalista.

Las relaciones capitalistas de producción están tan profundamente arraigadas en la economía yugoslava que incluso los capitalistas de las empresas extranjeras tienen ahora un campo libre de acción en la realización de inversiones y, de común acuerdo con la burguesía local, de explotar la clase obrera y otras masas trabajadoras yugoslavas. El sistema yugoslavo de «autogobierno» con razón puede ser descrito como un Estado de cooperación del capitalismo yugoslavo con el capitalismo estadounidense y los otros capitalistas. Sus socios son asociados en la apropiación de las riquezas de Yugoslavia en todos los dominios, las fábricas, las comunicaciones, los hoteles, los edificios de vivienda y hasta en el espíritu cultural de la gente.

Si la economía yugoslava ha dado algunos pasos hacia adelante en su desarrollo no es de ninguna manera por el sistema de «autogestión» como los revisionistas titoistas tratan de reclamar para sí mismos. En Yugoslavia, el mundo capitalista se derramo en forma de inversiones, en forma de créditos y en forma de las «ayudas» de ingentes cantidades de capitales, que constituyen una parte considerable de la base material de este sistema capitalista-revisionista. El endeudamiento de Yugoslavia sobrepasa los 11 mil millones de dólares, entre los que están más de 7 mil millones de deuda hacia los Estados Unidos.

No es sin intenciones determinadas que la burguesía internacional apoya el sistema de «autogestión socialista» yugoslavo sobre tal base material y financiera. Las muletas del capital occidental ayudaron a este sistema que se mantuviera de pie como un modelo de la preservación de la orden capitalista bajo etiquetas pseudosocialistas.

Con sus inversiones, los capitalistas extranjeros han construido numerosos proyectos industriales en Yugoslavia de los que resultan productos que van desde la más alta a la más baja calidad. La mayoría de los mejores productos son, por supuesto, los que se venden en el extranjero y sólo una fracción de ellos se comercializan en el país. Aunque una sobreproducción fuerte y capitalista actúe con rigor en el extranjero y sean todos los mercados acaparados allí por los mismos capitalistas que hicieron inversiones en Yugoslavia, éstos venden los productos yugoslavos de calidad sobre sus mercados con provechos enormes, dado que la mano de obra en Yugoslavia es barata, y los productos acaban bajo un coste inferior, esto en comparación con los países capitalistas donde los sindicatos, más o menos, hacen demandas sobre el capital en nombre de los trabajadores. Los mejores productos que sacan las fábricas yugoslavas son quitados por las empresas multinacionales que obran también en el país. Pero, además de los beneficios que tiran de esta práctica, los inversores extranjeros trasiegan otros provechos que particularmente tornan en favor del interés de los capitales que invirtieron en Yugoslavia, a menudo estos beneficios por ejemplo son tomados en forma de materias primas o elaboradas.

En su libro, el demagogo Kardelj tiene mucho que decir sobre el sistema de «autogestión», pero mantiene silencio total sobre la presencia y el papel importante del capital extranjero para mantener el famoso sistema de la «autogestión» en pie:

«En los países burgueses el poder real se basa y manifiesta en primer lugar en las relaciones del poder ejecutivo estatal con los cárteles políticos fuera del parlamento, donde de forma paralela crece del poder de la fuerza extraparlamentaria y las prerrogativas a dicha fuerza. No es un fenómeno nuevo, propio de las relaciones sociales contemporáneas en los países capitalistas altamente desarrollados la creación de la comunidad internacional o mundial dotada de una gran fuerza extraparlamentaria». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

De esta manera Kardelj busca demostrar que el modelo yugoslavo de «autogestión» supuestamente escapó a esa situación. Pero, como hemos explicado hace un momento, la realidad presenta un cuadro bastante diferente: la Yugoslavia de la «autogestión» se basa en una administración capitalista yugoslava y extranjera conjunta. Los capitalistas extranjeros, es decir las sociedades, los trusts y otros inversores tienen en Yugoslavia, el mismo poder de decisión que el poder yugoslavo mismo sobre la política y el desarrollo general del país.

Las denominadas empresas autogestionadas, ya sean grandes o pequeñas, son de hecho obligadas a tener en cuenta al inversor extranjero. Este inversor tiene sus propios derechos, los cuales se han impuesto en el Estado yugoslavo, tiene sus propios representantes directos en estas empresas mixtas y tiene sus propios representantes o su influencia en la Federación. De hecho, directa o indirectamente, el inversor impone su voluntad a la Federación, la empresa mixta o la empresa. Esto es con precisión lo que los defensores de la «autogestión» procuran ocultar. Kardelj necesita este camuflaje y que no se levante su maquillaje, necesita este passe-passe –truco de prestidigitador– como dicen los franceses, con el fin de «probar» el absurdo de que la «autogestión» yugoslava es el verdadero socialismo.

Pero lo que él se esfuerza por negar en su libro se confirma cada día por muchos hechos revelados por la prensa occidental, en realidad esto lo podemos demostrar incluso por la agencia de noticias yugoslava TANJUG, que anunció, durante el último 16 de agosto la publicación de un nuevo reglamento de la Asamblea ejecutiva federativa relativo a las inversiones extranjeras en Yugoslavia. En virtud de esta normativa los derechos de los inversionistas extranjeros capitalistas en Yugoslavia se amplían aún más:

«Bajo esta ley los socios extranjeros, sobre la base de los acuerdos celebrados entre ellos y las organizaciones del trabajo socializado de este país, pueden realizar inversiones en forma de divisas, en forma de equipos, en forma de productos semielaborados y en forma de tecnología. Los inversores extranjeros tienen los mismos derechos que las organizaciones del trabajo socializado por el país, que invierten sus medios en una organización de trabajo asociado». (Agencia de noticias TANJUG, 16 de agosto de 1978)

Más adelante la agencia de noticias TANJUG subraya:

«En este conjunto de normas es de mayor interés –por los extranjeros– porque garantiza la actividad económica común a largo plazo. Además de esto, ahora prácticamente no hay ningún campo en el que los extranjeros no puedan invertir sus recursos, con la excepción del seguro social, el comercio interno y las actividades sociales». (Agencia de noticias TANJUG, 16 de agosto de 1978)

El país no podría ser vendido al capital extranjero de manera más completa que ésta. Y ante esta realidad puramente capitalista, el «comunista» Kardelj todavía tiene el descaro de afirmar que:

«Nuestra sociedad ha cobrado mucha fuerza en su contenido socio-económico y la estructura de las relaciones socialistas y autogestionadas de la producción que hacen posible y aseguran que nuestra sociedad se vaya a desarrollar cada vez más de una manera libre, independiente y autónoma». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

En el libro de Kardelj se considera principalmente a la persona como un elemento principal de la sociedad, el elemento que produce, el elemento que tiene el derecho de organizar y distribuir la producción. Según él, este elemento socializa el trabajo en una empresa y ejerce su liderazgo al llamado consejo de trabajadores «que son elegidos» por los trabajadores y que supuestamente de acuerdo con los funcionarios gestores designados, ajustan la suerte de la empresa, del trabajo, las rentas, etc.

En la forma típica de las empresas capitalistas donde es el capitalista el que gobierna rodeado por un gran número de funcionarios y técnicos que conocen la situación de la producción y organizan su distribución. Naturalmente, la mayor parte de los beneficios va al capitalista que es propietario de la empresa capitalista, es decir, se apropia de la plusvalía. Bajo el modelo yugoslavo de la «autogestión» una gran parte de la plusvalía es apropiada por los funcionarios, los directores de las empresas y el personal de ingeniería técnica, mientras que la Federación o cada república se apropian de la «mejor parte» para financiar los tratamientos copiosos de todos los funcionarios del aparato central, sea de la Federación, sea de la república. Para mantener en pie la dictadura titoista: el ejército, el ministerio del Interior y la Seguridad del Estado, el Ministerio de Asuntos Exteriores y otros que dependen de la Federación y que se hinchan y se extienden sin cesar, necesita disponer de estos fondos. En este Estado federativo se desarrolló una numerosa burocracia de funcionarios y de dirigentes improductivos que reciben salarios muy elevados frutos del sudor y de la sangre de los obreros y los campesinos. Además, una gran parte de las rentas es acaparada por los capitalistas extranjeros que invirtieron en estas empresas, que tienen sus representantes en los «consejos de administración» o en los «consejos obreros», es decir que participan en la dirección de las empresas. Así que en este sistema de «socialismo autogestionado» los obreros se encuentran constantemente en una situación de explotación total.

El engranaje de los «consejos de trabajadores» y «comités de autogestión» con sus comisiones han sido ideado por los revisionistas de Belgrado simplemente para crear la ilusión entre los trabajadores que «siendo elegidos», participando en estos organismos y discutiendo allí, ellos mismos decidirían los asuntos de la empresa de «su» propiedad. Según Kardelj:

«Los obreros en la organización fundamental del trabajo asociado administran el trabajo y la actividad de la organización del trabajo asociado y los medios de la reproducción social, deciden todas las formas de asociación y de enlace de su trabajo y de sus medios, así como de todas las rentas que se aseguran por su trabajo asociado, se reparten las rentas para su consumo personal, para los consumos comunes y generales, conforme a los principios y conforme a los criterios definidos sobre bases autogestoras». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Todo esto son solo pamplinas, porque en esta Yugoslavia dónde florece la democracia burguesa, no hay libertad verdadera, ni pensamiento ni acción para los trabajadores. La libertad de acción en las empresas «autogestoras» es infame. El obrero en Yugoslavia no dirige y no goza de los derechos que proclama con tanta insistencia el «ideólogo Kardelj». Tito mismo, en el discurso que pronunció recientemente delante de los dirigentes principales de Eslovenia, intentó mostrarse como un hombre realista y en lucha contra las injusticias de su régimen, dijo que en la «autogestión» los que trabajan mal no paran de aumentar sus ingresos a cargo de los que trabajan bien, mientras que los dirigentes de las fábricas, que son responsables de pérdidas, pueden escapar de su responsabilidad y asumir funciones de dirección en otras fábricas, sin temer ser criticados por quienquiera que sea por las faltas que cometieron.

Aunque, «teóricamente», Edvard Kardelj liquidó la burocracia y la tecnocracia, sólo eliminó el papel de una clase tecnocrática dominante «en teoría», pero en realidad, en la práctica, esta clase fue creada rápidamente y se descubrió un amplio campo de actividad en este supuesto sistema democrático en el que el papel del trabajador es «decisivo». De hecho, lo que es determinante es el papel de esa capa de funcionarios y de nuevos burgueses que dominan en las empresas «autogestoras». Es a ellos a quienes levantan el plan, los que fijaran la importancia de las inversiones y los ingresos de todos, los de los obreros y el suyo propio por supuesto, aquí tendrán mucho cuidado en la parte que toca a sus propios ingresos. Las leyes y normas se establecieron con el fin de mantener los beneficios de la dirección lo más alto posible y el salario de los trabajadores claramente bajos.

En Yugoslavia, esta capa reducida de personas de las que Tito nombra de pasada, que es engordada por el sudor de los obreros, toma las decisiones en contra de sus intereses, se convirtió en la nueva clase capitalista. Así es como se ha creado el monopolio político en la toma de decisiones y el reparto de los ingresos por la élite en las empresas de «autogestión», pero mientras tanto Kardelj continúa y continuará insistiendo en la misma melodía de siempre: que el sistema político inventado por los titoistas contribuye a la creación de condiciones para la realización genuina de los trabajadores, para la «autogestión» y los «derechos democráticos» que el sistema reconoce en principio.

La formación de la nueva clase capitalista fue alentada precisamente por el sistema de «autogestión». Tito ha admitido amargamente este hecho, e hizo supuestamente una «crítica severa» de los explotadores de los trabajadores, aludiendo a todos los que dirigen este sistema de «autogestión socialista» para su propio beneficio. En muchos discursos, no importa lo mucho que tratara de ocultar los males de su sistema pseudosocialista, porque tuvo que admitir la existencia de la gran crisis de este propio sistema y la polarización de la sociedad yugoslava en ricos y pobres:

«No considero que los beneficios de uno hagan un enriquecimiento, incluso cuando él ha sido capaz de construir una casita de campo de vacaciones con sus ganancias. Pero cuando se trata de un asunto de cientos de millones o incluso miles de millones, entonces esto es un robo, esta no es la riqueza adquirida por propio sudor, esta riqueza se crea a través de especulaciones de diversa índole dentro y fuera del país. Ahora tenemos que echar un vistazo de cerca a los que están construyendo viviendas en Zagreb, una en Belgrado y otra en la playa o en algún otro lugar. Y estos no son simples casas villas vacaciones, sino que se pueden alquilar perfectamente. Además de esto algunos no tienen uno, sino dos y hasta tres coches por familia». (Entrevista a Tito con un editor del diario «Vjesnik», octubre de 1972).

En otra ocasión, con el fin de demostrar que no está en contra de la estratificación de la sociedad en ricos y pobres, Tito también ha mencionado que algunos individuos ricos han depositado alrededor de 4,5 millones de dólares en los bancos yugoslavos sin tener en cuenta lo mucho que han depositado en bancos extranjeros y la cantidad que llevan en sus bolsillos.

Al escribir sobre el sistema fabricado por los revisionistas titoistas, Kardelj se ve obligado a mencionar brevemente la necesidad de la lucha:

«Contra las diversas formas de distorsiones e intentos de usurpar los derechos de autogobierno de los trabajadores y ciudadanos». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Pero una vez más busca la manera de salir de estos «abusos» en el sistema de «autogobierno» mediante:

«La ampliación del dispositivo respectivo del control social democrático». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Aquí surge la pregunta: ¿en qué clase se refiere cuando habla de la «usurpación del derecho de los trabajadores a la autonomía»? Por supuesto, aunque él no lo dice, aquí se está refiriendo a la vieja clase burguesa y a la nueva que ha usurpado el poder de la clase obrera y se está montando en su lomo para explotarlo.

Kardelj trata en vano de presentar a los «consejos obreros» como «los organismos fundamentales del trabajo solidario» como la expresión más auténtica de la «democracia» y la «libertad» para el hombre en todos los ámbitos sociales. Los «consejos de trabajadores», no son sino órganos del todo formales, defensores y ejecutores no de los intereses de los trabajadores sino de la voluntad de los directivos de las empresas porque, al ser material, política e ideológicamente corruptos, estos consejos se han convertido en parte de la «aristocracia obrera», de una «burocracia obrera» que actúan como agencias de la burguesía para engañar y crear falsas ilusiones de poder entre la clase obrera.

En los consejos yugoslavos en realidad no hay una verdadera democracia para las masas allí. Y no puede ser de otra manera. Lenin hizo hincapié en que:

«La democracia en la producción es un término que puede dar lugar a malas interpretaciones. Puede ser entendido como una negación de la dictadura del proletariado y la dirección unipersonal. Puede ser interpretado en el sentido de aplazar la democracia corriente o de eludirla. Ambas interpretaciones son perjudiciales». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Una vez más sobre los sindicatos en el momento actual, y los errores de los camaradas Trotski y Bujarin, 1921)

No puede haber una democracia socialista de la clase obrera sin su Estado de dictadura del proletariado. El marxismo-leninismo nos enseña que la negación del Estado de la dictadura del proletariado es una negación de la democracia para las masas del pueblo trabajador.

La negación del Estado de la dictadura del proletariado y la propiedad social socialista sobre los medios, la cual es fuente de inspiración para los revisionistas yugoslavos, los ha llevado a una gestión descentralizada de la economía sin un plan estatal unificado. El desarrollo de la economía nacional sobre la base de un plan estatal unificado y su gestión por parte del Estado socialista sobre la base del principio del centralismo democrático es una de las leyes universales y principios fundamentales de la construcción del socialismo en todos los países. De lo contrario se construye el capitalismo, como en Yugoslavia.

Kardelj afirma que los trabajadores en sus organizaciones de «autogestión» tienen el derecho:

«Para regir el trabajo y la actividad de la organización del trabajo solidario». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Es decir, de las empresas, por lo tanto, también pueden parecer planificar la producción. Pero, ¿qué es de todo esto verdad? En estas organizaciones el trabajador ni corre ni construye un plan básico. La nueva burguesía es la que hace estas cosas, los dirigentes de la empresa, mientras a los trabajadores se les da la impresión de que los «consejos de trabajadores» son los que supuestamente hacen la ley en esta «autogestión» organizada. Este espejismo sucede de igual forma en los países capitalistas, donde el poder de la empresa privada está en manos del capitalista que tiene su propia tecnocracia, sus tecnócratas que dirigen la empresa, mientras que en algunos países hay también representantes de los trabajadores con una insignificante función, sólo lo suficiente para crear la ilusión entre los trabajadores que ellos también, presuntamente participan en la gestión de los asuntos de la empresa, pero esto es una mentira.

La llamada planificación que se realiza en las «autogestionadas» empresas yugoslavas no puede ser llamada socialista, ya que por el contrario, se lleva a cabo de acuerdo con el ejemplo de todas las empresas capitalistas, lo que conduce a las mismas consecuencias que existen en cada economía capitalista; como la anarquía de la producción, la espontaneidad y otras series de contradicciones que se manifiestan en la forma más abierta y salvaje en la economía de mercado yugoslava.

Veamos un breve ejemplo de porqué decimos que toman como ejemplo el desenvolvimiento de las típicas empresas capitalistas:

«El libre intercambio de mano de obra a través de la producción de mercancías y el libre y autogobernado mercado en el nivel actual del desarrollo socioeconómico es una condición clave para la autonomía. Este mercado es libre en el sentido que las organizaciones autogestoras del trabajo asociado se integran libremente y con la menor intervención administrativa posible, así, podrán establecer relaciones de libre intercambio de mano de obra. La suspensión de dicha libertad está obligada a llevar a la regeneración del monopolio de la propiedad estatal del aparato del Estado». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

No podría haber una negación más flagrante de las enseñanzas de Lenin, quien escribió durante la Nueva Política Económica –NEP–:

«Debemos apoyar, nos conviene apoyar el mercado «correcto» que no elude el control estatal. Pero la especulación no puede distinguirse del comercio «correcto» si se la toma como un concepto de la economía política. La libertad de comercio es capitalismo, y el capitalismo es especulación; sería ridículo no quererlo ver». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el impuesto en especie, 1923)

Partiendo de la economía política del socialismo científico, se sabe que en el socialismo, el comercio, al igual que todos los demás procesos de reproducción social, es un proceso que se planifica y dirige de manera centralizada, basándose siempre en la propiedad social socialista de los medios de producción formando un elemento constitutivo de las relaciones socialistas de producción. Sin embargo, estas enseñanzas son totalmente ajenas al revisionista Kardelj, y esto se traduce en la negación del papel económico del Estado socialista y la propiedad socialista. El mercado nacional yugoslavo es un típico mercado descentralizado capitalista donde son libremente los medios de producción vendidos y comprados por cualquier persona, lo cual es contrario a las leyes del socialismo. Por estas razones la agencia TANJUG se ve obligado a admitir que los empresarios, los intermediarios y los especuladores dominan todo el comercio yugoslavo. Sobre el mercado reinan el caos, la espontaneidad, las fluctuaciones catastróficas de los precios, etc. Según los datos del Instituto federativo yugoslavo de las estadísticas, los precios de 45 principales productos y servicios sociales en Yugoslavia subieron, del 1972 al 1977, un 149,7%.

En lo que se refiere a las ventas de los productos en el interior del país, el poder adquisitivo es muy débil en Yugoslavia a causa de los bajos salarios de los trabajadores y también porque, en el balance final de las empresas no queda mucho para ser distribuido entre los trabajadores. La empresa quiere vender sus productos en cualquier lugar que puede y de manera independiente, ya que los líderes principales, es decir, los jefes, la nueva burguesía, quieren crear ganancias. Pero, ¿dónde se van a crean los beneficios que ellos quieren, cuando el comprador es pobre? Por lo tanto tienen que idear nuevas formas, una de ellas es la venta a crédito. La venta de mercancías a créditos en las empresas de «autogestión» es la otra cadena que rodea los cuellos de los trabajadores yugoslavos, al igual que lo es para los trabajadores de los países capitalistas en el sistema capitalista, con la única diferencia que aquí se llama «autogestión socialista», dándose un barniz más «revolucionario».

Características similares también caracterizan el comercio exterior yugoslavo en la que no existe monopolio estatal. En función de los deseos de sus patronos todas las empresas pueden celebrar contratos o convenios con cualquier empresa multinacional o Estado extranjero para comprar o vender materias primas, máquinas, productos laborables, tecnología, etc. Esta política antimarxista también ha tenido su influencia en el Estado yugoslavo para convertirse en vasallo del capital mundial y de ahí su profunda implicación en la crisis económica y financiera que tiene actualmente todo el mundo capitalista-revisionista, una crisis que se manifiesta también en otros campos ajenos al económico.

Como revisionista de línea dura, Edvard Kardelj también niega el papel del Estado socialista en otros campos como las relaciones financieras y otras actividades de carácter diverso. Él escribe que:

«Las relaciones en los dominios donde las comunidades se han arropado bajo los intereses autogestionados, se desarrollan, por regla general, sin la intervención del Estado, es decir sin figurar en el presupuesto y sin otras medidas administrativas y fiscales». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

En Yugoslavia, totalmente como en otros países capitalistas, es difundido a gran escala el sistema de concesión de créditos por los bancos en lugar de la financiación presupuestaria de las inversiones para el desarrollo de las fuerzas productivas y de otras actividades. Los bancos se hicieron unos centros del capital financiero y precisamente son a ellas quienes, en interés de la nueva burguesía revisionista, desempeñan un papel muy grande en la economía yugoslava.

Así, un sistema anarco-sindicalista se ha establecido en Yugoslavia, que ha sido llamado «socialismo de autogestión». ¿Qué ha traído este «socialismo auto-gestionado» a Yugoslavia? Todo tipo de mal. Anarquía en la producción en primer lugar. Nada es estable allí. Cada empresa lanza sus productos en el mercado y la competencia capitalista se lleva a cabo porque no hay coordinación, ya que no es la economía socialista la que dirige la producción. Cada empresa va sola, compitiendo contra la otra, con el fin de asegurar las materias primas, mercados y todo lo demás. Muchas empresas están cerrando debido a la falta de materias primas, los enormes déficits son creados por este desarrollo del capitalismo caótico, pero también existe la tendencia al aumento de las existencias de bienes no vendidos, debido a la falta de poder adquisitivo y también a la saturación del mercado con productos obsoletos. La situación de los servicios artesanales en Yugoslavia están en un estado muy grave. En referencia a este problema en la reunión de los principales activistas de Eslovenia, Tito no podía ocultar el hecho de que:

«Hoy en día hay que sudar mucho para encontrar, por ejemplo, un carpintero o algún otro artesano para reparar cualquiera cosa, e incluso cuando uno lo encuentra, le estará timando tan descaradamente que te hará ponerte histérico». (Josip Broz, Tito; Discurso pronunciado en la reunión de los principales activistas de Eslovenia, 1978)

Independientemente de los hechos que se ha mencionado anteriormente, aun cuando algunas de las combinaciones modernas de las fábricas resultan productos de buena calidad, una situación difícil se crea en Yugoslavia porque tiene que encontrar un mercado para la venta de estos productos. Debido a estas dificultades de balanza de Yugoslavia del comercio exterior es pasiva. Sólo en los primeros 5 meses de este año el déficit fue de 2 mil millones de dólares. En el XIº Congreso de la Liga de los «comunistas» de Yugoslavia Tito declaró que:

«El déficit con el mercado occidental ha llegado a ser casi intolerable». (Josip Broz, Tito; Informe en el XIº Congreso de la Liga de los comunistas de Yugoslavia, 1978)

Casi tres meses después de este congreso declaró de nuevo en Eslovenia:

«Tenemos dificultades especialmente grandes intercambios comerciales con los países europeos miembros del Mercado Común. Allí el desequilibrio constante es muy serio. Muchos de ellos nos prometen que estas cosas se pondrán en orden, que las importaciones procedentes de Yugoslavia se incrementaran, pero hasta ahora hemos tenido muy pocos beneficios de todo esto. Cada uno está echando la culpa al otro». (Josip Broz, Tito; Discurso pronunciado en Eslovenia, 1978)

Y el déficit en el comercio exterior, que Tito no menciona en este discurso suyo superó los 4 mil millones de dólares en 1977. Esto es una catástrofe para la Yugoslavia. Todo el país está en las garras de una crisis sin fin, y las amplias masas trabajadoras viven en la pobreza.

Muchos trabajadores yugoslavos no tienen trabajo, están siendo arrojados a la calle o a emigrar al extranjero. Tito no sólo ha reconocido esta emigración económica, este fenómeno capitalista, sino que incluso ha recomendado que se debe alentar. El desempleo no puede existir en un país socialista, el mejor ejemplo de esto es Albania. Mientras tanto, en los países capitalistas, entre los que Yugoslavia está dentro por supuesto, incluyen el desempleo entre sus males, y este se está desarrollando en todas partes. Cuando Yugoslavia tiene más de un millón de desempleados y más de 1,3 millones de emigrantes económicos que están vendiendo su fuerza de trabajo en el oeste de Europa como en; Alemania, Bélgica, Francia, y demás, cuando la riqueza de los individuos que ocupan cargos importantes tanto en la administración pública o en empresas e instituciones es cada vez mayor, cuando los precios de los bienes de consumo están aumentando día a día, cuando las empresas están en quiebra y miles de otras ramas igual, el sistema de Yugoslavo de «autogestión» se prueba como un gran fraude. Y, sin embargo Kardelj, sin avergonzarse lo más mínimo, tiene la temeridad de escribir:

«En nuestras condiciones, la autogestión socialista es la forma más directa de la expresión de la lucha por la libertad del hombre trabajador, por la libertad de su trabajo y de su creatividad, procurando hacerle decisivo en la influencia económica y política en la sociedad». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Profundizando su tipo de frases demagógicas burguesas, Kardelj alcanza un nuevo nivel de engaño, diciendo:

«Con la garantía constitucional y legal de los derechos de los trabajadores sobre la base de su trabajo socializado en el pasado, nuestra sociedad se extiende más allá de las dimensiones de libertad real para los trabajadores y las personas que trabajan en las relaciones materiales de la sociedad». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

¿Y qué tiene en mente y hace este apologista de la burguesía cuando habla de la extensión de las «dimensiones de verdadera libertad para los trabajadores»?, ¿Es la «libertad» de estar en el paro, la «libertad» de dejar a sus familias y su patria con el fin de vender la fuerza muscular y mental a los capitalistas del mundo occidental o es la «libertad» para pagar los impuestos, ser discriminados y explotados salvajemente por la vieja y la nueva burguesía yugoslava, así como por la burguesía extranjera? (Enver Hoxha; La «autogestión» yugoslava: teoría y práctica capitalista, 1978)

Presidente Maduro prevé que Washington retomó el camino de la agresión en Venezuela

En contacto con el canal de televisión  del Estado, el dignatario indicó que “el general Kelly se cree el procónsul de estas tierras, y los EEUU han reactivado toda su conspiración, el Pentágono a través del Comando Sur, contra el gobierno legítimo que yo presido y contra las elecciones del seis de diciembre de este año 2015”.

Al tiempo denunció que el Pentágono y el Comando Sur tendrían un plan para tratar de generar violencia, e intervenir el país.

«Ellos no hablan por hablar, dan órdenes a sus agentes directos e infiltrados, en este caso a la derecha venezolana de desconocer los resultados, de sabotear el proceso electoral, el sistema eléctrico, de implosionar Venezuela, de crearle problemas al pueblo», expresó Maduro.

Recientemente Kelly, manifestó a un canal norteamericano sobre una presunta crisis humanitaria en la nación, aunado a ello están monitoreando  el sistema económico venezolano.

Ante ese panorama, Maduro dijo que el proceso revolucionario liderizado por el comandante, Hugo Chávez, no permitirá  el saboteo de la derecha bajo ninguna circunstancia, es por ello que “no podrán desaparecer el sueño, la esperanza, la realidad, que somos hoy por hoy, nosotros los chavistas”.

Venezuela que tiene más de treinta millones de habitantes,  tendrá elecciones parlamentarias el próximo 6 de diciembre,  con el fin de  renovar todos los escaños de la Asamblea Nacional,  serán los comicios más trascendentales, donde se  medirán las fuerzas políticas entre oposición y oficialismo.

Es por ello, que Norteamérica no descarta ampliar las sanciones que impuso el pasado marzo a funcionarios venezolanos “si es necesario” y las elecciones legislativas de diciembre serán claves en esa determinación, dijo el consejero del Departamento de Estado estadounidense, Thomas Shannon.

El representante que ha mantenido diversos encuentros con autoridades de Caracas para mejorar las relaciones diplomáticas, puntualizó que le hará seguimiento al desarrollo de las elecciones legislativas que se realizan próximamente.

“El grado en que las elecciones se perciban como libres y el recuento de votos como válido, va a ser una parte muy importante de cómo gestionamos el próximo paso en la relación”, aseguró Shannon.

Washington y Caracas entraron en una crisis en marzo luego de que el presidente Barack Obama declaró a Venezuela una amenaza extraordinaria para la seguridad nacional y decidió congelar los bienes de siete funcionarios venezolanos señalados por supuestas violaciones a los derechos humanos y corrupción. A pesar de las tensas relaciones ambos países mantienen un fuerte intercambio comercial.

Movimiento obrero: Cuando un motor amenaza griparse otro debe entrar en acción.

Por su naturaleza de atender a las necesidades inmediatas de la clase trabajadora, el sindicalismo se ha ocupado de cuestiones como la jornada laboral (hace 100 años), las condiciones de trabajo (hace mucho), la defensa del empleo (siempre) y la tendencia salarista inevitable a través de cuya centralidad en los objetivos de esa forma de organización de la clase trabajadora el capital nos ha ganado siempre. 

Necesidades inmediatas, siempre subjetivas de la clase trabajadora, siempre necesarias. Entre la dialéctica reforma o revolución frente a la que nos convocó Rosa Luxemburgo siempre cupo la posibilidad de defender las condiciones de vida de nuestra clase mientras trabajábamos, calladamente -cuando empezamos a gritar, pedir luces y parlamento se jodió la cosa- en el día que vendrá. 

Pero hoy ni el sindicalismo de concertación que pretendía la cogestión en las empresas y la negociación sobre lo inmediato ni el alternativo pueden solos afrontar el enorme desprecio, ninguneo y capacidad de anulación en cada centro de trabajo de una patronal que ha dicho: ni necesitamos el pacto social, ni lo queremos, ni tememos a un sindicalismo más radical.


¿Qué nos queda?

En primer lugar la rabia y la conciencia de nuestra identidad como clase.

En segundo, la necesidad de buscar formas que puedan herir al capital en cada centro de trabajo o sector productivo, donde se da la más cruda lucha de clases, de modo que afecten no a lo que en otro tiempo pudiera haber sido negociable sino en lo que toca a su propia esencia: el poder en la empresa.

La organización del trabajo, el control de las formas productivas, el de la “comunicación interna”, el reparto de tareas y responsabilidades, la dirección, las condiciones de trabajo, el conocimiento de proveedores, de clientes y de los “libros” de la empresa son partes de la lucha por la emancipación de la clase trabajadora donde le afecta: en el núcleo primero de decisión del capital.

La cuestión del poder de los trabajadores en la empresa y del llamado (aunque viejo en su expresión) “control obrero de la producción” vuelve hoy sobre la posibilidad de buscar espacios de lucha de clases. Se trata de impedir que el capital se recomponga a partir del silencio de los trabajadores donde en base al temor a la dirección. 

Éste no es es un planteamiento alternativo, ni lo busca, al sindicalismo, con todos sus contradictorios fracasos actuales. El sindicalismo sigue teniendo su razón de ser, como tiene sus zonas a explorar entre lo que debiera haber sido y lo que es. 

La propuesta, que no es otra que la de ir poniendo las bases hacia los consejos obreros, busca el modo de encontrar huecos de lucha allá donde los límites de otras posibilidades las han cerrado.

Hay un espacio que el Estado capitalista aún no ha prohibido (el sindicalismo) y otro que prohibiría (el consejismo), En medio, en lugar de oponerse entre ambos, debe complementarse la acción de clase en el lugar donde se producen todas las contradicciones básicas. Zonas bajo la luz y zonas bajo las sombras. 

El consejismo históricamente se ha correspondido con momentos revolucionarios o prerevolucionarios. Lo que no ha sido explorado hasta ahora es cómo hacerlo vivir bajo situaciones “discretas” -no las llamaremos secretas- en las que vaya fructificando el germen del “mientras tanto”. 


¿De qué estamos hablando en concreto?

En primer lugar de organizar a los comunistas en los centros de trabajo y sectores productivos y de dotarles de una tarea.

Esa tarea debe ser, como punto de arranque, la de ir contactando con los sectores más conscientes de la clase trabajadora, con los compañeros más susceptibles de unirse a una lucha en lo concreto, en sus empresas. 

En el momento presente no se trata ni de hacer heroísmos ni de jugarse el puesto de trabajo sino de ir generando conciencia, abrir espacios de estudio sobre la realidad específica en la que se encuadra el trabajador y de, una vez aprendidas ciertas enseñanzas prácticas, empezar a moverse hacia la acción.

En dicha fase no se puede pedir a los camaradas que se jueguen su supervivencia laboral cuando surjan huelgas o protestas en la empresa pero sí que es posible que otros dele mismo sector o anejos asuman la protesta desde el exterior (concentraciones ante la empresa, reparto de panfletos, llamamientos al boicot,…)

Se trata de ir desarrollando una forma de lucha que, desde los núcleos de conciencias y resistencia interna, potencien la solidaridad de sector y de clase hasta el punto en el que se fortalezcan las potencialidades de organización en el centro del conflicto. 

Si este modo de lucha se generaliza y fortalece y si se produce en el contexto de la esperada agudización de la siguiente fase de la crisis capitalista, es de esperar que el siguiente paso sea el inicio de la constitución de consejos de centros productivos y/o de sectores.  

Texto original: http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2015/10/movimiento-obrero-cuando-un-motor.html


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La sociedad de clases y el Estado; Lenin, 1917

El Estado, producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase

Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para «consolar» y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante «arreglo» del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen pasar a primer plano, ensalzan lo que eso parece ser aceptable para la burguesía. Todos los socialchovinistas son hoy –bromas aparte– «marxistas». Y cada vez con mayor frecuencia los sabios burgueses alemanes, que ayer todavía eran especialistas en pulverizar el marxismo, hablan hoy ¡de un Marx «nacional-alemán» que, según ellos, educó estas asociaciones obreras tan magníficamente organizadas para llevar a cabo la guerra de rapiña!

Ante esta situación, ante la inaudita difusión de las tergiversaciones del marxismo, nuestra misión consiste, ante todo, en restaurar la verdadera doctrina de Marx sobre el Estado. Para esto es necesario citar toda una serie de pasajes largos de las obras mismas de Marx y Engels. Naturalmente, las citas largas hacen la exposición pesada y en nada contribuyen a darle un carácter popular. Pero es de todo punto imposible prescindir de ellas. No hay más remedio que citar del modo más completo posible todos los pasajes, o, por lo menos, todos los pasajes decisivos, de las obras de Marx y Engels sobre la cuestión del Estado, para que el lector pueda formarse por su cuenta una noción del conjunto de las ideas de los fundadores del socialismo científico y del desarrollo de estas ideas, así como también para probar documentalmente y patentizar con toda claridad la tergiversación de estas ideas por el «kautskismo» hoy imperante.

Comencemos por la obra más conocida de F. Engels: «El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado», de la que ya en 1894 se publicó en Stuttgart la sexta edición. Conviene traducir las citas de los originales alemanes, pues las traducciones rusas, con ser tan numerosas, son en gran parte incompletas o están hechas de un modo muy defectuoso.

«El Estado –dice Engels, resumiendo su análisis histórico– no es, en modo alguno, un poder impuesto desde fuera a la sociedad; ni es tampoco la realidad de la idea moral, la imagen y la realidad de la razón, como afirma Hegel. El Estado es más bien, un producto de la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo; es la confesión de que esta sociedad se ha enredado consigo misma en una contradicción insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que ella es impotente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso se hizo necesario un poder situado, aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del «orden». Y este poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de ella y que se divorcia cada vez más de ella, es el Estado». (Friedrich Engels; «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», 1884)

Aquí aparece expresada con toda claridad la idea fundamental del marxismo en punto a la cuestión del papel histórico y de la significación del Estado. El Estado es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.

En torno a este punto importantísimo y cardinal comienza precisamente la tergiversación del marxismo, tergiversación que sigue dos direcciones fundamentales. De una parte, los ideólogos burgueses y especialmente los pequeñoburgueses, obligados por la presión de hechos históricos indiscutibles a reconocer que el Estado sólo existe allí donde existen las contradicciones de clase y la lucha de clases, «corrigen» a Marx de manera que el Estado resulta ser el órgano de la conciliación de clases. Según Marx, el Estado no podría ni surgir ni mantenerse si fuese posible la conciliación de las clases. Para los profesores y publicistas mezquinos y filisteos –que invocan a cada paso en actitud benévola a Marx– resulta que el Estado es precisamente el que concilia las clases. Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del «orden» que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases. En opinión de los políticos pequeñoburgueses, el orden es precisamente la conciliación de las clases y no la opresión de una clase por otra. Amortiguar los choques significa para ellos conciliar y no privar a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos de lucha para el derrocamiento de los opresores.

Por ejemplo, en la revolución de 1917, cuando la cuestión de la significación y del papel del Estado se planteó precisamente en toda su magnitud, en el terreno práctico, como una cuestión de acción inmediata, y además de acción de masas, todos los socialrevolucionarios y todos los mencheviques cayeron, de pronto y por entero, en la teoría pequeñoburguesa de la «conciliación» de las clases «por el Estado». Hay innumerables resoluciones y artículos de los políticos de estos dos partidos saturados de esta teoría mezquina y filistea de la «conciliación». Que el Estado es el órgano de dominación de una determinada clase, la cual no puede conciliarse con su antípoda –con la clase contrapuesta a ella–, es algo que esta democracia pequeñoburguesa no podrá jamás comprender. La actitud ante el Estado es uno de los síntomas más patentes de que nuestros socialrevolucionarios y mencheviques no son en manera alguna socialistas –lo que nosotros, los bolcheviques, siempre hemos demostrado–, sino demócratas pequeñoburgueses con una fraseología casi socialista.

De otra parte, la tergiversación «kautskiana» del marxismo es bastante más sutil. «Teóricamente», no se niega ni que el Estado sea el órgano de dominación de clase, ni que las contradicciones de clase sean irreconciliables. Pero se pasa por alto u oculta lo siguiente: si el Estado es un producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza que está por encima de la sociedad y que «se divorcia cada vez más de la sociedad», es evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del poder estatal que ha sido creado por la clase dominante y en el que toma cuerpo aquel «divorcio». Como veremos más abajo, Marx llegó a esta conclusión, teóricamente clara por sí misma, con la precisión más completa, a base del análisis histórico concreto de las tareas de la revolución. Y esta conclusión es precisamente –como expondremos con todo detalle en las páginas siguientes– la que Kautsky ha «olvidado» y falseado.

Los destacamentos especiales de fuerzas armadas, las cárceles, etc.

«En comparación con las antiguas organizaciones gentilicias –de tribu o de clan– el Estado se caracteriza, en primer lugar, por la agrupación de sus súbditos según las divisiones territoriales. A nosotros, esta agrupación nos parece natural, pero ella exigió una larga lucha contra la antigua organización en gens o en tribus. La segunda característica es la instauración de un poder público, que ya no coincide directamente con la población organizada espontáneamente como fuerza armada. Este poder público especial se hace necesario porque desde la división de la sociedad en clases es ya imposible una organización armada espontánea de la población. Este poder público existe en todo Estado; no está formado solamente por hombres armados, sino también por aditamentos materiales, las cárceles y las instituciones coercitivas de todo género, que la sociedad gentilicia no conocía». (Friedrich Engels; «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», 1884)

Engels desarrolla la noción de esa «fuerza» a que se da el nombre de Estado, fuerza que brota de la sociedad, pero que se sitúa por encima de ella y que se divorcia cada vez más de ella. ¿En qué consiste, fundamentalmente, esta fuerza? En destacamentos especiales de hombres armados, que tienen a su disposición cárceles y otros elementos.

Tenemos derecho a hablar de destacamentos especiales de hombres armados, pues el poder público propio de todo Estado «no coincide directamente» con la población armada, con su «organización armada espontánea».

Como todos los grandes pensadores revolucionarios, Engels se esfuerza en dirigir la atención de los obreros conscientes precisamente hacia aquello que el filisteísmo dominante considera como lo menos digno de atención, como lo más habitual, santificado por prejuicios no ya sólidos, sino podríamos decir que petrificados El ejército permanente y la policía son los instrumentos fundamentales de la fuerza del poder del Estado. Pero ¿puede acaso ser de otro modo?

Desde el punto de vista de la inmensa mayoría de los europeos de fines del siglo XIX, a quienes se dirigía Engels y que no habían vivido ni visto de cerca ninguna gran revolución, esto no podía ser de otro modo. Para ellos, era completamente incomprensible esto de una «organización armada espontanea de la población». A la pregunta de por qué ha surgido la necesidad de destacamentos especiales de hombres armados –policía y ejército permanente– situados por encima de la sociedad y divorciados de ella, el filisteo del Occidente de Europa y el filisteo ruso se inclinaban a contestar con un par de frases tomadas de prestado de Spencer o de Mijailovski, remitiéndose a la complejidad de la vida social, a la diferenciación de funciones, etc.

Estas referencias parecen «científicas» y adormecen magníficamente al filisteo, velando lo principal y fundamental: la división de la sociedad en clases enemigas irreconciliables.

Si no existiese esa división, la «organización armada espontánea de la población» se diferenciaría por su complejidad, por su elevada técnica, etc., de la organización primitiva de la manada de monos que manejan el palo, o de la del hombre prehistórico, o de la organización de los hombres agrupados en la sociedad del clan; pero semejante organización sería posible.

Si es imposible, es porque la sociedad civilizada se halla dividida en clases enemigas, y además irreconciliablemente enemigas, cuyo armamento «espontáneo» conduciría a la lucha armada entre ellas. Se forma el Estado, se crea una fuerza especial, destacamentos especiales de hombres armados, y cada revolución, al destruir el aparato del Estado, nos indica bien visiblemente cómo la clase dominante se esfuerza por restaurar los destacamentos especiales de hombres armados a su servicio, cómo la clase oprimida se esfuerza en crear una nueva organización de este tipo, que sea capaz de servir no a los explotadores, sino a los explotados.

En el pasaje citado, Engels plantea teóricamente la misma cuestión que cada gran revolución plantea ante nosotros prácticamente de un modo palpable y, además, sobre un plano de acción de masas, a saber: la cuestión de las relaciones mutuas entre los destacamentos «especiales» de hombres armados y la «organización armada espontánea de la población». Hemos de ver cómo ilustra de un modo concreto esta cuestión la experiencia de las revoluciones europeas y rusas.

Pero volvamos a la exposición de Engels.

Engels señala que, a veces, por ejemplo, en algunos sitios de Norteamérica, este poder público es débil –se trata aquí de excepciones raras dentro de la sociedad capitalista y de aquellos sitios de Norteamérica en que imperaba, en el período preimperialista, el colono libre–, pero que, en términos generales, se fortalece:

«Este poder público se fortalece a medida que los antagonismos de clase se agudizan dentro del Estado y a medida que se hacen más grandes y más poblados los Estados colindantes; basta fijarse en nuestra Europa actual, donde la lucha de clases y el pugilato de conquistas han encumbrado al poder público a una altura en que amenaza con devorar a toda la sociedad y hasta al mismo Estado». (Friedrich Engels; «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», 1884)

Esto fue escrito no más tarde que a comienzos de la década del 90 del siglo pasado. El último prólogo de Engels lleva la fecha del 16 de junio de 1891. Por aquel entonces, comenzaba apenas en Francia, y más tenuemente todavía en Norteamérica y en Alemania, el viraje hacia el imperialismo, tanto en el sentido de la dominación completa de los trusts, como en el sentido de la omnipotencia de los grandes bancos, en el sentido de una grandiosa política colonial, etc. Desde entonces, el «pugilato de conquistas» ha experimentado un avance gigantesco, tanto más cuanto que a comienzos de la segunda década del siglo XX el planeta ha resultado estar definitivamente repartido entre estos «conquistadores en pugilato», es decir, entre las grandes potencias rapaces. Desde entonces, los armamentos terrestres y marítimos han crecido en proporciones increíbles, y la guerra de pillaje de 1914 a 1917 por la dominación de Inglaterra o Alemania sobre el mundo, por el reparto del botín, ha llevado al borde de una catástrofe completa la «absorción» de todas las fuerzas de la sociedad por un poder estatal rapaz.

Ya en 1891, Engels supo señalar el «pugilato de conquistas» como uno de los más importantes rasgos distintivos de la política exterior de las grandes potencias. ¡Y los canallas socialchovinistas de los años 1914-1917, en que precisamente este pugilato, agudizándose más y más, ha engendrado la guerra imperialista, encubren la defensa de los intereses rapaces de «su» burguesía con frases sobre la «defensa de la patria», sobre la «defensa de la república y de la revolución» y con otras frases por el estilo!

El Estado, arma de explotación de la clase oprimida

Para mantener un poder público aparte, situado por encima de la sociedad, son necesarios los impuestos y las deudas del Estado:

«Los funcionarios, pertrechados con el poder público y con el derecho a cobrar impuestos, están situados como órganos de la sociedad, por encima de la sociedad. A ellos ya no les basta, aun suponiendo que pudieran tenerlo, con el respeto libre y voluntario que se les tributa a los órganos del régimen gentilicio». (Friedrich Engels; «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», 1884)

Se dictan leyes de excepción sobre la santidad y la inviolabilidad de los funcionarios:

«El más despreciable polizonte» tiene más «autoridad» que los representantes del clan; pero incluso el jefe del poder militar de un Estado civilizado podría envidiar a un jefe de clan por «el respeto espontáneo» que le profesaba la sociedad». (Friedrich Engels; «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», 1884)

Aquí se plantea la cuestión de la situación privilegiada de los funcionarios como órganos del poder del Estado. Lo fundamental es saber: ¿qué los coloca por encima de la sociedad? Veamos cómo esta cuestión teórica fue resuelta prácticamente por la Comuna de París en 1871 y cómo la esfumó reaccionariamente Kautsky en 1912:

«Como el Estado nació de la necesidad de tener a raya los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de estas clases, el Estado lo es, por regla general, de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que con ayuda de él se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo así nuevos medios para la represión y explotación de la clase oprimida. No fueron sólo el Estado antiguo y el Estado feudal órganos de explotación de los esclavos y de los campesinos siervos y vasallos: también el moderno Estado representativo es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el capital. Sin embargo, excepcionalmente, hay períodos en que las clases en pugna se equilibran hasta tal punto, que el poder del Estado adquiere momentáneamente, como aparente mediador, una cierta independencia respecto a ambas. Tal aconteció con la monarquía absoluta de los siglos XVII y XVIII, con el bonapartismo del primero y del segundo Imperio en Francia, y con Bismarck en Alemania». (Friedrich Engels; «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», 1884)

Y tal ha acontecido también –agregamos nosotros– con el gobierno de Kérenski, en la Rusia republicana, después del paso a las persecuciones del proletariado revolucionario, en un momento en que los Soviets, como consecuencia de hallarse dirigidos por demócratas pequeñoburgueses, son ya impotentes, y la burguesía no es todavía lo bastante fuerte para disolverlos pura y simplemente.

«En la república democrática «la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero de un modo tanto más seguro», y lo ejerce, en primer lugar, mediante la «corrupción directa de los funcionarios» –Norteamérica–, y, en segundo lugar, mediante la «alianza del gobierno con la Bolsa» –Francia y Norteamérica–». (Friedrich Engels; «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», 1884)

En la actualidad, el imperialismo y la dominación de los Bancos han «desarrollado», hasta convertirlos en un arte extraordinario, estos dos métodos adecuados para defender y llevar a la práctica la omnipotencia de la riqueza en las repúblicas democráticas, sean cuales fueren. Si, por ejemplo, en los primeros meses de la república democrática rusa, en los meses que podemos llamar de la luna de miel de los «socialistas» –socialrevolucionarios y mencheviques– con la burguesía, en el gobierno de coalición, el señor Palchinski saboteó todas las medidas de restricción contra los capitalistas y sus latrocinios, contra sus actos de saqueo en detrimento del fisco mediante los suministros de guerra, y si, al salir del ministerio, el señor Palchinski –sustituido, naturalmente, por otro Palchinski exactamente igual– fue «recompensado» por los capitalistas con un puestecito de 120.000 rublos de sueldo al año, ¿qué significa esto? ¿Es un soborno directo o indirecto? ¿Es una alianza del gobierno con los consorcios o son «solamente» lazos de amistad? ¿Qué papel desempeñan los Chernov y los Tsereteli, los Avkséntiev y los Skóbelev? ¿El de aliados «directos» o solamente indirectos de los millonarios malversadores de los fondos públicos?

La omnipotencia de la «riqueza» es más segura en las repúblicas democráticas, porque no depende de la mala envoltura política del capitalismo. La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar –a través de los Palchinski, los Chernov, los Tsereteli y Cía.– esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este poder.

Hay que advertir, además, que Engels, con la mayor precisión, llama al sufragio universal arma de dominación de la burguesía. El sufragio universal, dice Engels, sacando evidentemente las enseñanzas de la larga experiencia de la socialdemocracia alemana, es:

«El índice que sirve para medir la madurez de la clase obrera. No puede ser más ni será nunca más, en el Estado actual». (Friedrich Engels; «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», 1884)

Los demócratas pequeñoburgueses, por el estilo de nuestros socialrevolucionarios y mencheviques, y sus hermanos carnales, todos los socialchovinistas y oportunistas de la Europa occidental, esperan, en efecto, «más» del sufragio universal.

Comparten ellos mismos e inculcan al pueblo la falsa idea de que el sufragio universal es, «en el Estado actual», un medio capaz de expresar realmente la voluntad de la mayoría de los trabajadores y de garantizar su efectividad práctica.

Aquí no podemos hacer más que señalar esta idea mentirosa, poner de manifiesto que esta afirmación de Engels completamente clara, precisa y concreta, se falsea a cada paso en la propaganda y en la agitación de los partidos socialistas «oficiales» –es decir, oportunistas–. Una explicación minuciosa de toda la falsedad de esta idea, rechazada aquí por Engels, la encontraremos más adelante, en nuestra exposición de los puntos de vista de Marx y Engels sobre el Estado «actual».

En la más popular de sus obras, Engels traza el resumen general de sus puntos de vista en los siguientes términos:

«Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni del poder estatal. Al llegar a una determinada fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo que el Estado se convirtiese en una necesidad. Ahora nos acercamos con paso veloz a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un obstáculo directo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las clases, desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre e igual de productores, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce». (Friedrich Engels; «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», 1884)

No se encuentra con frecuencia esta cita en las obras de propaganda y agitación de la socialdemocracia contemporánea. Pero incluso cuando nos encontramos con ella es, casi siempre, como si se hiciesen reverencias ante un icono; es decir, para rendir un homenaje oficial a Engels, sin el menor intento de analizar qué amplitud y profundidad revolucionarias supone esto de «enviar toda la máquina del Estado al museo de antigüedades». No se ve, en la mayoría de los casos, ni siquiera la comprensión de lo que Engels llama la máquina del Estado.

La «extinción» del Estado y la revolución violenta

Las palabras de Engels sobre la «extinción» del Estado gozan de tanta celebridad y se citan con tanta frecuencia, muestran con tanto relieve dónde está el quid de la adulteración corriente del marxismo por la cual éste es adaptado al oportunismo, que se hace necesario detenerse a examinarlas detalladamente. Citaremos todo el pasaje donde figuran estas palabras:

«El proletariado toma en sus manos el poder del Estado y comienza por convertir los medios de producción en propiedad del Estado. Pero con este mismo acto se destruye a sí mismo como proletariado y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clases, y, con ello mismo, el Estado como tal. La sociedad hasta el presente, movida entre los antagonismos de clase, ha necesitado del Estado, o sea de una organización de la correspondiente clase explotadora para mantener las condiciones exteriores de producción, y por tanto, particularmente para mantener por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresión –la esclavitud, la servidumbre o el vasallaje y el trabajo asalariado–, determinadas por el modo de producción existente. El Estado era el representante oficial de toda la sociedad, su síntesis en un cuerpo social visible; pero lo era sólo como Estado de la clase que en su época representaba a toda la sociedad: en la antigüedad era el Estado de los ciudadanos esclavistas; en la Edad Media el de la nobleza feudal; en nuestros tiempos es el de la burguesía. Cuando el Estado se convierta finalmente en representante efectivo de toda la sociedad, será por sí mismo superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener en la opresión; cuando desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción, los choques y los excesos resultantes de esta lucha, no habrá ya nada que reprimir ni hará falta, por tanto, esa fuerza especial de represión, el Estado. El primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad: la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención de la autoridad del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y se adormecerá por sí misma. El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no será abolido; se extingue. Partiendo de esto es como hay que juzgar el valor de esa frase sobre el Estado popular libre en lo que toca a su justificación provisional como consigna de agitación y en lo que se refiere a su falta absoluta de fundamento científico. Partiendo de esto es también como debe ser considerada la exigencia de los llamados anarquistas de que el Estado sea abolido de la noche a la mañana». (Friedrich Engels; «Anti-Dühring», 1878)

Sin temor a equivocarnos, podemos decir que de estos pensamientos sobremanera ricos, expuestos aquí por Engels, lo único que ha pasado a ser verdadero patrimonio del pensamiento socialista, en los partidos socialistas actuales, es la tesis de que el Estado, según Marx, «se extingue», a diferencia de la doctrina anarquista de la «abolición» del Estado. Truncar así el marxismo equivale a reducirlo al oportunismo, pues con esta «interpretación» no queda en pie más que una noción confusa de un cambio lento, paulatino, gradual, sin saltos ni tormentas, sin revoluciones. Hablar de «extinción» del Estado, en un sentido corriente, generalizado, de masas, si cabe decirlo así, equivale indudablemente a esfumar, sino a negar, la revolución.

Además, semejante «interpretación» es la más tosca tergiversación del marxismo, tergiversación que sólo favorece a la burguesía y que descansa teóricamente en la omisión de circunstancias y consideraciones importantísimas que se indican, por ejemplo, en el «resumen» contenido en el pasaje de Engels, citado aquí por nosotros en su integridad.

En primer lugar, Engels dice en el comienzo mismo de este pasaje que, al tomar el poder del Estado, el proletariado «destruye, con ello mismo, el Estado como tal». «No es uso» pararse a pensar qué significa esto. Lo corriente es ignorarlo en absoluto o considerarlo algo así como una «debilidad hegeliana» de Engels. En realidad, en estas palabras se expresa concisamente la experiencia de una de las más grandes revoluciones proletarias, la experiencia de la Comuna de París de 1871, de la cual hablaremos detalladamente en su lugar. En realidad, Engels habla aquí de la «destrucción» del Estado de la burguesía por la revolución proletaria, mientras que las palabras relativas a la extinción del Estado se refieren a los restos del Estado proletario después de la revolución socialista. El Estado burgués no se «extingue», según Engels, sino que «es destruido» por el proletariado en la revolución. El que se extingue, después de esta revolución, es el Estado o semi-Estado proletario.

En segundo lugar, el Estado es una «fuerza especial de represión». Esta magnífica y profundísima definición de Engels es dada aquí por éste con la más completa claridad. Y de ella se deduce que la «fuerza especial de represión» del proletariado por la burguesía, de millones de trabajadores por un puñado de ricachos, debe sustituirse por una «fuerza especial de represión» de la burguesía por el proletariado –bajo la dictadura del proletariado–. En esto consiste precisamente la «destrucción del Estado como tal». En esto consiste precisamente el «acto» de la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad. Y es de suyo evidente que semejante sustitución de una «fuerza especial» –la burguesa– por otra –la proletaria– ya no puede operarse, en modo alguno, bajo la forma de «extinción».

En tercer lugar, Engels, al hablar de la «extinción» y –con frase todavía más plástica y colorida– del «adormecimiento» del Estado, se refiere con absoluta claridad y precisión a la época posterior a la «toma de posesión de los medios de producción por el Estado en nombre de toda la sociedad», es decir, posterior a la revolución socialista.

Todos nosotros sabemos que la forma política del «Estado», en esta época, es la democracia más completa. Pero a ninguno de los oportunistas que tergiversan desvergonzadamente el marxismo se le viene a las mientes la idea de que, por consiguiente, Engels hable aquí del «adormecimiento» y de la «extinción» de la democracia. Esto parece, a primera vista, muy extraño. Pero esto sólo es «incomprensible» para quien no haya comprendido que la democracia también es un Estado y que, consiguientemente, la democracia también desaparecerá cuando desaparezca el Estado. El Estado burgués sólo puede ser «destruido» por la revolución. El Estado en general, es decir, la más completa democracia, sólo puede «extinguirse».

En cuarto lugar, al establecer su notable tesis de la «extinción del Estado», Engels declara a renglón seguido, de un modo concreto, que esta tesis se dirige tanto contra los oportunistas, como contra los anarquistas. Además, Engels coloca en primer plano la conclusión que, derivada de su tesis sobre la «extinción del Estado», se dirige contra los oportunistas.

Podría apostarse que de diez mil hombres que hayan leído u oído hablar acerca de la «extinción» del Estado, nueve mil novecientos noventa no saben u olvidan en absoluto que Engels no dirigió solamente contra los anarquistas sus conclusiones derivadas de esta tesis. Y de las diez personas restantes, lo más probable es que nueve no sepan qué es el «Estado popular libre» y por qué el atacar esta consigna significa atacar a los oportunistas. ¡Así se escribe la Historia! Así se adapta de un modo imperceptible la gran doctrina revolucionaria al filisteísmo dominante. La conclusión contra los anarquistas se ha repetido miles de veces, se ha vulgarizado, se ha inculcado en las cabezas del modo más simplificado, ha adquirido la solidez de un prejuicio. ¡Pero la conclusión contra los oportunistas la han esfumado y «olvidado»!

El «Estado popular libre» era una reivindicación programática y una consigna corriente de los socialdemócratas alemanes en la década del 70. En esta consigna no hay el menor contenido político, fuera de una filistea y enfática descripción de la noción de democracia. Engels estaba dispuesto a «justificar», «por el momento», esta consigna desde el punto de vista de la agitación, por cuanto con ella se insinuaba legalmente la república democrática. Pero esta consigna era oportunista, porque expresaba no sólo el embellecimiento de la democracia burguesa, sino también la incomprensión de la crítica socialista de todo Estado en general. Nosotros somos partidarios de la república democrática, como la mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo, pero no tenemos ningún derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el destino reservado al pueblo, incluso bajo la república burguesa más democrática. Más aún. Todo Estado es una «fuerza especial para la represión» de la clase oprimida. Por eso, todo Estado ni es libre ni es popular. Marx y Engels explicaron esto reiteradamente a sus camaradas de partido en la década del 70.

En quinto lugar, en esta misma obra de Engels, de la que todos citan el pasaje sobre la extinción del Estado, se contiene un pasaje sobre la importancia de la revolución violenta. El análisis histórico de su papel lo convierte Engels en un verdadero panegírico de la revolución violenta. Esto «nadie lo recuerda». Sobre la importancia de este pensamiento, no es uso hablar ni siquiera pensar en los partidos socialistas contemporáneos estos pensamientos no desempeñan ningún papel en la propaganda ni en la agitación cotidianas entre las masas. Y, sin embargo, se hallan indisolublemente unidos a la «extinción» del Estado y forman con ella un todo armónico.

He aquí el pasaje de Engels:

«De que la violencia desempeña en la historia otro papel –además del de agente del mal–, un papel revolucionario; de que, según la expresión de Marx, es la partera de toda vieja sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva; de que la violencia es el instrumento con la ayuda del cual el movimiento social se abre camino y rompe las formas políticas muertas y fosilizadas, de todo eso no dice una palabra el señor Dühring. Sólo entre suspiros y gemidos admite la posibilidad de que para derrumbar el sistema de explotación sea necesaria acaso la violencia, desgraciadamente, afirma, pues el empleo de la misma, según él, desmoraliza a quien hace uso de ella. ¡Y esto se dice, a pesar del gran avance moral e intelectual, resultante de toda revolución victoriosa! Y esto se dice en Alemania, donde la colisión violenta que puede ser impuesta al pueblo tendría, cuando menos, la ventaja de destruir el espíritu de servilismo que ha penetrado en la conciencia nacional como consecuencia de la humillación de la Guerra de los Treinta años. ¿Y estos razonamientos turbios, anodinos, impotentes, propios de un párroco rural, se pretende imponer al partido más revolucionario de la historia?». (Friedrich Engels; «Anti-Dühring», 1878)

¿Cómo es posible conciliar en una sola doctrina este panegírico de la revolución violenta, presentado con insistencia por Engels a los socialdemócratas alemanes desde 1878 hasta 1894, es decir, hasta los últimos días de su vida, con la teoría de la «extinción» del Estado?

Generalmente se concilian ambos pasajes con ayuda del eclecticismo, desgajando a capricho –o para complacer a los detentadores del poder–, sin atenerse a los principios o de un modo sofístico, ora uno ora otro argumento y haciendo pasar a primer plano, en el noventa y nueve por ciento de los casos, si no en más, precisamente la tesis de la «extinción». Se suplanta la dialéctica por el eclecticismo: es la actitud más usual y más generalizada ante el marxismo en la literatura socialdemócrata oficial de nuestros días. Estas suplantaciones no tienen, ciertamente, nada de nuevo; pueden observarse incluso en la historia de la filosofía clásica griega. Con la suplantación del marxismo por el oportunismo, el eclecticismo presentado como dialéctica engaña más fácilmente a las masas, les da una aparente satisfacción, parece tener en cuenta todos los aspectos del proceso, todas las tendencias del desarrollo, todas las influencias contradictorias, etc., cuando en realidad no da ninguna noción completa y revolucionaria del proceso del desarrollo social.

Ya hemos dicho más arriba, y demostraremos con mayor detalle en nuestra ulterior exposición, que la doctrina de Marx y Engels sobre el carácter inevitable de la revolución violenta se refiere al Estado burgués. Este no puede sustituirse por el Estado proletario –por la dictadura del proletariado– mediante la «extinción», sino sólo, por regla general, mediante la revolución violenta. El panegírico que dedica Engels a ésta, y que coincide plenamente con reiteradas manifestaciones de Marx –recordaremos el final de «Miseria de la Filosofía» y del «Manifiesto Comunista» con la declaración orgullosa y franca sobre el carácter inevitable de la revolución violenta; recordaremos la crítica del Programa de Gotha, en 1875, cuando ya habían pasado casi treinta años, y en la que Marx fustiga implacablemente el oportunismo de este programa [3]–, este panegírico no tiene nada de «apasionamiento», nada de declamatorio, nada de arranque polémico. La necesidad de educar sistemáticamente a las masas en esta, precisamente en esta idea sobre la revolución violenta, es algo básico en toda la doctrina de Marx y Engels. La traición cometida contra su doctrina por las corrientes socialchovinista y kautskiana hoy imperantes se manifiesta con singular relieve en el olvido por unos y otros de esta propaganda, de esta agitación.

La sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible por medio de un proceso de «extinción».

Marx y Engels desarrollaron estas ideas de un modo minucioso y concreto, estudiando cada situación revolucionaria por separado, analizando las enseñanzas sacadas de la experiencia de cada revolución. Y esta parte de su doctrina, que es, incuestionablemente, la más importante, es la que pasamos a analizar. (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la Revolución, 1917)

El MAP-ML en su contexto de nacimiento y crecimiento; Equipo de Bitácora (M-L), 2015

«Nacido en 1972 y de influencia sino-albanesa, el Movimiento de Acción Popular Marxista-leninista (MAP-ML) surge como un partido opuesto tanto al revisionismo soviético como al revisionismo contenido en el FSLN.

Si en el contexto de la formación de los cuadros cuando se fundó el FSLN vimos la dificultad para muchos partidos de librarse de la influencia del revisionismo estadounidense, soviético o yugoslavo, en caso del MAP-ML deberíamos hablar de otras corrientes antimarxistas que estaban en auge y pueden haberle influenciado, como era, por entonces el revisionismo chino.

Debido a la poca bibliografía desconocemos como abordaron las contradicciones entre el revisionismo chino y el marxismo-leninismo, aunque sabemos que finalmente tomaron parte por el lado albanés.

Para inicios de los 60 el revisionismo chino no estaba desenmascarado tan abiertamente como se haría años después, y sus desviaciones solo podían ser conocidas en base a una fina agudeza de los acontecimientos mundiales, y a un gran esfuerzo por acceder a material de los revisionistas chinos que por entonces escaseaba y que en su mayoría estaban cuidadosamente censuradas o amputadas.

Muchos antirevisionistas, influenciados por el revisionismo chino, creyeron que estaban colaborando con las luchas obreras al fundar un partido que tendría la intención de dar una herramienta a la clase obrera, donde poder agrupar a su destacamento más avanzado y donde poder dar combate al revisionismo moderno como el revisionismo soviético. Pero para ello cualquier partido de este tipo debía desde sus inicios expulsar a los elementos sin ningún espíritu científico, bañados en un apego sentimental a las acciones de la dirigencia china, de otra forma no podría cumplir estos objetivos antirevisionistas; estos partidos no serían capaces de refutar al revisionismo soviético ya que al seguir las directrices chinas perdían toda credibilidad, y al basarse fundamentalmente en otro revisionismo no se basaban en un cuerpo teórico sólido y científico para refutar a este último:

«La lucha contra el revisionismo soviético, desde posiciones revisionistas, conduce al camino revisionista; el apoyarse en el imperialismo estadounidense para combatir al revisionismo soviético, conduce al camino de enarbolar la infame bandera del trotskismo para combatir al revisionismo soviético y ocupar su lugar como una gran potencia y como «un gran guía ideológico». (Enver Hoxha; Las «avispas» burguesas recogen la miel del jardín de las «cien flores»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 20 de abril de 1973)

Las vacilaciones chinas en la lucha contra el revisionismo soviético como es el caso de la aceptación de la rehabilitación de Tito impulsada por Jruschov en 1954, el saludo al XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 y sus tesis, la posición jruschovista en la Conferencia de Moscú de 1957 contra el grupo antipartido de Molotov, la teoría china de crear el «frente antiimperialista» junto al revisionismo soviético de 1962, la constante postura china de «intentar hacer cesar la polémica» contra los revisionistas soviéticos hasta 1964, el intento de reconciliación chino con el revisionismo soviético tras la caída de Jruschov de 1964, o la cuestión de basar la lucha contra el revisionismo soviético en meras reivindicaciones territoriales como hacían otros revisionismos en 1964 son muy bien conocidas ahora, pero no en los años 60 y 70. Temas fundamentales para entender el desarrollo posterior del revisionismo chino.

Para inicios de los 70 las relaciones entre China y Albania eran nulas, apenas manteniéndose relaciones diplomáticas y pocos formalismos más:

«Respecto a los partidos comunistas marxista-leninistas y los grupos revolucionarios, los chinos actúan de la misma manera qué los soviéticos. Tienen miedo al «descrédito», a perder la «buena reputación» que han adquirido entre la burguesía norteamericana y la mundial. Por eso los chinos no pueden estar de acuerdo con la línea marxista-leninista revolucionaria de nuestro partido. Tampoco están de acuerdo con nuestra política interior y exterior. Y lo manifiestan. Chou En-lai, Li Sien-nien y Mao Zedong han roto los contactos con nosotros, y los existentes son puramente formales, diplomáticos. (…) ¿Cómo podría estar de acuerdo China con nuestra política exterior, cuando concluye acuerdos con los Estados Unidos de América, con Japón, con Alemania Federal, con la España de Franco, en unos momentos en que nosotros no sólo no los establecemos, sino que desenmascaramos de continuo su política imperialista y fascista?». (Enver Hoxha; Las «avispas» burguesas recogen la miel del jardín de las «cien flores»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 20 de abril de 1973)

Incluso los círculos reaccionarios registraron para la posteridad las grandes divergencias sino-albanesas en temas como el acercamiento sino-estadounidense, la Comunidad Económica Europea, el trato con los nuevos partidos marxista-leninistas, y otros temas candentes:

«Durante 1972, las posiciones de los dos cercanos aliados sobre su actitud hacia los Estados Unidos tendieron a distanciarles aún más. Paralelo a los divergentes puntos de vista sobre esta cuestión política fundamental, Pekín y Tirana empezaron a reaccionar de forma diferente ante algunos acontecimientos y políticas importantes en el escenario internacional: la crisis de Malta, la consolidación del Mercado Común, la Ostpolitik de Alemania Occidental y la reelección de Brandt, y el movimiento «marxista-leninista», para mencionar unos cuantos. Mientras los albaneses han demostrado un inflexible apego a la teoría revolucionaria, los chinos –en línea con su giro en las prioridades de política exterior– han demostrado una predilección por la Realpolitik: un cambio de la raison d’ideologue a la raison d’état. Muchos discursos e informes publicados recientemente por Tirana y Pekín atestiguan el hecho de que no existe completa unanimidad de puntos de vista sobre diversos desarrollos políticos internacionales de importancia». (Radio Europea Libre; El camino albanés, 21 de diciembre de 1972)

A estas divergencias sino-albanesas todas ellas de la línea de la política exterior, se le sumaban muchas otras divergencias que partían en que los marxista-leninistas albaneses no aceptaban varias de las teorías y prácticas de los revisionistas chinos concernientes a la política exterior pero también a la política interior, algunas de ellas antiguas desviaciones y otras recientes, nuevas, hablamos de la teoría china de que el «Pensamiento Mao Zedong era el «marxismo-leninismo de nuestra época» que era la «superación de las limitaciones del marxismo-leninismo», la teoría de las «dos líneas» o incluso varias líneas en el partido, la teoría de que «las clases explotadoras persisten como clase en el socialismo», la teoría de la «alianza con la burguesía nacional y tomarla como parte del pueblo», la teoría de que «el campo debe cercar a la ciudad» y por extensión en el esquema mundial «los países subdesarrollados a los desarrollados», los métodos antimarxistas de la «Revolución Cultural» como hacer tabla rasa con toda cultura progresista anterior, la promoción del estudiantado como vanguardia de la revolución, el apoyo a todo régimen feudal-burgués proestadounidense del «tercer mundo», el constante coqueteo chino con los partidos y países revisionistas-capitalistas con contradicciones con los soviéticos, los rasgos de la teoría de que el «tercer mundo» es la «fuerza motriz de la humanidad», que el imperialismo estadounidense «está en decadencia y solo desea el status quo» o que «el socialimperialismo soviético era la superpotencia más agresiva», la cuestión de la negativa china a celebrar reuniones multilaterales con los partidos marxista-leninistas o la reducción del apoyo y ayuda a los mismos cuando se pretendía acercar al gobierno y los partidos revisionistas locales de cada país, y varias cuestiones más.

Esto ponía al MAP-ML en la tesitura de tener que hacer una evaluación de todos estos temas: donde a la fuerza tenían que ir dándose cuenta de las aberraciones del revisionismo chino como ya empezaban a analizar el Partido del Trabajo de Albania y otros partidos. Es por tanto fácil de intuir y dar por hecho que ya que el MAP-ML se posicionó del lado del marxismo-leninismo empezara durante sus inicios a sacar lecciones y a plantearse las cuestiones necesarias sobre el revisionismo chino, y hasta qué punto pudo influir sus teorías y conceptos en sus cuadros, al menos esa es la forma en que debían proceder los partidos comunistas marxista-leninistas como hemos dicho.

En cualquier caso, incluso habiendo no realizado todos los análisis pertinentes y no todas las completas refutaciones del revisionismo moderno y eliminado toda su posible influencia, el MAP-ML es la única organización que se ha aproximado a las necesidades de la sociedad nicaragüense comprendiendo correctamente los sucesos relacionado con el somocismo de los 70 hasta el triunfo de 1979 y exponiendo las debilidades del FSLN desde una óptica marxista-leninista durante los 80. El mismo, como ya hemos dicho, fue fundado por militantes del FSLN que se escinden en 1972 debido a la deriva político-ideológica decepcionante; tuvo una militancia activa de entorno a uno 150 miembros en el momento del triunfo, pequeña en comparación al los entorno a 1.000 militantes que tenía el FSLN en el momento del triunfo.

Su brazo armado eran las llamadas Milicias Populares Antisomocistas (MILPAS) que alcanzarían aproximadamente los 1.000 miembros:

«En su propaganda, el MAP-ML recuerda habitualmente que sus Milicias Populares Antisomocistas (las MILPAS, como las conocían todos) fueron «la única fuerza armada que combatió al lado del pueblo y de los sandinistas». Estas MILPAS realizaron en 1978 y 79 algunos actos armados realmente espectaculares. Uno de los eslóganes del MAP-ML dice: «¡Ni un voto a la burguesía! ¡Balas para el imperialismo!». (Revista Envío; Número 40, Octubre 1984)

En este punto es preciso aclarar, para que el lector no incurra en errores o caiga presa de la propaganda, que las «Milicias Populares Antisomocistas (MILPAS)» del MAP-ML no son las «Milicias Populares Antisandinistas (MILPAS)» creadas por Pedro Joaquín González, conocido como «Dimas», famoso por ser un miembro del FSLN que se rebeló en 1980 contra el mismo e inició un levantamiento campesino en el noroeste de Nicaragua, de hecho formó parte de las primeros grupos organizados de la Contra en la provincia de Nueva Segovia. Esto debe de quedar claro por la similitud entre los acrónimos, una similitud que ha sido históricamente explotada con toda desvergüenza por lo enemigos del MAP-ML. Veamos:

«En sus inicios, la contrarrevolución realizó acciones militares bajo el nombre de Milicias Populares Antisandinistas (MILPAS), que nada tienen que ver con las Milicias Populares Antisomocistas (MILPAS) creadas a finales de 1978 por el MAP-ML para luchar militarmente contra la dictadura. En momentos de contradicciones con esta organización, varios dirigentes del FSLN pretendieron sacar partido del surgimiento de este grupo armado contrarrevolucionario y lo asociaron con los maoístas. No obstante, en un discurso pronunciado en CAPSA –donde hoy es el Registro Mercantil–, Jaime Wheelock esclareció el asunto y libró de responsabilidades al MAP. Aclaración que nos hace Guillermo Cortez Domínguez». (Mónica Baltodano; Memorias de la lucha sandinista, 2012)

Salvo por el detalle de que se refiere al MAP-ML como maoístas –no pedimos a Mónica tampoco conocimientos sobre la historia del MAP-ML y la lucha que tuvo contra el revisionismo chino– esta declaración es una clara refutación a las infamias, especulaciones y falsa propaganda contra el MAP-ML en libros y entrevistas vertidas por algunos frentistas como Carlos Arturo Jiménez. Algo que vimos fue desmentido no solo por Mónica Baltodano, sino hasta por los propios miembros de la Dirección Nacional como Jaime Wheelock. Penosamente todavía algunos intentan realizar el mismo trabajo de descrédito de vincular al MAP-ML y sus milicias con la Contra, por la similitud de las siglas, intento tan tonto como desesperado.

Por otro lado el MAP-ML tenía su Frente Obrero, donde trabajaba en el área sindical y sus juventudes que estaban agrupadas en la Juventud Marxista-Leninista (JM-L).

Tras participar en la lucha contra Somoza en colaboración con los grupos antisomocistas, el MAP-ML se encontraba con el panorama de la victoria antisomocista de julio de 1979 en la cual todavía no hegemoniza el panorama político. Esta sin duda era una situación que complicaba la persecución de sus objetivos máximos como la revolución socialista, a los cuales no podían recurrir hasta que no salvara este obstáculo, de hecho ni siquiera los objetivos mínimos, como salvar a la revolución antisomocista de una claudicación y capitulación ante la burguesía nacional o extranjera, podían ser garantizados.

Para entender las tareas del MAP-ML en el contexto en que se encontraba, aquí debemos traer un consejo que el marxista-leninista alemán Ernst Aust da a los marxista-leninistas polacos en relación con los movimientos espontáneos pero justos de la clase obrera polaca en los 80. En tal consejo traía como ejemplo el tema nicaragüense: ¿aunque no hubiera sido hegemonizado por la clase obrera y su partido marxista-leninista objetivamente era un movimiento –el antisomocismo– revolucionario para Nicaragua? Sí lo era, ahora: el deber de los marxista-leninistas en esos países –tanto en Polonia como en Nicaragua– era aprovechar los movimientos espontáneos y objetivamente justos y revolucionarios para ponerlos bajo dirección de la clase obrera y su partido, y enfilarlos hacia objetivos mayores como la lucha por la revolución socialista:

«¿Acaso debemos condenar la lucha revolucionaria del pueblo nicaragüense, de la clase obrera que se levantó contra el régimen fascista de Somoza, como una lucha contrarrevolucionaria porque no estuvo dirigida por un partido marxista-leninista sino por varios revisionistas, burgueses y grupos clericales? A nadie le vendría tal pensamiento a la cabeza. Lo que puede hacer y deben hacer los marxista-leninistas (…) es no alejarse, sino que a través de su participación en las batallas revolucionarias de la clase obrera, y por su conducta ejemplar que crea el partido marxista-leninista, conducir el movimiento espontáneo de los trabajadoras en dirección al socialismo». (Ernst Aust; El verdadero rostro del socialismo real: Solidaridad con los comunistas detenidos en Alemania Oriental, 1981)

De hecho Enver Hoxha en sus escritos también se refería a revoluciones como la de Irán o la de Nicaragua como revoluciones que cumplían objetivamente factores de tipo progresistas y revolucionarios como podrían ser antifascistas, anticoloniales y antiimperialistas –aunque a veces estos por su carácter de clase no proletario eran selectivos–. Pero se señalaba que si estos movimientos no eran rápidamente ganados por los marxista-leninistas de aquellos países, estas revoluciones serían sofocadas o en su defecto serían reconducidas por la burguesía local que en el plano exterior cambiaría de dueño imperialista o buscaría un mejor trato con el viejo amo imperialista, y en el plano interior mantendría intacto la estructura feudal-burguesa con una sutil pincelada de cambio:

«En diversos países capitalistas subdesarrollados hoy los pueblos están en levantamientos, en insurrección y revolución. Esto lo vemos en Irán, Nicaragua, América Central, en la lucha de los palestinos contra los estadounidenses y los israelíes, y en cierta medida, lo vemos en la aún desorganizada resistencia de los países árabes contra las superpotencias, que manipulan esta resistencia en sus propios intereses. Vemos los movimientos populares y levantamientos también en África. Pero aunque los pueblos de esos países se están levantando, luchando y haciendo sacrificios, los elementos de la burguesía, unidos con el gran capital, siguen haciendo todo lo posible a través de numerosos trucos e intrigas para sofocar la insurrección, o convertirla en un movimiento en su favor, y en ese caso, tal movimiento sólo sirve para eliminar tal o cual camarilla de la escena política con el fin de llevar al poder a otra camarilla más moderada pero igualmente capitalista que opera de acuerdo con el gran capital monopolista. Esto sucede, por supuesto, debido a la falta de claridad política y la falta de organización de la clase obrera. Así, la ira y el odio de esta clase, su sufrimiento político-económico y la de los campesinos pobres son explotados en favor de la burguesía». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

Las críticas del MAP-ML a la política pequeño burguesa del FSLN

El MAP-ML explicaba que la burguesía nicaragüense, como la de muchos lugares, ni siquiera pudo cumplir un rol progresista cuando se le presentó el momento como fue el periodo liberal de la época de Zelaya. Se cumplía así lo expresado por Lenin cuando declaró que la burguesía en la época capitalista del imperialismo, como se había comprobado ni siquiera estaba capacitada para completar su rol progresista en la revolución burguesa, teniendo el proletariado que impulsar la revolución antifeudal:

«Mientras el capitalismo mundial ya había iniciado su auge y se lanzaba contra los resabios del feudalismo en Europa, en nuestro país, simultáneamente, se enseñoreaban los grandes señores de la tierra y la religión. Intentos tardíos de la burguesía local en la época moderna, no fueron capaces de saltar las trabas heredadas de los viejos sistemas. Lo revolucionario de la burguesía abortó en Nicaragua con el derrocamiento de Zelaya. Así la burguesía en Nicaragua no supo ser revolucionaria cuando, debía o podía serlo. Quedó de cierta forma rezagada, reforzado esto por el carácter reaccionario, incluso respecto a su propia clase, que tuvo la dictadura militar somocista». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

Por lo que en consecuencia, la pequeña burguesía intentó recoger la bandera de la revolución democrático-burguesa, sintetizada en el FSLN, y puesta en práctica también sin éxito al llegar al poder:

«Surgió así la pequeña burguesía, fundamentalmente proveniente de las capas estudiantiles medias y populares, que asumió frente a la dictadura militar somocista un beligerante papel junto a las amplias masas del pueblo. La pequeña burguesía surgía así enarbolando las banderas de las transformaciones que la burguesía no fue capaz de impulsar ni llevar a cabo. Sin embargo, desde el 19 de julio de 1979, la pequeña burguesía sintetizada en el FSLN, ha demostrado incapacidad no sólo para asumir las reformas democráticos-burguesas más consecuentes, sino que incluso tampoco ha tenido la fortaleza política ni material necesarias, para erradicar las instituciones oligárquicas heredadas, como en el caso de los latifundios, los rentistas de viviendas y tierra, etc». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El MAP-MP no podía dejar de denunciar a la toma del poder del FSLN el programa económico, un programa económico que se valía de la envoltura del viejo régimen somocista para perpetuar el régimen de explotación capitalista:

«La pequeña burguesía, a través del programa de Economía Mixta y Unidad Nacional, no ha podido más que ofrecer un programa de reconstrucción de las relaciones capitalistas y en última instancia, del poder político de la burguesía, a pesar de su discurso populista. El programa de Reconstrucción del capitalismo a través de la Economía Mixta, requiere, en la situación de crisis del capitalismo mundial y del capitalismo dependiente en Nicaragua, un aumento de la explotación de la fuerza de trabajo que genera excedentes suficientes para la reproducción del capital, el aumento en las cuotas de ganancia de la burguesía y la reproducción del aparato burocrático del Estado». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

Este programa económico suponía la posibilidad de crecimiento y transformación de gran parte de la pequeña burguesía del FSLN en burguesía nacional, y el aumento del crecimiento y aumento de la riquezas y posesiones de la burguesía nacional con la que estaba aliado el FSLN, recordemos que inclusive muchos de los miembros de la burguesía nacional efectivamente eran militantes del FSLN. De ahí las medidas que el FSLN implementó para asegurarse el cumplimiento del programa de «economía mixta»:

«Ello explica el congelamiento de salarios, la prohibición e ilegalización de la huelga obrera y de las tomas campesinas de tierras, el aumento de los impuestos indirectos que recaen fundamentalmente en las masas trabajadoras, la inflación incontrolada, la especulación en el mercado de productos básicos, el aumento real de las jornadas de trabajo a través de diversos mecanismos, el ordenamiento salarial que institucionaliza un sistema de congelamiento en el costo de la fuerza de trabajo, etc., así como los subsidios a la gran producción privada, la condonación de deudas a los capitalistas, los incentivos fiscales a las grandes empresas privadas, la política preferencial de divisas hacia la burguesía, la política crediticia a favor de los grandes productores, etc». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El MAP-ML sabía que la única clase social que podía dar respuesta a estos problemas atrasados era el proletariado y su partido, resolviendo estas tareas y encauzándolas con la revolución socialista, y no delegando en otra clase ni en otro partido:

«Estamos en la época de la revolución proletaria, es decir, la época en la que los obreros y campesinos pobres de Nicaragua juntan sus manos para imponer sus propios intereses, sin esperar que otros se los garanticen ni prometan. Pero también en que las tareas transformadoras contra todos los resabios heredados, se desarrollarán en todas sus consecuencias, de lo que ni la burguesía ni la pequeña burguesía han sido capaces. Sólo la clase obrera nicaragüense de la ciudad y el campo, en la alianza con el campesinado pobre serán capaces de llevar hasta sus últimas consecuencias esas transformaciones, tareas atrasadas por la inconsecuencia burguesa-pequeño-burguesa. Pero estas tareas no agotan el programa del proletariado en Nicaragua. Sus acciones van más allá que tratar de desarrollar las transformaciones democrático-burguesas que ni la burguesía ni la pequeña-burguesía fueron capaces de desarrollar. El programa del proletariado es esencialmente anticapitalista, antiimperialista y antiburocrático. Sienta las bases para arreglar los asuntos pendientes con las clases rezagadas, pero es fundamentalmente un programa para avanzar, para marchar hacia conquistas históricas, para transitar en la ruta de la construcción del socialismo proletario». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El MAP-ML por lo tanto, a diferencia de la pequeña burguesía que representaba el FSLN, no estaba dispuesta a regatear los objetivos del proletariado, ni a actuar de mediador entre el proletariado y la burguesía en los intereses de cada uno, ni por supuesto crear la impresión de que su gobierno sería un gobierno y Estado supra-clasista, es decir, por encima de las clases, intentando mantener la apariencia de armonía entre clases, el MAP-ML lucharía por sus intereses que eran obviamente contrapuestos al de las clases explotadoras:

«En nuestras condiciones, vista la presión de las clases reaccionarias y revolucionarias, la pequeña burguesía pretende arbitrar esta lucha, mientras se erige como poder supuestamente supra-clasista, regañando a unos y, sosegando a otros, según el caso. Esto es lo único original del plan de lucha del FSLN. El programa de lucha del proletariado, contrapuesto al de la oligarquía, de la burguesía y de la pequeña burguesía, es sostenido por el partido de la clase obrera de Nicaragua, el partido de la Revolución Proletaria en Nicaragua; el MAP-ML». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

En el libro de Juan Maestre Alfonso: «Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial» de 1987, podemos ver las diferentes posiciones de los partidos políticos sobre la constitución burguesa que el FSLN impulsó en 1987. Allí podemos encontrar un pequeño cuadro de críticas del MAP-ML sobre la política pequeño burguesa del FSLN, las cuales se podían resumir en lo siguiente:

1) Crítica en los principios fundamentales:

«Democracia participativa con hegemonía proletaria, revocabilidad de mandatos, unidad orgánica del Estado bajo el centralismo democrático». (Juan Maestre Alfonso; Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, 1987)

2) Crítica en la organización del Estado y forma de Gobierno:

«Autodeterminación, antiimperialismo. Luchas contra el hegemonismo de las grandes potencias. Internacionalismo proletariado. Contra el no alineamiento. Garantizar la autodeterminación nacional». (Juan Maestre Alfonso; Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, 1987)

3) Crítica en los derechos deberes y garantías ciudadanas:

«Derechos de los trabajadores a elegir y ser electos. Derechos sociales a vivienda, educación y salud y la plena satisfacción de la necesidades materiales». (Juan Maestre Alfonso; Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, 1987)

4) Crítica a la Economía Mixta:

«Monopolio del Estado: en la posición de los recursos naturales y medios de producción fundamentales, en planificación centralizada. Control en la gestión Estatal y de empresas. Colectivización voluntaria de la pequeña producción privada. No debe institucionalizarse el Sistema de Economía Mixta». (Juan Maestre Alfonso; Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, 1987)

5) Crítica del régimen agrario:

«Cesión en usufructo a campesinos, de las tierras confiscadas. Cooperativización campesina voluntaria. Desarrollo de la Reforma Agraria en contra de los latifundios y no en detrimento de la propiedad estatal. Desarrollo de la Reforma Agraria en contra del latifundio y las grandes explotaciones privadas». (Juan Maestre Alfonso; Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, 1987)

6) Crítica de la política laboral:

«Derecho al trabajo, libertad, democracia sindical, inamovilidad laboral, seguro social, protección al asalario y derecho a huelga». (Juan Maestre Alfonso; Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, 1987)

7) Crítica en la política de salud, vivienda, educación y demás:

«Derechos a la plena satisfacción social de Educación, Salud, Vivienda, Alimentación, Trabajo, Educación Científica, gratuita y obligatoria hasta nivel universitario. Educación religiosa, voluntaria y extra-curricular en sus respectivas iglesias. Obligación estatal en la construcción de viviendas populares». (Juan Maestre Alfonso; Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, 1987)

8) Crítica en las transformaciones económicas-sociales de la revolución:

«Pleno poder de la clase obrera, revolución proletaria contra el capitalismo, el imperialismo, la burguesía y la burocracia. Reivindicación del proletariado y las masas». (Juan Maestre Alfonso; Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, 1987)

9) Crítica sobre el sistema electoral:

«Elegibilidad y revocabilidad en los cargos públicos. Derechos a elegir y ser electo. Control popular sobre el proceso electoral». (Juan Maestre Alfonso; Constituciones y leyes políticas de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, 1987)

Por supuesto, las críticas y contrapropuestas del MAP-ML son muy escuetas en esa obra de Juan Maestre Alfonso, y sus críticas se extendían a muchos más puntos, por ello pasemos a observar ahora el programa del MAP-ML para completar más la información de dicha agrupación de cara al lector.

El Programa del MAP-ML y sus propuestas al pueblo trabajador nicaragüense

Veamos uno de los documentos del MAP-ML, su: «Plan de lucha» de 1984. Dicho programa se componía de varios puntos que estaban pensados para resolver los puntos de la revolución democrático-burguesa que el FSLN no había liquidado. Estos puntos aparte de resolver las tareas no resueltas de la revolución democrático-burguesa, abrían el marco de la construcción socialista y colocaban su base. La exposición de varias partes de este documento, nos servirá para entender que proponía el MAP-ML al pueblo nicaragüense como alternativa al FSLN.

El punto número uno: planteaba establecer un política economía «en función de los intereses de los trabajadoras y para avanzar al socialismo». Dicho punto estaba relacionado con la alianza del gobierno de entonces del FSLN con la burguesía no somocista, dicha alianza se representaba en lo económico también, en el mantenimiento del poder económico de las clases explotadoras que habían luchado contra Somoza, así como en la aplicación de la política de la economía mixta que daba la posibilidad de un aumento o crecimiento de las clases explotadoras:

«El partido marxista-leninista de Nicaragua, al frente de la clase obrera, implementará su política económica en función de las necesidades de las grandes masas populares. Ello significa que la lógica de las ganancias privadas que ha predominado en la Economía Mixta, tendrá que dar paso a la lógica de las necesidades de las masas, para lo cual, el poder Obrero Campesino expropiará sin indemnización, las grandes propiedades privadas, las grandes unidades económicas en manos del gran capital privado en Nicaragua, las que serán transformadas en unidades estatales bajo el control y la gestión obrera desde el nivel de la unidad económica, hasta el nivel macro-económico o nacional. Esta acción de expropiación al gran capital privado, no es una operación que se desarrollará de la noche a la mañana, pues su ritmo dependerá de la capacidad de la clase obrera para dirigirla, evitando así el vicio del burocratismo y la estatización sin control ni gestión obrera, que sólo conduciría de nuevo, a la conformación de un Estado corporativo que a través de la burocracia estatal, oprimiría de nuevo a las masas populares. Se desarrollará, pues este avance de la clase obrera contra el capitalismo, a través de las acciones revolucionarias de expropiación del gran Capital, el control y la gestión obrera, la planificación centralizada de la Economía del país». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número dos: era referente a la necesidad de una reforma agraria debido a la no liquidación del latifundio por el FSLN. El MAP-ML se apoyaría la introducción de pequeños propietarios campesinos en cooperativas respetando el principio leninista de libre voluntariedad, y se impulsaría de igual modo las granjas estatales:

«Se impulsará la transformación del sistema de propiedad y producción de la tierra, a través de la expropiación sin indemnización del latifundio, esté ocioso o esté siendo utilizado por sus dueños privados, junto con todos los recursos productivos con que cuente, a fin de disponerlos a un plan nacional de producción. Se fortalecerá, la propiedad y producción estatal. Se procederá a la entrega de tierras de labor para usufructo de cooperativas de campesinos pobres y se promoverá la cooperativización voluntaria de los pequeños propietarios. El Gobierno Obrero-Campesino procederá a estructurar un modelo productivo agropecuario, que racionalizando los recursos disponibles, se pongan en función de las necesidades de consumo del pueblo y el desarrollo de las fuerzas productivas. La Reforma Agraria se implementará con la participación de los Consejos de Obreros y Campesinos, quienes a través de su órgano centralizado y sus representaciones locales, dispondrán .y ejecutarán, con participación popular; las tareas de transformación a gracia de la Revolución». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número tres: lo relativo al desconocimiento de la deuda heredada por el somocismo que el FSLN arrastraba y aumentaba de año en año. Apostando neutralizar cualquier represalia con el apoyo internacionalista del proletariado y demás masas populares de otros pueblos:

«El Poder Obrero-Campesino desconocerá el pago de la deuda externa heredada del somocismo al 19 de julio de 1979 y se procederá a un estudio y evaluación de las nuevas deudas asumidas por el Gobierno de Reconstrucción Nacional durante su mandato. Ningún compromiso de pago deberá poner el peligró la autodeterminación del pueblo nicaragüense y el desarrollo de las fuerzas productivas del país. Los recursos que queden como resultado del desconocimiento de la deuda externa, serán destinados al desarrollo y fortalecimiento nacional. El bloqueo financiero y las presiones económicas de las burguesías y los gobiernos enemigos, serán neutralizados mediante el internacionalismo proletario, que haga que el movimiento obrero internacional asuma como propias, las tareas de la defensa económica de la Revolución Obrero-Campesina en Nicaragua. El apoyo financiero y técnico deberá provenir fundamentalmente de los pueblos y los trabajadores del mundo». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número cuatro: hacía referencia al problema a resolver de la tierra y la vivienda para las masas populares nicaragüenses. Reto no conseguido por el gobierno del FSLN y causante de muchos quebraderos de cabeza:

«Se procederá a la expropiación sin indemnización de las propiedades privadas urbanas en los que se comprueben casos de rentismo. Se respetará la propiedad de tierras y viviendas de uso personal y familiar. Redistribución de las tierras urbanas a través de los Consejos Populares Revolucionarios. Promoción de los esfuerzos comunitarios de autoconstrucción, sin perjuicio de que la construcción de urbanizaciones y viviendas dignas es una responsabilidad ineludible del Estado Obrero-Campesino. El Estado procederá a la eliminación de las cuarterías asignándoles a los pobladores nuevos terrenos y construcciones. Se procederá a la entrega de casas y terrenos que habiendo sido diseñados para viviendas, en el régimen anterior han servido de alojamiento u oficinas de la burocracia estatal». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número cinco: explicaba la «conformación y desarrollo del poder obrero-campesino». Este nuevo poder significaría el fin de la estructura de poder burguesa del FSLN donde los poderes estaban divididos, y la construcción de un poder popular basado en soviets, aquí llamados consejos, donde además a diferencia de los representantes de los órganos estatales del FSLN, aquí dichos representantes del poder serían elegidos por las bases y removibles en cualquier momento:

«Disolución inmediata de las instituciones formales que significan una limitación, sustitución, o imposición a la participación de las masas populares en el ejercicio cotidiano del poder. Se eliminará la separación de poderes, haciendo confluir a los organismos de los trabajadores en un gran órgano de carácter legislativo y ejecutivo. Este órgano es la Asamblea Popular de representantes, conformada por los Consejos de Obreros, Campesinos, Sectores populares, Milicianos y Soldados, el, máximo órgano del Poder Popular, del poder de los Obreros y Campesinos. Se asegurará el poder Obrero-Campesino a través de los Consejos, que se desarrollaran desde las actividades y niveles más sencillos de Control hasta las formas más complejas de Gestión Obrera. Todos los representantes serán electos por las bases y removibles en cualquier momento en que éstas determinen, desde la representación en los órganos de base, hasta los máximos organismos de representación. El salario de los funcionarios gubernamentales y representantes no excederá el salario de un obrero medio». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número seis: aludía a la cuestión militar en el país, solucionando la forma en que el FSLN había tratado lo relativo al ejército manteniendo su vieja estructura burocrática. Proveer «al pueblo de armas y organizar las milicias populares, enseñarles las artes militares, y conformar la creación de un verdadero Ejército Popular Revolucionario, de plena democracia interna con unos mandos y oficiales electos por la tropa». Así mismo «una incorporación del ejército al trabajo productivo en tiempos de paz». Más «servicio militar obligatorio según las necesidades de la defensa militar de la revolución»:

«La Revolución Obrero-Campesina requiere de que las masas se agrupen organizada y conscientemente de las artes militares en sus diversas formas y técnicas. Para ello, se procederá a la reestructuración de las Milicias, dándole prioridad a su conformación por centros de trabajo, sin perjuicio de criterios territoriales complementarios. Se procederá a la descentralización del armamento ligero y una zonificación militar que sepa distribuir racionalmente los recursos defensivos en todo el territorio nacional. El uso de determinadas especialidades de las artes militares requiere de la conformación de un ejército permanente, que será reducido al mínimo posible que obligatoriamente deberá incorporarse a las actividades productivas para no constituirse en carga de los trabajadores. En el ejercito, para evitar su burocratización y aislamiento de las masas, se conformarán los Consejos de Soldados para la libre discusión y tratamiento de los problemas de la Revolución y las reivindicaciones propias de los soldados así como los nombramientos será obra de un ejercicio democrático en que los soldados de base decidirán sobre la selección de sus propios mandos. En la ejecutoria de las acciones militares, sin embargo, regirá el más estricto centralismo. El Servicio Militar Obligatorio se computará también en el servicio voluntario en las Milicias y su implementación dependerá de las necesidades de la defensa. Sin embargo el eje central de la defensa militar del país serán las Milicias de Obreros, Campesinos y pueblo en general es decir, el pueblo armado». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número siete: subrayaba la cuestión de la «defensa de la integridad del territorio nacional y de la autodeterminación del pueblo y la revolución proletaria en Nicaragua. Lucha contra todo tipo de injerencia de países o superpotencias hegemónicas». Poniendo fin a teorías hipócritas como el Movimiento de los Países No Alineados, movimientos pro imperialistas que coqueteaban con una u otra potencia imperialista:

«El poder Obrero-Campesino garantiza la plena defensa del territorio nacional, así como la auto-determinación del pueblo nicaragüense y de la Revolución de los Obreros y Campesinos en Nicaragua. El Gobierno Obrero-Campesino no aceptará ningún tipo de imposición de países, grupos de países o de las superpotencias hegemónicas que se disputan el reparto del mundo. En la política exterior respecto a los otros pueblos y trabajadores del mundo, se defenderán y sostendrán estos mismos derechos». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

En punto número ocho: se hacía gala de un apoyo a la unidad mundial de la clase obrera, y se instigada a un verdadero internacionalismo proletariado, a respetar el derecho de libre autodeterminación y apoyar sus «luchas contra las clases explotadoras locales o extranjeras que oprimían y explotaban a sus países». Esto rompía con el apoyo del FSLN a variados movimientos pseudorevolucionarios e incluso anticomunistas donde se incluía a los países revisionistas o a los partidos revisionistas repartidos en los diversos países del mundo:

«Respeto al derecho de autodeterminación de los pueblos y trabajadores. Práctica del internacionalismo proletariado y apoyo militante a las luchas de los pueblos contra sus opresores y explotadores». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

En el punto nueve: se establecía la «garantía de las libertades democráticas para las masas populares» a través de «la movilización popular revolucionaria», el «cortar la actividad política de la burguesía y la reacción» y «desarrollar la libre lucha ideológica contra los enemigos de los trabajadores». Asegurar la «práctica sindical, libertad de organización sindical» y «el derecho a huelga»:

«Mediante la acción política determinante de los Consejos de Obreros, campesinos, sectores populares, milicianos y soldados, el poder obrero-campesino garantiza la más genuina democracia revolucionaria en el seno del pueblo y su férrea imposición sobre los enemigos de los trabajadores. Esta participación democrática no descuidará ni un momento los intentos contrarrevolucionarios de la burguesía y los terratenientes, aún de los que ya hayan sido expropiados, así como las acciones del imperialismo contra el poder revolucionario de los Obreros y Campesinos. Se garantizará la plena democracia sindical que elimine el verticalismo y el burocratismo en los sindicatos. El Estado Obrero-Campesino garantizará el derecho de huelga, como un instrumento que el movimiento obrero debe tener a su alcance para presionar o determinar en asuntos a los que no se les haya dado oportuna ni suficiente respuesta. La libre lucha ideológica, la persuasión y mejor aún, la genuina y directa participación de los trabajadores en el poder, son garantías de que la contrarrevolución no tendrá mucho espacio para manipular este justo derecho de huelga». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número diez: izaba la bandera contra «la explotación y opresión de la mujer». Otro tema no solucionado eficazmente por el FSLN desde su toma de poder, que mostraba su ejercicio del poder como cualquier otro partido burgués:

«La lucha contra la explotación y opresión de la mujer se resuelve mediante la transformación de las relaciones sociales de producción que destruyan todo el mecanismo capitalista de explotación. Sin embargo, es necesario aún en ese caso, continuar la lucha contra todo tipo de resabio opresivo o de marginación sobre la mujer. Se implementarán para ello programas especiales para la efectiva incorporación de la mujer al trabajo productivo, sin dejar de tomar en cuenta algunas limitaciones naturales que no son propiamente remanentes históricos de su marginación y opresión, como ejemplo, la mujer embarazada no debe ser expuesta a riesgo en un proceso de trabajo que pueda afectar su salud o la del hijo en formación. Se resolverá el problema de la custodia y cuido de los niños de la mujer trabajadora, garantizando los servicios estatales necesarios para ese fin, además de la lucha ideológica contra los prejuicios machistas que pretenden atar a la mujer a los trabajos domésticos del hogar. Se promoverá a todos los niveles una científica educación sexual y se pondrá a disposición del pueblo la tecnología anticonceptiva que voluntariamente requieran los trabajadores a fin de eliminar las prácticas del aborto sin vigilancia médica, a las que tienen que recurrir muchas mujeres del pueblo. Complementariamente se estudiará y aprobará una legislación que autorice el aborto voluntario bajo vigilancia y control de los servicios médicos estatales». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

En el punto número once: completaba otra tarea incompleta por el FSLN. Se apostaba por la «nacionalización completa y la posterior gestión obrera de los medios de comunicación de masas, servicios médicos y educación» más «el fortalecimiento de empresas estatales de transporte colectivo». Ello no implicará cerrar por la fuerza los centros educativos religiosos, dicha tarea sería del futuro cuando las masas hayan recibido educación sobre las bases del ateísmo científico y nadie requiera entonces de tales centros, pudiéndose ser transformados para uso popular y cultural:

«Los medios de comunicación de masas, serán nacionalizados y puestos bajo el control y la gestión obrera. Se eliminará el ejercicio privado de la medicina y las actividades lucrativas en la educación, para lo cual se nacionalizarán los colegios privados que aún existen en el país. Se permitirá sin embargo, el libre funcionamiento extra curricular de instituciones que se dediquen exclusivamente a la enseñanza religiosa, es decir, que los centros educativos religioso; sólo deben enseñar religión. Se procederá al fortalecimiento de empresas estatales de transporte colectivo que resuelvan el problema de la transportación, incluyendo buses, taxis y vehículos de transporte de mercaderías». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número doce: propone la expansión de los conocimientos científicos, respeto a las tradiciones del pueblo, acceso a todo el mundo a la cultura y la promoción de la cultura proletaria. Acabando con la falsa teoría del FSLN de que «la cultura no tiene ingrediente de clase»:

«Desarrollo de los conocimientos científicos en el seno del pueblo, Respeto a las tradiciones culturales de las masas. Apertura a la cultura universal bajo libre lucha ideológica. Desarrollo de las expresiones culturales del proletariado». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número trece: se defiende la derogación del viejo código somocista que regula las relaciones laborales mantenido por el FSLN como muestra de que era al final de todo el paladín de los explotadores:

«Derogación del código del trabajo somocista todavía vigente. Pleno poder a los trabajadores para las decisiones en materia laboral y seguridad social a través del órgano máximo del poder; la Asamblea Popular de Representantes». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El punto número catorce: y último punto del programa, era concernientes a la siempre polémica región del Atlántico, a la cual se pretendía igualar al resto del país:

«Derecho a la autodeterminación administrativa indígena y pobladores de la Costa Atlántica de Nicaragua. Respeto al usufructo de sus tierras comunales. Industrialización especial de la Costa Atlántica, de acuerdo a su base natural, reinversión en la propia zona de los excedentes necesarios para el desarrollo local del resto del país». (Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de 1984)

El MAP-ML, principal blanco de la represión desatada por el FSLN desde los primeros días de gobierno

Como hemos visto el Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista (MAP-ML) no se andaba con remilgos a la hora de criticar la política de los falsos revolucionarios –como debía ser–, y eso como era normal tendría su respuesta –que entre sus formas podría entrar la represión–. Y es que mientras el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) pactaba con la burguesía y sus agrupaciones el futuro Estado burgués nicaragüense; el mismo desarrolló ya desde los primeros días de gobierno una persecución y encarcelamiento de los revolucionarios marxistas-leninistas del MAP-ML. Esta represión se presupone que se acentuó en diversos momentos, uno de ellos claramente fueron los primeros meses después de julio de 1979.

En un medio burgués estadounidense con varios clichés anticomunistas –los cuales intentaremos saltarlos para agrado del lector–, intentaban relatar la pugna entre los diferentes grupos autodenominados comunistas, y se hacía eco de la represión del MAP-ML por parte del FSLN:

«El MAP-ML es un partido más radical que etiqueta con desprecio, declara tanto al Partido Socialista Nicaragüense como al Partido Comunista de Nicaragua como «revisionistas». Los tres apoyaron a los sandinistas cuando tomaron el poder (…) contra el régimen derechista del general Anastasio Somoza. Pero los problemas empezaron pronto. (…) El más dañado directamente fue el radical MAP-ML. El gobierno sandinista detuvo a decenas de líderes de ese partido en 1979 y 1980, condenando a algunos hasta seis meses de condena. Fernando Malespín, un miembro del Comité Central del MAP-ML Comité Central, ha estado en la cárcel por tres meses. Hoy, expresa un desdén por los sandinistas. «Este es un gobierno de alianza con la pequeña burguesía y la burguesía», dijo Malespín. «La burguesía está ganando cada vez más nivel de poder político y económico que el que tenía antes de la guerra». (Los Ángeles Times; Los tres partidos comunistas nicaragüenses en riña con los sandinistas, los cuales creen que son suaves con el capitalismo, 4 de diciembre de 1985)

A la brutal represión se le añadió la censura y cierre de su medio de comunicación, el periódico «El Pueblo» –el director de este diario, Melvin Wallace Simpson, se convirtió en el «primer preso político» en el post somocismo, le fueron negadas todas las garantías jurídicas, y se le incomunicó con paradero desconocido–. También se procedió a la ilegalización de organizaciones sindicales ligadas al mismo MAP-ML, es el caso del Frente Obrero.

Esta ley marcial aplicada al MAP-ML nunca se aplicó a la burguesía y sus tribunas, ni siquiera en los momentos más álgidos de la guerra contrarrevolucionaria. Esto nos deja ver claramente que el FSLN veía como enemigo a batir a la única organización que hacía un planteamiento de clase proletario y revolucionario en lo referente a las tareas apremiantes y futuras a resolver por la revolución triunfante.

Si leemos uno de los documentos internos redactados por el FSLN y la Dirección Nacional, veremos que los defensores del «pluralismo político» tenían un «curioso» concepto de lo que era para ellos el tan cacareado pluralismo político:

«La posición del FSLN con respecto a los partidos políticos de izquierda está dada de acuerdo a la actitud que dichos partidos tomen respecto al proceso revolucionario. Si esta actitud entraña un peligro actual, estos partidos serán tratados como enemigos de la revolución. Tal es el caso de los grupos que desde posiciones de ultraizquierdista han adoptado posiciones saboteadores y contrarrevolucionarios, como son el MAP-ML y los grupos trotskistas, a estos grupos contrarios al proceso ¡hay que aplastarlos! Por el contrario con las organizaciones de izquierda que manifiesten predisposición a trabajar en función de los intereses de la revolución ya bien sea con las perspectiva de pasar a integrar el FSLN, de disolver sus organizaciones de masas o por último, de trabajar estrechamente unidos bajo la conducción del FSLN debemos estimularlos a trabajar sin descanso para mantener la revolución». (Frente Sandinista de Liberación Nacional; Análisis de la coyuntura y tareas de la revolución popular sandinista; Tesis políticas y militares presentadas por la Dirección Nacional del FSLN en la Asamblea de cuadros: «Rigoberto López Pérez», celebrada el 21, 22 y 23 de septiembre de 1979)

Analicemos esto:

Primero: el FSLN se presentaba así mismo como vanguardia revolucionaria y marxista y exigía que por ello cada organización debía disolverse en el FSLN o trabajar para el FSLN reconociendo su «carácter de vanguardia». Ahondemos en el argumento absurdo más obvio.

¿Quién en su sano juicio iba a confiar como «vanguardia proletaria» y como vehículo para alcanzar y profundizar el «proceso revolucionario» a una organización que hasta hace cuatro días era una de carácter político-militar en la cual había primado las riñas entre distintas tendencias fraccionalistas; en donde no se tenía en cuenta el origen social de sus miembros sino que se declaraba orgulloso como «pluriclasista»; en donde no se elegían los puestos sino que se cooptaban por el dedo de los órganos de arriba; en donde se había visto un constante cambio de tipo de estrategias militares; en donde se había podido ver completa locura y caos de mezcolanza de ideas liberales, reformistas, revisionistas e incluso religiosas que dominaban a sus jefes; y en donde en más de una ocasión la organización iba a la zaga de los acontecimientos espontáneos de las masas? ¿Qué marxista-leninista iba a delegar el proceso revolucionario en un grupo que proponía el parlamentarismo burgués, la alianza con la burguesía nacional y sus organizaciones, y la economía mixta como principio? Desde luego solo los ilusos o los ignorantes. Era una completa broma que el FSLN exigiese la disolución del resto de partidos, ya que si bien los partidos son representantes de las clases, el FSLN no pretendía eliminar a las clases explotadoras ni proletarizar a las clases trabajadoras, no tenía porque exigir limitar el número de partidos, eso sumado al hecho ya comentando de que el FSLN no era un partido de la clase obrera, pues arengaba el pluriclasismo y la multiideología. Además ha de tenerse en cuenta que el partido marxista-leninista no elimina por medio de un decreto a los partidos de la clase obrera y la pequeña burguesía, sino que para lograr el fin de estos partidos se gana a su militancia en un trabajo permanente de persuasión y educación, logrando poco a poco obtener a la mayoría de la clase obrera y el resto de las masas trabajadoras a su favor y en detrimento de sus líderes reaccionarios, de otra forma, sabe que cualquier eliminación por decreto de un partido, o cualquier fusión mecánica con sus militantes será formal no le libra de su aislacionismo con estas capas de la población. Sabe pues, que de no ser así estaríamos hablando de medidas burocráticas de disolución de organizaciones como ocurre en los regímenes fascistas, de hecho esta tendencia autocrática del FSLN de reprimir a las distintas organizaciones y de forzara a disolverse o a integrarse en el FSLN se traduciría en que nunca llegaría a ganar completamente a las distintas capas de la sociedad, siendo en especial el campesinado una clase social que le daría muchos problemas.

Segundo: vemos como el FSLN en su análisis de septiembre de 1979 oportunamente mete al MAP-ML en el saco de los «ultraizquierdistas» junto a los trotskistas. Esto no debe sorprendernos, fue el pobre discurso de aquel entonces. Los medios de prensa extranjeros recogían como los miembros del FSLN ante denuncias tan concretas y sencillas del MAP-ML, a lo único que podían responder era colocarles la etiqueta de izquierdistas:

«Fernando Malespín, un representante activo del Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista (MAP-ML), acusó a los sandinistas de promover «un programa revolucionario burgués que permite la economía mixta». Ortega acusó a estas críticas de «caer en un extremismo que es la enfermedad infantil del comunismo, según Lenin». (The Spokesman Review; La Nicaragua de Ortega habla que los programas han fracasado, 30 de enero de 1987)

¿Dónde está el extremismo y el izquierdismo infantil del MAP-ML en denunciar cara a cara al FSLN que por mucho que dijeran no existía un Estado «por encima de las clases» ni una «democracia para todos»? ¿Dónde está el izquierdismo en preguntar si es para ellos socialismo la economía mixta? ¿Dónde está el izquierdismo en preguntar si ellos se adherían a la teoría imperialista del «no alineamiento» internacional que traiciona la lucha por el socialismo y las luchas de liberación nacional a escala global? ¿Es más, en que obra Lenin tipificó que una denuncia tal del oportunismo pequeño burgués fuera izquierdismo? ¿Acaso Ortega leyó la obra de Lenin: La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo de 1920, donde se denuncian estos conceptos de los partidos llamados «demócratas pequeño burgueses» afiliados a la II Internacional? ¿Alguien acaso desconoce que para más inri: el FSLN forma parte de la heredera de la II Internacional, la llamada Internacional Socialista?

Sin poder contrarrestar las críticas del hecho de que la economía mixta hacía «crecer de año en año al sector privado» y creaba nuevos ricos» como decía el sandinista Jaime Wheelock, a falta de argumentos teóricos se pasaba a calificar al MAP-ML de «izquierdistas» y hasta de «contrarrevolucionario» con la esperanza que la militancia a la que se machacaba con la propaganda se creyese tal cuento. Es algo inherente a todo tipo de revisionistas donde a falta de poner contraargumentar se pedía el «cese de la polémica» o se intentaba censurar y acallar por la fuerza al que le ponía nervioso:

«Los maoístas y sus abogados revisionistas desean evitar la polémica y luchan por conseguirlo. La polémica marxista-leninista siempre ha atemorizado a los revisionistas, tanto a los jruschovistas como a los maoístas. Precisamente en su última carta, en la que nos atacan, los revisionistas maoístas dicen que «no les responderemos, porque no queremos polemizar». (Enver Hoxha; El «abogado» charlatán de la podrida línea china; Reflexiones sobre China, Tomo II, 14 de febrero de 1977)

Los líderes contemporáneos del FSLN tampoco han pasado de proponer mejores pseudoargumentos cuando los marxista-leninistas los desmontan: si se lanza una crítica a su amorfa organización, la crítica, los datos, los argumentos, los documentos, no serán analizados, sencillamente se limitaran a cerrar filas en torno al sentimentalismo de las «siglas», la «larga historia del partido» y a la defensa del «Líder», y el efecto «boomerang» de la limpia crítica será llevarte calificaciones como: «trotskista», «sectario», «dogmático», «mercenario a sueldo o gratuito del imperialismo». Esta es la realidad de la calumnia ante la denuncia del oportunismo, también ha sido una máxima de los antimarxistas como medio para eludir el debate e intentar desacreditar las líneas de debate de sus adversarios marxistas:

«No será para nosotros una ofensa si los camaradas nos critican con justeza y aduciendo pruebas documentadas, pero no consentiremos jamás que nos tilden de «dogmáticos», «sectarios», «nacionalistas estrechos», únicamente porque luchamos con perseverancia contra el revisionismo contemporáneo y, en particular, contra el revisionismo yugoslavo. Si alguien considera nuestra lucha contra el revisionismo como dogmatismo o sectarismo, le decimos que se quite los anteojos revisionistas, porque así verá mejor». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú, 16 de noviembre de 1961)

Ahí tenemos los ejemplos histórico –ahora vistos incluso con humor– de Nikita Jruschov llamando «trotskista» a Enver Hoxha, Santiago Carrillo llamando «titoista» a Joan Comorera, o el propio Lev Trotski llamando «dictador», «bonapartista» y «burócrata» a Lenin. Es decir el «burro hablando de orejas».

Esta situación de «darle la vuelta a todo» y cubrir todo en base a demagogia barata, es algo que ha sucedido en las pugnas entre los gobiernos revisionistas-capitalistas y las fuerzas marxista-leninistas que lo desenmascaraban y querían derrocarlo:

«Los términos del marxismo-leninismo son utilizados de modo distorsionado para cubrir la dominación socialfascista. Por lo tanto, la ocupación de la República Democrática Alemana de unos 300.000 soldados soviéticos y el saqueo y la opresión del socialimperialismo soviético es llamada «cooperación entre países socialistas» y se designa como parte de «internacionalismo proletario». Los preparativos de guerra de los socialimperialistas y su mandato en el agresivo Pacto de Varsovia se describen como «la defensa de los países socialistas contra el imperialismo». La cruel dictadura fascista de la nueva burguesía sobre el proletariado y los demás trabajadores se llama «dictadura del proletariado». ¿Y como se denomina a la lucha de nuestro partido por el derrocamiento violento de la nueva burguesía y la expulsión de las fuerzas de ocupación soviéticas, la lucha por el restablecimiento de la dictadura del proletariado en la RDA y la lucha por una Alemania unida, independiente, socialista? Como un «trabajo contrarrevolucionario por el derrocamiento del socialismo». Por ello nuestro partido debe exponer sin cuartel a los representantes directos del revisionismo, sino también debe hacer un trabajo entre los que todavía se mantienen bajo la influencia de la propaganda revisionista de la RDA, persuadirles de su carácter capitalista». (Ernst Aust; Informe sobre las actividades del Comité Central en el IIIº Congreso del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, diciembre de 1976)

Volviendo al tema, lo que nos demuestran los hechos de aquel entonces es que el FSLN ya tenía en el punto de mira al MAP-ML, y este último debió de haber percibido de una forma u otra la campaña represiva que iba a caer contra él.

Otro punto álgido de la represión parece ser que fue de enero a noviembre de 1987, cuando el gobierno del FSLN intentó impulsar, oficializar, el sistema democrático-burgués ratificado en la nueva constitución a la que el MAP-ML se opuso, y cuando en esos meses entró en vigor el Decreto de suspensión de los Derechos y Garantías respecto a la implantación del Estado de emergencia. Este decreto dejó invalidó oficialmente durante estos meses los derechos ya de por sí formales establecidos en la Constitución de 1987, hablamos de artículos referidos como el Recurso de Amparo o el Recurso de Habeas Corpus. Esto daba vía libre, ahora legal, para acabar por la vía represiva con cualquier marxista-leninista y con cualquier revolucionario con un mínimo de honestidad que protestaran o se opusieran a algunas o a todas las políticas del FSLN que estaban llevando al país al desastre.

Una apreciación histórica necesaria sobre los defectos que imposibilitaron al MAP-ML aplicar su correcto programa revolucionario

El Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista (MAP-ML) como hemos podido corroborar, comprendía perfectamente el papel de traición y freno a la lucha de clases que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) había supuesto y seguía suponiendo en los 80 para Nicaragua. Consciente de ello elaboro un programa coherente, que dejaba en evidencia el valiente análisis y propuestas de su dirigencia y que indirectamente exponía la cobardía y pseudomarxismo de la dirigencia del FSLN. ¿Entonces cuales fueron los defectos que imposibilitaron al MAP-ML batallar correctamente contra la demagogia pseudomarxista el FSLN y apartarlo del poder?

En el VIIº Congreso de la Komintern de 1935, Georgi Dimitrov en su «discurso resumen» del 13 de agosto de 1935, destacaría cuatro cuestiones que en su opinión deberían mejorar los partidos:

1) Acabar el vicio de suplantar la falta de conocimientos para realizar análisis marxista-leninistas «por frases y consignas generales», sin «hacer el menor esfuerzo serio por esclarecer en qué condiciones, ante qué correlación de fuerza de clase, en qué grado de madurez revolucionaria del proletariado y de las masas trabajadoras, con qué nivel de influencia el partido comunista». El búlgaro recalca que «sin este análisis concreto, marxista-leninista, no sabremos jamás plantear, ni resolver con acierto el problema del fascismo, ni el del frente proletario y popular, ni el de la actitud frente a la democracia burguesa, ni el del gobierno de frente único, ni el de los procesos que se operan en el seno de la clase obrera y, en particular, entre los obreros socialdemócratas, ni tantos otros problemas nuevos y complejos que nos plantean y seguirán planteando la vida misma y el desarrollo de la lucha de clases».

2) La creación y promoción de buenos cuadros, hombres y mujeres entregados con la causa y que apliquen la línea partidista.

3) Que estos militantes estén «pertrechados con la brújula de la teoría marxista-leninista, sin cuyo diestro manejo se cae en ese mezquino practicismo que no ve el porvenir más allá de sus narices, que sólo sabe resolver los problemas de uno u otro caso, que deja escapar toda perspectiva amplia de lucha, que indique a las masas hacía dónde vamos y por qué y adónde conducimos a los trabajadores».

4) Acabar con la espontaneidad en el movimiento tan característica del anarquismo y el luxemburguismo, y realizar una organización tenaz. Ello incluía el «aprender el arte leninista de convertir nuestros acuerdos en patrimonio, no sólo de los comunistas, sino también de las más amplias masas trabajadoras», y «saber hablar a éstas no en el lenguaje de las fórmulas librescas, sino en el de los que luchan por la causa de las masas, reflejando con cada palabra, con cada idea, los pensamientos y sentimientos de millones de hombres y mujeres».

Sin duda el MAP-ML debía empezar por aplicar estos consejos del marxista-leninista búlgaro. Pero siendo más concretos y adentrándonos en el terreno ideológico. ¿Qué exigencias en particular eran urgentes en un país como Nicaragua que había sufrido históricamente tanto la opresión imperialista? ¿Qué debía hacerse en particular contra la histórica actitud saboteadora de la lucha de clases contra las clases explotadoras internas y externas que ejercieron los distintos revisionismos que se incrustaron en el país? Muy sencillo: dotar a los todos los cuadros del partido de una genuina educación ideológica para poder popularizar y enseñar a las masas la línea del partido y para que estas pudieran entender y desarrollar una lucha intransigente contra todo tipo de imperialismo en el país, y contra todo tipo de corriente revisionista que tratase de frenar la liberación nacional y social:

«Nuestro partido cree que debe librarse una severa lucha contra los diversos tipos de revisionismo moderno y que esta lucha debe vincularse estrechamente con la lucha contra el imperialismo estadounidense, el socialimperialismo soviético, el capitalismo y sus partidos en cada Estado separado y a una escala mundial. Hacemos hincapié en la lucha contra los diversos tipos de revisionismo moderno, porque este es la variante más reciente y menos desenmascarada de la socialdemocracia en el período del imperialismo, del capitalismo en decadencia, el período de las revoluciones antiimperialistas y las revoluciones proletarias. En esencia, los diversos tipos de revisionismo moderno tienen similares puntos de vista ideológicos y mismos objetivos: el rechazo de la teoría marxista-leninista como una teoría supuestamente inadecuada para nuestro tiempo; el rechazo de la revolución y la toma del poder por la violencia; la integración del capitalismo en «socialismo» por medio de reformas en el pluralismo y en la colaboración, en la armonía y la convivencia de las clases y sus ideologías; la preservación de las estructuras estatales capitalistas existentes, así como de las creencias religiosas, aceptando sólo algunos cambios formales menores». (Enver Hoxha; Sólo bajo un genuino partido marxista-leninista se pueden conseguir los objetivos; A partir de una charla con Ernst Aust, Presidente del Partido Comunista de Alemania Marxista-Leninista, 30 de noviembre de 1979)

¿Qué revisionismos estaban especialmente en boga en los años 70? ¿Contra qué revisionismos había que apuntar y precisar las baterías?

«Hoy vemos una serie de variantes del revisionismo moderno: 1) El revisionismo moderno soviético que «domina» en una serie de partidos revisionistas dentro de su esfera de influencia que, en general, son antiguos partidos comunistas. Esta agrupación revisionista se disfraza con el leninismo, pero lo combate tanto en teoría como en práctica revolucionaria. Los partidos de esta agrupación revisionista que operan en los países capitalistas están en la oposición, pero también están haciendo esfuerzos para participar en los gobiernos capitalistas de sus propios países. Su demagogia es muy peligrosa. 2) El «eurocomunismo», el nombre que llevan por bandera los partidos revisionistas de Francia, Italia y Francia, así como los otros que han rechazado abiertamente la teoría marxista-leninista y la idea de la revolución, defienden el parlamentarismo, el pluralismo, el reformismo en la teoría y en su estructura, rechazan la lucha de clases, predican la paz de clases, también luchan por la participación en los gobiernos capitalistas y la colaboración jurídica con el capitalismo, mientras buscan integrarse en su estructura y superestructura. 3) El revisionismo chino con el «Pensamiento Mao Zedong» como una teoría oportunista pseudomarxista, ecléctica, bujarinista, revisionista, con tendencias a la hegemonía mundial, tanto en la ideología como en la política. Aunque no se ha cristalizado, el «Pensamiento Mao Zedong» es una teoría de la burguesía china en desarrollo, que tiene tendencias agresivas, belicistas, y socialimperialistas. Esta teoría pseudomarxista rechaza el marxismo-leninismo, mientras se disfraza como una teoría de la revolución; asimismo, trata de disfrazar la lucha que el revisionismo chino está librando por la hegemonía mundial y el neocolonialismo, rechazando la lucha de clases, que existe en Asia pero también a nivel mundial, y está abiertamente contra el internacionalismo proletario. 4) El titoismo, es una corriente revisionista que opera sin disfraz contra el marxismo-leninismo, se pone abiertamente al servicio del capitalismo mundial, es el constructor de una estructura pseudosocialista anarco-sindicalista con todas las características antisocialista y antimarxista-leninistas. El titoismo es un amigo y partidario de los «eurocomunistas» y está tratando de convertirse en su líder, pero sin éxito. Esta corriente también está haciendo esfuerzos para influir en China para establecer más firmemente su curso capitalista, y esto a su influencia ha comenzado a tener efecto en varias direcciones, aunque China tiene como objetivo crear y está creando su sistema capitalista a su propia manera. 5) Varias corrientes eclécticas, socialreligiosas, socialburguesas, antimarxistas, que aparecen continuamente como hongos después de la lluvia». (Enver Hoxha; Sólo bajo un genuino partido marxista-leninista se pueden conseguir los objetivos; A partir de una charla con Ernst Aust, Presidente del Partido Comunista de Alemania Marxista-Leninista, 30 de noviembre de 1979)

¿Se da cuenta el lector que por ejemplo todas y cada una de las cinco corrientes revisionistas citadas estaba presente en el organismo ideológico del FSLN que en ese momento estaba en el gobierno? En el caso de:

1) La influencia del revisionismo soviético en el FSLN: puede verse en la aceptación de los «países de orientación socialista», la adhesión a la «división internacional del trabajo», o el saludo a la teoría del «partido y Estado de todo el pueblo»;

2) La influencia del revisionismo eurocomunista: puede verse en el programa calcado de la «economía mixta», la «repartición de la riqueza» o el «pluralismo político»;

3) La influencia del revisionismo chino: puede verse en haber adoptado en sus inicios la «guerra popular prolongada», el adoptar el tomar a la burguesía nacional como contradicciones «no antagónicas» y como «parte del pueblo», la «integración pacífica» de las clases explotadoras en el socialismo», o el «tercermundismo», el pretendido desarrollo de «país socialista con economía de mercado».

4) La influencia del revisionismo yugoslavo: puede verse en elevar a principio el «no alineamiento», estimular en la economía la «autogestión»;

5) La influencia de las corrientes religiosas: la notable presencia de seguidores de la «teología de la liberación», y la adopción de la noción de que «el marxismo y la religión no son incompatibles».

¡¿Era por tanto menester o no que el MAP-ML no «dejara títere con cabeza» a la hora de criticar y exponer a estos fariseos y sus seguidores en Nicaragua?! ¿Debía tomar o no como una zarandaja la clarificación ideológica de las masas trabajadoras nicaragüenses frente a estas corrientes?

En el trabajo organizativo deberíamos comprender el contexto del MAP-ML y sus militantes que ya hemos perfilado en ocasiones anteriores, muchos de sus militantes venían de militar en organizaciones no marxistas:

«Los elementos marxistas-leninistas que dirigen estos movimientos y partidos son combatientes decididos contra el revisionismo pero, como la mayor parte de ellos provienen de los partidos revisionistas, todavía están bajo el influjo de las formas y los métodos de lucha y de trabajo propios de esos partidos, ya que han militado en ellos durante años. Por eso en ciertos casos practican las mismas formas de lucha que aplicaban los partidos a los que pertenecían. Además, para los nuevos partidos marxista-leninistas existe siempre otro gran peligro, el que la burguesía y los revisionistas se infiltren en sus filas, con objetivos diversionistas y de sabotaje». (Enver Hoxha; Comprender y organizar correctamente el trabajo clandestino y legal del partido, cuestión fundamental de la revolución; Extractos de una conversación mantenido con un amigo cingalés, 17 de mayo de 1969)

Basándonos en esta circunstancialidad objetiva entendemos que el MAP-ML cometió un gran fallo, y es que: 1) o bien supuso que las fuerzas del FSLN que tan revolucionario y progresista se decía, y los aliados a los que arrastraban, no iba a tener el descaro de atacar al partido marxista-leninista nicaragüense echando sobre él todo el peso de la propaganda y los cuerpos y las fuerzas del Estado; 2) o bien que cuando este ataque sucediera ya se habría desmontando frente a las masas nicaragüenses el falso revolucionarismo del FSLN y serían conscientes de la necesidad de no apoyar al FSLN sino al MAP-ML por el bien de sus intereses, pensando los marxista-leninistas nicaragüenses que este posible ataque abierto del FSLN sobre el MAP-ML sería un estimulo, un empujón popular más a la causa del MAP-ML por cumplir sus objetivos entre los que estaban retirar del poder al FSLN para ser tomado por el MAP-ML. En definitiva se subestimó al enemigo; 3) o bien supuso que cuando eso pasara sería demasiado tarde para el FSLN: este ya estaría fuera del poder.

Fuera como fuere, el MAP-ML dio muestras de una falta de vigilancia y una más que deficiente preparación de sus cuadros para la posibilidad manifiesta de que cuando el FSLN se sintiera amenazado al ser señalados sus defectos, y el MAP-ML creciera conforme a esto, finalmente fue efectivamente agredido. Aunque en sus inicios fundacionales el FSLN no era representante directo de la burguesía nacional –aunque tenía gran parte de su representación agrupada en la tendencia del FSLN (Terceristas)– sino que sobre todo lo era de la pequeña burguesía, lo cierto es que pese a ello fue la burguesía nacional la beneficiara final del proceso desembocado tras 1979, puesto que se restauraría sus sistema de explotación y dominaría todo el Estado y sus fuerzas; mientras que el MAP-ML como fuerza que cuestionaba los fundamentos de ese sistema pasaría a ser el enemigo a eliminar por las fuerzas en el poder. El partido marxista-leninista de la clase obrera debe ser consciente que dentro de una sociedad donde el poder reside fuera de sus manos, siempre existe la posibilidad de que se use la represión de las fuerzas que actúan como gendarmes del Estado capitalista, en esto incluimos desde el ejército hasta la prensa. Al no considerar lo expuesto se incorporaron a la lucha legal sin mantener un tejido de lucha clandestina sólido que les permitiera evadir la represión que sufrieron a posteriori.

Todo esto, objetivamente, se correspondía a con los defectos aparecidos en los nuevos partidos comunistas marxista-leninistas, y no solo correspondían al valiente MAP-ML, sino que muchos nuevos partidos de esta época provenían de albergar en su seno a miembros que habían estado acostumbrados a trabajar anteriormente en partidos revisionistas junto a las viejas desviaciones provenientes del revisionismo estadounidense de tipo browderista, del revisionismo soviético jruschovista-brézhnevista, del revisionismo chino maoísta y demás, como también les pasó a los marxista-leninistas de Nicaragua en su movimiento obrero. Enver Hoxha explica así la desaparición o degeneración de muchos nuevos partidos nacidos en los 60 y 70 sobre todo influenciados por el revisionismo chino y la ex militancia en partidos de corte revisionista donde se hacía mucho énfasis en la labor legalista:

«En la actualidad existen dificultades y peligros para los nuevos partidos marxista-leninistas que emergieron después década de los 60, y especialmente que fueron creados bajo la influencia de la Revolución Cultural china. En algunos de estos nuevos partidos marxista-leninistas, especialmente en ciertos países de Europa y Latinoamérica, su aparición en escena, la organización y unidad entre sus filas fue hecha no por sanos elementos de la clase obrera, sino por elementos aislados, quienes tenían una débil experiencia, antimarxista, de trabajo reformista de los partidos revisionistas». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

Así eran muchos de los partidos escindidos de los viejos partidos revisionistas en el transcurrir de su actividad:

«Estos partidos fueron formados y desarrollos, por así decirlo, en completa legalidad. (…) Por ejemplo, muchos de ellos no hicieron ningún esfuerzo para obtener un profundo conocimiento sobre el rol principal del partido como el destacamento de vanguardia de la clase obrera y de las principales dificultades que encontrarían en su lucha y trabajo bajo las salvajes condiciones de opresión y explotación del régimen capitalista, un régimen hostil, en primer lugar, para los marxistas-leninistas. (…) Así en el ámbito de la organización, algunos de estos nuevos partidos marxista-leninistas que se separaron de los partidos revisionistas, se organizaron, por decirlo así, en las mismas formas legales que los partidos revisionistas y socialdemócratas, así la entera opinión política e ideológica del país no podía fallar en ejercer una influencia dentro de sus filas. Hasta a día de hoy, hay miembros de estos partidos que piensan que ellos pueden militar en las formas legales como comunistas marxista-leninistas sin que ser molestados por el capitalismo y sin sufrir su aparato de represión. En estas circunstancias, entonces, difícilmente se puede decir que allí existe ese núcleo sólido tan fuerte como para poder estar en condiciones de ilegalidad, siendo capaz de resistir un ataque repentino de la reacción, ataque que seguramente se realizará contra el partido. (…) En resumen, algunos de estos partidos marxista-leninistas se diluyeron debido a que no tenían una educada compresión de su papel en la revolución, porque no se organizaron para una feroz lucha contra la reacción organizada y armada y los partidos revisionistas y socialdemócratas, los cuales tienen gran experiencia y numerosos medios para combatir a cualquier oponente que emerge, para lucha y socavar su trabajo, como las herramientas del capital que son». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

El MAP-ML fue víctima de errores de este calado o similares, y fue de modo intrínseco víctima de una represión que se extendió sobre su partido y ramas –sindicato, juventudes y demás– hasta que la burguesía en el poder lo liquidó como amenaza. Históricamente se ha demostrado una y otra vez, que cuando el partido comunista obtiene cierta influencia gracias a los métodos legales, la burguesía arremete contra él, exista amenaza real o no en ese momento de la toma de poder por los comunistas:

«El desarrollo de los acontecimientos tras la Segunda Guerra Mundial muestra que, en el marco de las «libertades democráticas», la burguesía ha actuado enérgicamente y en diferentes formas para liquidar el movimiento revolucionario de la clase obrera. Después que la burguesía y la reacción lograron consolidar sus posiciones, expulsaron a los comunistas del gobierno, de los puestos importantes en el aparato del Estado y del ejército, como sucedió en Italia, Francia y Finlandia. En Inglaterra, Austria y otros países, ni siquiera se toleró la presencia de los comunistas en el parlamento, mientras que en Grecia fueron encarcelados y combatidos por la fuerza de las armas. Cuando la burguesía y la reacción constatan que su poder está amenazado por la fuerza y el prestigio crecientes del partido comunista y del movimiento revolucionario de las masas, juegan su última carta: ponen en acción a las fuerzas armadas, organizan pogromos para aplastar y liquidar al movimiento revolucionario y a los partidos comunistas, como sucedió en Irán e Irak, y, recientemente, con los trágicos acontecimientos de Indonesia. En tales casos la reacción y la burguesía de un país dado han aprovechado directamente también la ayuda de la reacción mundial, incluso el apoyo de sus fuerzas armadas como ha ocurrido en la República Dominicana y otros lugares». (Enver Hoxha; El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de él los comunistas, 11 de mayo de 1966)

Eso también se volvió a ver en el caso de Nicaragua con el MAP-ML y el gobierno del FSLN; donde la actividad de los marxista-leninistas acaba suponiendo un problema mayor para el gobierno puesto que los marxista-leninistas desmontaban ideológicamente la política antipopular del partido pseudorevolucionario del gobierno, donde «lejos de defender los intereses de todas las clases de la nación» el gobierno defiende los de las clases explotadoras, es ahí, cuando dicho partido del gobierno reaccionario y antipopular se ve amenazado por este desenmascaramiento y pérdida de credibilidad ante las masas, y teme que dicha crisis se profundice y vaya a más o directamente teme que el descontento se traduzca en una inminente insurrección armada comunista y la consecuente pérdida del poder, es llegados a estos puntos críticos, desde el punto de vista del gobierno reaccionario, cuando entonces no tiene miramientos en revocar las «libertades» de la «democracia burguesa», incluyendo en ello el ejercicio de la legalidad burguesa que presuntamente permite la «libertad de prensa», la «libertad de asociación» o la «libertad reunión», incluida y sobre todo la de los marxista-leninistas. Por eso es un completo error descuidar la lucha clandestina e ilegal del partido ya que:

«La burguesía y, junto a ella, los revisionistas modernos, hablan y hacen cálculos sobre las llamadas «libertades democráticas». En efecto, en cada Estado burgués denominado democrático, existen algunas «libertades» democráticas» relativas. Decimos relativas, porque no rebasan jamás el límite de la concepción burguesa de la «libertad» y de la «democracia», porque llegan precisamente hasta el punto de no perjudicar los intereses vitales de la burguesía en el poder. Naturalmente, la clase obrera y los hombres progresistas aprovechan estas condiciones para organizarse, para difundir sus concepciones y su ideología, y preparar el derrocamiento de las clases explotadoras y la toma del poder. (…) Las llamadas «libertad burguesa» y «libertad democrática» en los países capitalistas no son como para permitir a los partidos comunistas y a los grupos revolucionarios alcanzar sus objetivos. De ningún modo. La burguesía y la reacción toleran la actividad de los revolucionarios mientras no constituya un peligro para el poder de clase de la burguesía. Cuando este poder está en peligro, o cuando la reacción encuentra el momento propicio, sofoca las libertades democráticas, recurre a todos los medios, sin ningún escrúpulo moral ni político, para destruir a las fuerzas revolucionarias. En todos los países en que se ha permitido a los partidos comunistas militar abiertamente, la burguesía y la reacción aprovechan esa situación para conocer toda la actividad, las personas, los métodos de trabajo y de lucha de los partidos marxista-leninistas y de los revolucionarlos, por eso, los comunistas y sus partidos auténticamente marxistas-leninistas cometerían un error fatal si tuvieran confianza en las «libertades» burguesas que les proporciona la coyuntura, si lo hicieran todo abiertamente y no guardaran el secreto de su organización y de sus planes. Los comunistas deben aprovechar las condiciones del trabajo legal, incluso para desarrollar un amplio trabajo propagandístico y organizativo, pero, al mismo tiempo, deben estar preparados para el trabajo clandestino». (Enver Hoxha; El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de él los comunistas, 11 de mayo de 1966)

Razón por la que nunca hay que olvidar que como le pasó al MAP-ML:

«La burguesía puede dejarte sermonear para luego dar un golpe fascista y liquidarte, y todo eso como resultado de no haber preparado ni los cuadros de choque, ni la labor clandestina, ni sitios donde guarecerse y trabajar, ni medios de combate. Debemos prevenir esta trágica eventualidad». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros de Moscú, 1960)

Viendo el ambiente internacional donde nació y creció el MAP-ML, una época en que se podía ver cómo se las gastaba la burguesía y toda la reacción internacional en el trato a otros partidos y dirigentes marxista-leninistas:

«Muchos destacados combatientes del movimiento marxista-leninista han sido bárbaramente asesinados por los criminales fascistas que están gobernando en muchos países, han muerto bajo la tortura policial, o siguen languideciendo en las oscuras mazmorras de la reacción. A través de su determinación, su coraje, su elevado espíritu de abnegación y su devoción a la gran causa del proletariado, se han convertido en brillantes faros para la lucha de las masas trabajadoras que trabajaban para la liberación nacional y social. (…) Su intachable imagen y vida revolucionaria vivirá en los corazones de todos los verdaderos patriotas y comunistas como un alto ejemplo de inspiración, de llamada a las armas en la lucha contra la burguesía sanguinaria y la reacción». (Albania Today; En la lucha y la revolución los marxista-leninistas deben ser fuertes e indomables; Extractos de una conversación del camarada Enver Hoxha con el camarada Pedro Pomar 18 de agosto de 1967, 1977)

El MAP-ML como partido real de tipo marxista-leninista no sólo debía desechar la ilusión de la toma de poder «pacífica», como parecía que ya había hecho, sino realizar seriamente labores para preparar la revolución haciendo frente desde el primer momento a cualquier ataque contrarrevolucionario contra el partido:

«Los comunistas extraen de los trágicos acontecimientos de Indonesia la enseñanza de que no es suficiente desechar las ilusiones oportunistas sobre la «vía pacífica» y reconocer que la única vía para la toma del poder es la vía revolucionaria de la lucha armada. El partido del proletariado, los marxistas-leninistas y todo revolucionario deben tomar medidas efectivas para preparar la revolución, comenzando por la educación de los comunistas y de las masas en el espíritu militante revolucionario y llegando hasta su preparación concreta para hacer frente a la violencia contrarrevolucionaria de la reacción con la lucha armada revolucionaria de las masas populares». (Enver Hoxha; El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de él los comunistas, 11 de mayo de 1966)

Todos estos temas son de extrema necesidad que acaben siendo comprendidos por todos los líderes y militancia de los partidos marxista-leninistas. En la llamada lucha legal en la sociedad burguesa, no se puede temer crear huelgas, liderar movilizaciones, realizar discursos, vociferar proclamas o establecer programas que molestan al gobierno de turno que en según qué contexto puede sobrepasar la actividad por así decirlo «legal». Y por descontando el conocido como trabajo «legal» debe hilarse siempre con un trabajo ilegal en la clandestinidad, correspondiendo el trabajo «legal» en la medida de lo posible a la preparación de la próxima revolución proletaria:

«El militar exige grandes sacrificios, incluso hasta el último sacrificio, de nosotros los comunistas. No todos los comunistas entienden esto. Hay algunos que entienden de forma deficiente, creen que restringiendo sus esfuerzos a la propaganda superficial que no causa problemas o peligros a la legalidad «democrática» y adoptan algunas posiciones políticas endebles y no movilizar a los militantes con lo que no obtienen resultados concretos. (…) La existencia y actividad de un partido en la legalidad y las posibilidades de las cuales la burguesía capitalista provee a su trabajo no debe crearle ilusiones malsanas. Debemos aprovechar estas posibilidades para desarrollar el trabajo revolucionario, pero el partido, con su núcleo sólido, puede actuar mejor en la clandestinidad mientras explota las diversas formas de trabajo de la «legalidad» burguesa, sin olvidar en ningún momento la lucha encarnizada contra el ejército de la burguesía que nos atacará. No debemos entender el trabajo del trabajo ilegal de una manera sectaria y encerrarnos en el aislamiento, subestimando las formas de lucha legal que se nos permiten, aunque no hay que olvidar que esta «legalidad» es efímera. El trabajo legal es conocido por el enemigo; mientras que la lucha clandestina, que es combinada con la legal se dirige a permanecer en secreto. La lucha legal debe proponerse metas, lograr bajo ciertos límites, resultados que sean susceptibles de servir a la revolución, crear los factores objetivos para ello, para la preparación de los ataques en masa y a gran escala contra el sistema capitalista opresor y su Estado». (Enver Hoxha; Sólo bajo un genuino partido marxista-leninista se pueden conseguir los objetivos; A partir de una charla con Ernst Aust, Presidente del Partido Comunista de Alemania Marxista-Leninista, 30 de noviembre de 1979)

Como epílogo final para entender estos temas que efectivamente deben ser asimilados y comprendidos por todo marxista-leninista, entendamos todos que el partido comunista marxista-leninista: 1) no debe creer que jamás será molestado por el Estado burgués, ya que su actividad revolucionaria hace propenso el choque entre las fuerzas del proletariado con las fuerzas y cuerpos del Estado burgués; 2) no debe limitar su lucha a la «legalidad» burguesa, sino combinarla con la lucha clandestina y unir ambas para preparación de la revolución; 3) no debe crearse ilusiones sobre el trabajo «legal» y caer en el «cretinismo parlamentario» de derecha y la creencia del «tránsito pacífico al socialismo» bajo el régimen parlamentario burgués, sino que debe de tener como objetivo preparar al partido para la toma de poder bajo la revolución violenta; 4) no debe tener miedo a desenmascarar la falsedad de la democracia burguesa, debe desmontar los mitos al respecto ante las masas populares, contraponiéndola a la democracia proletaria; 5) no debe temer violar la legalidad burguesa cuando dicho acto suponga un avance para el movimiento marxista-leninista, ya que la burguesía viola diariamente su propia legalidad constitucional y ha de saberse que para el proletariado violar la constitución burguesa y legalidad burguesa es la única forma de ver nacer una sociedad nueva libre de explotación asalariada de la burguesía. Todo esto se resume en la siguiente excelente cita:

«Los partidos marxista-leninistas son partidos de la revolución. En oposición a las teorías y las prácticas de los partidos revisionistas, que se han hundido de pies a cabeza en el legalismo burgués y en el «cretinismo parlamentario», no reducen su lucha al trabajo meramente legal ni tampoco ven éste como su actividad principal. En el marco de los esfuerzos por dominar todas las formas de la lucha, dedican particular importancia a la combinación del trabajo legal con el ilegal, dando primacía a este último, por ser decisivo para el derrocamiento de la burguesía y por ser una verdadera garantía para alcanzar la victoria. Educan y enseñan a sus cuadros, a sus militantes y a sus simpatizantes para que sepan obrar con inteligencia, habilidad y valentía tanto en condiciones legales como ilegales. Pero también cuando actúan en las condiciones de la profunda clandestinidad, esforzándose por no exponer sus fuerzas ante el enemigo y proteger la organización revolucionaria de sus golpes, los partidos marxista-leninistas no se encierran en sí mismos, no debilitan ni rompen sus lazos con las masas, en ningún momento cesan su actividad viva entre las masas ni dejan de aprovechar en favor de la causa de la revolución todas las posibilidades legales que permiten las condiciones y circunstancias. El partido marxista-leninista, despojado de cualquier ilusión acerca de la toma del poder a través de la vía parlamentaria, puede juzgar y considerar oportuno participar, en algunos casos particulares y favorables, también en actividades legales, como las elecciones municipales, parlamentarias, etc., con el único objetivo de propagar su línea entre las masas y desenmascarar el régimen político burgués. Pero el partido no convierte esta participación en línea general de su lucha, como hacen los revisionistas, no convierte estas formas en principales o, lo que es peor, en únicas formas de lucha. A la hora de explotar las posibilidades legales, el partido busca, encuentra y utiliza formas y métodos de carácter revolucionario, desde los más simples hasta los más complejos, sin medir sacrificios, haciendo esfuerzos para que estas formas y métodos sean lo más populares, lo más accesibles a las masas. En su actividad, los marxista-leninistas, no se preocupan en absoluto de que, con sus acciones revolucionarias, pisotean y violan la constitución, las leyes, las reglas, las normas, el régimen burgués. Luchan para minar este régimen, para preparar la revolución. Por eso, el partido marxista-leninista se prepara y prepara a las masas para hacer frente a los golpes, que la burguesía puede dar en respuesta a las acciones revolucionarias del proletariado y de las masas populares». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Sobra decir, que la lucha del MAP-ML por lograr el empoderamiento de sus militantes contra estas tendencias derechistas no significaba que el partido no debiera combatir o descuidara otras tendencias izquierdistas: 1) como los discursos exaltados e izquierdistas que no correspondían a la realidad e incluso contribuían a quemar las etapas de la revolución; 2) los actos de terrorismo sin ligazón con las masas y en nombre de las masas; ó 3) el no tomar en cuenta las condiciones objetivas y subjetivas que suele dar a veces como resultado una aventurera acción de insurrección tan heroica como estéril; 4) Aislarse de los focos de trabajo de las masas, y dejadlos a merced de la influencia de los partidos y organizaciones de masas de la burguesía y pequeña burguesía.

Este último punto parece que si fue sufrido por la organización marxista-leninista nicaragüense. El MAP-ML parece ser, que solo participó en los frentes con su agrupación sindical del Frente Obrero, que participó en la Movimiento Pueblo Unido (MPU) después renombrado como Frente Patriótico Nacional (FPN).

Téngase en cuenta que en el frente del MUP existían más de una decena de organizaciones de todo tipo, tanto de partido como organizaciones de masas, gran parte de la población trabajadora estaba presente allí. Quizás el hecho que no operara allí ni sus juventudes ni el partido mismo, fue una de las razones que llevaron a que cuando el FSLN desató la represión contra el MAP-ML este último no tuviera suficientemente influencia en la población debido a su deficiente trabajo con las masas trabajadoras. Esta razón puede corresponder a dos razones: 1) Si en un frente mandas solo al ala sindical o a la juventud, estas no son el destacamento de clase oportuno para influenciar a la propia clase obrera y al resto de clases trabajadoras y sus organizaciones que están en el frente, por lo que puede que no represente correctamente la línea de partido o no abarques suficientes campos; 2) del mismo modo que si se diera el caso de que el partido estuviera presente en el frente pero no sus ramas como las juventudes, puede que se pierda parte del contacto con ciertas capas de la sociedad juvenil o las mujeres, que son de vital importancia para la revolución y son núcleos de la sociedad para los que precisamente existen las ramas pertinentes del partido que pueden desempeñar mejor el papel de orientador y organizador, pues es su papel esencial. El caso del MAP-ML fue el primero, por eso creemos que era menester haber lanzado todas sus ramas y al propio partido a la lucha en el frente del MPU, después si las condiciones lo exigen, y siempre y cuando ya hubiera consolidado su poder, haber creado otro frente paralelo en contra del eje político claudicador, vacilante, oportunista y burgués de FSLN con otras organizaciones afines.

En Nicaragua, según el contexto de correlación de fuerzas donde el MAP-ML empezaba en 1972 a la zaga de otras organizaciones con más bagaje y más influencia en la sociedad nicaragüense, y dadas las condiciones y tareas principales antifascistas y antiimperialistas de la lucha donde la mayoría de organizaciones se agruparon en frentes como el MPU. Parece que el contexto adecuado para el MAP-ML hubiera sido «bajar a luchar al barro» con todas sus organizaciones e influenciar bajo las técnicas de frente que ya explicamos al principio del documento a la militancia honesta de todas esas organizaciones de variopintas tendencias. Esta era la única posibilidad para que o bien en el desarrollo de un buen trabajo haber agarrado una posición defensiva segura cuando el FSLN desatara una represión contra la organización tras el triunfo de julio de 1979 y poder repelerla y contraatacarla eficazmente.

En resumen parecer ser que el MAP-ML descuidó las tácticas de frente, esto tuvo como consecuencia que cuando el FSLN dirige la represión y la propaganda contra la organización esta no se había granjeado una posición lo suficientemente fuerte como para aguantar la embestida. De nuevo a los marxista-leninistas nicaragüenses les habría venido perfecto estudiar las obras y lecciones de Dimitrov:

«El papel dirigente del partido comunista en las luchas de la clase obrera hay que conquistarlo. Para esto, no hace falta declamar acerca del papel dirigente de los comunistas, sino que hay que merecer, ganar, conquistar la confianza de las masas obreras con una labor cotidiana de masas y una política justa. Esto sólo se logrará si nosotros, los comunistas, en nuestra labor política tenemos seriamente en cuenta el verdadero nivel de conciencia de clase de las masas, su grado de revolucionarización, si apreciamos seriamente la situación concreta, no a través de nuestros de deseos, sino a través de la realidad. Tenemos que facilitar a las extensas masas, pacientemente, paso a paso, el tránsito a las posiciones del comunismo. (…) Queremos encontrar un lenguaje común con las más extensas masas, para luchar contra el enemigo de clase, encontrar los caminos, por los cuales la vanguardia revolucionaria se sobreponga definitivamente a su aislamiento de las masas del proletariado y de todos los trabajadores y para que la propia clase obrera se sobreponga al fatal aislamiento de sus aliados naturales en la lucha contra la burguesía, contra el fascismo. Queremos incorporar a las masas cada vez más extensas a la lucha revolucionaria de clases y atraerlas a la revolución proletaria, partiendo de sus intereses y necesidades candentes y sobre la base de su propia experiencia revolucionaria. (…) Queremos extirpar de nuestras filas el sectarismo satisfecho de sí mismo, que cierra, ante todo, el camino hacia las masas e impide la realización de una verdadera política bolchevique de masas. Queremos que los comunistas de cada país saquen y aprovechen todas las enseñanzas de su propia experiencia, como vanguardia revolucionaria del proletariado. Queremos que aprendan lo antes posible a nadar en las aguas tempestuosas de la lucha de clases y que no se queden en la orilla como observadores y registradores de las olas que se acercan, esperando el buen tiempo. (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)

Todo apunta, al juzgar los hechos, que ese defecto de mala praxis en las técnicas de frente y aislacionismo con las masas se juntó con lo ya mención: que tras el triunfo el MAP-ML se concentró en exceso en la lucha legal y abandonaron la lucha clandestina; en tanto no tenían un tejido clandestino en el que apoyarse para adoptar posición defensiva ante un eventual ataque de la reacción ni un apoyo de las masas lo suficientemente grande que facilitara su defensa.

Un buen ejemplo de cómo se tiene que comportar un recién creado partido marxista-leninista está contenido en el consejo que Enver Hoxha le dio al brasileño Pedro Pomar en una entrevista bilateral del 18 de agosto de 1967, a poco años de ser brutalmente asesinado por la dictadura militar brasileña:

«Un nuevo partido marxista-leninista no debe ser perturbado por el hecho de que, en un principio, no tenga la fuerza ni la autoridad necesarias sino que por el contrario debe pensar como fortalecer su trabajo y, por otro lado, como asegurarse sus aliados. Tal vez pueda ser débil, no muy bien organizado, y todavía tener poca influencia entre las masas, pero esto no debería hacerlo sectario y evitar el contacto con aquellos a los que son susceptibles de poder explicarles las cosas, y ser ganados para la causa y ser lanzarlos a la lucha. Al mismo tiempo, este partido no debe borrar su individualidad, colocar a cualquier frente por delante y destruirse así mismo. Por el contrario, siempre deberá preservar su independencia, sus principios y sus normas. Debe sin falta, asegurar su papel hegemónico en la revolución a través de la lucha y su política correcta. Para que la revolución sea coronada con éxito debe ser dirigida por su partido marxista-leninista, pero nadie le dará tal hegemonía: esta deberá ganársela». (Albania Today; En la lucha y la revolución los marxista-leninistas deben ser fuertes e indomables, #2, 1977) (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio del 2015)


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El Ejército sirio llega hasta la frontera turca en Latakia

El Ejército sirio continúa sus ofensivas contra las posiciones de los grupos terroristas takfiris, señaló el portavoz del Mando General, general Ali Maijub, el lunes, añadiendo que las tropas gubernamentales han tomado el control de varias colinas situadas cerca de la frontera turca.

El general Maijub dijo que las tropas sirias junto con combatientes de las Fuerzas de Defensa Nacional en las provincias de Homs y Alepo habían liberado dos localidades en el norte de Homs y otras cinco en el sur de Alepo.

«Como resultado de los ataques contra las posiciones de los terroristas, decenas de estos últimos han sido muertos o heridos», indicó el general.

«Nuestras fuerzas armadas han llevado a cabo también misiones de combate en el área de Salam-Yub al Ahmar, cerca de la frontera turca, capturando importante colinas en la misma región», añadió.

En estos últimos días han aparecido imágenes de vídeo que muestran los ataques contra las posiciones de los grupos militantes lanzados por una nueva arma en poder del Ejército sirio: el lanzacohetes termobárico ruso TOS-1 “Buratino” (imagen que acompaña esta entrada). Esta arma fue utilizada por vez primera contra los terroristas del Frente al Nusra, la rama siria de Al Qaida, en la región montañosa de la provincia de Latakia.

Después de varios días de intensos ataques de esta arma, los militantes han abandonado sus posiciones retirándose unos 30 kms hacia el interior de la provincia de Idleb. Otros han preferido cruzar la frontera turca, al norte de Latakia, poco antes de que el Ejército sirio lograra finalmente asegurarla.


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Atraco a mano armada

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