Acartonados

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El “Superdebate a 4” del pasado lunes me retrotrajo a ese attrezzo. Todo era grandilocuente, con una trascendencia aumentada y vendida televisivamente como un combate de lucha libre. Puro cartón piedra.

La realidad no es que el debate estuviera acartonado –que lo estaba y en considerable medida- sino que es el país –y sus habitantes- los que estamos acartonados.

Hay un 30 % del país que es inmune a una corrupción generalizada y sistémica. Roben lo que roben, hagan lo que hagan, mientan lo que mientan: ellos votan al poder, al status quo, a la imagen que le venden las televisiones afines y sus “salvames” de la hora de la siesta en el sofá.

La corrupción nos cuesta 80.000 millones al año que se detraen de nuestro bienestar común y de nuestros impuestos. ¡Les da igual! Ellos votan a un señor que miente más que habla, que baja impuestos con una mano y los sube con la otra.

El debate nos mostró esa realidad acartonada. Tres moderadores del establishment haciendo un ridículo papel de cronometradores oficiales de la “Vuelta a España” y a cuatro vendedores de plumas y crecepelo.

A Rajoy le tocó el papel de interpretar el papel “institucional”. Un señor que convive desde hace treinta años con las cajas en B, la financiación ilegal, las comisiones en negro y los sobres llenos de billetes para representar el papel de la “responsabilidad de Estado”. Entre trágico y cómico. Cercado, no por los debatientes sino por la realidad, enmudeció durante cinco segundos cuando se había hablado de la corrupción, de “su” corrupción. Cuando reacciono sacó el consabido “y tú más”, y hala, a presumir de haber ganado el debate y de responsabilidad y buen gobierno.

Pedro Sánchez es la viva imagen de la derrota y la impotencia. Repartiendo a derecha e izquierda sin saber dónde está él y, sobretodo, donde va a quedar. Con tantos enemigos internos como externos parece interpretar un aria triste: la de la autoinmolación en el templo de la nada.

Albert Rivera es como un muñeco de guiñol. En cada momento se nota que “interés” está tirando de su cuerda: ora son los bancos, ora son los nacionalismos centralistas y en otras se nota demasiado que es un “invento” de los que mandan desde la sombra. Cartón piedra puro, oportunista y con camisa blanca.

Pablo Iglesias está demasiado atrapado por su cliché. La imagen del “estadista” responsable le sobrepasó. No obstante, como se moderó, no insultó, ni gritó, ganó con creces el debate.

Lo malo es lo que hay al fondo. El país está en quiebra: económica y de valores. Albert Camus lo entrevió hace casi setenta años, La Peste, que asolaba un imaginario Orán es la misma que nos asola a nosotros.

“Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas. El doctor Rieux estaba desprevenido como lo estaban nuestros conciudadanos y por esto hay que comprender también que se callara, indeciso entre la inquietud y la confianza.”

Las ratas de la peste corrupta están tan extendidas –el 30 %- que circulan por nuestras calles con absoluta normalidad. O acabamos con ellas o perecemos todos.

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