En Roma, la capital de Italia, se ha celebrado una manifestación antirracista en apoyo a inmigrantes y refugiados.
Cómo abordar la inmigración es uno de los ejes del debate político en Italia. Y no es para menos. En lo que llevamos de año, más de 100.000 migrantes y refugiados han llegado a la costa Mediterránea. El 85 % lo hizo a puertos italianos, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Pero la crisis migratoria ha agudizado los recelos contra quienes pisan Italia huyendo de la guerra y el hambre. Un sentimiento que ha empujado a manifestarse al colectivo antirracista.
No solo la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, del Movimiento 5 Estrellas (M5E), se ha pronunciado. Otros partidos políticos se han unido a alimentar un discurso antiinmigración en los últimos meses. Matteo Salvini, líder de la ultraderechista Liga Norte, ha afirmado que la inmigración es un intento de limpieza étnica que dificulta a los italianos vivir y trabajar en su país.
Incluso Matteo Renzi, secretario del Partido Democrático (PD), escribe en su libro recién publicado, que Italia no tiene el deber de acoger a todas las personas que están en peor situación. Ello, cree, sería un desastre ético, político, social y económico.
El premier italiano, Paolo Gentiloni, ha aprovechado la cumbre de Trieste entre líderes de la Unión Europea (UE) y los Balcanes para reclamar solidaridad en la acogida al resto de países europeos, y ha pedido no ignorar la realidad de los migrantes económicos sin estatus de refugiado.
Ninguna persona es ilegal. Este es el lema empleado por los manifestantes para combatir el racismo y la xenofobia en Italia. Demandan integración y convivencia para evitar que se convierta a los inmigrantes y refugiados en un chivo expiatorio sobre el que recaigan los problemas y frustraciones del país.
Rubén Martínez, Roma.