El 23 de junio Maria Zhajarova, la lúcida portavoz del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores, no quiso ser muy explícita sobre el desembarco de los mercenarios del Califato Islámico en el noreste de Afganistán. Tiró la piedra y escondió la mano. ¿Quién traslada a los yihadistas hasta Afganistán?
Zhajarova se refería a sólo 50 terroristas que habían sido trasladados en helicóptero a la vista de todo el mundo a las grutas de Tora-Bora. Ha habido varios traslados más que fuentes locales han denunciado en repetidas ocasiones: no teníamos bastante con los talibanes y ahora llegan los del Califato Islámico…
El diputado provincial Zahir Kadyr fue más explícito que la rusa y da la respuesta que sospechábamos: han sido los gringos. Naturalmente. Así lo confirman otros desplazamiento parecidos que se vienen produciendo desde mayo, al menos, de modo que al caos afgano hay que sumar ahora un tercero en discordia que se está implantando en las provincias septentrionales, fronterizas con Turkmenistán (Djaozdjan, Faryab y Sar-i-Poul).
Los helicópteros parten de la provincia de Nangarhar, donde los yihadistas están sólidamente implantados, pero también de otras zonas del sur, es decir, que se están concentrando en las regiones fronterizas del norte. Actualmente su fuerza se calcula en unos 5.000 milicianos y para tener una estimación más clara de lo que eso significa hay que decir que el ejército gubernamental cuenta con 8.000 efectivos.
La estrategia es la misma que en Oriente Medio: interponerse en las zonas fronterizas. Si en un caso fue entre Irak y Siria, ahora es entre Afganistán y Turkmenistán. El Califato Islámico ya controla en su totalidad la provincia de Djaozdjan, con excepción de la capital: Chibergan. Si esta ciudad cae sería la primera vez que el gobierno pierde una capital a manos de fuerzas que no son talibanes.
¿Por qué Estados Unidos recurre a una fuerza, como el Califato Islámico hostil a los talibanes? Porque hace tiempo que éstos han dejado de ser dóciles a las pretensiones del imperialismo y negocian en secreto con los rusos. Es otro plan de desestabilización mundial que hasta el momento parece seguir tres fases, según el coronel del ejército francés René Cagnat (*).
La primera consiste en establecer una base de apoyo en la parte septentrional, poblada por habitantes que no son pastunes, el sostén fundamental de los talibanes.
La segunda consiste en desestabilizar Turkmenistán, con el objetivo de sabotear el gasoducto de Galkynych, explotado de manera conjunta con los chinos, que se encuentra a una decenas de kilómetros de la frontera común.
La tercera consiste en desestabilizar Kirguistán, que celebra elecciones en octubre de este año, a través de los valles uzbekos de Kachka-Daria et de Surjan-Daria, con la posibilidad de controlar el valle de Fergana y una parte de Tayikistán.
La cuarta es situarse a las espaldas de Rusia y China, boicotear la nueva Ruta de la Seda y la Organización de Cooperación de Shanghai, envolviendo a toda el Asia central en un estado de caos mayor al que ya padece.
El antiguo secretario de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, Nikolai Bordiuja, ya ha manifestado que los países vecinos están dispuestos a prestar asistencia militar a Turkmenistán para asegurar sus fronteras.
(*) https://www.diploweb.com/Nouvelle-donne-en-Asie-centrale-l-Etat-islamique-face-a-l-Amou-Daria.html