Acabamos de presenciar lo que quizás sea el mejor signo del cambio de época en el imperio español. Acabamos de escuchar al paraciudadano Felipe de Borbón por la gracia de Franco dirigirse a los ciudadanos españoles con un sinfin de tópicos, declaraciones vacías y repetitivas, confesiones de amor y de compromiso por la igualdad entre todos.
Igualdad entre los reyes y sus súbditos, los patronos y sus trabajadores, los esclavistas y sus esclavos. Igualdad entre los opresores y los oprimidos, entre los que llevan la porra y los que acaban en el hospital, entre los hijos de su augusta majestad y los hijos de nuestros vecinos que hace meses comen una vez al día.
Un discurso que hasta el año 2008 la mayoría de la población de este país podía tragar sin ningún tipo de náuseas, haciendo caso omiso o, lo que más a menudo sucedía, cambiando de canal.
Pero hoy no ha sido así. Hoy nos quedamos mirando. Muchos atónitos por lo que veíamos. Otros, más formados, reconfortados por presenciar esa muestra de la veracidad de nuestros pronósticos.
Un hombre desencajado, con manos temblorosas, claramente preocupado por su propio futuro, intentando embaucarnos de nuevo con su poca elocuencia y mucha palabrería sin sentido e incluso con un tibio intento de amenaza.
«Confíen» decía el personaje. “Confíen en el Estado de Derecho”.
Pero… ¿no estuvimos confiando durante 40 años? ¿Confiaremos otra vez?
Una época se va. ¿Se irá y este rey, como tantas veces han hecho sus predecesores?
Tiempo al tiempo.
RHM
Cuenta atrás activada justo en el primer porrazo a un Civil.