Muchos son los rostros que cada mañana -sin importar credo, religión, raza- se disponen a dibujar el camino de la construcción de un país; rostros de mujeres y hombres en igualdad de condiciones; de niños que conocen el arte de apre(he)nder; de soldados de la Patria que protegen nuestro sueño; de utópicos que idean, descubren y comprueban, a la luz de la ciencia, lo que parece imposible; de otros que, con su trabajo honrado, con su talento indiscutible, allanan las dificultades, se crecen, se desdoblan, se multiplican, se comprometen.
Una sola convicción les mueve, y es esa de que cada uno de ellos, por sí solo, no puede con la inmensa obra de continuar construyendo, cada día, la Revolución. Se necesitan muchas manos, y en cada una de ellas está la responsabilidad, la voluntad individual de componer ese ejército de pueblo, que hará provechoso y dinámico el trayecto, victorioso y seguro el porvenir.