La historia de la Segunda Guerra Mundial muestra que los imperialistas no pueden ser derrotados, sino aplastados. Como las lagartijas, no es suficiente con cortarles el rabo porque se reproducen. La Guerra de Siria va a demostrar de nuevo que la victoria no es suficiente.

Ya hemos explicado aquí que los altavoces de Estados Unidos e Israel no se resignan y su volumen es tan elevado que no dejan oir nada más que sus cantinelas: no hemos sido derrotados (ni nosotros ni los yihadistas) sino que hemos negociado la retirada, nos vamos porque nos da la gana…

¿Con quién han negociado? Con Rusia. ¿Qué han negociado? La protección de los intereses de Israel. ¿Qué creen que han conseguido? Que los iraníes se vayan de Siria, algo que es imposible porque nunca estuvieron allá… oficialmente. Luego no pueden escenificar una retirada sin contradecirse a sí mismos.

Lo mismo cabe decir de Hezbollah: estuvieron pero ya se han largado discretamente, lo cual para los israelíes es como una victoria o, al menos, el fin de una pesadilla: sólo el ejército sirio estará presente a una distancia de 40 kilómetros desde el límite de la parte ocupada del Golán.

Por eso los altavoces de Estados Unidos e Israel hablan de un golpe a Hezbolah e Irán. Simulan satisfacción a raudales.

Pero el plan israelí no era ese. Lo que pretendían era sustituir en la frontera del Golán al ejército sirio por las mesnadas yihadistas, es decir, acabar con el acuerdo de alto el fuego de 1974, firmado bajo la supervisión de las ONU y lo que han visto en estos años de guerra ha sido la posibilidad de que tener a sirios, iraníes y libanes junto a su frontera. Una auténtica pesadilla.

El fin de esa pesadilla es lo que en Washington y Tel Aviv interpretan como una victoria.

El ejército sirio ya no necesita refuerzos. El número de frentes abiertos se ha reducido considerablemente y ya no exigen una movilización a gran escala. Por eso Damasco ha reanudado los permisos a los soldados que se suspendieron en 2011 e incluso ha reducido su fuerza en 11.000 reservistas que recientemente regresaron a la vida civil.

La batalla del sur es, sin duda, la última gran confrontación, ya que el norte del país se liberará mediante negociaciones diplomáticas a gran escala en las que participarán los rusos y los turcos, además de los sirios y posiblemente los estadounidenses (que llevan un tiempo anunciado que se largan).

El ejército sirio ha preparado la batalla del sur separando la región de Deraa de la de Quneitra, a fin de impedir los contactos entre los mercenarios de las dos zonas y, sobre todo, neutralizando el riesgo de una intervención militar israelí en su ayuda.

Después de muchas vacilaciones, Jordania ha indicado que no tiene intención de abrir sus fronteras a los mercenarios ni a quienes les ayudan. El centro de mando de la OTAN cerca de Ammán, que estaba bajo la supervisión de oficiales del Pentágono y que ha dirigido gran parte de las batallas durante los últimos siete años, ya no es necesario y no ha intervenido en la batalla del sur, entre otros motivos porque las posiciones yihadistas eran militarmente insostenibles.

Abandonados a sus propias fuerzas, en los últimos días los mercenarios yihadistas han mostrado su enorme fragilidad.

La batalla del sur de Siria terminará, pues, con una victoria aplastante de las fuerzas de Damasco y sus aliados. A los estadounidenses e israelíes no les queda otra que disimular lo más posible con subterfugios, para lo cual cuentan con la ayuda de los plumíferos de los medios, encargados de poner el acento en que quienes se retiran del campo de batalla son iraníes y libaneses.

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