Radicales abandonan en Al Quneitra un hospital repleto de medicinas y equipos extranjeros

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Al Quneitra (Siria), 19 sep (Sputnik).- Los radicales al retirarse abandonaron en la localidad Al Buraykah de la provincia siria de Al Quneitra (sur) un hospital con medicamentos y equipos médicos extranjeros.

“El hospital está repleto de medicamentos extranjeros –israelíes, estadounidenses, franceses– que no están disponibles para los sirios de a pie”, dijo el médico Fanitah Diran al mostrar a los periodistas un envase de pastillas con inscripciones en hebreo en la farmacia del antiguo hospital de los rebeldes.

El centro médico cuenta con antibióticos, analgésicos, vacunas, moderno instrumental quirúrgico, equipos de ecografía y un quirófano de punta, y todo sirvió para tratar a los radicales que combatieron contra el Gobierno sirio y a sus familiares.

“Los medicamentos, los equipos y el instrumental para los radicales llegaron del extranjero, de Israel, de Catar, de Arabia Saudí y de Turquía”, cuenta Diran quien trabaja también en la localidad vecina de Rafid, siendo uno de los pocos médicos que hay en Al Quneitra tras la liberación de los terroristas.

Por su parte, el residente local Hsen Banua mostró a los periodistas una ambulancia abandonada por los radicales, con matrícula inglesa y el volante a la derecha.

“Este auto salta a la vista por su color amarillo vivo, nos dimos cuenta enseguida. Los radicales lo abandonaron sin siquiera intentar llevárselo”, dice, “no puedo afirmar que lo hayan usado para retirar a los heridos pero está claro que tenían medios de transporte”, concluyó Banua. (Sputnik)

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«Ya sabéis, compañeros en penas, fatigas y anhelos, que la palabra homenaje huele a estatua de plaza pública y a vanidad burguesa. No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie de nosotros hoy, al reunirnos, en la sabrosa satisfacción de comer como en familia. Se trata de otra cosa. Y yo quiero que esta comida no dé motivo para pronunciar palabras de significación extraña de nuestro modo de ser revolucionario. Esta comida es justo premio a los muchos merecimientos hechos en su vida de espectro por uno de nosotros, durante los veinticinco días que ha conllevado consigo mismo, con la paciencia de un muerto efectivo, allá, en la ultratumba de esta cárcel. El hambre que he traído de aquella trasvida fantasmal a esta otra vida real de preso: el hambre que he traído, y que no se me va de mi naturaleza, bien merece el recibimiento del tamaño de una vaca: Eso sí; como poeta, he advertido la ausencia del laurel… en los condimentos. Por lo demás, el detalle del laurel no importa, ya que para mis sienes siempre preferiré unas nobles canas. Quedamos, pues, en que hoy me ha correspondido a mí ser pretexto para afirmar, sobre una sólida base alimenticia, nuestra necesidad de colaboración fraterna en todos los aspectos y desde todos los planos y arideces de nuestra vida. Hoy que pasa el pueblo, quien puede pasar, por el trance más delicado y difícil de su existencia, aunque también el más aleccionador y probatorio de su temple, quiero brindar con vosotros. Vamos a brindar por la felicidad de este pueblo: por aquello que más se aproxima a una felicidad colectiva. Ya sabéis. Es preciso que brindemos. Y no tenemos ni vino ni vaso. Pero, ahora, en este mismo instante, podemos levantar el puño, mentalmente, clandestinamente, y entrechocarlo. No hay vaso que pueda contener sin romperse la sola bebida que cabe en un puño: el odio. El odio desbordante que sentimos ante estos muros representantes de tanta injusticia: el odio que se derrama desde nuestros puños sobre estos muros: que se derramará. El odio que ilumina con su enérgica fuerza vital la frente y la mirada y los horizontes del trabajador. Pero, severamente, cuidaremos en nosotros que este odio no sea el del instinto y la pasión irrefrenada. Ese odio primigenio sólo conduce a la selva. Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye. Vamos, pues, a brindar». Miguel Hernández

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