¿Ocho días?

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La orden tajante fue dictada desde la Unión Europea: «Maduro tiene ocho días de plazo para convocar a elecciones, de lo contrario reconocemos a Juan Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela…». No es una broma, más bien parece una trompetilla lanzada a la legalidad internacional y al respeto de la autodeterminación de las naciones. Parece que el fantasma de Luis XIV y el complejo mental de colonizador se aferran al ADN de la vieja Europa.

Dicen que una muchacha mitológica llevaba ese nombre: Europa, y fue raptada o seducida por Zeus, quien adoptó la forma de un toro blanco. Ahora quieren raptar la verdad y seducirnos con la democracia que se acomode a sus intereses poscoloniales.

Ya se sabe que detrás de la maniobra está el interés del capital transnacional por el petróleo y otros minerales estratégicos. Ante el avance de China, Rusia, India y otros países, Estados Unidos necesita asegurar más que nunca las reservas de América del Sur para hacer frente a la caída de su imperio.

El señor Juan Guaidó vive sus 15 minutos de fama, pero es un instrumento, un actor político fabricado desde la tecnología del poder hegemónico. La democracia está siendo devorada por la plutocracia: sí, ya no es el poder del pueblo; ¿alguna vez lo fue?; ahora es el poder de los ricos, de las 26 personas que en el mundo tienen un patrimonio superior al de la mitad de la humanidad entera.

Pero he aquí el otro drama terrible: los hechos no cuentan. La verdad es secuestrada por las mentiras que despiertan emociones. La canciller alemana, Ángela Merkel, había dicho en 2016: «vivimos tiempos post-factuales». Es decir, la verdad solo es tal si me conviene más allá de los hechos. El asunto no es nuevo, pero esta vez navega bajo los efectos incontrolados de las nuevas tecnologías.

Es cierto lo que le escuché decir a Ignacio Ramonet: «La opinión pública no busca la verdad sino aquella información que confirma aquello que creemos». Son muy poderosas las armas simbólicas que tiene la plutocracia para ejercer la dominación de nuestra conciencia; nos borran la memoria, reducen a cero nuestra capacidad de pensar, y nos llevan hipnotizados y seguros, como quien ha tomado a un toro por los cuernos. Así puede explicarse mejor la profanación de la verdad.

A propósito, en los Mangos de Baraguá, el 15 de marzo de 1878, el general español Arsenio Martínez Campos fue a conferenciar con el Mayor General Antonio Maceo una paz sin independencia. No hubo acuerdo; sí, una protesta memorable del Titán de Bronce. Ante la pregunta del oficial español sobre cuántos días necesitaba para continuar las hostilidades, la respuesta de Maceo fue rápida: «¡Ocho días!».

Entre el plazo que la Unión Europea daba al presidente legítimo de Venezuela para convocar a elecciones, y el que pidió Maceo para reiniciar la lucha, existe una notable diferencia: la que hay entre los imperios que intentan colonizar en nombre de la libertad, y los pueblos que no se olvidan de sacudirse las cadenas.

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