Raúl Antonio Capote.— El asesor de Seguridad Nacional de EE. UU., John Bolton, anunció recientemente el recrudecimiento de sanciones contra lo que él llamó las «fuerzas destructivas en el hemisferio». Con una fantasía digna de su torpe ejecutoria imperial –recordemos la famosa mentira de las «armas biológicas» cubanas, que tan mal parado le hizo quedar–, el señor asesor de «inseguridad» se refirió a «los opositores torturados en el tristemente célebre Combinado del Este, en Cuba; en el Helicoide, de Venezuela, y en la cárcel del Chipotle, en Nicaragua».
En Cuba jamás se ha torturado a un prisionero, ni siquiera a los que pagados por el Gobierno de Estados Unidos han cometido atroces crímenes contra nuestro país; para la Revolución Cubana el respeto de la integridad y la dignidad de los detenidos es algo sagrado.
De Chile a Irak, la tortura ha sido parte de la cruzada «por la libertad» de EE. UU. Recordemos las imágenes dantescas de Abu Ghraib o los testimonios de los prisioneros de la base en Guantánamo.
UNA HISTORIA DE TORTURAS Y EXPERIMENTOS
La labor de los servicios especiales estadounidenses para controlar la mente humana, las investigaciones llevadas a cabo con este objetivo, traspasan toda lógica y razón. Proyectos como MK-Ultra parecen salidos de una mala película de terror, pero fueron una realidad dantesca, escalofriante: experimentos en el campo del inconsciente humano, pruebas de fármacos, drogas, implantes en el cerebro, cirugía, lobotomía, todo un almacén de horrores.
El programa MK-Ultra se inició siendo Allen Dulles director de la CIA en 1953. El primer jefe del programa fue Sidney Gottalieb, el objetivo principal era producir una droga que obligara al sujeto a decir la verdad, se crearon aproximadamente 150 proyectos de investigación en el programa, y aún no se conoce el propósito de todos ellos.
La tarea de llevar adelante este proyecto correspondió al Office of Scientific Intelligence (OSI), entidad fundada en 1948 que llegó a involucrar a más de 30 universidades y centros científicos del país.
En 1952 el Cuerpo Químico del Ejército contrató a un equipo del Instituto Psiquiátrico de Nueva York para realizar una serie de experimentos en relación con la guerra sicoquímica y el dominio de la mente humana.
El siquiatra Paul Hoch estuvo a cargo de la dirección y fiscalización de estos experimentos. Probaron drogas como la MDA, un derivado de la mezcalina; suministraban a los pacientes siquiátricos altas dosis de MDA mezclada con LSD y posteriormente se les practicaba una lobotomía. La lista de fallecidos comenzó a crecer dramáticamente. Posteriormente el Dr. Hoch se convirtió en consultor de la CIA.
Según una información de The Village Voice, en uno de esos experimentos se suministró anestesia local a uno de los pacientes y se le inyectó un alucinógeno. Después se le solicitó que fuera
describiendo sus experiencias visuales, mientras un cirujano iba extrayéndole parte de la corteza cerebral.
El Senador Ted Kennedy denunció en 1977 que «MK-Ultra consistió en amplios experimentos encubiertos con drogas que afectaron a personas de todos los estratos sociales del país, incluyendo a extranjeros, que no habían dado su consentimiento para ello».
Pero aun cuando el proyecto comenzó en 1953, desde 1950 en Japón ya se venían realizando pruebas en vivo, cuando agentes de la CIA suministraron a supuestos agentes dobles una combinación de anfetaminas y barbitúricos, violando las leyes internacionales al respecto, como el Código de Nüremberg, que prohibía expresamente estas prácticas desde finalizada la Segunda Guerra Mundial.
Algunos de los elementos usados en el programa eran la radiación y la droga conocida como LSD. El LSD se utilizó ampliamente contra el movimiento hippie en la década de los 60. Expertos afirman que fueron distribuidas de forma gratuita grandes cantidades del producto en los conciertos de música y reuniones juveniles en campamentos y universidades por agentes de la CIA.
También se usaron los barbitúricos y las anfetaminas combinados en los interrogatorios, con un inconveniente: la muerte del interrogado era muy frecuente. Se utilizaban muchas otras drogas. Los sujetos de las pruebas eran empleados de la CIA, médicos, agentes del gobierno, indigentes, prostitutas, pacientes con enfermedades mentales. Usaron como cobayos a los reos comunes, a sus propios soldados y a los prisioneros de guerra, muchas veces sin que los involucrados supieran lo que se hacía con ellos ni se solicitara su consentimiento. El proyecto MK-Ultra consumía el 6 % de los fondos de la CIA en 1953.
En ese propio año la CIA realizó experimentos con estudiantes de Harvard, voluntarios remunerados que sabían que podían ganarse 25 dólares al día. También se solicitan voluntarios de la prisión federal de Lexington, Kentucky, prisioneros drogadictos que recibían dosis de drogas a cambio de su participación en los experimentos con LSD.
Entre 1967 y 1975 se probaron en la cárcel de Holmsburg, Pensilvania, siete tipos de alucinógenos; uno de ellos, el EA-3167, produjo sicosis prolongadas en muchas personas y episodios graves de paranoia, con intentos suicidas en unos casos y agresividad descontrolada en otros.
Pero así no se lograban los resultados esperados. Los voluntarios no permitían conocer todo el alcance de las drogas, por lo que los científicos de la CIA experimentaron con sus propios agentes, a los que les suministraron LSD sin ser informados. Luego extendieron la prueba a unidades del ejército. Sidney Gottalieb llevó a Fort Detrick, Maryland, dosis de LSD que fueron suministradas a los militares. Uno de los «drogados», el Dr. Robert Olson, científico del Ejército de Estados Unidos, tuvo una mala reacción producto del LSD y la CIA, en lugar de llevarlo a un hospital, lo trasladó a Nueva York, a casa de un alergógeno bajo sueldo de la Agencia.
Como resultado de estas acciones, el Dr. Olson se suicidó días después, pero hay un detalle interesante en esta muerte que se ha conocido recientemente, son las confesiones realizadas por el Dr. Olson acerca de sesiones de tortura hasta la muerte llevadas a cabo por la CIA en Alemania y la guerra biológica contra la República Popular Democrática de Corea, que fueron revelados por un documental alemán.
En MK-Ultra participó un grupo importante de excientíficos nazis, expertos en interrogatorios, torturas y manipulación mental. Muchos de estos «hombres de ciencias» estaban en las listas de los buscados desde el juicio de Nüremberg, pero se encontraban a salvo en EE. UU. gracias a la operación Paperclip y la protección del Gobierno estadounidense.
EL HORROR ENCUBRE MÁS HORROR
Entre los campos de interés en las investigaciones estaba aumentar los efectos del alcohol u otras drogas, promover la impulsividad de los individuos, desarrollar paranoias, paralizar a las personas, producir amnesia, provocar mediante el uso de drogas pensamientos ilógicos, manipular la violencia, estudiar el efecto de los ultrasonidos en conglomerados humanos, además de estudios sobre el cáncer y la leucemia.
Un ejemplo de este tipo de operación de la CIA fue el caso de Paul Robeson, actor, cantante y político radical negro. En el libro de Jeffrey St Clair, Serpents in the Garden se señala que en la primavera de 1961 Robeson quería visitar La Habana, para conocer a Fidel Castro y al Che.
El viaje nunca se llegó a efectuar porque el activista proderechos civiles se enfermó en Moscú, donde había ido a dar varias conferencias y conciertos. Se informó a la prensa y a los familiares que había sufrido un ataque al corazón, pero en realidad el artista se había cortado las muñecas en un intento de suicidio después de sufrir alucinaciones y una fuerte depresión. Fue trasladado con urgencia a Londres para su tratamiento, allí lo ingresaron en el hospital Priory, donde lo sometieron a tratamiento de electrochoques, 54 en total.
Paul Robeson durante los años 50 gozó de la atención y estima en todo el mundo, tenía una relación estrecha con Neri, Jomo Kenyatta y otros líderes del Tercer Mundo. Su encuentro con Fidel en La Habana habría debilitado seriamente los esfuerzos de EE. UU. por aislar al Gobierno cubano.
Sufrió varios extraños accidentes a lo largo de su vida. En los años 50 fue objeto de las audiencias anticomunistas del senador Joseph McCarthy, lo que afectó seriamente su carrera como actor y cantante en EE. UU. El líder afroamericano nunca se recuperó de los tratamientos aplicados en Londres y murió en 1977.
Tiempo después se conoció que los doctores que trataron a Robeson en Londres y después en Nueva York, eran contratistas de la CIA.
Cuando la Guerra de Corea, se hizo creer al público norteamericano que las confesiones de pilotos y soldados estadounidenses sobre crímenes de lesa humanidad, se debían a técnicas de control mental desarrolladas por los soviéticos para inducirlos a inventar esos crímenes, atrocidades que en realidad cometía el ejército estadounidense contra la población civil coreana.
Estaban obsesionados con el «control» que los soviéticos tenían sobre las masas, la capacidad de convocatoria de los países socialistas les preocupaba seriamente y se lanzaron a profundizar en la manera en que se podrían obtener superiores resultados. Creían que ese control era logrado de forma artificial y no como fruto de la convicción revolucionaria, de la conciencia del individuo.
La perseverancia, la capacidad de resistencia y el valor de los vietnamitas, para algunos de los gerifaltes de la CIA y el Pentágono fue motivo de sospecha. Creían que se debía a experimentos realizados por los soviéticos para «construir» soldados especiales y se dieron a la tarea de fabricar superhéroes. Para lograrlo probaron con drogas, ultrasonidos, implantes en el cerebro, lobotomía, etc. Los sujetos de prueba fueron generalmente prisioneros vietnamitas.
Estos ejemplos son solo una parte de los capítulos de tortura del imperio estadounidense.