Una lección moral

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Hace setenta años se formó la OTAN. Los actos recordatorios de la creación de la coalición militar conocida como Alianza Atlántica ideada contra la Unión Soviética y sus aliados comunistas se solapa con el veinte aniversario de la campaña de bombardeos de dicha corporación militar contra Yugoslavia.

Un país que ni era miembro del Pacto de Varsovia,(respuesta  posterior de la URSS a la agresividad militar occidental) ni atacó a ningún país miembro de la alianza. Es pues esta agresión salvaje, ilegal ,injustificada incluso por los propios estatutos de la organización, la que supuso su refundación como superestructura militar al servicio de los EEUU y sus intereses económicos y geopolíticos.

Parasitó las funciones de las Naciones Unidas y desencadenó un ataque sin declaración de guerra previa; desoyendo al Consejo de Seguridad de la ONU que nunca  lo aprobó.

Esta operación de bombardeos supuso la  puesta en marcha de la Nueva Estrategia que la OTAN buscaba y necesitaba para justificar su elevadísimo coste y misma existencia. Pues una vez había dejado de existir el enemigo comunista, no era necesaria. Pero dejar cicatrices rojas en Europa, Yugoslavia, el incierto destino de  la entonces inestable aunque dócil Rusia, Europa y Asia( léase correctamente el ataque nada casual contra la embajada de China en Belgrado) suponían un desafío. Como lo fue también el proyecto de un EuroEjército independiente, ya truncado  durante la guerra de Bosnia y que fue recuperado del olvido hace unos días por el  ministro de exteriores español, Josep Borrell. Sus afirmaciones contrastan poderosamente con la del resto de “aliados” europeos que se rasgan las vestiduras.

Las voces más atlantistas del viejo continente, se rasgan las vestiduras, reclamando la protección y  atención de Washington ante el supuesto abandono de Trump  hacia la OTAN. Tras su declarada  intención de reducir los fondos estadounidenses a la vez que exige mayor contribución a sus socios europeos tan necesarios para mantenerse a salvo de las  garras rusas.  A ojos de la clase política europea, parece mucho menos arriesgado invocar la amenaza de Putin, correr bajo el ala de la protección estadounidense y ahorrarse millones de presupuesto y un previsible desgaste electoral, por lo que tendría de militarista afrontar mayores gastos en defensa.

Mientras tanto en Serbia continúan los actos conmemorativos y también festivos con motivo del 20 aniversario de los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia. Entre ellos destacan conciertos, concursos de dibujos y grafitis así como otras, actividades lúdicas al aire libre como ya se dieron durante los trágicos 78 días que duró la Operación Fuerza Aliada.  Ese fue el pérfido nombre con que se enmascaró esta campaña de agresión que consto de más de 30,000 salidas, con más de 10,000 misiones de bombardeo, el lanzamiento de 3000 misiles de crucero, con un total de 80,000 toneladas de bombas. Los ataques provocaron cerca de 4000 muertos. 1000 de ellos militares.

Fueron bombardeadas columnas de refugiados de kosovares, algunas de ellas escoltadas por el ejército yugoslavo que huían de las atrocidades del E.LK.

Las bombas alcanzaron objetivos civiles y militares en toda Serbia( Kosovo y Metohija) y Montenegro. Sembraron la muerte y destrucción en todas las zonas de la República Federal Yugoslava. La infraestructura industrial nacional fue casi destruida, más de 1500 pueblos, 60 puentes, hospitales, almacenes, incluso un tercio de las escuelas fueron destruidas.

Los daños materiales ascendieron a 100,000 millones de dólares y pese al grandísimo trabajo y tenacidad serbia, aun queda mucho por reconstruir.

Se utilizaron bombas de racimo(prohibidas por la legislación internacional), munición con uranio empobrecido  que  agravaron sus efectos tóxicos con las explosiones y destrucción de las plantas químicas y refinerías de petróleo. Esto  sigue causando estragos entre la población de las zonas atacadas. Y no se limita a Serbia y Montenegro, también en zonas de Croacia, se ha disparado el número de cáncer precoz y también  desgraciadamente casos entre la población infantil. Tampoco el mar Adriático ni los pescadores italianos se han librado de la devastación provocada por  Fuerza Aliada.

El ataque contra la televisión , y contras plantas hidroeléctricas dan idea de la escala y objetivos del ataque. Tampoco se salvaron un centenar de monumentos arrasados, ni trenes ni autocares civiles, que fueron blanco de las bombas en repetidas ocasiones en puntos estratégicos que desmienten por completo la  supuesta accidentalidad esgrimida por la OTAN.

Más de 90 niños yugoslavos murieron. Tanto entonces como ahora, el perdón no ha llegado.

Y pese a que Jens Stoltenberg el actual Secretario General de la OTAN, lamente las muertes civiles como bien apunta el ministro de defensa serbio, Aleksandar Vulin, también los militares eran inocentes y no hacían otra cosa que defender su país de una agresión injustificada.

Cabe citar que Jens es hijo de Thorvald Stoltenberg, que junto a David Owen  idearon un plan de paz para la guerra de Bosnia que fue rechazado por Alija Izetbegovic. La iniciativa  dividía la república yugoslava en tres partes, una serbo-bosnia con el 52%, una musulmana con el 30% y una croato-bosnia del 18%. Fue propuesto en verano de 1993. La guerra se prolongó durante casi dos años más con todo lo que ello significó.

Vemos que aunque el apellido siga entre le élite política, no se cumple una vez más , el dicho  de tal palo, tal astilla. Y que las generaciones venideras no auguran  precisamente una mejora en el entendimiento ni en un horizonte de paz. Y más cuando  esta viene refutada por el cargo.

El ataque aún justificado por  Stoltenberg hijo se inició como respuesta a la falsa masacre en  Racak de albanokosovares a manos de los sicarios de Milosevic. En  un montaje recurrente en la agresividad estadounidense en política exterior que ya conocemos desde 1898 con la explosión accidental del  Maine o con  el Incidente de Tonkín en Vietnam en 1964.

Lo más concluyente sobre este escabroso episodio de la mentira mediática, cinismo político y justificación militar e ilegalidad internacional es que el informe que enviaron los forenses finlandeses que examinaron los cuerpos de los guerrilleros del ELK abatidos por las fuerzas de seguridad yugoslavas, no civiles desarmados, ni mujeres ni niños fueron enviados a Carla del Ponte , fiscal general del TPIY de la época, quien más tarde lo haría público ante la ONU.

Pero sólo se hizo con una parte descriptiva y nadie vio el documento completo en el cual se detallaban todas las pistas, pruebas y testimonios. Fueron recopiladas pero nunca publicadas. Desaparecieron y se perdieron. Postura defendida por el Representante de Rusia ante la UE,  tesis ya formulada y denunciada durante la guerra por el gobierno serbio, ruso y el equipo médico sin que fuesen escuchados.

La historia son los hechos, las verdades, las mentiras, las masacres, los errores, el heroísmo, el dolor,  el sufrimiento, lo bueno y lo malo, pero no lo es ni su rescritura ni  la falsificación.

Y en ocasiones pese a que sea contraria a la versión establecida; asoma la voz no oída que pide justicia , que exige dignidad, que la tiene aunque su peso sea insignificante y surja del marasmo de la guerra , y  el eco de esa palabra  se constituye en  lección moral:

“Podemos perdonar, pero no olvidar.  Nunca entraremos en la OTAN aunque seamos el único país europeo en quedar fuera. Primero porque fuimos bombardeados, segundo porque nunca haremos a ningún país lo que nos hicieron a nosotros”

Aleksandar Vucic. Presidente de Serbia.

 

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