Juan Manuel Olarieta.— El difunto Mitterrand y el Partido Socialista francés lanzaron en 1982 una operación de promoción del Frente Nacional, “la ultraderecha” francesa, que ahora ha cambiado su nombre. Para ello invirtieron considerables recursos económicos y mediáticos.

En Francia se ha publicado una abundante documentación al respecto, con la correspondiente polémica.

En 1994 varios autores del Partido Comunista publicaron el libro “La mano derecha de Dios” en el que relataban con cierto detalle aquella obra de ingeniería política y social. En internet se pueden leer varias páginas extractadas (1).

En las elecciones legislativas de junio de 1981 y en las cantonales de marzo del siguiente año “la ultraderecha” francesa tuvo un 0,2 por ciento de los votos. El Frente Nacional no interesaba absolutamente a nadie en Francia. Ningún canal de televisión se tomó la molestia de viajar al congreso que celebraron.

Jean Marie Le Pen protestó por ello, pero no se dirigió a las televisiones sino al Elíseo: en Francia no se estaba respetando el pluralismo político, escribió a Mitterrand en una carta.

El Presidente le respondió personalmente el 22 de junio por la misma vía. Los “ultras” tenían razón: “Es lamentable que el congreso de un partido sea ignorado por la radio y la television. No pueden ignorar su obligación de pluralismo. Por lo tanto, el incidente que está denunciando no debería volver a ocurrir. Pero pido al Ministro de Comunicaciones que llame la atención de los responsables de las empresas de radio y televisión sobre la infracción que usted me ha mencionado”.

La misma cúpula de la República tomó cartas en el asunto porque Mitterrand era el más demócrata de todos los demócratas. Por algo había sido un fiel servidor del régimen fascista de Vichy durante la ocupación alemana.

El gobierno “socialista” presionó para obligar a los medios de comunicación a dar al Frente Nacional una visibilidad de la que había carecido hasta entonces.

Lo recordó luego Annik Beauchamps, que trabajaba en el primer canal de la televisión pública: “Alain Chaillou y yo recibimos la orden de invitar a Jean Marie Le Pen a las noticias de las 23.00 horas, y era una orden lo suficientemente precisa como para obligarnos a obedecerla”.

En 2007 Yvan Blot escribió otro libro sobre la “trampa” urdida entre Mitterrand y Le Pen (2), lo que aquí llamaríamos “la pinza”.

También Le Pen admitió que la “omertá” que había contra el fascismo en Francia se rompió gracias a Mitterrand (3). Fue el origen de eso que ahora se llama “visibilidad”: si no te ve nadie, nadie te puede votar. A partir de entonces comenzó el famoso “auge de la ultraderecha” en Francia. En marzo de 1983 Le Pen fue elegido concejal de Paris y su carrera ya no se detuvo.

Pero los “socialistas” hicieron algo mucho más importante en favor de “los ultras”: en 1985 cambiaron la ley electoral para que fuera “más representativa”, es decir, para que al año siguiente el Frente Nacional obtuviera 35 escaños.

Si alguien quería saber los motivos del auge del fascismo, el racismo, la xenofobia, el populismo y demás, ahí tiene que buscar una explicación.

Como buenos fascistas, Mitterrand y Le Pen se conocían desde hacía años, desde los viejos tiempos de la guerra por la liberación de Argelia, cuando el primero formaba parte del gobierno en París y el otro era un paracaidista en Argel.

Aquella guerra engendró dentro del ejército colonial la formación de una camarilla golpista, la OAS, encabezada por el general Raoul Salan. El abogado que defendió al general cuando fue juzgado por un consejo de guerra, fue Jean Louis Tixier-Vignancourt, quien también ocupó un alto cargo en el gobierno fascista de Vichy.

El abogado asumió la defensa de Salan a petición a Mitterrand porque más que amigos, ambos eran correligionarios.

Pues bien: en 1965 Tixier-Vignancourt se presentó a las elecciones presidenciales con Le Pen como director de campaña y en la segunda vuelta, pidió el voto a favor de… Mitterrand.

A partir de entonces se selló un pacto entre el Partido Socialista, encabezado por Mitterrand, y “la ultraderecha”, incluidos los colonialistas nostálgicos de la “Argelia francesa”.

Cuando desde el gobierno “la izquierda” francesa comenzó a implementar la política de “la derecha”, se generó la consabida desmoralización por parte de ese marasmo de incautos, ingenuos e infelices que prolifera por todas partes.

Entonces a aquella política la llamaban “rigor” y ahora la llaman “recortes”.

Ocurrió en Andalucía lo mismo que en Francia: antes que votar a una mala copia de “izquierdas”, algunos electores prefieren votar al original, a los genuinos representantes “ultras”.

(1) http://michel.delord.free.fr/maindroite.pdf, http://lepcf.fr/LA-MAIN-DROITE-DE-DIEU
(2) Mitterrand Le Pen: le piège. Histoire d’une rencontre secrète, Rocher, 2007
(3) Le Pen raconte Mitterrand, Le Point, núm. 2015, 28 de abril de 2011

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