Ahmed Piñeiro Fernández.— Con exclamaciones de ¡Bravo!, y una ovación que parecía no tener fin, el Ballet Nacional de Cuba culminó sus actuaciones en Madrid, el domingo 30 de junio, en la Sala Roja, la mayor de los Teatros del Canal, importante espacio escénico inaugurado en febrero de 2009 en la calle Cea Bermúdez, de Chamberí, uno de los barrios emblemáticos de la capital española.
Tras una exitosa temporada de El lago de los cisnes, en la cual fue necesario colocar en taquilla el cartel de Agotadas las localidades, nuestro principal conjunto danzario presentó en la capital española seis funciones de La Cenicienta, comedia coreográfica de Pedro Consuegro, inspirada en el cuento homónimo de Charles Perrault, música de Johan Strauss, hijo, y diseños de escenografía y vestuario de Armin Heinemann.
La juventud y muchos deseos de bailar son dos rasgos que distinguen actualmente a la agrupación que dirige Alicia Alonso y tiene como subdirectora artística Viengsay Valdés, también primera. Precisamente, esta versión del conocido cuento infantil posee los elementos necesarios para brindar a todos los personajes (principales y secundarios) así como al cuerpo de baile, infinitas oportunidades para el lucimiento técnico y artístico.
Un elenco especialmente joven (y en mi opinión, uno de los mejores que puede presentar hoy nuestra compañía en este título) fue el seleccionado para esta función de despedida madrileña: Chanell Cabrera, tierna, elegante y muy segura como Greta, La Cenicienta. Ataviada con el traje de sirvienta o con el tutú de princesa, Chanell siempre irradia encanto.
La hermosa Chavela Riera, de saltos precisos y admirable línea, como Rava, el hada de la Justicia; Yankiel Vázquez, apuesto y distinguido, virtuoso desde el punto de vista técnico, ideal para encarnar el personaje de Gustav, el príncipe heredero; el jocoso Ernesto Díaz, estupendo en su papel in travesti de Léontyne, la ridícula y pretenciosa madrastra parisina, que en su juventud había sido una bailarina del Moulin Rouge. Escenas como las del intento de seducir al mensajero, que trae los vestidos nuevos en el primer acto, o aquella del acto segundo, en que intenta probarse, a toda costa, la zapatilla, resultan especialmente simpáticas en su interpretación.
Diego Donald Tápanes, graciosímo como Waldemar, el hermano del príncipe, con sus pies elocuentes, elevadísimos pas de chats y refinadas piruetas. Un bailarín muy preciso, apto para desempeños de más envergadura.
Alejandro Olivera, que a pesar de su extrema juventud (apenas 18 años) es, sin dudas, uno de los mejores bailarines con que cuenta hoy el BNC. Como Monsieur Toucour, el maestro de bailes de salón, Alejandro es siempre ocurrente y desenfadado. Su poderío técnico y su pasmosa facilidad para el giro (qué dobles ¡y triples! tour en l’aire), hicieron de su caracterización una delicia, que fue aclamada siempre por el público con gran entusiasmo.
Mención especial para Ana Martha Zamora, Alianed Moreno, Adniel Reyes y Ángel Rojas, intérpretes de la muy aplaudida Danza española; y Diana Menéndez y Karla Iglesias como las hermanas Yvette y Fanchon, personajes que, lamentablemente, han perdido su esencia en los últimos años: son gemelas, pero con caracteres y comportamientos bien diferentes.
Luego de este éxito madrileño, la compañía fundada en 1948 por Alicia Alonso, Fernando Alonso y Alberto Alonso, culminará sus actuaciones en España en el Teatro Tívoli, de Barcelona (El lago de los cisnes, hasta el 7 de julio; y La Cenicienta, del 10 al 14 de julio, con dobles funciones los sábados 6 y 13).
Esta gira, promovida por la empresa Solano y García producciones y que comprendió también actuaciones en Oviedo, San Sebastián, Vitoria, Logroño, Pamplona, Cádiz, Córdoba, Málaga, Granada y Sevilla; contó con un elenco integrado también por otras talentosas figuras del Ballet Nacional de Cuba, como Anette Delgado, Grettel Morejón, Dani Hernández, Claudia García, Ginett Moncho, Raúl Abreu, Adrián Sánchez, Ely Regina y Yansiel Pujada.