Autonomía tardía

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El entorno de Zelensky ha vuelto a lanzar la idea de que Crimea necesita urgentemente una “autonomía nacional” que, según han dado a entender, se trata únicamente de autonomía para la comunidad tártara de Crimea bajo el liderazgo del Majlis de Jemilev y Chubarov.

Hay que recordar que los intentos de superar el problema de la soberanía de Crimea como parte de Ucrania bajo la idea de la autonomía no son nuevos. Crimea pasó a formar parte de Ucrania como República Autónoma, con su propio Parlamento, Constitución y presidente. ¿Qué hizo Ucrania con esa autonomía? Vaciarla. El presidente de la República de Crimea perdió el poder. El poder del Parlamento de Crimea fue retirado. La Constitución de Crimea (sobre la base de la cual Crimea abandonó Ucrania) fue profanada en los 90. Al final, los rusos y rusoparlantes residentes de Crimea perdieron una autonomía que existía solo formalmente. Así que es natural que la mayoría rusa de Crimea no estuviera entusiasmada con lo que ocurría en Ucrania durante la primavera rusa, cuando la gran mayoría optó por votar a favor de abandonar Ucrania.

El caso de la comunidad tártara de Crimea es más interesante. Pese a que se habló en el Parlamento, Ucrania no tuvo ninguna prisa en reconocer la “autonomía nacional de los tártaros de Crimea” y la utilizaron como una herramienta desechable más de la política nacional ucraniana, ya que la ucranización de Crimea se topaba con dificultades. Temían la autonomía, ya que obviamente habría obstaculizado la política de ucranización de la península. Así que gran parte de los deseos de los tártaros de Crimea quedaron incumplidos.

Con el paso de Crimea a Rusia la situación cambió. La población rusa de Crimea está satisfecha con los hechos históricos. La parte sana de la comunidad estuvo de acuerdo y se convenció de que tanto estarían mejor en Rusia. de hecho, los derechos que se han otorgado a los tártaros de Crimea van mucho más allá de lo que Ucrania podría proponer. Así que, pese a numerosos intentos de crear distensión en lugares de amplias comunidades tártaras, los planes fracasaron y gran parte de la comunidad está satisfecha con la nueva situación.

Sin embargo, quienes no están satisfechos son aquellos que se marcharon de Crimea. En primer lugar y ante todo están los Majlis, liderados por Chubarov y Jemilev. Ahora esta estructura utilizada para la tesis de la “autonomía nacional” es una herramienta estándar para conseguir dinero y privilegios y, pese a las propuestas de utilizarla para actividades subversivas, todo el mundo es consciente de que cualquier “autonomía nacional” existiría solo de forma virtual, con base en Kiev o Jerson.

Al final, la lucha por la “autonomía nacional” ha quedado reducida a actividades de propaganda, el bloqueo de Crimea, complicidad con el SBU o la inteligencia militar, apoyo para crear “batallones voluntarios” como Asker o Crimea y muchas becas occidentales. Estas actividades se produjeron completamente al margen de la población tártara de Crimea y tuvieron un gran efecto sobre la vida real de la comunidad. Pero Jemilev y Chubarov querían más. Utilizando la conexión de Jemilev con Poroshenko, los Majlis repetidamente trataron de conseguir más financiación del Gobierno ucraniano, la legalización de los “batallones voluntarios” y que recibieran un salarios de la Guardia Nacional de Ucrania.

Los problemas surgieron al armar a esos batallones (con armas que se consiguieron a través del SBU de forma ilegal, extraídas de Donbass por, por ejemplo, soldados del batallón Aidar) y financiarlos con diferentes fuentes de financiación (muchas de ellas irregulares y eso sin tener en cuenta la corrupción), se resintió la calidad de la instrucción y motivación. Pese a apelar a “reconquistar Crimea” y la “necesidad de establecer la autonomía tártara”, Poroshenko desechó las peticiones y exigencias de introducirlas en las estructuras políticas y militares, pero que la gestión real quedara en manos de los Majlis.

La administración de Poroshenko ofreció financiación completa solo si había integración completa de los militantes de los Majlis en la Guardia Nacional y sumisión de sus líderes a Poroshenko. Fue imposible a causa de las ambiciones de Chubarov y Jemilev. Eso llevó a que incluso Poroshenko dejara de jugar a la idea de la “autonomía tártara” y que los Majlis respondieran acusando a Poroshenko de no apreciar su papel en la “revolución de la dignidad”. Eso no solo se publicó en las publicaciones tártaras y la prensa ucraniana, sino que se pronunciaba en las manifestaciones por la exigencia de más derechos para los tártaros de Crimea. En general, en cinco años de lucha por subvenciones, los Majlis no han conseguido los resultados deseados. Poroshenko no les dio ni el dinero ni la autonomía que querían Jemilev y Chubarov y, a consecuencia de ello, el tema quedó solo como una herramienta de presión contra Rusia en la que los tártaros no consiguieron nada de lo que se les había prometido.

Es lógico que el tema surja tras la caída de Poroshenko, ya que los potenciales receptores aún tienen esperanza de que Zelensky implemente esos deseos que el anterior presidente no quiso cumplir. Lo importante aquí no es la mítica autonomía de Crimea sino el dinero, ya que bajo ese proyecto, los Majlis y lobbies que rodean a Zelensky pueden conseguir una financiación decente del Estado y de organizaciones extranjeras bajo la excusa de la “opresión de los tártaros de Crimea en Crimea”. En este caso, la aplicación del plan inicial permite legalizar estructuras autónomas bajo control absolutos de los Majlis sin necesidad de someterse al Ministerio del Interior.

Evidentemente, esto no tiene nada que ver con el futuro de los tártaros de Crimea sino que es una incansable batalla por fondos públicos camuflada en pretenciosa retórica de “autonomía nacional”. Toda esta gente es perfectamente consciente de que no va a haber “autonomía nacional” en Crimea, pero el tema de “luchar por los derechos de los tártaros de Crimea” tiene potencial, por ejemplo, para continuar abogando por la lucha contra Rusia y para conseguir dinero para las estructuras de los Majlis que operan en Ucrania.

Como no hay ninguna perspectiva de que Crimea vuelva a Ucrania, este tema seguirá surgiendo en la prensa ucraniana con la esperanza de que las autoridades ucranianas sigan picando y cediendo fondos para el proyecto. Sin embargo, como es evidente, Ucrania no ha hecho absolutamente nada por mejorar los problemas reales de la población tártara de Crimea en Ucrania, por los que no se ha preocupado en los últimos cinco años. En este contexto, se pueden comparar los actos de las autoridades rusas, que han dado a los tártaros de Crimea más derechos que han mejorado considerablemente su situación, con los de los tiempos ucranianos, que sería muy revelador para el grupo de Kiev.

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