El Ucraniagate: sacudidas y destemplanzas del enjuiciamiento contra Trump

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Medios de prensa internacionales señalan que la denuncia de la conspiración de Donald Trump a través de Ucrania salió de la CIA, y el «garganta profunda» que aportó los argumentos recabó en solo seis semanas la información que ha puesto al presidente ante el abismo del impeachment

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Francisco Arias Fernández.— Medios de prensa internacionales señalan que la denuncia de la conspiración de Donald Trump a través de Ucrania salió de la CIA, y el «garganta profunda» que aportó los argumentos recabó en solo seis semanas la información que ha puesto al presidente ante el abismo del impeachment.

La CNN identificó como «un trabajador anónimo del Gobierno, con acceso a los funcionarios de la Casa Blanca», al que desencadenó el escándalo cuando presentó una denuncia oficial contra el presidente alegando que varios funcionarios tenían preocupaciones de que Trump estaba usando su cargo público para obtener beneficios políticos personales de una potencia extranjera, no solo a través de su conversación telefónica del 25 de julio con el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, sino a través de emisarios, incluido el abogado de Trump, Rudy Giuliani, así como, posiblemente, el fiscal general Bill Barr, el cual se mantuvo en silencio sobre el escándalo, pero el magnate lo mencionó repetidamente en la citada llamada telefónica.

La denuncia también alega un encubrimiento por parte de los empleados de la Casa Blanca que intentaron enterrar la conversación, al colocar una transcripción aproximada de la misma en un sistema informático reservado para material altamente clasificado.

El escándalo siembra más dudas sobre el gabinete mafioso y el estilo conspirativo del mandatario y sus asesores, rodeados de corruptos y millonarios, como los exjefes de campaña, cabilderos o asesores que están presos o bajo investigación.

Las dudas y sospechas de las elecciones de 2016 resucitan y se suman al chantaje sobre el presidente ucraniano, que también se mostró complaciente y cooperativo con el «emperador», en busca de ayuda militar millonaria, según se especula en medios europeos y estadounidenses.

En Washington ya empezaron las renuncias y los ajustes de cuenta en el entorno de la camarilla de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la Comunidad de Inteligencia, que se ven bajo escrutinio.

Al interior del Partido Republicano también comienzan a resentirse la confianza y el respaldo hacia el ejecutivo, uno de los más escandalosos y mentirosos de los últimos 20 años.

Está por ver si la mayoría republicana en el Senado será la tabla de salvación para Trump, o si la gravedad del escándalo alcance dimensiones del tsunami político irresistible, cuando el ejecutivo llega al proceso con unos índices de popularidad muy bajos (en torno al 43 %), y sus días en la Casa Blanca han estado llenos de interrogantes en su gestión, investigaciones jurídicas, constantes destituciones de altos cargos, ofensas, maltratos, ataque en redes sociales a congresistas, exmandatarios, el síndrome de la conspiración y la desconfianza interna en el propio gabinete de guerra.

Un comentarista del diario español El País recordó que «el presidente ha dicho, faltando a la verdad, que sus índices de popularidad son muy altos y que el impeachment es la única manera que tienen los demócratas de pararlo. Lo cierto es que todos los sondeos le dan perdedor en un eventual enfrentamiento con Joe Biden, el favorito de los demócratas», y a quien trató de espiar y atacar.

Protagonistas y papeles secundarios del escándalo

El «escándalo de Ucrania» o «Ucraniagate» ya ha provocado la primera dimisión, con la renuncia del diplomático Kurt Volker como enviado especial del Departamento de Estado para Ucrania, al verse envuelto en el caso. El nombre de este exembajador de EE.UU. figura en la denuncia del confidente anónimo contra Trump, al asegurar que se encargó de conectar al abogado personal del Presidente, Rudy Giuliani, con funcionarios del Gobierno de Ucrania.

También están en remojo Gordon Sondland, embajador de Estados Unidos en la Unión Europea, quien se plantea acompañaba en sus gestiones a Volker y T. Ulrich Brechbuhl, consejero del Departamento de Estado, compañero de clase en West Point y socio comercial del secretario de Estado Mike Pompeo, al cual se le menciona en la denuncia como quien escuchó la llamada de Trump con el mandatario ucraniano, tal y como ocurrió. El Departamento de Estado ha negado haber escuchado.

También el director interino de Inteligencia Nacional, Joseph Maguire, ha recibido fuertes críticas en sus comparecencias ante el legislativo por haber trasladado el informe a la Administración y no al Congreso. Entretanto, no escapan del guion menciones al ultraconservador y conspirador Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, quien se entrevistó en Polonia con el dignatario ucraniano enviado por Trump.

Las ráfagas del escándalo que salpican a numerosos altos cargos, trascienden la confrontación electoral o las interioridades de dos partidos enfrentados. Un nuevo destape de la esencia conspirativa del magnate, sus asesores, su círculo inmediato, agencias y departamentos del gobierno que se prestan para confabulaciones no solo contra otros países, con la complicidad de mandatarios extranjeros como los de Colombia o Brasil, en nuestra región, o las autoridades de Israel contra el Medio Oriente, sino contra los propios políticos y ciudadanos de Estados Unidos.

Una evidencia más del jaque mate a la democracia en ese país como han advertido desde hace meses destacados columnistas, al desenmascarar el contubernio del aparato gubernamental para confrontar o castigar a sus enemigos políticos internos, en nombre de las ambiciones personales y aspiraciones reeleccionistas, de elementos neofascistas que han secuestrado el poder.

Artífice de la mentira, las patrañas político-diplomáticas, bélicas y mafiosas, rodeado de halcones y torturadores, supremacistas blancos y antinmigrantes, con el arma del dinero y el chantaje, la destemplanza y el nerviosismo que no faltarán, pueden conducir a desenlaces complejos y cortinas de humo que desvíen la atención de la opinión pública estadounidense e internacional hacia otros blancos y temas, que ya están en el arsenal de pretextos y manipulaciones, que han servido de bastón mediático para sostener al cuestionado presidente de EE.UU.

En contexto:

NO ES LA PRIMERA VEZ DE TRUMP

No es la primera vez que el presidente estadounidense se enfrenta a pesquisas sobre sus acciones dentro de la Casa Blanca. El año pasado fue investigado por el fiscal especial Robert Mueller sobre la presunta injerencia rusa en las elecciones de 2016.

También en 2018 el exabogado personal de Trump, Michael Cohen, se declaró culpable de violar la ley de financiamiento de campaña bajo las instrucciones del magnate. Sin embargo, como con la trama rusa, tampoco llegó a iniciarse un proceso de destitución.

¿Qué es un impeachment?

El anglicismo impeachment designa el procedimiento, característico de algunos sistemas políticos, por el que un órgano legislativo procesa a un alto cargo para una eventual destitución.

El término se puede traducir como «acusación», «destitución» o «juicio político».

Una vez un mandatario o gobernante es acusado, el parlamento o congreso debe aprobar el proceso de enjuiciamiento político y posteriormente encargarse del juicio del acusado (normalmente en la cámara alta).

Si un individuo ha sido objeto de un proceso de destitución tiene que hacer frente a la posibilidad de ser condenado por una votación del órgano legislativo, lo cual ocasiona su destitución e inhabilitación para funciones similares.

El proceso debe ser iniciado por la Cámara de Representantes y nada más necesita de una mayoría simple para ser activado.

Al igual que en el modelo británico, una vez que el Congreso abre el proceso, es el Senado quien se encarga de llevar a cabo el juicio. Para condenar al acusado son necesarias las dos terceras partes de los votos de los senadores.

Este proceso lleva a la destitución del acusado y su inhabilitación para desempeñar otros cargos públicos.

Los procesos de destitución también se pueden hacer a nivel estatal, pero han sido bastante escasos.

De acuerdo con la Constitución estadounidense, el presidente, el vicepresidente y todos los funcionarios públicos «serán destituidos de su cargo por acusación y condena por traición, soborno u otros crímenes y delitos menores».

¿Qué otros presidentes de EE.UU. han debido enfrentar este proceso?

1868 Andrew Johnson fue procesado por la Cámara de Representantes.

1974 Richard Nixon interrumpió el proceso al dimitir de su cargo.

1998-1999 Bill Clinton es acusado de perjurio frente a un gran jurado y de obstrucción a la justicia. Fue absuelto de los cargos.

Fuente: granma

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