Marina Gómez.— El día 3 de enero de 2020 nos despertábamos con la noticia de que el general Qasem Soleimani había sido asesinado por parte de los EE.UU. en un ataque en el aeropuerto de Bagdad. Pareciera que éste era uno de los propósitos de año nuevo de un Donald Trump que está aún a la espera de los resultados sobre su continuidad, o no, al frente de la Casa Blanca.
Este ataque provocó diferentes consecuencias en los siguientes días, entre otras, la muerte de varias decenas de personas, así como cientos de ellas heridas, en las estampidas que se produjeron durante el funeral de Soleimani. Días más tarde, Irán lanza un ataque aéreo a dos bases iraquíes que contaban con presencia militar estadounidense, ataque en el que semanas más tarde se conoce que más de 30 soldados estadounidenses resultan heridos.
Y, por último, horas después de este hecho, se produce el derribo por error de un avión Boeing 737 por parte de Irán, un vuelo que acababa de despegar de Teherán destino Kiev (Ucrania), con el resultado de 176 personas muertas, todos los pasajeros del avión.
Durante la primera semana se expandió por todo el mundo la preocupación sobre una escalada belicista entre, al menos, las fuerzas militares de Irán y los EE.UU. Finalmente parece que parte de la tensión ha remitido, al menos en lo tocante a acciones de tipo militar, aunque EE.UU. sigue y seguirá atacando a Irán a través de las sanciones económicas y comerciales que cada vez son más duras.
Los y las comunistas llevamos tiempo advirtiendo del peligro de una guerra imperialista generalizada que, además, no se llevaría a cabo seguramente en el territorio de ninguna de las grandes potencias en conflicto, sino en terceros países que, por diversas razones, son importantes en el mapa estratégico mundial para el control de los recursos, los mercados y las rutas de transporte.
Bajo el pretexto de la “lucha contra el terrorismo” se lleva muchos años fomentando la desestabilización y la guerra en Oriente Medio. Esta es la misma maniobra que ha permitido el desarrollo y crecimiento, en países de dicha región, de organizaciones reaccionarias como el Estado Islámico. Tenemos en ello otro ejemplo más de que en esta fase imperialista del capitalismo se intensifica la tendencia a la reacción, se atacan derechos básicos, se retrocede en libertades para las mujeres, minorías y luchadores/as. Sirvan estas líneas, también, para reconocer el papel de las organizaciones y fuerzas obreras y populares que en Oriente Medio luchan y se manifiestan contra estas políticas antipopulares y por su soberanía.
El PCTE trabajamos junto con muchos otros partidos comunistas y obreros, cada uno desde su realidad y sus condiciones, ante esta escalada belicista y ante este evidente peligro de guerra generalizada, para responder desde los principios de la paz y la solidaridad, bajo la bandera del internacionalismo proletario. La guerra imperialista es la continuación por medios militares de la política seguida por las potencias imperialistas. Y por ello, la clase trabajadora, sea del país que sea, no tiene nada que ganar en estas guerras imperialistas.
Por ello, desde España insistimos en demandar al actual gobierno de coalición “progresista” que actúe contra esta situación. No puede ser de otra manera, es necesario romper de manera unilateral todos los vínculos que unen a nuestro país con la OTAN, deben denunciarse legalmente los tratados bilaterales con EE.UU., clausurarse las bases estadounidenses en nuestro suelo, y no debe cederse nuestro espacio aéreo, marítimo o terrestre para fines bélicos ni ataques imperialistas.
El internacionalismo proletario y la solidaridad con los pueblos que se enfrentan a los ataques imperialistas, son las herramientas que los y las obreros/as, jóvenes, estudiantes, jubilados/as, tenemos a lo largo del planeta para luchar contra esta guerra.