Embajador de Cuba en China: la solidaridad es la única brújula posible ante la pandemia.

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El 23 de enero, las autoridades chinas decretaron el bloqueo de la ciudad de Wuhan, la reclusión de sus habitantes en sus casas, rigurosas medidas de seguridad para el personal médico y se redujeron a la mitad los días necesarios para el diagnóstico. Pero ya era demasiado tarde, la mayoría de los contagios los provocaban infectados no detectados y la enfermedad se había esparcido por casi 400 ciudades chinas

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Carlos Miguel Pereira Hernández.— Hoy se cumplen exactamente dos meses desde el inicio de esta odisea. Aún recuerdo aquellas primeras horas en las que las estadísticas de infestados y fallecidos comenzaron a golpearnos el ánimo y el virus crecía indetenible, sin que nada pareciera suficiente para ponerle coto. El terror sembrado mediáticamente desde las redes, sin precedentes en epidemias sanitarias anteriores, unido a la xenofobia, al racismo, memes de todas clases (como casi siempre sucede cuando se mira las barbas del vecino arder y no se piensa en las propias), opiniones divergentes, puntos de vistas diversos y hasta quienes, desde la ciencia o desde malsanos propósitos, terminaban sembrando pánico e incertidumbre.

Ni siquiera los esfuerzos de la OMS en nombrar a la epidemia evitó completamente el uso de otros nombres, siempre inexactos y estigmatizantes. Todavía hoy el presidente Trump dedica más tiempo a cargar contra #China y responsabilizarla de todo, que a poner orden en su propio e infestado granero, amenazado como nunca en venirse a menos.

Esa increíble capacidad de reacción y respuesta, las duras medidas de cuarentena y aislamiento que parecían debilitar nuestro ánimo, fueron preparándonos para una carrera de resistencia a prueba de balas. Aprendimos una y otra vez que sólo desde la unidad y la respuesta cohesionada de todos y entre todos, era posible combatir y vencer la dura batalla.

#FuerzaChina (#中国加油) y #Fuerza Wuhan (#武汉加油), más que consignas, se convirtieron en himnos de esperanza. En lugar de respuestas exclusivas e individuales portadoras de ese siempre pernicioso “sálvese quien pueda”, sobrevinieron estrategias integrales, voluntades gubernamentales, tecnologías aplicadas con sentido inclusivo, un país detenido pero centrado en buscar todas las respuestas posibles.

Luego sobrevendrían los sentimientos encontrados.

Mientras las noticias comenzaban a ser más halagüeñas en esta parte del mundo, en la otra una suerte de “deja vu” comenzaba a invadirnos, con matices que se extreman desde el dolor y la manipulación, al ver cómo la enfermedad avanzaba sin que muchos gobiernos le otorgasen la atención y la prioridad debida, hasta el optimismo, la seguridad y la confianza que generaba en otros, como es el caso de Cuba, la sola existencia de un sistema de salud probado en las más diversas batallas, acompañado desde luego de esa innegable mezcla de aprehensión y preocupación de sabernos ante un peligro inmenso.

Cómo infundir entonces ánimo y optimismo, cómo hablar de una experiencia vivida cuando otros comenzaban a padecerla. Y es que ha habido de todo por estos días, unos movidos por la mentira y la manipulación y otros, por la confianza y el entusiasmo extremo. A todos reiteramos nuestra verdad tangible, conscientes de que no era ni podría ser absoluta a los ojos del resto.

Hoy pienso en nuestros compatriotas que supieron sacar a flote esa esencia de valores que la Revolución ha sembrado en todos. Una vez más de la conducta de cada uno, dependió el destino de todos.

Pienso sobre todo en los más jóvenes, en nuestros estudiantes, y sobre todo en nuestros niños, que ni siquiera alcanzan a comprender todavía la magnitud de lo vivido. Y es que cada acción realizada, cada iniciativa hizo lo suyo en eso de blindarnos el ánimo y reforzar la unidad de todo el colectivo.

Luego, con la pandemia, la solidaridad fue transformando al mundo, convertida y reafirmada como la única brújula posible. La lucha librada entonces por China comenzó por fin a ser entendida como un decisivo aporte al mundo.

Cuba, que nunca dejó de reconocer la validez del esfuerzo in extremis de China en pos de la contención del virus, no perdió ni un solo minuto en diseñar e implementar de manera temprana su propia estrategia.

Cada actuación y mensaje público de nuestros dirigentes marcó pautas y generó confianza, demostrando que el país tenía un plan bien concebido, para nada improvisado, en el que se tomaban en consideración por igual tanto fortalezas, como debilidades y amenazas.

Nada quedó al descuido, aunque todavía algunos se empeñen en desvirtuar y criminalizar en las redes. Cada experiencia fue estudiada y meditada hasta la saciedad. Con su respuesta integral al brote epidémico, la transparencia informativa, el decisivo rol de sus instituciones científicas, China ofreció un paradigma para adecuar a nuestras realidades y posibilidades nacionales, con la mayor integralidad posible, sin titubeos, pero tampoco exageraciones, con calma, sin pánico, reafirmando esa premisa irrenunciable de que la salud en nuestra tierra es un derecho humano conquistado.

Ninguna precaución está de más cuando de seres humanos se trata, lo mismo en la prevención, que en el control de la propagación del virus y en el tratamiento de la enfermedad misma.

La batalla por delante sigue siendo ardua, pero la solidaridad adquiere cada vez más rostros y se esparce al mundo como la mejor de las vacunas. Nuestro país, con su innegable vocación de humanidad, está haciendo lo suyo.

*Carlos Miguel Pereira Hernández es el embajador de Cuba en China. Este mensaje fue tomado de su muro de Facebook.

Fuente: granma.cu

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