Violencia de clase: un concepto olvidado

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Pau Celeiro.— El pasado 25 de junio nos levantábamos con la triste noticia de la muerte de un vecino de Puig-reig de 55 años en un accidente laboral en la mina de Iberpotash de Vilafruns en Balsareny. Según el comunicado de CC.OO., la víctima trabajaba para la empresa subcontratada Montajes Rus. La concesión de la mina pertenece a ICL Group, a quien Montajes Rus facilita el servicio del montaje y mantenimiento de la infraestructura y maquinaria minera, es decir, cintas transportadoras, captadores de polvo, camiones, palas, etc. Concretamente el siniestro se produjo en una de las cintas transportadoras que se descolgó produciendo un desprendimiento que acabó con la vida de la víctima. Tres semanas antes, en la misma mina de Iberpotash, también por un desprendimiento, se generaba la muerte de otro trabajador, Pau Camp de 45 años trabajador también de la empresa subcontratada Montajes Rus. A la vez, el 2015, un operario de mantenimiento de 26 años, vecino de Navas, también perdió la vida por un desprendimiento.

Según el comunicado de Iberpotash, “la dirección de la compañía, en primer lugar, lamenta profundamente el accidente y traslada su pésame y solidaridad a la familia, compañeros, amistades de la víctima y a la empresa Montajes Rus, donde trabajaba y se pone a su disposición. La seguridad es un valor esencial para nuestra compañía y para el Grupo ICL. Por eso, se ha decidido parar sin fecha la producción en la mina de Vilafruns para poder investigar las causas de este accidente” (1). El hecho es que nunca se deberían de haber producido estos accidentes, que desde la UCPC (*) definimos como víctimas de la violencia de clase ejercida sobre el proletariado y, en todo caso, bastantes avisos hubo para evitar las últimas muertes de junio del 2020. ¿Pero a quién tenemos detrás de Iberpotash y el grupo ICL?

Iberpotash S.A. fue creada en 1998 como filial de la empresa israelí ICL Fertilizantes, una de las mayores productoras mundiales de potasa y fertilizantes de fósforo, ácido fosfórico, fertilizantes especiales y aditivos del pienso. A la vez, ICL (Israel Chemical Limited), es también uno de los líderes mundiales de la producción de compuestos de bromo y productos ignífugos, así como varios productos químicos utilizados en la construcción, la industria farmacéutica, la automoción, industries de perforación electrónica, petrolíferas y gas. Conclusión: una multinacional nacida y crecida a la sombra del sionismo israelí que nunca se ha opuesto a la ocupación de los territorios palestinos y el apartheid que ha sufrido este pueblo. Por otro lado, se trata de una empresa que aquí en Cataluña ya fue sancionada al 2015 por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (2015) con una fianza multimillonaria para dañar el medio ambiente.

¿Pero, y la administración pública competente, es decir, la Generalitat, qué responsabilidad tiene en todo ello? La Consejera de Empresa y Conocimiento, Àngels Chacón, ha tildado el accidente “de inexplicable” porque, según ella, ha sucedido “justamente en una de las zonas más seguras de la mina”. Parece ser que ahora sí, la mina ha cerrado indefinidamente, por iniciativa de la empresa, mientras se investiguen las causas del siniestro. Además, ha asegurado que tanto la empresa como la Generalitat investigarán los hechos a través de auditores externos.

¿Y, cual ha sido el papel de los sindicatos en todo ello? Por un lado, CCOO, había convocado una huelga para el 30 de junio en la mina de Sallent para reclamar mejoras en la seguridad. Esta huelga, como tantas otras veces, acabó desconvocándose una vez los representantes de CCOO se sentaron con la patronal. Parece que ahora los comités de empresa de la mina y de la empresa subcontratada han decidido volver a convocar la huelga del 30 con el lema “por la seguridad en la mina”. Demasiado tarde, para vergüenza suya, la empresa se les ha adelantado.

Por otro lado, la Intersindical-CSC había convocado una huelga indefinida a iniciar el 17 de junio, después de la primera muerte, para exigir un plan de seguridad laboral a la empresa. Esta huelga, también se acabó aplazando “ante la promesa de la dirección de Montajes Rus de iniciar inmediatamente una negociación para acordar e implementar estas imprescindibles iniciativas”. Gran error, pues no se pueden asimilar con tanta facilidad las dinámicas pactistas que han practicado los sindicatos amarillos (CCOO y UGT) que actúan como corporaciones al servicio del Estado y por consiguiente, de la Patronal. Del enemigo, no debes fiarte ni tan solo un pelo, simplemente no debes fiarte, lo tienes que combatir a partir de la coacción que por eso existen las huelgas y otros instrumentos como recurso de presión.

Así pues estamos ante una triple negligencia: la de la empresa subcontratada y la sionista ICL simples explotadores de recursos naturales y de la plusvalía del proletariado, la de la administración pública, que de haber aplicado las revisiones y auditorías necesarias se podrían haber evitado las muertes y la de los sindicatos, supuestos espacios de defensa de los derechos y la seguridad de los trabajadores que una vez más no han estado a la altura sino que además, han llegado tarde para evitar otra muerte y la defensa de la clase obrera.

Pero este no es un fenómeno aislado y puntual, pues según fuentes oficiales del INE de enero hasta abril del 2019 en el estado español se registraron 167 víctimas mortales en el espacio laboral (2). Si nos fijamos en las cifras de este mismo periodo en el 2020, el número se eleva a 231 víctimas (3). Curiosamente el número de parados oficiales, es decir, el ejército de reserva con que cuenta el capitalismo para mantener el sistema de explotación, ha pasado de los 3.253.853 a los 3.831.203 (4).

Actualmente el estado español cuenta con una población activa de 19.681.300, por lo tanto, el desempleo no ha parado de aumentar en los últimos meses especialmente por la situación de confinamiento forzado que ha significado el cierre de 133.000 empresas en tres meses (5). Así pues, mientras que la población ocupada ha disminuido en 285.600 personas, las víctimas mortales en accidentes de trabajo no han hecho más que crecer pero de manera casi invisible pues en ninguna ocasión han significado grandes titulares de la prensa convencional toda ella convirtiendo el COVID-19 en el nuevo mantra informativo.

Analizamos ahora las estadísticas por violencia de género: las víctimas mortales en lo que va de año en el estado español ascienden a 21 mujeres según los balances del Ministerio de Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, 8 de ellas en Cataluña. Ahora bien, los medios de comunicación convencionales han trabajado de lo lindo para que la opinión pública conociera la muerte de estas mujeres, pero desconociera las víctimas por violencia de clase que en nivel estadístico superan con creces las víctimas de género. Y con ello no queremos sacar rédito de la vergüenza social y la necesidad imperante de acabar con la violencia de género en el seno de nuestra sociedad. Pero sí que instamos a la reflexión y poner sobre la mesa un fenómeno que no hace más que crecer y afecta al conjunto de la clase obrera, la defensa de la cual debería centrar la atención y las energías.

El capitalismo es un gran sistema de persuasión y desde los años 70 y más intensamente con la caída del bloque soviético, el postmodernismo ha guiado las preocupaciones y protestas de las izquierdas o espacios políticos progresistas. No solo por el hecho de menospreciar y condenar las disímiles luchas armadas como motores necesarios tanto para destruir el Estado capitalista y construir una nueva realidad social, sino por el hecho de fraccionar y atomizar lo que antaño era la lucha de clases en su conjunto, en reivindicaciones parciales (feminismo, LGTBIQ, ecologismo, animalismo, indigenismo, etc.) Y el capitalismo, hábil y calculador, ha absorbido y en ocasiones promovido estas reivindicaciones haciéndolas suyas e integrándolas en los circuitos de consumo y a la vez generando líneas de preocupación a gran escala presentadas como luchas prioritarias de la modernidad. Estas reivindicaciones y preocupaciones sociales, más o menos necesarias, acaban significando un recurso muy útil para olvidar otros temas como el de la violencia de clase en el seno de la clase obrera.

Quizás hay que repetir una obviedad de la que nuestros antepasados ya se dieron cuenta: el enemigo no es de raza ni de género, es de clase. La indigencia intelectual y el postmodernismo van de la mano por el sólo hecho de basar su praxis en la creación de conceptos abstractos, desviando la atención de lo que deberían que ser las preocupaciones revolucionarías entendidas desde una óptica dialéctica regida por el materialismo histórico.

Tanto es así que el objeto de este artículo casi lo podemos entender como inexistente: la violencia de clase no existe ni en los medios de comunicación, ni en los diccionarios, ni en los contenidos curriculares de las escuelas, ni en los buscadores de internet. Durante años ha figurado como siniestralidad laboral, como si estos accidentes o siniestros se dieran por pura casualidad, al azar y sin relación con el sistema que los genera. Los accidentes laborales no los podemos entender desde otra óptica que no sea la de la lucha de clase. Bastante triste es vivir bajo un sistema regido por la acumulación de capital fruto de la extracción de plusvalía al proletariado, que además esta misma clase no tiene ni el derecho a la vida garantizado.

Por todo ello desde la UCPC (*) denunciamos la naturaleza explotadora, en este caso de una empresa sionista y la de su subcontrata, por no garantizar el derecho en la vida. Denunciamos al Gobierno de Catalunya como institución pública competente, por su desidia y abandono de sus funciones a la hora de prevenir y generar condiciones de trabajo seguras. Hay que tener en cuenta la naturaleza elitista de la Generalitat y bajo los intereses de clase en que nace y existe. Por otro lado, destacamos el papel inoperante de los sindicatos que a día de hoy no podemos considerar como organizaciones de clase, sino, más bien como entidades lucrativas y corporativistas que actúan bajo dinámicas interclasistas donde el pactismo con la patronal, el enemigo de clase, prevalece por encima de cualquier otro mecanismo de presión.

Finalmente, destacamos la necesidad de crear un espacio político donde poder reivindicar por encima de todo el orgullo de clase, de pertenecer a la clase obrera, aquella que solamente puede hacerse valer a través de su cohesión y fuerza colectiva física e intelectual. Un espacio político en el cual el análisis de clase sea el motor de las sociedades humanas y no el postmodernismo, tendencia fraccionaria de las luchas progresistas que el capitalismo frecuentemente utiliza mediante su absorción y mercantilización. Un espacio donde reivindicar la tradición y la cultura comunista, lejos de las críticas revisionistas que demonizan éxitos de la humanidad en cuanto a la construcción del socialismo, espacio donde el objetivo final sea clara y, contundentemente, la construcción de una sociedad sin explotadores y explotados, poniendo el conocimiento humano al servicio de los sectores populares y no solo de aquellos que se lo pueden permitir.

(1) https://www.regio7.cat/fet-divers/2020/06/25/accident-mortal-mina-iberpotash-sallent/617888.html
(2) http://www.mitramiss.gob.es/estadisticas/eat/welcome.htm
(3) https://www.epdata.es/datos/numero-accidentes-trabajo-espana-estadisticas-muertos-otros-datos/508
(4) https://www.expansion.com/economia/2020/05/05/5eb1102a468aeb5e508b45dd.html
(5) https://www.elconfidencial.com/economia/2020-05-06/crisis-cierre-133000empresas-registro-2001-coronavirus_2581315/

(*) UCPC son las siglas de la Universidad Comunista del Països Catalans

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