¿Existe una «vía masculina» revolucionaria, y una «vía femenina» reformista de hacer política como asegura Pablo Iglesias?

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«Pablo Iglesias escribía así la situación en España:

«Hay elementos que muestran una crisis del régimen, y eso se tendría que notar de alguna manera en las elecciones. (…) Esto se puede enfrentar de dos maneras. Y empiezo con las provocaciones». (Pablo Iglesias; Discurso en la Universidad de Verano de Izquierda Anticapitalista en Segovia, 2013)

[Parodiando el camino del militante «radical de izquierda» dice]:

«Empiezo con las provocaciones, esto se puede afrontar de dos maneras, uno puede ir a las elecciones de una manera masculina, con cojones. Esto implica decir que le decimos al poder aquí estamos yo y mis pelotas frente a ti. Y eso quiere decir que para mi la representación no implica ningún compromiso, que el tuyo es un parlamento burgués de mierda que representa los intereses de clase, como decía Engels, el Estado es la institución que permite ser políticamente dominante a la clase económicamente dominante, y yo no pacto con vosotros, eh, en todo caso voy a ir a liara (…) Yo voy en camiseta a las instituciones y voy ahí a montar el pollo, eso lo tenemos que tener claro(…) «No cometerás actos impuros», decía el sexto mandamiento de los católicos, [para la izquierda radical es] no pactaras con los social-liberales [PSOE], con fuerzas nacionalistas conservadoras como CIU o el PNV. En ese sentido no nos gusta lo que hace IU en el gobierno de Andalucía, que se ha convertido el partido de los recortes, indistinguible del PSOE. No nos gusta lo que hace ERC, apoyando a un gobierno protroika como el de CiU. A la izquierda abertzale… les tenemos respeto porque tienen presos pero no nos gusta que pacten en una diputación con el PSOE, no nos gusta que tengan un diputado en el Congreso Estatal que es miembro del Opus Dei. No nos gusta que votaran los presupuestos al PNV, no nos gusta que el BNG gobernase en la Comunidad Autónoma de Galicia con el PSOE. Eso no nos gusta, son traidores, y están comprometidos con la pata izquierda del régimen y esos elementos estratégicos no nos convencen. (…) Gobernar cuando tengamos el 51% de los votos, antes es caer en las redes de captación del enemigo de clase. (…) No se puede pactar para gobernar. (…) La gente se va a dar cuenta que por una parte, los de IU son unos traidores y que por otra los partidos del régimen no responden a sus intereses. Es cuestión de meses, que la gente se de cuenta que solo una organización anticapitalista puede resolver sus problemas. (…) La clave del poder no está en las instituciones, aquí está en nuestra pelotas, está en la calle. Nosotros hacemos política masculina masculina, con cojones. (…) Se que la mayoría que estáis aquí vivís de alquiler o vivís de hipoteca, compañeros, hay que vivir ocupando, hay que arriesgar, tenéis que transformar vuestra vida en una experiencia revolucionaria. (…) No podemos entrar en esa lógica mercantil en la que compras y te vedes. (…) Por supuesto, si nos pegan, no vamos a ir a un juzgado o a un cuartel de la guardia civil, esa institución burguesa que protege los intereses de la clase dominante, nosotros hacemos política masculina, con cojones. (…) Hay que practicar la gimnasia revolucionaria, una cosa que decía García Oliver [dirigente anarquista]. (…) Seguro que sabréis fabricar cócteles de los que incendian y de los que explotan, sabéis hacer barricadas. (…) Os estaréis entrenando porque se acerca una crisis terminal del capitalismo y tendremos que estar preparados para tomar las armas». (Pablo Iglesias; Discurso en la Universidad de Verano de Izquierda Anticapitalista en Segovia, 2013)

Después añadiría otra postura, la de la izquierda «cabal», la femenina, la que por supuesto, él dice abanderar:

«Cualquiera que se identificase con la caricatura que he representado no sólo sería un psicópata, sería un subnormal profundo. (…) Caricaturas aparte. (…) Hay otra manera de ver política que es más femenina. Las mujeres son las que históricamente han tenido que asumir eso que conocemos como reproducción social mientras los hombres trabajaban en la fábrica ellas tenían que hacer cuentas con la miseria y alimentar las bocas de los niños y garantizar la reproducción social. Cuando vemos a esos héroes vestidos de azul en forma de mineros o de trabajadores de los astilleros, se nos olvida que las que están haciendo las cuentas para llegar a fin de mes son mujeres que tienen que lidiar continuamente con la realidad, que es muy difícil, y la realidad revela continuamente nuestra debilidad, no tiene momentos tan épicos. Es asumir que a hostias perdemos. (…) La feminidad política implica reconocer que el Estado es un instrumento complejo, lleno de contradicciones. (…) Esto no se soluciona con actitudes masculinas». (Pablo Iglesias; Discurso en la Universidad de Verano de Izquierda Anticapitalista en Segovia, 2013)

Para empezar, aquí Pablo Iglesias cae en un dualismo infantil, el mismo que han estereotipado los intelectuales machistas durante siglos, solo que él lo invierte para agradar al público feminista en boga. Presenta a los hombres como seres inherentemente irracionales, irreflexivos por naturaleza, y a las mujeres como seres audaces pero ponderados en sus acciones. Trasladándolo a la política, cree que la vía revolucionaria es masculina: torpe, tosca, inútil, y la vía reformista es un camino femenino: inteligente, sensato, útil. Más allá de la sensibilidad y particularidades de cada género, desde luego, la historia no solo ha refutado los «roles de género» marcados y cerrados, sino que socialmente, cada día se desvanecen más y más. Por otro lado, el marxismo-leninismo ya demostró que aunque hombres y mujeres proletarios difieran en sexo, tienen los mismos intereses de clase:

«Las feministas buscan la igualdad en el marco de la sociedad de clases existente, de ninguna manera atacan la base de esta sociedad. Luchan por privilegios para ellas mismas, sin poner en entredicho las prerrogativas y privilegios existentes. No acusamos a las representantes del movimiento de mujeres burgués de no entender el asunto, su visión de las cosas mana inevitablemente de su posición de clase. (…) Las feministas ven a los hombres como el principal enemigo, por los hombres que se han apropiado injustamente de todos los derechos y privilegios para sí mismos, dejando a las mujeres solamente cadenas y obligaciones. Para ellas, la victoria se gana cuando un privilegio que antes disfrutaba exclusivamente el sexo masculino se concede al «sexo débil». Las mujeres trabajadoras tienen una postura diferente. Ellas no ven a los hombres como el enemigo y el opresor, por el contrario, piensan en los hombres como sus compañeros, que comparten con ellas la monotonía de la rutina diaria y luchan con ellas por un futuro mejor. La mujer y su compañero masculino son esclavizados por las mismas condiciones sociales, las mismas odiadas cadenas del capitalismo oprimen su voluntad y les privan de los placeres y encantos de la vida. (…) Observad cómo la literatura feminista es rica en búsquedas de nuevos estilos de unión del hombre y la mujer y de audaces esfuerzos encaminados a la «igualdad moral» entre los sexos. ¿No es cierto que, mientras en el terreno de la liberación económica las burguesas se sitúan en la cola del ejército de millones de proletarias que allanan la senda a la «mujer nueva», en la lucha por resolver el problema de la familia los reconocimientos son para las feministas?». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)

Esta cita es una bofetada rápida a los postulados feministas de Podemos. La mujer trabajadora comprende a poco que reflexione que nada tiene que ver su interés de clase con el de personajes como Irene Montero o Tania Sánchez, no solo porque sean mujeres acomodadas y aburguesadas, sino porque con sus teorías feministas al plantear teorías pseudocientíficas donde sustituyen la lucha de clases por la lucha de sexos, hacen que se coloquen automáticamente al otro lado de la barricada, alejándose tanto de las mujeres como de los hombres proletarios.

Pero hay algo más importante que el tiempo ha demostrado también como falso: la capacidad de la vía reformista para alcanzar las metas de sus líderes. El reformismo de la izquierda no transforma el sistema ni lo pretende, es más, solo genera frustración y decepción en sus gobernados, y tarde o temprano, acaba cediendo el poder a la derecha tradicional si los revolucionarios no ponen una alternativa sobre la mesa.

Ninguna organización comunista ha propagado la idea de que estar inmerso en el pago de una hipoteca o un alquiler supone un acto «contrarrevolucionario», «reaccionario», «pequeño burgués»… de nuevo es un cliché que solo podría aplicarse a algunos movimientos anarquistas. El comunismo no confunde la propiedad personal de la vivienda con la propiedad de los medios de producción. Esto se explica en varios obras de Marx y Engels como por ejemplo: «El Manifiesto Comunista» de 1848.

Por otro lado, la radiografía que Pablo Iglesia hace de los revolucionarios quizás se aplicable a algunos grupos anarquistas. ¿Por qué decimos esto? Los comunistas, que siempre han tenido de referentes a los bolcheviques, saben que jamás deben rechazar sin más los compromisos políticos con otras fuerzas políticas, pero como bien explicó Lenin, esos compromisos deben elevar la conciencia revolucionaria del pueblo, deben evitar atar de pies y manos a la organización comunista. Por ejemplo, los comunistas nunca deben aceptar un pacto que le obligue a censurar la crítica hacia sus «aliados». Esto se explica en varias obras de Lenin como: «La revolución proletaria y el renegado Kautsky» de 1918 o «La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo» de 1920.

Los comunistas criticaron boicot parlamentario intransigente de los anarquistas, y se instó a participar en ellos hasta el momento de la revolución misma. Entre tanto, la táctica comunista en los parlamentos burgueses siempre ha sido denunciar el propio sistema desde sus bancadas, jamás caer en la ilusión de que la clase obrera tomará el poder cuando exista un 51% de votos, primero porque son conscientes de que ninguna elección bajo la democracia permite a los trabajadores unas elecciones «justas», segundo, porque aunque los comunistas pudiesen llegar a ser la primera fuerza política, la burguesía apelaría a sus leyes constitucionales, y en último lugar, al golpe de Estado. Los comunistas fueron partidarios de crear un poder más democrático, los soviets, que debían sustituir el viejo parlamentarismo y sus límites. Véase: «El desprecio del aprovechamiento de los resquicios legales de la democracia burguesa o el fascismo y el nulo trabajo de masa» de 2017.

Del mismo modo, cuando Pablo Iglesias caricaturiza la lucha callejera para contraponerla a su pacifismo pequeño burgués, hay que decir que los bolcheviques fueron muy francos con dicha cuestión: el pueblo debe aprender por sí mismo a defenderse, a tomar experiencia, al menos si algún día quiere mandar políticamente, pero no debe caer nunca ni en el aventurerismo o el terrorismo individual. Véase: «Un repaso a la metodología de las bandas terroristas y sus resultados» de 2017.

Por último, como dijo Lenin, «No somos blanquistas, no somos partidarios de la conquista del poder por una minoría», en ese ritmo de la concienciación de la clase obrera sobre sus intereses de clase, así como la adhesión del resto de las capas trabajadoras hacia la causa del comunismo, es decir, la supresión de las clases sociales y otros axiomas, debe pasar sí o sí por romper ideologicamente y organicamente con los partidos tradicionales de izquierda y derecha, y esto jamás puede ser plasmado de forma simplista como fruto de unos meses, como pretende hacernos creer Pablo Iglesias que dicen los revolucionarios, eso no ocurre jamás ni siquiera en medio de una grave crisis. Los factores son múltiples y se agudizarán según los acontecimientos y según sepa leerlos el partido de vanguardia. En medio de una situación revolucionaria, la historia ha mostrado que que no se logra convencer más que a la mayoría de la clase obrera y a parte de la pequeña burguesía y extractos intermedios, neutralizando a otra pequeña parte de ellos. La otra parte irá detrás de los partidos tradicionales. Esto es explicado extensamente por Stalin en «Fundamentos del leninismo» de 1924.

Cualquiera puede comprobar que la exposición de Iglesias no se puede aplicar a los movimientos comunistas, ya que el comunismo se ha opuesto a muchos de los conceptos que el caricaturiza.

En resumen, Pablo Iglesias hacía una caricatura de los movimientos que él consideraba como radicales, pero en realidad solo estaba haciendo una exposición de los peores defectos de las organizaciones anarquistas, antiglobalización y también de los grupos revisionistas semianarquistas, pretendiendo hacer extensible dichos defectos infantiles a los comunistas de verdad para denigrarlos. El fin de todo esto era justificar mejor ante el público, su visión reformista que pronto se plasmaría en Podemos.

Curiosamente pese a que se burle de estos movimientos, él siempre ha compartido una afinidad a estos grupos como se puede ver en sus ideas antigobalización y su visión tercermundista sobre lo que consideraba «antiimperialismo», la adopción del guión de la izquierda abertzale en la justificación del terrorismo indiscriminado de ETA, el seguidismo al feminismo y su «visión de género» sobre el papel de la mujer en la historia, o su rechazo al «centralismo democrático» de los comunistas abogando por una libertad de fracciones e ideologías». (Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas, 2017)

Fuente: Bitácora

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