Bianchi.— En lugar de unos inútiles e inoperantes tests sobre el coronavirus que parecen pensados por sádicos que se ven decepcionados cuando dan «negativo» en el resultado, pero vuelven a insistir en la prueba hasta que des «positivo» por un vulgar resfriado que achacarán al covid-19 exhibiéndote como un trofeo como quien va de safari africano, nosotros, mucho más lúdicos que esta gente enferma, proponemos este test sobre el infierno, dentro vídeo.
Un amigo, profesor de Química, formuló en un examen la siguiente pregunta: ¿es el infierno exotérmico (desprende calor) o endotérmico (lo absorbe)? La mayoría de estudiantes se refugió, ante tan extraña e inquietante cuestión, en la Ley de Boyle (el gas se enfría cuando se expande y se calienta cuando se comprime).
Pero hubo un alumno, una alumna, dicho con más precisión, que contestó lo que sigue: en primer lugar -nos dice Hipatya, que así se llama-, necesitamos saber en qué medida la masa total del infierno varía con el tiempo. Para ello hemos de saber a qué ritmo entran las almas en el infierno y a qué ritmo salen. Parece ser que, una vez dentro del infierno, las almas ya no salen de él. Por tanto, no hay salidas. En lo relativo a cuántas almas entran, veamos lo que dicen las diferentes religiones: la mayoría de ellas declaran que si no perteneces a ellas, irás al infierno. Dado que hay más de una religión que así se expresa y dado que la gente no pertenece a más de una, podemos concluir que todas las almas van de cabeza al averno.
Con las tasas de nacimientos y muertes existentes, podemos deducir que el número de almas en el infierno crece de forma exponencial. Veamos ahora cómo varía el volumen del infierno: según la Ley de Boyle, para que la temperatura y la presión del infierno se mantengan estables, el volumen debe expandirse en proporción a la entrada de almas. Hay dos posibilidades:
1. Si el infierno se expande a una velocidad menor que la entrada de almas, la temperatura y la presión en el infierno se incrementarán hasta que éste se desintegre.
2. Si el infierno se expande a una velocidad mayor que la de la entrada de almas, la temperatura y la presión disminuirán hasta que el infierno se congele.
Pues bien, ¿qué posibilidad es la verdadera? Meditemos: si aceptamos lo que me dijo la bella Beatriz (la musa de Dante Alighieri, que algo sabía de estas vainas sulfúricas) en mi primer año de carrera («hará frío en el infierno antes de echar un cohete contigo»), y teniendo en cuenta que me acosté con ella el otro día, la posibilidad número 2 es la verdadera y, por tanto, daremos como cierto que el infierno es exotérmico y que ya está congelado. El corolario de esta teoría es que, dado que el Hades ya está congelado, ya no acepta más almas y está, por tanto, extinguido dejando al cielo como única prueba de la existencia de un ser divino, lo que explica el milagro del otro día cuando Beatriz exclamó: ¡Oh, Dios mío!
Y nosotros, en este blog, todavía discutiendo, como los personajes de Swift (el de los viajes de Gulliver), por qué lado hay que cascar los huevos. Cuando está claro que hay que ponerse mascarilla, someterse con moral de esclavos al confinamiento y obedecer en todo lo que se nos diga, anulando cualquier atisbo de sentido crítico, porque es por nuestro bien. Un lavado de cerebro (brainwashing) perfecto.