La oligarquía trata de salvaguardar la corona. La república socialista es la única salida

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En la tarde del  pasado lunes 3 de agosto, curiosamente el primer lunes del mes de agosto, la Casa Real sacaba una nota de prensa por la que ésta hacía pública unas breves líneas escritas por Juan Carlos de Borbón a su hijo, el actual Jefe del Estado, escritas desde la mayor de las soberbias, por la que le comunica su decisión de trasladarse fuera de España, es decir, huir de España, según esgrime el Rey puesto a dedo por el criminal Franco “guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a ti como Rey”.

Curiosamente, el primer lunes de estado de alarma, el pasado día 16 de marzo de 2020, cuando todo el país estaba con la atención fijada en la pandemia de la COVID-19, el Jefe del Estado Felipe VI comunicó que renunciaba a la herencia de su padre, un teatrillo realizado para marear la perdiz pues no puede renunciar a una herencia cuando el transmisor de la herencia, en este caso su padre Juan Carlos de Borbón, no ha fallecido. Asimismo, el Jefe del Estado le retiró la asignación salarial que cobraba Juan Carlos de Borbón, salario estratosférico que salía del dinero público.

Estos movimientos son consecuencia de la corrupción entronizada en el Estado, que afecta a todos los niveles de éste, incluida la Jefatura del Estado, la Corona. Son consecuencia de que la Fiscalía suiza destapó, en marzo de 2020, que Juan Carlos de Borbón tenía una cuenta suiza con 100 millones de euros, información aflorada por la filtración de grabaciones en poder del policía Villarejo que contenía una conversación entre Juan Villalonga, el amigo de Aznar aupado a Telefónica cuando ésta fue privatizada y gobernaba el PP, y la querida del Borbón padre, Corinna Sayn-Wittgenstein, en la que ésta reconoce que  Juan Carlos de Borbón había cobrado comisiones de la adjudicación del AVE a la Meca, así como también tras saberse que Felipe VI era beneficiario de una sociedad offshore de su padre.

A mitad del mes pasado el Banco Mirabaud, banco privado suizo, hizo público que los 100 millones de euros provenían de Arabia Saudí, de tal modo que Juan Carlos de Borbón hizo una transferencia a Corinna de 65 millones de euros de los que 64,8 habían sido transferidos a la cuenta de la Fundación Lucum, de la que era beneficiario el monarca, por parte del Ministerio de Finanzas de Arabia Saudí.

En esta trama del dinero saudí, donde Juan Carlos de Borbón recibe comisiones para servir a un consorcio de empresas españolas para hacer el AVE Medina – La Meca, participan el Gobierno de Zapatero primero, y posteriormente el de Rajoy, pero también aparecen nombres como el de Arturo Fasana, también gestor de fondos de Francisco Correa – caso Gürtel – que sirvió en estos trapicheos con los saudíes a Juan Carlos de Borbón.

Todas estas supuestas actuaciones fraudulentas realizadas por Juan Carlos de Borbón, las pudo realizar de manera impune pues:

  • Los sucesivos Gobiernos, que son los que tendrían que haber refrendado las acciones del monarca y haber impedido estas actuaciones ilícitas e ilegales, no lo hicieron evidenciando no sólo una dejación de funciones, existiendo una absoluta omertá entre los diferentes Gobiernos y la Jefatura del Estado.
  • La Judicatura no sólo otorga impunidad absoluta a la Corona en todas sus fechorías y latrocinios – de hecho si se ha iniciado una investigación por parte de la fiscalía es porque se ven obligados ante los procesos judiciales abiertos por la justicia de otros países -, sino que no duda en perseguir a todo aquél que ose denunciar públicamente a la monarquía, con independencia de la realidad y la justeza de dichas denuncias.
  • La prensa del Capital lleva 4 décadas tapando todo tipo de corruptela y fechoría proveniente de la Casa Real, y mirando para otro lado ante los innumerables escándalos producidos en ésta. De hecho, la labor de la prensa del régimen no sólo ha sido la de tapar la corrupción en general, y la Real en particular, sino también, junto a una intelectualidad paniguada y vendida al Capital, de revisionismo histórico pretendiendo mostrar a Juan Carlos de Borbón como un artífice crucial de una democracia cuando, en realidad, fue el Jefe del Estado puesto a dedo por el criminal dictador Franco, “colado”, según Suárez, al pueblo español en 1978, de tal modo que no hubo una democratización del Estado, sino  un pacto entre fascistas y oportunistas por el que el Estado fascista queda maquillado, donde los fascistas conservan el Poder, siendo la Corona el símbolo de la perpetuación de los principios fundamentales del Estado franquista.
  • El Jefe del Estado, como máximo representante del Estado de los monopolios, está subordinado a la consecución de los objetivos de las diferentes empresas, y para ello hace todo lo que tenga que hacer: cobrar comisiones ilegales, blanquear políticamente a dictaduras criminales como es la Saudí, cabeza del terrorismo wahabita, etcétera. Algo lógico y consecuente, pues el Estado no es más que el instrumento de esos monopolios para mantener sus privilegios y someter a los trabajadores. De hecho, y durante años, la Jefatura del Estado ha servido de figura política para que grandes monopolios – Banco de Santander, Iberdrola, INDRA, OHL, FCC, Sacyr, TELEFÓNICA, REPSOL, ENDESA, Banco de Sabadell, CAIXABANK, Inditex, ABENGOA…- consigan contratos y privilegios. La interrelación entre los monopolios y la Jefatura del Estado es clara y se ve en los puestos de trabajo de las infantas, del yerno Urdangarín, el costeo del yate Bribón, en la estrecha relación con familias de la gran burguesía, por ejemplo la de Villar Mir, cuyo yerno era el compiyogui de la actual consorte del Jefe del Estado que, también, tiene un gran salario público.

Esta forma de operar: corrupción, testaferros, evasión fiscal, cuentas en paraísos fiscales, comisiones ilegales, amantes pagadas con fondos públicos, despotismo absoluto, impunidad, etcétera, es valorada por el Jefe del Estado, Felipe VI, de la siguiente manera: “El Rey desea remarcar la importancia histórica que representa el reinado de su padre, como legado y obra política e institucional de servicio a España y a la democracia; y al mismo tiempo quiere reafirmar los principios y valores sobre los que ésta se asienta, en el marco de nuestra Constitución y del resto del ordenamiento jurídico.”. Sin duda, el legado y obra política e institucional de su padre ahí están: la putrefacción máxima, la continuidad del franquismo con el tirano ya muerto. Putrefacción heredada por la propia monarquía impuesta a dedo por un dictador asesino y “colada a los españoles” por sus herederos fascistas tal y como reconoció Adolfo Suárez a Victoria Prego en 1995. Y es que la Constitución de 1978 no es más que la Ley Orgánica del Estado de 1969 maquillada, y descansa sobre las Siete Leyes Fundamentales del Movimiento Nacional, del fascismo.

Como es lógico, los fascistas han salido en defensa a ultranza, tanto de Juan Carlos de Borbón como del actual Jefe del Estado, su hijo Felipe, y la monarquía. Es lógico, pues la monarquía es la clave de bóveda del Estado franquista transmutado que padecemos desde hace cuatro décadas que condensa sus esencias fascistas.

Por otro lado, los oportunistas que hoy están en el Gobierno también han salido en defensa de la monarquía, ya sea de manera abierta o de manera vergonzante. Al fin y al cabo, al defender a la monarquía lo que están haciendo es defender los pactos de la vergüenza suscritos con los franquistas tras la muerte de Franco. De hecho, estos segundos, son más importantes para la continuidad de la monarquía que los primeros, los abiertamente fascistas del PP, C’s y VOX.

Las investigaciones judiciales realizadas tanto en Suiza como en el Reino Unido sobre Juan Carlos I son los que han forzado estos movimientos. El objetivo primario de los monopolios es sostener la monarquía, tratando de establecer un cortafuegos en la corrupción de Juan Carlos I, quemándolo por completo al objeto de salvar a la institución monárquica y a su hijo, Felipe. Dependerá de la forma de actuar del Pueblo, de la organización del pueblo en contra de la monarquía, que los capitalistas mantengan su estrategia inicial o deban cambiarla. Pues, en el caso de que el Pueblo se organice contra la monarquía y se generalicen las protestas contra ésta serán los propios oportunistas – los que hoy defienden a la monarquía, ya sea de manera abierta o de manera vergonzante – e incluso parte de los más reaccionarios los que se pongan a la cabeza de dicho movimiento tratando de llevarlo hacia la concreción de una República burguesa al objeto de que el Poder siga en las mismas manos, en las manos de la oligarquía.

El Estado capitalista es la corrupción institucionalizada porque la corrupción es inherente al capitalismo y, por consiguiente, la Jefatura del Estado – ya sea como Rey o como Presidente de la República – será corrupta en tanto y en cuanto este Estado sea burgués, en tanto y en cuanto la base económica sea la capitalista.

Es necesario recordar las palabras de Lenin, “la república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por tanto el capital, al dominar esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este Poder”. Sobre todo es necesario recordar a Lenin para retratar a los oportunistas, como por ejemplo Alberto Garzón cuando señala:

Esta marioneta del Capital únicamente concibe la democracia como burguesa, abrazando al Estado capitalista. Lejos de ser comunista es un farsante, un burgués al servicio de los monopolios y, por tanto, defensor de un sistema que genera la corrupción.

El Vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, el mismo que decía en diciembre de 2019 que “la monarquía no estaba en crisis en España” señalaba tras la huida de Juan Carlos de Borbón lo siguiente:

Sin embargo, el Gobierno al que pertenecen los ministros de PODEMOS-IU/PCE, además de defender a la monarquía, mira hacia otro lado ante la huida del Borbón, agasaja al hijo del monarca – en campaña de limpieza de imagen – reconoce que es el Estado el que se encarga de la seguridad y protección del huido y por tanto conoce dónde está, tal y como subrayó el ministro del Interior Grande Marlaska.

Los oportunistas de toda índole no dudarán en centrar el debate en el cambio de la forma del Estado pero no en su naturaleza. Nos hablarán en términos de monarquía o república, por supuesto en el marco del Estado burgués. Incluso algunos nos hablarán de la república popular. Sin embargo, la república popular no tiene razón de ser pues no se dan las condiciones específicas que alumbraron este tipo de democracia en la década de los 40s del siglo pasado, porque el imperialismo se halla en la bancarrota, caduco, pero el desarrollo de las fuerzas productivas hace que cada vez mayores capas de la burguesía pasen a la ruina, proletarizándose desde un punto de vista económico, de tal modo que el grado de instrucción y capacidad de la clase obrera hoy es enorme, no necesitando a la burguesía absolutamente para nada. La clase obrera hoy posee el conocimiento para mover y dirigir su propio Estado, de hecho ya mueve el Estado burgués. Por ello, por el desarrollo de la lucha de clases, no procede más que la socialización absoluta de los medios de producción y, consecuentemente, la instauración del poder de los trabajadores en general orientados por la clase obrera y no un Estado multiclasista, o lo que es lo mismo, lo que la clase obrera y demás clases populares requieren es la Dictadura del Proletariado en el sentido marxista-leninista, esto es, una República Socialista donde se liquide inmediatamente el aparato del Estado burgués y sea sustituido por el poder de la clase obrera. Los capitalistas pretenden salvar a la monarquía pero, en caso de que la presión popular les desborde, no dudarán en otorgar una salida republicana, siempre en términos donde la burguesía controle el aparato del Estado y se mantenga incólume la base económica imperialista; por otra parte, el oportunismo tratará de abrir al pueblo la vía hacia la república popular con una verborrea ultrarrevolucionaria. La cuestión no está en discutir qué forma de Estado ha de tener el Estado burgués, el Estado capitalista, sino en destruir el capitalismo y su Estado, y ello pasa inexorablemente por la Dictadura del Proletariado, por la República Socialista pues, cualquier otra cosa es un engaño, es moverlo todo para que no cambie nada, para sostener al capitalismo.

 

¡POR LA REPÚBLICA SOCIALISTA!

¡POR LA DICTADURA DEL PROLETARIADO!

¡SOCIALISMO O BARBARIE!

 

Madrid, 13 de agosto de 2020

COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

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