Jamás nadie, ni siquiera el III Reich, había impuesto una privación de derechos tan descarada mientras recibía el aplauso de sus súbditos, convertidos en delatores celosos de sus vecinos.
La policía británica, por ejemplo, ya no necesita patrullar las calles porque los vecinos se encargan de informar de cada movimiento que se produce en el barrio. Han sacado a los policías de la calle para que atiendan las llamadas de teléfono.
Reciben 400 denuncias semanales procedentes de particulares porque sus vecinos no respetan las restricciones sanitarias, se reúnen en viviendas, no respetan el toque de queda, se quitan la mascarillas o se van de viaje.
Están fabricando sociedades en las que todo el delito, todo es ilegal, incluso las fiestas, y la policía tiene carta blanca para derribar las puertas de la viviendas, entrar en las mismas y llevarse a los “delincuentes” al calabozo.
Para realizar las actividades más habituales de la vida en sociedad, como una cena de amigos, hay que pasarse a la clandestinidad y guardar silencio para que los soplones no se enteren.
En Gran Bretaña, hasta el 12 de abril, no está permitido pernoctar en lugares distintos del domicilio principal, pero una reciente ola de calor hizo que una multitud de británicos aprovecharan los rayos de sol para irse a la playa o al campo, lo que ha provocado un alud de denuncias a la policía por parte de los confidentes.
Los soplones son tan entusiastas que, según James Vaughan, jefe de la policía de Dorset, actúan como un brazo auxiliar de la policía. Vaughan reconoce que quienes viajan a sus segundas residencias no cometen ninguna ilegalidad, pero eso no impide que la policía investigue a los “sospechosos” y los introduzca en uno de sus ficheros.
“Seguimos recibiendo unas 400 denuncias a la semana por parte del público, así que responderemos a las denuncias”, dijo Vaughan. “No necesitaremos patrullar los puntos conflictivos [alrededor de los centros de vacaciones] porque la gente es muy rápida en coger sus teléfonos y avisarnos”, añade (1).
El jefe de los maderos anima a los vecinos a denunciar: “Así es como trabaja la policía en Dorset. Dependemos del público para que nos proporcione información y datos”.
La intoxicación periodística completa la tarea policial hasta tal punto que una nueva encuesta indica que una clara mayoría de personas quiere que el pasaporte de vacunas se haga obligatorio para poder entrar en un bar, subir al transporte público o cortarse el pelo (2).
En el futuro, indica otra encuesta, las personas echarán de menos “algunas” o “muchas” de las restricciones que se han impuestos con la pandemia (3).