La nación Arcoiris

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No, no tiene nada que ver con el rollo LGTBI, tan de moda. Para nada. Lamento decir que antes de todo ello hubo alguien que habló de “la nación Arcoiris” como un concepto aglutinador de todos los habitantes de un país en concreto: Sudáfrica. Ese alguien fue Nelson Mandela cuando, tras ser liberado de la cárcel en la que se pasó casi 30 años acusado de todo, siendo los calificativos más usados el de comunista -que lo era, siendo miembro del Partido Comunista de Sudáfrica-, y el de terrorista -porque fundó una organización armada, “La Lanza de la Nación”, para luchar contra el apartheid- llegó a la presidencia.

Mandela fue liberado solo después de que los blancos y sus protectores, léase EEUU y Occidente, se hubiesen asegurado que se mantendría gran parte de sus privilegios y, sobre todo, una política económica neoliberal aunque aceptando la introducción de algunos aspectos que mitigasen esa política como medidas para una reforma de la propiedad de la tierra, el combate a la pobreza y la expansión de los servicios de salud, por poner unos ejemplos. Mandela era un hombre ya muy mayor cuando fue presidente durante cinco años y no pudo hacer mucho porque el país había sido destrozado por completo.

Cuando era un poco más joven que ahora tuve la oportunidad de hacer una entrevista a Mandela siendo ya presidente y en el marco de un viaje oficial a España. Su sencillez era espectacular, y su paciencia con un tipo como yo muy de elogiar. Me sentía bastante cohibido ante un hombre motivo de orgullo e inspiración para todos los explotados por el capitalismo pero, al mismo tiempo, un hombre que era utilizado sin rubor por la burguesía -como se había hecho antes con Gandhi- para su política de “pelillos a la mar”, de “reconciliación nacional”, de “diálogo”, de casi una convivencia feliz entre ricos y pobres y todos contentos, y así. Y le pregunté sobre ello, así como sobre la contradicción entre lo que había defendido durante tanto tiempo (nacionalización de las minas, de los bancos, de las industrias monopolísticas) y lo que estaba haciendo el Congreso Nacional Africano en el gobierno. Me vino a decir que no habían tenido más remedio que aceptar las condiciones del FMI, además de EEUU y los países occidentales. Interprétese como se quiera esas palabras.

En cualquier caso, eso es historia mía, si se quiere. Lo cierto es que en Sudáfrica al hilo de esta política se creó una importante clase capitalista negra que incluyó a importantes cuadros del CNA y dirigentes sindicales como Cyril Ramaphosa, el actual presidente del país. Por el contrario, la inmensa mayoría de la población negra las sigue pasando canutas y eso ha supuesto que en varias ocasiones haya habido explosiones sociales y huelgas masivas que muchas veces han terminado como ahora: con una importante represión y muertos.

Tal vez me consideréis un fantasioso pero no dudo en afirmar que se ha entrado en una nueva era en Sudáfrica. Primero, porque la explosión social se produce cuando la tasa oficial de paro en el país es del 32%, y de ahí los ataques masivos a centros comerciales en todo el país. Segundo, porque la represión ha sido de una parte del CNA contra otra parte del CNA. Es decir, de los partidarios de Ramaphosa contra los partidarios de Jacob Zuma, el presidente antecesor y que tuvo que dimitir hace tres años.

Zuma fue destituido de la presidencia en 2018 acusado de corrupción. Ramaphosa lanzó una campaña de anticorrupción para justificar la destitución. Pero…

Lo que hay detrás es no solo una lucha ideológica sino una lucha política y, también, una lucha étnica. Zuma es zulú, Ramaphosa es bantú. Esto, que en la época de la lucha contra el apartheid no tenía importancia, ahora la adquiere. Porque los primeros son partidarios del restablecimiento de la independencia económica del país y la eliminación de todos los controles externos, es decir, romper con el FMI, mientras que los segundos defienden el status quo. Además, con la destitución de Zuma se inició un proceso para destituir a todos sus partidarios de los más altos cargos del CNA que terminó con la disolución de la organización de los veteranos de “La Lanza de la Nación”. Es decir, que el gobierno se cargó la asociación que cobijaba a los luchadores de primera línea contra el apartheid y en la que Zuma tuvo un importante papel. Este fue uno de los desencadenantes de las protestas, por cierto.

El gobierno sudafricano ha hablado de “intento de rebelión” y que por ello se envió al ejército para reprimir las protestas, especialmente en dos provincias de mayoría zulú. No lo parece, pero sí un importante movimiento de rechazo a las políticas entregistas del gobierno. Porque a pesar de la transferencia de poder político que simbolizó la presidencia de Mandela, la propiedad de los medios de producción quedó en las manos en que estaban y a las que se añadió un pequeño y selecto grupo de nuevos dirigentes que no ha hecho más que aumentar su riqueza en detrimento del pueblo.

Tal y como yo lo veo, es un enfrentamiento entre dos ramas del CNA que se revisten de enfrentamiento étnico. La nación Arcoiris de la que hablaba Mandela ya está perdiendo el brillo de los colores y, desde luego, la situación es muy tensa por lo que intentaré volver sobre ello.

El Lince

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