Elson Concepción Pére.— Me imaginé a Josep Borrell, alto representante para la política exterior de la Unión Europea, pronunciándose contra el acto terrorista ocurrido en días pasados contra la embajada de Cuba en París. ¿O es que Francia no es parte de ese ente comunitario?
También esperaba la reacción lógica, respetuosa y seria del citado funcionario –por demás español–, que creí levantaría su voz condenatoria cuando en días pasados, en Madrid, un grupo de personas, entre ellos contrarrevolucionarios radicados en Miami, irrespetaron a Cuba, a sus dirigentes y a su pueblo e incentivaron el odio y las sanciones contra la Isla de la Dignidad.
Pero, al parecer, Borrell estaba guardando sus dardos envenenados para lanzarlos, como hizo ahora, con una declaración irrespetuosa, injerencista y cargada de mentiras.
Quiero pensar que quien se supone dirija los intereses de la política exterior de la ue no esté incubando la fracasada y perversa idea de retrotraer la historia de las relaciones entre Cuba y Europa, a los tiempos en que –otro español– el entonces presidente José María Aznar aprobó la llamada «posición común», nada más parecido a un apéndice del bloqueo de EE. UU. contra Cuba.
Por cierto, me imagino que el señor Borrell esté al tanto de que las 243 nuevas medidas adoptadas contra Cuba por el entonces mandatario estadounidense Donald Trump están intactas por parte del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden.
Supongo también que como alto representante de la Unión Europea esté plenamente comprometido con el voto comunitario que, cada año, en la Asamblea General de la ONU, se pronuncia contra el bloqueo impuesto a Cuba.
Debe conocer muy bien que el máximo requisito de Cuba en sus relaciones internacionales es el respeto mutuo, la no injerencia en los asuntos internos y la cooperación, que en el caso nuestro siempre va acompañada de la solidaridad y la amistad, no del odio.
Montarse en el carro de la campaña de mentiras contra la Isla parece formar parte del accionar de quienes quieren echar leña a un fuego incentivado desde Estados Unidos. Quizás Borrell piense que de la hoguera a la que quieren tirar a Cuba pudiera salir la colonia que fue liberada a golpe de combates, con machetes y fusiles, o la neocolonia en la que desde Estados Unidos se pretende convertir a nuestro país.
En ambas perspectivas, todavía está a tiempo de «bajarse del carro» de provocaciones e injerencias, y hacer de su función y de la Unión Europea toda un proyecto donde predomine la amistad, el respeto y la solidaridad.