Por: Níkolas Stolpkin
Luego de la aplastante victoria que obtuvo Gabriel Boric en la segunda vuelta presidencial muchos comenzaron a inquietarse, sobre todo la servidumbre económica, por no saber aún la dirección hacia dónde se habrá de inclinar el recién electo presidente: o hacia una dirección más «moderada» o hacia una dirección más «revolucionaria» («Boric 2» de la segunda vuelta o «Boric 1» de la primera vuelta, respectivamente).
Muchos especulan que la dirección correcta y más inteligente que haya de tomar Gabriel Boric sea la «moderada». Pero aún desconocemos la dirección que ha de seguir. Hasta el momento, solo se podría especular.
El triunfo de Gabriel Boric, por lo demás, tiene mucho significado; significa que la costra del pinochetismo aún persiste, por las profundas heridas dejadas en la pasada dictadura, y que la costra concertacionista dejó de tener la relevancia que tenía antes.
Una nueva generación ha tomado el timón de la política chilena y desconocemos el rumbo que eligirá. Pero del rumbo que se escoja podría depender su éxito o su fracaso. Ya lo señalaba Gabriel Boric en su primer discurso como presidente electo: «Los tiempos que vienen no van a ser fáciles». Y es que es en estas circunstancias cuando más se hacen notar los tambores del poder económico.
Todo estaría indicando que Gabriel Boric tomaría el camino de la «moderación», con el cual jugó rumbo a la segunda vuelta presidencial y con el cual logró triunfar frente al candidato de la derecha (José Antonio Kast). Es muy difícil que Gabriel Boric escoja el camino por el cual quedó en «segundo lugar» de la primera vuelta. Escogerlo sería muy arriesgado y nos llevaría hacia un escenario muy complejo.
A ver, pongamos las cosas de esta forma… Una cosa es promocionar una banda inexistente con sus respectivos singles en las radios o medios de comunicación nacionales, y otra cosa muy distinta es pararse en un escenario a tocar con todos los instrumentos musicales los mismos singles con los cuales encantaron a su «fanaticada».
Al menos todos coinciden, incluso los que tienen la labor de formar pronto la banda, que para tocar bien tendrán que contratar a otros «músicos» con cierta «afinidad» musical, aunque no formen parte de la misma banda. La gran incógnita existente, sí, es si a partir de marzo comenzarán a interpretar los mismos singles con el cual se dieron a conocer a nivel nacional o comenzarán interpretando temas ajenos a los gustos de su «fanaticada».
Todos sabemos que si la banda «favorita» no tocara los «temas conocidos», lo más probable es que termine siendo abucheada o que les terminen arrojando cosas. Porque no hay nada peor para una fanaticada que termine siendo estafada. ¿Conocen la rabia de una fanaticada estafada?
Otra cosa sería que, a partir de los temas conocidos, podamos ver ciertos cambios o modificaciones en la lírica de las canciones, por lo que el desempeño de la banda será crucial. Si la banda llegara a tocar bien, no importaría mucho si el cantante interpretara los mismos temas con ciertas modificaciones. Lo horroroso sería que el cantante interpretara muy mal el repertorio con el cual llegó a encantar a su fanaticada.
Hasta el momento, la «fanaticada» se encuentra feliz porque su «artista favorito» comenzaría a dar sus conciertos a partir de marzo junto a una «banda» que aún desconocemos; pero a la «fanaticada» le da igual con quiénes toque. A la fanaticada lo único que les importa es que su «artista favorito» comience a tocar todos los temas con los cuales se hicieron conocidos.
Los que no están muy felices son los dueños del espectáculo y del estadio, porque si al «artista» y su «banda» les va mal en el escenario, lo más probable es que terminen perdiendo mucho dinero. ¿Los dueños actuales del espectáculo dejarán que toque el «artista favorito» hasta el final en su «propio escenario» o «estadio», aunque sepan que el artista y su banda pretendan pronto tocar en otro «estadio en construcción» y ajeno a su propiedad? Porque una cosa sería tocar en el actual escenario de los dueños del espectáculo, y otra cosa muy distinta sería empezar a tocar en el «nuevo escenario» o «nuevo estadio», hoy en construcción y de propiedad popular.
Ciertamente, de un principio, se haría dificultoso tocar en el «escenario actual» de los dueños del espectáculo y de acuerdo a las “circunstancias actuales”, ya que para tocar como uno querría habría que estar sujeto a ciertas normas propias o impropias de los propietarios y que muy pronto se podría hacer notar de acuerdo a la interpretación de los temas o la dirección que se tome.
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