Los shoshones son una tribu nativa norteamericana que ha sido expuesta a la mayor cantidad de pruebas nucleares en el planeta, con efectos devastadores para la comunidad. Bajo este contexto, RT habló con un activista que lucha por la justicia al respecto.
«Están ocupando nuestro país, están robando nuestras oportunidades y se prevé que muramos por ello. Todavía estamos tratando de afrontar y entender lo que nos ha pasado, y de encontrar formas de detenerlo, corregirlo, y evitar que ocurra en el futuro», afirmó Ian Zabarte.
El hombre de 57 años es un líder de los shoshones occidentales y encabeza una campaña para denunciar lo que describe como la «limpieza étnica» de su tribu.
620 kilotones
La tierra de los shoshones se extiende desde el Valle de la Muerte, en el desierto de Mojave, en el este de California, hasta el parque de Yellowstone, en Wyoming. En 1951, el Gobierno de Estados Unidos empezó pruebas de armas nucleares en el territorio de los shoshones occidentales, en Nevada. Ahora, la tribu puede afirmar que son la nación más bombardeada con armas nucleares del planeta.
Durante más de 40 años, se realizaron 928 pruebas en esa zona —un centenar en la atmósfera y más de 800 bajo tierra— sumando 620 kilotones, según un estudio de 2009. A modo de comparación, el bombardeo de Hiroshima en 1945 igualó 13 kilotones.
«Igual que si la Alemania nazi estudiara el impacto en la salud de los judíos»
La situación supone un enorme riesgo para la salud y Zabarte, que vive en Las Vegas pero dirige un centro de curación en el Valle de la Muerte, habla enfadado de las injusticias que ha sufrido su pueblo.
Los shoshones firmaron el Tratado del Valle Ruby en 1863, por el que cedían ciertos derechos a Estados Unidos, pero no renunciaron a sus tierras. «No habríamos firmado un tratado que acabara en nuestra destrucción final», señala el activista a Chris Sweeney de RT.
Según la tribu, el programa de pruebas de Washington ha matado a miles de personas, y muchos de los indígenas han desarrollado desde entonces una serie de cánceres y otras enfermedades.
Al abuelo de Zabarte se le desprendió la piel debido a una deficiencia autoinmune, y murió poco después de un ataque cardíaco. A otros miembros de la familia se les implantó un marcapasos a edades muy tempranas, mientras que los gemelos de su primo murieron a los 11 años.
«Estados Unidos no quiere estudiar las consecuencias adversas para nuestra salud. Sería igual que si la Alemania nazi estudiara el impacto en la salud de sus experimentos con el pueblo judío. Eso está muy lejos de ser correcto. Tenemos que hacerlo nosotros mismos y necesitamos ayuda», manifestó.
Los shoshones no disponen de equipos médicos ni de bases de datos informáticas para hacer un seguimiento de su población. Así que las muertes por condiciones sospechosas generalmente no se registran. Además, la nación es, por tradición, un pueblo orgulloso, por lo que no todos hablan de sus problemas de salud.
Aunque las pruebas nucleares pasaron a ser subterráneas en 1962, ni siquiera estas eran seguras, dado que el gas radiactivo de las cámaras subterráneas fue emitido secretamente, según varios expertos.
No es un asunto del pasado
Sin embargo, el problema no responde solo a situaciones del pasado. Incluso hoy en día, muchas actividades secretas continúan en la tierra shoshona, como los vuelos desde Las Vegas a la clasificada Área 51.
También existe el polémico asunto del depósito de residuos nucleares de Yucca Mountain, planeado por primera vez en 1987 y aprobado posteriormente por la administración Obama, que los shoshones han frenado.
Zabarte cita un estudio del Departamento de Energía de EE.UU. sobre el proyecto que se refiere al «triaje cultural», definido como «una situación de elección forzada en la que un grupo étnico se enfrenta a la decisión de clasificar en importancia recursos culturales igualmente valorados que podrían verse afectados por un proyecto de desarrollo propuesto».
Además, el texto señala que este enfoque podría ser «emocionalmente duro para una persona indígena». Al respecto, el activista asegura que la ONU respaldó estas afirmaciones en un informe de 2006.
«Tenemos un acto deliberado del Gobierno de Estados Unidos para desmantelar las formas de vida de mi pueblo, de mi familia, en relación con nuestra propiedad, nuestra tierra sagrada«, afirma Zabarte. «Estados Unidos ha desarrollado un proceso sistemático para limpiarnos étnicamente de esa tierra», enfatiza.