El presidente de EE.UU., Joe Biden, anunció el pasado marzo que el país recibirá hasta 100.000 refugiados ucranianos que busquen desplazarse tras la operación militar rusa, además de declarar que unos 30 000 ucranianos presentes en suelo norteamericano recibirán el “estatus de protección temporal” que les permitirá trabajar y elimina la amenaza de deportación.
Ante esto, diariamente, cientos de refugiados ucranianos están llegando a la frontera entre México y Estados Unidos y reciben apoyo para tramitar sus solicitudes.
“Esta generosidad de Estados Unidos” respecto a los desplazados ucranianos ha puesto de relieve las enormes diferencias del trato que se les da a otros refugiados de África y América Latina.
Mayor recepción de ucranianos se produce, mientras que miles de refugiados haitianos y centroamericanos esperan durante meses detrás de la frontera estadounidense, e incluso se les ha denegado su petición.
Al ver cómo Estados Unidos abre sus abrazos a cientos de los refugiados ucranianos, defensores de los migrantes han criticado el doble rasero estadounidense, inherente a la política migratoria de Washington.
El alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Filipo Grandi, pidió en marzo tratar a todos los refugiados del mundo como se trata a los ucranianos y denunció la violencia y el racismo contra los migrantes.
Miles de simpatizantes con el nazionalismo extremo serán bien recibidos en la “tierra de las oportunidades”. De las oportunidades de aliviar su frustración con las minorías étnicas, como es tradición allí. Con su pan se los coman.