Pese a los intentos mediáticos occidentales de hacer creer a sus crédulos (y a sus colindantes ni-ni), que lo que ocurre en Ucrania es una guerra entre la ocupante Rusia y una desvalida Ucrania, la realidad avanza en otra dirección. La OTAN, EE.UU y la UE pertrechan desde hace años al ejército ucraniano (que masacró a miles en el Donbass), a multitud de mercenarios que son contratados en empresas que prestan sus servicios a bandas armadas como la OTAN, y que los sirios conocen de primera mano. Por si fuera poco, batallones nazis pelean junto al ejército ucraniano y esos mercenarios, para defender a Zelenski y su tropa. Países como España envían toneladas de armamento para la defensa de un gobierno que estaba en el abismo económico, y que ya había entregado el territorio a la OTAN con la esperanza de que haciendo bien los deberes entrar en la UE y en esa misma OTAN.
En los últimos días viene denunciándose pese al silencio mediático crítico que impone occidente, que no poco de ese importante armamento lo están manejando organizaciones corruptas (antes del conflicto ya era conocido que el país estaba tomado por la corrupción como denunciaron varias organizaciones no gubernamentales), que lo revenden incluso en terceros países. De confirmarse esta situación, que para nada sorprende, estaríamos ante un escenario pintoresco: los países capitalistas venden y dan armas a Ucrania, éstas caen en manos mafiosas (no gubernamentales o no), que se venden al mejor postor en el mercado y vuelven a Occidente (y países islamistas) en otras manos. Un círculo perfecto. Un auténtico boomerang.