JC: La Juventud Comunista en su XV Congreso por la Unidad Sindical

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El XV Congreso nos ha servido para profundizar en nuestros análisis del Movimiento Obrero en general —cualesquiera formas en las que se exprese la Clase Obrera organizada y concienciada— y de forma concreta nos centramos en las herramientas de las que se dota el Movimiento Obrero Sindical y Estudiantil —suma de experiencias históricas de organización de la Clase Obrera en la defensa de sus intereses materiales—. Así, una de las principales cuestiones en torno a la que profundizamos nuestros acuerdos anteriores fue la cuestión de la unidad de las herramientas de asociación sindical de nuestra clase.

 

La teoría revolucionaria nos descubre claramente las limitaciones de la lucha sindical para el proyecto comunista. Esta, que debe ser entendida como “un tipo de organización proletaria específica del período en que el capital domina la historia (…), una parte integrante de la sociedad capitalista, cuya función es inherente al régimen de la propiedad privada”, niegan y afirman las relaciones sociales de producción capitalistas: a la vez que ejercen una resistencia a la distribución desigual de la renta, ratifican la raíz de la misma cuando no se rompe con la naturalización y mistificación de la posesión de los medios de producción, es decir, de la base del poder político burgués. Esta relación dialéctica desata unas tensiones en la asociación de la clase trabajadora que únicamente pueden ser resueltas en un sentido revolucionario mediante la dirección consciente. Y es que la lucha económica, por sí sola, únicamente puede generar conciencia gremial sindical, es decir, la ideología burguesa dentro del movimiento obrero.

Sin embargo, la tarea de las comunistas no es la de renunciar a dicha lucha y señalar lo estéril de su desarrollo, sino la de encarar en un sentido revolucionario la crítica al mismo y, desde la participación en su seno, superar dichas limitaciones gracias a las potencialidades del propio Partido Comunista. Al organizar a la clase en torno a las contradicciones del sistema en los centros de trabajo, los sindicatos sirven de una base vigorosa para el desarrollo de la lucha de clases del Partido. Este no debe dejar de señalar la limitación del sindicato para cumplir los objetivos sociopolíticos del mismo, pero para poder hacerlo ha de ser parte del propio movimiento obrero sindical y, desde luego, no una cualquiera, sino la de Vanguardia. Solo así se garantiza que difusión de la ideología revolucionaria entre las masas organizadas sindicalmente, amplificándose la misma gracias a la conjunción de todos los factores que acabamos de señalar.

Así, como Juventud Comunista nos proponemos hacer de cada sección sindical una herramienta para la generación de Poder Popular en los centros de trabajo. Hablamos de una asociación de la clase trabajadora capaz de confrontar con las expresiones concretas de la enajenación a la vez que liga esa lucha con el señalamiento de las relaciones sociales en las que se inserta como fundamento y del Estado que las encarna en la forma de poder público. Así, el sindicato, como herramienta para alcanzar dicho objetivo, ha de obedecer únicamente a los intereses políticos de una clase, el proletariado, que ha de imponer su proyecto sobre el resto. Hablamos, pues, de una herramienta sindical única orientada a la consecución del proyecto comunista.

Es evidente que, al igual que ocurre en el movimiento estudiantil, en el Movimiento Obrero Sindical está hoy fragmentado por una serie de razones fácilmente rastreables en el desarrollo histórico del mismo. A pesar de que elementos de dirección consciente alcanzaran a la altura de la década de 1960 un relativo control político del movimiento, su labor de dirección no acertó, como en otros aspectos, a la culminación de la unidad sindical de nuestra clase. Posteriormente, la agudización de la crisis ideológica del marxismo-leninismo y sus graves consecuencias en el Partido Comunista de España conllevaron la disolución de cualquier nexo entre la dirección consciente y la espontaneidad, dando lugar a que el movimiento se viera desviado por los intereses de otras fracciones de clase (aristocracia obrera) hacia su burocratización como parte del Estado burgués. Evidentemente, la situación que se prolongó desde entonces marca una pauta en términos de debilidad ideológica del movimiento que tienen su razón de ser en la de las propias organizaciones revolucionarias y que, en todo caso, dificultan la reivindicación de este objetivo táctico.

De la misma manera, el XV Congreso también nos ha servido para reforzar nuestra apuesta por una única herramienta sindical en lo estudiantil con capacidad para aglutinar la lucha por las reivindicaciones de las clases populares. Si bien la coincidencia con el movimiento obrero sindical puede darse de cierta manera a nivel de forma, entendemos esta como distante de la necesidad de una herramienta sindical obrera por el carácter en sí del movimiento estudiantil. Este no se articula en torno a la contradicción capital-trabajo que se vive en el centro de trabajo, sino que pivota sobre las condiciones materiales depauperizadas que no solo vive la clase obrera, sino también determinados extractos de la masa a la que consideramos pueblo (pequeña burguesía, aristocracia obrera…). Es de ahí de donde surge la necesidad de contar con una estructura sindical capaz de recoger las reivindicaciones concretas de estas clases y de darles no solo una perspectiva económica y parcial, sino también una profundidad política que permita la denuncia del capitalismo como sistema incapaz de asumir estas necesidades (en tanto que comporta la orientación del sistema educativo hacia la reproducción de la tasa de ganancia de la burguesía monopolista, perpetuando la división del trabajo manual e intelectual e imposibilitando, por ello mismo, un acceso igualitario a la educación) como primer paso hacia la difusión de la ideología revolucionaria entre las masas que más tarde se verán sometidas a (o, por lo menos, afectadas por) la explotación capitalista.

Entendemos, por tanto, que solo un modelo de sindicalismo (tanto obrero como estudiantil, con proyecciones muy distintas en ambos casos) orientado a la canalización de las contradicciones hacia la lucha política y huyendo del puro economicismo reformista puede servir a la estrategia de construcción del Socialismo bajo el paraguas de la vanguardia del Partido Comunista. Ante ello, la fragmentación en la lucha solo es síntoma de la primacía de distintos intereses de clase que deben ser superados hacia la asunción del interés general del proletariado revolucionario, única clase capaz de superar el orden vigente y de dirigir a la sociedad hacia el Comunismo.

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