«Por lo que respecta a Ucrania, simplemente no hay nada de qué hablar con ellos», dijo Riabkov a los periodistas.
Cada vez que surge el tema de Ucrania, según el vicecanciller ruso, «todo se limita al género de señales recíprocas». «Dado que las posturas son radicalmente opuestas, simplemente no puede haber diálogo, y menos aún negociaciones», señaló.
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Tras el golpe de estado neo-nazi, orquestado por la OTAN en Ucrania en 2014, el régimen fascista lanzó dos operaciones militares contra las regiones del sureste que no habían aceptado el golpe sangriento del Euromaidan. Ambas fracasaron acabando en la destrucción total del ejército ucraniano.
En ambos casos, para convencer a las milicias de mineros de Donetsk y Lugansk de no avanzar hacia Kiev, se firmaron acuerdos entre el régimen y las autoproclamadas repúblicas, garantizados por las potencias europeas y Rusia. Como reconocen abiertamente todos, dichos acuerdos jamás se iban a cumplir. Se usarían para ganar tiempo y formar un país para la guerra contra Rusia. De ahí que el ejército ucraniano hoy por hoy es el segundo ejército del continente tras el ruso.
En diciembre del año pasado Rusia enviaba a la OTAN un ultimátum en forma de propuesta directa para evitar la guerra. Como respuesta recibió risas, burlas y bombardeos masivos contra las repúblicas de Donetsk y Lugansk. El 24 de febrero del año en curso, cuando todos los informes de inteligencia y las declaraciones del régimen nazi-otanista dejaban claro que la invasión era inevitable, Rusia comenzó a desmilitarizar y desnazificar sus territorios.