El hermano del preso fallecido ha interpuesto una demanda judicial a la cárcel del condado de San Sebastián, en el estado de Arkansas (EE.UU.) y a su proveedor médico por la muerte de Larry Eugene Price Jr.
“Larry Eugene Price Jr. sufrió en la agonía torturante de su trastorno mental no tratado durante meses mientras el personal de seguridad y atención médica de la cárcel lo observaba consumirse, apático a sus necesidades médicas y de salud mental que amenazaban su vida y a la crueldad de su confinamiento”, dice la demanda judicial, recogida esta semana por medios estadounidenses.
El abogado Erik Heipt defiende que Price no estaba cumpliendo una condena. Estuvo esperando juicio todo el tiempo, por un crimen que no era mentalmente capaz de cometer. “No hay excusa para una atrocidad como esta”, denuncia.
Reclama que su patrocinado no lastimó a nadie, y lo que necesitaba era ayuda, pero en lugar de dársela, lo encerraron en confinamiento solitario durante un año. Este caso es un ejemplo perfecto de “todo lo que está mal con el sistema de fianza en efectivo”, remarca.

¿Cuál es la historia de Larry?
Rutinariamente sin hogar, esquizofrénico y con un coeficiente intelectual inferior a 55, Larry Eugene Price Jr. entró en agosto de 2020 en la estación de policía de la ciudad de Fort Smith, en el noroeste de Arkansas, y amenazó a los oficiales mientras señalaba con el dedo como si estuviera apretando un gatillo imaginario. Los oficiales lo arrestaron por un delito estatal: amenaza terrorista en primer grado.
Con una altura de 187,96 y más de 90 kilos, según los informes policiales, no era una amenaza inmediata. No tenía un arma real. Pero no hubo forma de calmarlo ni de razonar con él, por lo que lo esposaron y lo llevaron al centro de detención del condado de Sebastian, que maneja a los reclusos de Fort Smith. Fue encerrado, luego compareció ante un juez que fijó una fianza de $1,000. Era simple: habría quedado en libertad con 100 dólares de fianza, pero estaba en la indigencia.
Price murió un año después, a los 51 años, con cerca de 41 kilos y una “apariencia mórbidamente esquelética”. Lo encontraron en una celda de confinamiento solitario con los ojos bien abiertos, desnudo, hambriento y con saliva seca en las esquinas. de su boca, en un charco de agua estancada tan grande que sus pies se habían marchitado. Hacía tiempo que le habían quitado la medicación. Hacia el final, había recurrido a comer sus propias heces y beber su propia orina, conforme la denuncia.
El juez del condado de Sebastian, Steve Hotz, dijo que haber ordenado una revisión interna del caso de Price.