Los que se quedaron hace un año con el titular de que Rusia había invadido Ucrania y punto, han recibido estos meses alimento permanente para que no usen la duda ni la investigación de las causas que originaron ese despliegue. Para qué saber lo de los nazis en el ejército y el gobierno ucraniano o la ilegalización de todas las organizaciones que se atrevan a cuestionar lo que hace Zelenskiotan.
365 días después, lo del conflicto Rusia-Ucrania se demuestra que es un titular que la realidad ha ido destrozando. Hoy, la guerra es fundamentalmente en territorio del Donbas (que ganó su independencia en las urnas, las mismas que Ucrania y occidente no reconocieron, cosa lógica que ocurre cuando no ganan ellos), y la mantiene Rusia contra la OTAN/UE/FMI y miles de mercenarios llegados de decenas de países, en especial de la yihad.
La ayuda (ojo, y los préstamos financieros al gobierno títere de Zelenski) de municiones, tanques, armamento de último diseño que la OTAN usa en Ucrania, instruyendo en occidente a militares ucranianos, da un carácter general de por dónde «van los tiros». Mientras, y tal como se presagiaba, las economías occidentales se resienten. Las grandes empresas energéticas se han presentado en Moscú a seguir haciendo importación de materias primas sin importarle que sus políticos pregonen lo del boicot a los productos rusos. Las empresas española, sin ir más lejos, han ampliado la cantidad de suministro que llega desde Rusia, mientras el ínclito Sánchez viaja a Kiev a ver a Zelenski (¿se habrá cambiado este personaje la camiseta desde que salió en Vogue?) en un ejemplo de hipocresía y obediencia a EE.UU propio de la socialdemocracia y sus aliados.