El Donbass asediado: la otra cara de la guerra de Ucrania

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Las violaciones de derechos humanos por parte del ejército ruso copan los titulares, pero en este conflicto hay otras miradas. La Caravana de La Banda Bassotti visitó un año más (y ya van ocho) el Donbass ucraniano para documentar la otra cara de la guerra: el sufrimiento de la población civil tras nueve años de guerra contra Kiev.

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*Julio Zamarron / El Salto Diario

La Caravana Antifascista de Banda Bassotti, histórica banda de música italiana, nació en 2014 con el objetivo de denunciar la situación de la población del Donbass ucraniano tras el golpe de Estado de Maidan, que sumió a la región en un conflicto, aparentemente territorial, pero con enormes implicaciones geopolíticas. Por aquel entonces, en la región oriental de Ucrania comenzaba una larga guerra cuyas consecuencias humanitarias y políticas se han multiplicado en el último año con la escalada del conflicto hasta tornarse la “guerra proxy” que siempre fue.

Durante los primeros años del conflicto, ante la falta de corredores humanitarios y de atención internacional, la región se sostuvo gracias, sobre todo, a las redes comunitarias y a las estructuras de las propias milicias populares, muchas desaparecidas en la actualidad. Desde entonces las regiones de Donetsk y Lugansk arrastran más de nueve años de pobreza, de destrucción de sus principales infraestructuras y de privación del acceso a recursos y servicios fundamentales, como el pago de las pensiones, las escuelas infantiles o la sanidad pública. Nueve años de exilio y de muerte, de silencio, de ausencias. Solo la solidaridad internacional de algunos —muy pocos— proyectos como el que ilustran esas fotos ha servido para trasladar la gravedad de su situación más allá de sus fronteras.

Observador alemán juega con uno de los niños en el Hogar de los niños de Sakhtayorsk.

Hoy, la situación es diferente a la de hace nueve años, cuando arrancó esta Caravana, y Donbass es ahora —al menos en teoría— un lugar hacia el que miran los medios y analistas de todo el mundo, incluso pese al sesgo en todas las informaciones. La reconstrucción del territorio y su gestión ya no recae en estructuras milicianas (y militares) locales, sino en manos de la Federación Rusa. Las posiciones políticas e identitarias también se han transformado. Pero, más allá de los titulares, la población del Donbass sigue siendo víctima de una larga guerra, endémica ya, y la región sigue viviendo bajo el asedio militar ucraniano, sin garantías de reparación del sufrimiento de los últimos años.

Para esta Caravana de activistas, músicos y periodistas, sin contar esta otra cara de la guerra, la de la población civil del Donbass, no puede comprenderse ni contextualizar este conflicto en su complejidad. Para quienes componen de una forma u otra este proyecto, la responsabilidad del inicio de esta guerra recae principalmente en los intereses geoestratégicos de los países de la OTAN, cuyo afán expansionista ha sumido la región en una situación de inestabilidad y dependencia donde los derechos humanos, pese a blandirse como excusa, son lo de menos.

Casi nueve años después de la primera caravana humanitaria, en esta ocasión la conforman apenas dos decenas de personas: trabajadores, periodistas o militantes políticos y sociales que vienen de Italia, Rusia, Alemania, México, Turquía, Portugal o España. David Caccione es la cabeza más visible desde 2014, cuando el proyecto de ayuda humanitaria y de contrainformación comenzó de la mano del grupo Banda Bassotti.

Nunca fue fácil acceder a Donbass. Pero las sanciones y restricciones han convertido el viaje en más largo y complicado debido a la imposibilidad de volar a Rusia. Se necesitan varios días para llegar desde diversas ciudades europeas en una concatenación de conexiones hasta alcanzar los territorios del Donbass, y algo más hasta las primeras líneas del conflicto.

También a este lado de la guerra

Vigilancia sobre hotel bombardeado donde residian civiles. Primeras lineas del frente cerca de la río Dnieper.

La vulneración de derechos humanos en la región apenas ha sido reportada hasta la escalada de inicios de 2022. A su paso por la ciudad de Lugansk, la Caravana pudo conversar con la defensora de derechos humanos Victoria Alexandrova, quien afirmó que “las tropas ucranianas han cometido crímenes de guerra, atacando posiciones civiles y dejando más de 900 muertos, entre ellos 30 niños solo en el mes de enero”. A su vez, Alexandrova remarcó que “todos estos actos han sido documentados y puestos a disposición de Naciones Unidas a través de un extenso informe y que solo han recibido el silencio como respuesta por parte de dicha institución”.

La Caravana y los periodistas que les acompañaban pudieron comprobar, grabar y fotografiar el ataque a objetivos civiles —hospitales, orfanatos, hoteles, viviendas, ayuntamientos o teatros— por parte del ejército ucraniano. Los carteles de “peligro minas” en los parques del centro de la ciudad de Donetsk nos hablan del uso de “minas pétalo” en una de las regiones más minadas del mundo. Estos pequeños explosivos, cuyo uso está prohibido, son lanzados desde larga distancia de forma aleatoria y son difíciles de identificar. Este tipo de minado tiene consecuencias devastadoras sobre la población civil, en especial para los niños, que pueden confundirlas con pequeños juguetes.

Orfanatos: el silencio de los que crecieron en guerra

Niños con necesidades especiales en uno de los orfanatos visitados en el Donbass.

La Caravana visitó varios orfanatos para la entrega de ayuda humanitaria y material escolar. Desde su primera parada en el orfanato Stakhanov nº 2, pasando por La campanilla de Gorlovka, cuyos niños han tenido que ser reubicados por su cercanía al frente, finalizando en el Hogar de niños de Sakhtyorsk. Aunque la guerra está en su proceso más cruento, las condiciones de estas instituciones han mejorado considerablemente. El orfanato de Sakhtyorsk es el ejemplo más claro. En visitas anteriores, encontramos a cientos de niños con necesidades especiales al cargo de muy pocas cuidadoras sin apenas recursos ni medicamentos. En aquella ocasión, había una habitación en donde nos prohibieron hacer fotografías. En ella, varios niños que no superaban los cinco años de edad gritaban y lloraban de forma continuada como consecuencia de la falta de calmantes y cuidados. Fue impactante encontrar caras conocidas y ver que la penosa situación había mejorado en parte, con una una mayor accesibilidad a recursos y medicamentos. La caravana ha dejado siempre la misma declaración en todos los orfanatos: “Nuestros gobiernos de la OTAN y la Unión Europea traen bombas con nuestro dinero. Nosotros traemos medicamentos y juguetes. No queremos que con el dinero de nuestros impuestos se traigan bombas para matar a la gente aquí”.

Escalada bélica: y tú más.

Mujer llorando sobre la tumba de su marido. En el cementerio se encuentran enterrados algunos voluntarios internacionales que lucharon en el lado de Donbass.

Con la escalada bélica y la introducción de nuevas armas más potentes y de mayor alcance, no solo se ve afectado el número de muertos diarios o al ataque de estructuras militares estratégicas. Este grupo de observadores pudo recoger cómo las mismas se utilizan para el ataque de objetivos civiles de forma sistemática. El mejor ejemplo es Alchevsk, en la región de Lugansk, atacada con Himars (Sistema de cohetes de artillería de alta movilidad, por sus siglas en inglés) de última generación. En esta localidad  fue golpeado el hotel y dos residencias de estudiantes, asesinando a varios de ellos y varios civiles en una zona ya muy retirada del frente.

Mariupol: la guerra en directo. 

La observación de la devastación total vino al paso del convoy por Mariupol. Un escenario donde apenas quedaba una edificación en pie, la estación de tren al lado del mar destruida en su totalidad, y restos de metralla o explosivos por cualquier rincón. La ciudad que fue el cuartel general del batallón neonazi Azov —que usó como base el complejo metalúrgico de la ciudad— se convirtió en un ejemplo de los efectos destructivos de la guerra para ambos bandos.

La Federación Rusa ha encontrado en la región el escaparate para mostrar sus políticas de reconstrucción. Hace meses, bajo su auspicio, se inició la construcción de barrios completamente nuevos. Algunos de ellos ya se encuentran terminados y comienzan a ser habitados.

Ruinas en el centro de Mariupol.

Zaporiyia: frente nuclear.

El último punto del viaje ha sido el más crítico, la Central nuclear de Zaporiyia. La caravana pudo comprobar cómo la instalación es atacada desde posiciones ucranianas. La Caravana denuncia bombardeos y el reagrupamiento de tropas ucranianas alrededor de esta zona en los últimos días y remarca “el peligro de que un proyectil impacte en el sitio equivocado”. No se debe olvidar, recuerdan, “que la central ha estado bajo control ruso desde el inicio de la guerra y es la más grande del territorio europeo”.

Proyectiles de diferente calibre utilizados contra la central nuclear de Zaporiya por el ejército ucraniano.

Frente a las lógicas del “doble rasero”

Probablemente haya quien encuentre en estas fotos y este reportaje un ejercicio de propaganda o de blanqueamiento de las posiciones críticas con la OTAN o directamente favorables a Rusia. El objetivo de esta Caravana, incluso en los años de silenciamiento del conflicto más intensos —2018-2019, con los fracasos de Minsk— ha sido siempre denunciar las consecuencias humanitarias del expansionismo militar de la OTAN y aportar ayuda humanitaria —juguetes, medicamentos, dinero— a estructuras sociales de una región que nunca obtuvo la solidaridad ni el apoyo explícito con el que hoy si cuentan otras regiones del país.

La Caravana pretende denunciar el “doble rasero” por el cual se criminalizan iniciativas como esta, pero se tacha de “héroes” o “voluntarios” a paramilicias de extrema derecha que operan en la región. Pretende también visibilizar como el silenciamiento de posiciones como la suya alimenta las lógicas de guerra. Con esta Caravana, los impulsores pretenden señalar las consecuencias en generaciones de infancia que ha crecido al calor de las bombas y de narrativas que les señalan como enemigos por el idioma que hablan o su origen étnico. “Hemos querido también señalar —dicen los organizadores— el resultado del enquistamiento del conflicto, y por desgracia, el tiempo nos ha dado la razón. Y por supuesto, también queremos mostrar la importancia de aportar otros enfoques, que en medio de la batalla propagandística, tienen derecho también a ser oídos. Al fin y al cabo, cuando no había nadie, nosotros y nosotras ya estábamos allí”.

Entrega de material sanitario para los hopsitales situados en primera linea en el Centro de Donetsk.

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