La victoria en Ucrania coloca a Rusia como interlocutor principal en Asia central

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La victoria de Rusia en la Guerra de Ucrania ha aumentado su credibilidad como proveedor de seguridad para Asia central. A los países de la región no se les escapa que, por sí sola, Rusia ha humillado a la OTAN.

Es un momento decisivo, al que se debe sumar el compromiso diplomático que Rusia mantiene con los talibanes.

Ya hemos expuesto que Moscú ha quitado sus ojos de occidente y busca buenas relaciones con otros vecinos que no son los europeos. Además, uno de los mantras de la propaganda occidental ha desaparecido: el de que la influencia de Rusia en Asia central está en declive y que los estados de Asia central están saliendo de la sombra de Rusia y afirmando su independencia de una manera no vista desde el colapso de la URSS en 1991, como dice el Financial Times.

El año pasado la región creció a una tasa del 4,8 por cien y los gobiernos saben que Rusia contribuyó a ello. La recuperación de la economía rusa y su crecimiento del 3,6 por cien el año pasado crearon oportunidades de negocio para los países de Asia Central.

Pero el gran bocado llegó con la Guerra de Ucrania y las sanciones económicas, que provocaron la salida de empresas occidentales del mercado ruso, lo que creó nuevas oportunidades para los estados regionales. Al mismo tiempo, las sanciones impulsaron a las empresas rusas a trasladar sus negocios a la región.

Los estados regionales adoptaron una postura oficial de neutralidad en la guerra, pero los empresarios de Asia central han permitido a Rusia sortear las sanciones y se han lucrado abasteciendo de bienes y tecnología occidentales al mercado ruso. El 9 de mayo del año pasado se produjo en Moscú un acontecimiento ilustrador: todos los presidentes de Asia central se unieron a Putin en las ceremonias de la Plaza Roja por el Día de la Victoria. Fue un gesto masivo de apoyo.

A lo largo del año pasado los diplomáticos de las potencias occidente viajaron a Asia central para que los gobiernos locales sostuvieran las sanciones contra Rusia. Biden y Scholz organizaron dos cumbres históricas en el formato C5+1 en Washington y Berlín respectivamente. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, y el presidente Macron, estuvieron presionando en la región.

Fracasaron estrepitosamente. Los países de Asia central no son como los bálticos, o Polonia, o Alemania. No padecen el síndrome del Hermano Mayor. El homólogo kazajo de Blinken le dijo que el gobierno de Astana “no siente ninguna amenaza ni riesgo por parte de la Federación Rusa”. Las declaraciones conjuntas emitidas después de las dos cumbres ni siquiera mencionaron a Ucrania.

El miércoles se celebró en Kazán una cumbre de Tayikistán, Uzbekistán y Kazajistán con Rusia. El presidente de Tayikistán, Emomali Rahmon, le deseó éxito a Putin “en todo lo que haga” y le pidió “nervios de acero”. El presidente kazajo, Kassym Jomart Tokayev, subrayó que “bajo su distinguida dirección [la de Putin], Rusia ha logrado éxitos notables e impresionantes. De hecho, sus declaraciones y acciones están dando forma a la agenda mundial”.

Fue una ducha de agua fría, ya que los imperialistas tenían puestas todas sus esperanzas en que Tokayev jugaría el papel de Zelensky en Asia central.

Los esfuerzos de Rusia para forjar buenos vínculos con los talibanes han acabado por conquistar el ánimo de los gobiernos de Asia central, al reducir la sensación de amenaza por parte de Moscú.

En el Kremlin han cambiado de táctica. Hasta ahora en Asia central la clave consistía en aislar a los países de la región de Afganistán, lo cual iba seguido automáticamente del rearme y la intimidación. La diplomacia rusa adoptó un enfoque diferente al colaborar constructivamente con los talibanes, a pesar de que siguen siendo una organización proscrita en Rusia.

Moscú estima que el gobierno talibán ha estabilizado la situación en su país y que les conviene contribuir a ello, logrando que los países de Asia central cierren las puertas al Califato Islámico y otros grupos respaldados por occidente para que no obtengan ningún tipo de refugio.

Por su parte, los talibanes han agredecido el apoyo de Rusia destinado a fortalecer el Estado afgano. Recientemente, boicotearon una conferencia patrocinada por la ONU sobre Afganistán los días 18 y 19 de febrero en Qatar que, en realidad, era un intento por parte de Estados Unidos de volver a involucrar a los talibanes en un supuesto “diálogo interafgano” que, esencialmente, significaba el regreso a Kabul de los lacayos afganos de occidente que viven en el exilio en Europa y Estados Unidos. Dicho regreso favorecía los planes imperialistas para reconstruir sus redes de inteligencia y sabotaje en Afganistán.

Los talibanes pusieron como condición para participar en la conferencia de Doha el reconocimiento de su estatuto como únicos representantes de Afganistán en la reunión. También se opusieron al nombramiento de un enviado especial de la ONU, cuya principal tarea sería la de promover el “diálogo interafgano”.

En un comunicado previo a la reunión de Doha, el Ministerio de Asuntos Exteriores de los talibanes acusó a las potencias occidentales de “imposiciones, acusaciones y presiones unilaterales”. Lo más interesante de la pantomima que se desarrolló en Doha fue que, a petición de los talibanes, la delegación rusa se negó a reunirse con los llamados “representantes de la sociedad civil afgana”. Rusia había comenzado a trabajar con los talibanes como gobernantes de facto de Afganistán.

Los Estados de Asia central están entusiasmados por la iniciativa diplomática de Rusia para fortalecer la estabilidad regional. El nivel de confianza de la región frente a los gobernantes talibanes ha llegado a tal punto que en la reunión de Kazán, el presidente uzbeko Mirziyoyev planteó la “importante cuestión” de si Uzbekistán y Rusia seguirán adelante con la construcción de un nuevo ferrocarril a través de Afganistán conectando Asia central con el mercado mundial.

—https://www.indianpunchline.com/russias-victory-in-ukraine-resonates-in-central-asia

Fuente: mpr21.info

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