En la mañana del 1 de septiembre de 2004, cuando millones de ciudadanos rusos por todo el país celebraban el inicio del año escolar, más de mil niños y padres, del mismo modo que sus connacionales, se congregaron en una ceremonia festiva en la Escuela N.º 1 de Beslán, antes del comienzo de las primeras clases.
El sonido de los primeros disparos se confundió inicialmente con globos reventados. Treinta terroristas y dos mujeres que portaban bombas suicidas aparecieron inesperadamente en el recinto de la escuela, viniendo desde dos lados. Apuntando a la gente con fusiles automáticos, los persiguieron hasta el interior del edificio. Mujeres y niños siendo presa del susto fueron golpeados con las culatas de dichas armas.
Tomaron como rehenes a 1.128 personas, en su mayoría menores de edad. La mayor parte de los retenidos fueron reunidos en el gimnasio, que inmediatamente fue llenado de trampas explosivas. Hacía calor afuera y los terroristas habían cerrado todas las ventanas de la abarrotada dependencia.
El agua escaseaba, pero los terroristas se negaban a que fuese entregada, al igual que los alimentos y el material médico. Al final del segundo día, casi no quedaban hombres entre los retenidos.
Al tercer día, las negociaciones habían llegado a un punto muerto. En el interior del edificio se produjeron dos explosiones, causando el derrumbe de una pared. Inmediatamente, las unidades del Centro de Fuerzas Especiales del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) lanzaron un asalto para intentar rescatar a los rehenes.
En total, alrededor de 800 personas resultaron heridas en el atentado de Beslán. Unas 334 perdieron la vida, incluidos 186 niños, 111 familiares y personas cercanas a los alumnos, así como 17 profesores y personal de la escuela.