Querían los enemigos declarados de Rusia que las autoridades competentes de Mongolia detuvieran al presidente ruso, Vladimir Putin. Este aterrizó el pasado lunes en el aeropuerto de Ulán Bator, capital de Mongolia y, lejos de ser detenido, como deseaban el neonazi Zelenski y sus sostenedores (el gobierno yanqui y el resto de los occidentales), a Putin le esperaban para recibirlo con la alfombra roja y todos los honores.
La orden dictada por la herramienta del imperialismo, llamada Corte Penal Internacional (CPI), contra el presidente ruso no fue acatada por Mongolia, país de Asia Oriental que no se deja manipular por los manipuladores del mundo.