Francia, que alguna vez fue una importante potencia colonial en África, ha dominado durante mucho tiempo los mercados de infraestructuras en el continente. Gracias a sus vínculos históricos y su influencia diplomática, sus empresas se han apoderado de muchos sectores, desde la energía hasta los transportes y las telecomunicaciones. Este control ha dado lugar a lucrativos contratos para la construcción de puertos, centrales eléctricas y redes de carreteras en varios países africanos.
Sin embargo, la presencía francesa se ve hoy sacudida por la aparición de nuevos actores, en particular China que, en 2008 se convirtió en el primer socio comercial de África, y los intercambios siguen creciendo.
El proyecto de la autopista Nairobi-Malaba ilustra perfectamente este cambio. Adjudicado inicialmente en 2019 a un consorcio francés formado por Vinci y Meridiam, este proyecto titánico acaba de ser asumido por China, por decisión del presidente keniano, William Ruto. El anuncio, realizado durante el Foro de Cooperación China-África en Pekín, suena como un golpe a los intereses franceses en la región.
Esta infraestructura estratégica, valorada en más de mil millones de euros, prevé la construcción de una carretera de dos carriles que unirá la capital de Kenia con la frontera con Uganda. Su importancia va mucho más allá, ya que tiene como objetivo facilitar el transporte de mercancías a Uganda, Ruanda, la República Democrática del Congo y Sudán del sur. Se basaba en un sistema de peajes que permitiría a las empresas francesas rentabilizar sus inversiones durante tres décadas.
El giro de Kenia a favor de China es parte de una importante tendencia observada desde hace varios años. Pekín se ha establecido como un socio esencial para muchos países africanos, al ofrecer financiación masiva y, a menudo, tiempos de finalización más cortos que sus competidores occidentales. En Kenia, la huella china ya es visible a través de logros emblemáticos como la autopista Thika, la autopista de Nairobi y la línea ferroviaria Mombasa-Nairobi.
La decisión de William Ruto es tanto más sorprendente cuanto que parece contradecir sus promesas de campaña. De hecho, el presidente keniano criticó la excesiva dependencia de su país de las inversiones chinas y prometió diversificar las asociaciones. Este cambio pone de relieve la complejidad de las cuestiones geopolíticas y económicas que subyacen a los grandes proyectos de infraestructuras en África.
Para Francia, la pérdida de este importante contrato plantea la cuestión de su estrategia de influencia en el continente africano. Frente a la competencia china, pero también a la de otras potencias emergentes como Turquía o la India, Francia retrocede. Las empresas francesas tienen dificultades para adaptarse a las nuevas realidades del mercado africano.
El episodio de la autopista Nairobi-Malaba ilustra los desafíos que enfrenta el neocolonialismo francés en África. En un contexto de mayor competencia, la capacidad de mantener su influencia y al mismo tiempo adaptarse a las nuevas dinámicas del continente será crucial para el futuro de las relaciones franco-africanas. La época en la que Francia podía dar por controlados ciertos mercados parece haber terminado, abriendo el camino a una reconfiguración de los mercados en el continente.