Alfredo Jalife-Rahme.— Si existiese una taxonomía de las recientes cumbres celebradas, se pudiera aducir que las dos —la iberoamericana en Ecuador y la del Cambio Climático (COP29) en Bakú— han sido un rotundo fracaso, lo cual se profundizará aún más con el «nuevo Trump».
Así mismo las ya anacrónicas cumbres de la APEC, celebrada en Perú, y la del G20, en Brasil, también hubieran constituido otra debacle más de no haber sido por su condensación en torno a los BRICS que acaban de realizar su futurista cumbre en Kazán, Rusia, y cuyos resultados van viento en popa.
Mientras la Cumbre del cambio climático denominada COP29 seguía discutiendo en forma bizantina sus necesidades de un billón anual como «nuevo objetivo», que se antoja inviable en la época del regreso del petróleo con Trump y la debacle de la agenda verde de Kamala.
Además, la ausencia en Bakú de notables mandatarios la limita en sus concreciones.
Peor aún le fue a la Cumbre Iberoamericana celebrada en Ecuador a cuyo anfitrión se le olvidó que su costa es el Pacífico más que el Atlántico, y que en su fase actual no ha sabido leer que tanto el presente como el futuro ya no mira hacia España y Portugal, sino del lado del Pacífico, hacia China.
En forma humillante, el mandatario estadunidense-ecuatoriano, Daniel Noboa, solo contó con la presencia del rey Español, Felipe VI, y del presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, del total de sus 22 integrantes.
Hasta el rotativo globalista monárquico británico Financial Times reconoce que la inauguración del megapuerto de Chancay eclipsó la presencia del todavía presidente estadunidense Joe Biden, quien en la foto oficial aparece en la última fila, mientras el mandatario chino, Xi Jinping, se encontraba a la derecha de la presidenta Dina Boluarte.
En realidad, la inauguración del megapuerto de Chancay, bautizado como el «nuevo Canal de Panamá» eclipsó a las tres cumbres celebradas casi simultáneamente en Sudamérica: la Iberoamericana, la misma de la APEC —porque el puerto de Chancay es un asunto bilateral entre China y Perú— y la del G-20 en Brasil, cuando la visita adicional bilateral de Xi Jinping a su homólogo brasileño busca conjugar la bioceanidad ferroviaria de Brasil desde el Atlántico hasta a Perú, en el océano Pacifico.
De las tres cumbres celebradas casi simultáneamente en Sudamérica, la más relevante era la del G20 celebrada en Rio de Janeiro.
Cabe recordar que el G20 fue creado por el entonces primer ministro británico globalista monárquico Gordon Brown para paliar la grave crisis financiera producto de la quiebra de Lehman Brothers en la etapa del presidente Obama.
El G20, con un enfoque meramente economicista, tenía como objetivo rescatar al modelo de la globalización financierista ya en caída libre, y aglutinó a las principales economías del planeta conformando una combinación hibrida entre el G7, que empezaba a exhibir su declive ineluctable, y los BRICS, que ya comenzaban a despegar como el máximo grupo geoeconómico del planeta, lo cual ya es ostensiblemente el día de hoy.
Al corte de caja de hoy, con la misma visión economicista del génesis del G20, el G7, donde se congregan los siete países más industrializados de Occidente —EEUU, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Alemania ,Italia y Japón— ostenta un PIB, medido por Poder adquisitivo, del 30% global frente al ascenso fulgurante de los BRICS.
Si todavía en la época cibernética una imagen vale más que 1.000 palabras, entonces la foto de los asistentes a la Cumbre del G20 en Rio de Janeiro, donde no apareció el presidente Biden que andaba extraviado, en primera fila aparece al anfitrión Lula da Silva arropando a los mandatarios de los BRICS: a su izquierda, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, y el presidente chino, Xi Jinping; y a su derecha, el presidente de India, Narendra Modi; el presidente de Turquía, Recep Tayyip, y Luis Arce, presidente de Bolivia. En segunda fila aparecían como reflejo de los nuevos tiempos, el canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, dos miembros del G7.
Así las cosas, la Cumbre del G20 celebrada en Brasil epitomizó en forma metafórica y literal el rescate del G20 por los BRICS. El G20, ya agónico, sería totalmente irrelevante sin la presencia de los BRICS.
Y nadie de Rusia… En el artículo no aparece el nombre de Rusia!