Dejaron sus casas, se sumaron a los errantes ejércitos revolucionarios, atendieron a los heridos, cocinaron, cuidaron a los bebés nacidos en campamentos, pero también tomaron las armas y lucharon por la democracia y la libertad. Se rebelaron a los mandatos de la época.
Se trata de ‘Las Adelitas’, las mujeres que participaron en la Revolución mexicana que estalló en 1910, que duró casi una década y que fue el último gran movimiento armado del país, el que dio paso a la institucionalidad, a la modernidad.
Hoy, que por primera vez en México gobierna una presidenta, Claudia Sheinbaum, el papel de las mujeres en la historia nacional ha comenzado a ser revalorizado incluso desde las conferencias de prensa «mañaneras«, en donde existe un segmento semanal en el que ya se ha hablado de figuras indígenas de la época prehispánica o de las sufragistas del siglo XX.
La propia mandataria fundó, en 2008, un movimiento político de mujeres que bautizó como ‘Las Adelitas’ en honor a las heroínas revolucionarias, con el objetivo de resistir la privatización del petróleo que ese año promovió el entonces presidente Felipe Calderón.
‘Las Adelitas’ representan un capítulo especial en esta larga historia de representación pública femenina. Por ejemplo, están insertas en la cultura popular a través de un corrido revolucionario que las y los mexicanos aprenden desde la infancia.
«Popular entre la tropa era Adelita / La mujer que el sargento idolatraba / Porque, a más de ser valiente, era bonita / Que hasta el mismo general la respetaba / Y si Adelita quisiera ser mi novia / Y si Adelita fuera mi mujer / Le compraría un vestido de seda / Para llevarla a bailar al cuartel«, rezan algunas de las estrofas que se entonan acompañadas de una alegre y bailable melodía.
Las fotos
También existe una representación gráfica de ‘Las Adelitas’ que se convirtió en un ícono inconfundible de la época. Es una fotografía tomada en 1912, en blanco y negro, en la que se ve a una mujer de falda larga, blanca, manchada, la cabeza cubierta, que se agarra con firmeza a los barandales en el estribo de un tren.
No sabemos si está a punto de bajarse o de partir. La mirada, desafiante, se posa hacia la izquierda. Detrás de ella hay canastos. En los últimos años se descubrió que la imagen, bautizada como «La Soldadera», estaba recortada, ya que en la fotografía completa se puede ver a otras siete mujeres que participan en el viaje revolucionario con sus trenzas, sus rebozos, sus rostros morenos. Son ‘Las Adelitas’.
Eran mujeres que acompañaban a sus maridos, hijos o hermanos; o que decidían sumarse solas y por su cuenta a los ejércitos comandados por hombres poderosos como Francisco Villa y Emiliano Zapata para realizar las tradicionales labores de cuidado, desde lavar la ropa y preparar la comida, pero también cargaban las armas y aprendían a usarlas para enfrentar a los batallones enemigos. Sin ellas, la Revolución no hubiera sido posible.
La versión oficial asegura que el nombre que identificó a las mujeres que participaron en la Revolución, y que no han sido del todo reconocidas, tiene su origen en Adela Velarde Pérez, una adolescente que a los 15 años se sumó a las filas combatientes como enfermera pero que, con el tiempo, y como gran parte de sus compañeras, se convirtió en soldadera.
De esta joven, que era nieta de un general y tenía una holgada posición económica, también hay una imagen legendaria que la muestra posando frente a la cámara, el rostro serio, con sus carrilleras colmadas de balas cruzándole el pecho, un machete en la mano derecha y una bandera en la izquierda, el cabello negro recogido y cubierto con un amplio sombrero en la cabeza.
Sobrevivió a la guerra y, en 1941, el Gobierno la reconoció como «veterana de la Revolución». Tiempo después, la nombrarían como parte de la Legión de Honor. Más allá de los títulos, ya era una leyenda. Pero no fue la única.
Heroínas
En la mayoría de los países, los rostros masculinos predominan en la historia de las luchas revolucionarias. México no es la excepción, pero no son pocos los nombres de las mujeres que destacaron por su valentía para alcanzar la postergada democracia.
Una de ellas fue Amelia Robles Ávila, quien de plano se vistió como varón, falsificó sus documentos y cambió su nombre al masculino para enrolarse en el ejército de Emiliano Zapata. Así, ‘Amelio‘ alcanzó el grado de coronel. Después del triunfo de la
Encarnación Mares también adoptó el género masculino para poder pelear. Tuvo tanto éxito en combate, que alcanzó el grado de subteniente en el ejército de Venustiano Carranza. Lo mismo hizo Valentina Ramírez Avitia, quien a los 17 años se vistió de hombre, ocultó sus trenzas en un sombrero y se rebautizó como Juan Ramírez para pelear en el ejército de Francisco I. Madero. Logró que la nombraran teniente.
Sin necesidad de cambiar de género, Carmen Vélez llegó a tener a 300 hombres bajo su mando, por lo que fue conocida como ‘La Generala’, en tanto que Clara de la Rocha comandó una guerrilla que logró la rendición de los enemigos de Francisco I. Madero durante un enfrentamiento en Sinaloa.
Después del asesinato de su marido, Margarita Neri se unió al ejército zapatista como soldadera y, gracias a su eficiencia, condujo tropas en el sureste del país, mientras que Petra Herrera decidió formar su propio ejército integrado por mujeres que combatieron en el norte de México para defender el proyecto de Francisco Villa.
Otra ‘Adelita’ es Rosa Bobadilla, alias ‘La Coronela’, quien combatió junto con su esposo, pero cuando él murió en una batalla, Emiliano Zapata en persona le concedió a ella, en reconocimiento a su valentía, el grado militar que tenía su marido.
