Genocidio: Palestina no tiene derecho a existir

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Marcos Roitman Rosenmann (La Jornada).— Israel, Estados Unidos y Europa Occidental han dictado sentencia. Por razones de limpieza étnica, el pueblo palestino debe ser exterminado. Vaciar Gaza se ha convertido en el sueño de los usurpadores. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Los invasores han logrado lo imposible, adormecer conciencias e insensibilizar corazones. Mientras, nos inundan con noticas donde lo humano del ser humano se pone en valor. Siempre hay espacio para informar de milagros. Dar a luz en un taxi, en medio de la calle, un autobús. Todo es poco para subrayar el apoyo de viandantes anónimos a la parturienta. Se acumulan actos heroicos. El salvamento de ancianos, mujeres y niños, sorprendidos por la crecida de ríos. Montañeros rescatados por especialistas. Bomberos, policías y ciudadanos auxiliando mascotas. En 2019, la imagen de un koala conmovió al mundo. Una mujer se despojaba de su ropa para apagar la piel ardiente del marsupial, evitando su muerte. Pero ver gazatíes víctimas de bombardeos, médicos asesinados por el ejército israelí, casas de palestinos quemadas por colonos sionistas, niños con la mirada perdida buscando familiares entre ruinas, sin alimentos, acosados en lo que parece ser el mayor campo de concentración de la historia, no provoca indignación, sólo indiferencia. Y lo que es peor, no es noticia.

En su ensayo, La teoría de los sentimientos morales, Adam Smith habló de compasión ante el sufrimiento ajeno: “Por medio de la imaginación nos ponemos en lugar del otro, concebimos estar sufriendo los mismos tormentos, entramos como quien dice en su cuerpo y en cierta medida, nos convertimos en la misma persona […]; del mismo modo, así como simpatizamos con la pena de nuestro prójimo cuando presenciamos su aflicción, también compartimos su aborrecimiento y aversión hacia lo que lo motiva. Nuestro corazón, que prohíja y palpita al unísono con su pena, también se siente animado por ese espíritu con que pugna por alejar o destruir lo que la ha causado”.

Pero el dolor del pueblo palestino, no es un humano sufrimiento. Quienes detentan el poder y toman decisiones, son refractarios al genocidio de gazatíes y cisjordanos. Simpatizan con sus asesinos. Protestas reprimidas en Francia, Gran Bretaña, Alemania o Italia. Banderas palestinas son prohibidas en los estadios de futbol. Rectores de universidades, en Estados Unidos, se destituyen acusados de pro palestinos. Deportistas, gente del arte y la cultura, si manifiestan su rechazo al lobby sionista, son cancelados. Para los gobiernos que mandan o tienen influencia el pueblo palestino es prescindible. Con su actitud condescendiente hacia Israel, el mensaje que envían es uno. Pueden seguir matando hasta vaciar Gaza. Estamos presenciando el primer holocausto del siglo XXI, patrocinado por Occidente en pleno. Si hay dudas, el armamento utilizado contra la población civil palestina es de fabricación estadunidense, alemana, italiana, británica, austriaca, belga, francesa, y española.

El pueblo palestino ha sido condenado. No tiene derecho a su territorio ni a defenderse. Si lo hacen sus pobladores son terroristas. Con la boca chica, Europa pide la paz y el reconocimiento del Estado palestino, y calla ante Donald Trump, cuya solución consiste en desalojar la franja Gaza de los gazatíes. Que renuncien a su historia, a su identidad y acepten ser trasplantados. Mientras, seguirán los bombardeos con drones, misiles y aviones F-35 y F-15 facilitados en 2024 por el gobierno demócrata de Joe Biden.

Ni una sanción al gobierno de Netanyahu. Ni pensar en el bloqueo a las cuentas de los magnates sionistas implicados en la masacre del pueblo palestino. Nada de nada. Mientras desnudan sus vergüenzas, la Unión Europea se rasga las vestiduras. Levanta la voz para reclamar respeto a su aliado Volodymir Zelensky. Así, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, decide trasladarse a Kiev, con motivo del tercer aniversario del inicio de la guerra, 22 de febrero de 2022. Y allí se planta, acompañada de 24 de sus 27 comisarios y el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa. Von der Layen no tardaría en explicar la presencia de tanto dirigente pacifista en la capital ucrania: acelerar la entrega inmediata de armas y municiones a Ucrania. Y más tarde, en Londres, reunidos jefes de Estado y de gobierno, entre banquetes y salutaciones, reafirmaron su convicción de continuar la guerra. Serán miles de millones de euros los entregados a las fuerzas ucranias, cuyos soldados huyen, desertan y manifiestan su rechazo a ir frente por una causa que no es la suya.

Si de verdad se busca la paz en Medio Oriente, ¿por qué Von der Layen, junto a sus comisarios, jefes de Estado y de gobierno no se desplazan a Palestina y sesionan en Gaza? El mundo occidental tiene la respuesta. Los ucranios son arios, Israel es nuestro aliado, les vendemos armas, y los palestinos ni siquiera son cristianos, judíos o católicos. Herejes, a los cuales hay que exterminar. Sus vidas son irrelevantes y prescindibles.

fuente: https://www.jornada.com.mx/2025/03/31/opinion/018a2pol

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