
Laura Mercedes Giráldez (Granma).— Desgastados pilotes sostienen, apenas, las rústicas casitas de los waraos, que quiere decir gente de canoa, o gente del agua. Entre una pieza de madera y otra, el espacio deja ver el río Orinoco, sobre el que se asienta esa comunidad indígena, en el caño Curiapo, del estado Delta Amacuro.
Hasta allí, adonde solo llegan los valientes o los comerciantes, donde el pavimento no es común y los pequeños tienen cocodrilos por mascotas, andan los especialistas cubanos de la salud.
En medio de una cotidianidad que parece más bien sacada de un libro de historia antigua, los chamanes curaban heridas, dirigían partos, bendecían a los pobladores y alejaban los malos augurios con igual autoridad. Sin embargo, tras la llegada de los galenos de la Mayor de las Antillas, los indígenas comenzaron a
calcular la dirección del viento y a remar, también para ser atendidos por los «curanderos» de batas blancas.
«Por la mañana atendíamos a los waraos y, al caer la tarde y disminuir el flujo de pacientes, aprendíamos lo básico de su dialecto, para que la comunicación fuera más fácil y acertada. Una doctora de 65 años, guyanesa nacionalizada venezolana, nos ayudaba en ese sentido».
Así lo recuerda el joven doctor Sergio Casanova Aguirre, quien permaneció 14 meses en ese recóndito paraje. «Fue una experiencia linda», asegura sobre «el choque» con esa cultura, nueva para ellos.
Entre los principales retos de su estancia allí, el galeno se refiere a las afecciones que abundan en esa zona, como las pre y posnatales, el poliparasitismo, las enfermedades diarreicas agudas, la malnutrición, y las picaduras y mordeduras de animales salvajes. Esto supuso «un esfuerzo superior» por parte de los internacionalistas de la Isla, ya que se enfrentan a situaciones «poco recurrentes» en su tierra natal.
«Trabajábamos con recursos limitados, pues nos encontrábamos en un municipio fluvial, fronterizo y de difícil acceso. Ciertamente son circunstancias complejas, pero no imposibles de solucionar; sobre todo, por el apoyo de las autoridades de Curiapo».
Se refirió también a los partos extrahospitalarios y en muy tempranas edades. Precisamente, el doctor Sergio guarda, con especial cariño, la historia de una jovencísima madre de 13 años. Sin atención previa a la embarazada y al feto, la paciente llegó al CDI a punto de dar a luz. «Pensamos que sería un parto difícil, pero salió bien, a pesar de que todo apuntaba hacia lo contrario».
Tal fue el agradecimiento de la warao, que decidió nombrar a la pequeña recién nacida como una de las especialistas cubanas que la asistió. «Yakera (gracias), Cuba», fueron las palabras de la familia que siguió visitando a los médicos para que atendieran a su bebé.
Luego de esa etapa tan enriquecedora, mas no exenta de dificultades, Casanova Aguirre fue trasladado a Caracas, para continuar con su labor internacionalista. Y por estos días resultó seleccionado para participar en una jornada de actividades juveniles regionales en torno a las celebraciones por el aniversario 63 de la UJC, el 64 de la OPJM y de la victoria de Playa Girón, y el 22 de la Misión Barrio Adentro.
Sobre ese universo juvenil, que cuenta con más de 3 000 cooperantes en distintos perfiles, la primera secretaria del Comité Nacional de la UJC, Meyvis Estévez, publicó en x: «Si algo derrochan esos muchachos allí, y en el resto del mundo, además de profesionalidad, es humanidad».