De los muertos en la mina a los del amianto, la clase obrera en lucha por la salud laboral

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Monumento al Minero. Villablino, León. Autor: Ambrosio Ortega Alonso. Fotografía: Eduardo Urdangaray. Fuente: https://archivohistoricominero.org/portfolio_page/monumento-minero-villablino-leon-2017-3

Conmemoramos el 28 de abril, Día Internacional de la Seguridad y Salud en el Trabajo, con una serie de accidentes mortales que volvieron a conmocionar a la sociedad y que bien podrían situarse en el siglo pasado. Entre ellos, el 31 de marzo, una explosión de grisú segó la vida de 5 mineros e hirió a otros 4 en una mina de Cerredo, en el concejo asturiano de Degaña. El miedo al grisú está profundamente arraigado en el imaginario colectivo de las cuencas mineras de todo el mundo por el dolor de las vidas perdidas y de las graves secuelas sufridas por quien debe vender su fuerza de trabajo mientras que un empresario de apropia de la plusvalía. La clase obrera no lo olvida.

En cualquier caso, además de aspectos tales como las condiciones de ventilación y el funcionamiento de los detectores electrónicos de metano, se debe señalar a la empresa Blue Solving que extraía carbón sin disponer de permiso para ello [1]. Así lo reconocía recientemente un minero superviviente tras declarar en las dependencias de la Guardia Civil de Villablino (León), quien también señalaba que el accidente fue evidentemente evitable [1]. De hecho, los y las trabajadoras debemos interiorizar la premisa de que todos los accidentes laborales y enfermedades profesionales son evitables.

Sin embargo, la realidad del deterioro de la salud del pueblo trabajador va más allá de titulares que se olvidan a los pocos días. De hecho, más que mejorar los índices de siniestralidad, se constatan tendencias que muestran un crecimiento mantenido de accidentes en el ámbito laboral en los últimos años. Se registraron 796 accidentes mortales, unos dos fallecimientos cada día, según la estadística de accidentes de trabajo en el avance enero-diciembre de 2024, del Ministerio de Trabajo y Economía Social [2].

Del total, 646 fueron en jornada de trabajo y 150 in itinere. Los accidentes con baja fueron 628.300, siendo 3.766 graves, es decir más de 10 accidentes graves cada día. Cabe señalar que los sectores de actividad económica que encabezaron los peores índices de accidentes mortales en jornada de trabajo fueron el agrario y de la construcción, seguidos del de la industria. Por otro lado, las actividades físicas que realizaban los y las trabajadoras fallecidas fueron estar en movimiento (andar, correr, subir, bajar, etc), conducir o estar a bordo de un medio de transporte o equipo de carga, así como la manipulación de objetos, como por ejemplo coger con la mano, agarrar, sujetar o poner en un plano horizontal. Respecto a las desviaciones principales que produjeron el accidente mortal destacan la caída (resbalón o tropezón con caída); la rotura, estallido, deslizamiento, caída y/o derrumbamiento de agente material; y la pérdida de control total o parcial de equipos de trabajo o materiales [2].

Asimismo, las estadísticas de enfermedades profesionales del 2023 del citado Ministerio, las últimas disponibles a fecha de la redacción del presente texto, muestran un incremento, siendo 1.981 en 2021, 2.027 en 2022 y 3.217 en 2023 [3]. Las secciones de actividad que causaron los peores índices de enfermedades profesionales fueron las industrias extractivas y la manufacturera. La causa principal, de la mano de los accidentes laborales, fueron los agentes físicos (20.636 enfermedades profesionales). A pesar del aparente entusiasmo de la sociedad ante las novedades de los desarrollos tecnológicos, la realidad pone de manifiesto la crudeza invisibilizada del deterioro de la salud del pueblo trabajador. Debemos retomar temas que, aunque podrían considerarse superados de manera interesada por quienes defienden los intereses del capital, ocupan el día a día de la clase obrera. Uno de ellos viene a colación de las 94 enfermedades profesionales causadas por agentes carcinógenos. Concretamente, 57 casos se atribuyeron al amianto [3]. Un material inorgánico del grupo de silicatos que se ha utilizado para fabricar planchas y tubos de fibrocemento, materiales aislantes, baldosas, así como para fabricar materiales de fricción para frenos de vehículos, trenes y aviones, entre otros. En la cúspide del amianto, en torno a los años 70, se registraron unos 3000 usos comerciales, con 5,09 millones de toneladas en 1975, 25 países productores y 85 países fabricantes de productos. Todo ello sustentado por sus propiedades físico-químicas. De hecho, su denominación derivada del griego, asbesto, significa «incombustible», una propiedad que se suma al aislamiento térmico y eléctrico. Todo ello supuso la exposición a fibras de asbesto a millones de personas en todo el mundo, desde la extracción minera, hasta el sector de la construcción pasando por la manufactura de materiales. Si un trabajador cortaba un bloque de fibrocemento o mezclaba cemento con amianto, muchos otros se exponían, por ejemplo, electricistas, fontaneros, albañiles, personal de limpieza y otros. Además, las fibras llegaron a los hogares a través de la ropa, los zapatos, el pelo y los equipos de trabajo, así como a quien vivía cerca de las minas y/o de las fábricas. Cabe señalar que ya se asoció la asbestosis (un tipo de fibrosis pulmonar) con el cáncer de pulmón en 1935 en EE. UU. y en el Reino Unido, tras más de medio siglo de utilización del amianto en la industria. Además, se estimó en 1955 un exceso de cáncer de pulmón en trabajadores de la industria textil expuestos a asbesto antes del 1930 en el Reino Unido. Hoy en día, se estima que más de 200.000 personas mueren al año por la exposición a fibras de asbesto en todo el mundo, lo que representa más del 70 % de las muertes por cáncer de origen laboral. Se ha demostrado que dicha exposición se asocia a asbestosis, cáncer de pulmón, laringe y ovario, así como a mesotelioma, un cáncer del revestimiento pleural y peritoneal [4].

Aunque hoy en día su uso se ha prohibido o restringido en la mayoría de países, el crisotilo, el tipo de asbesto mayoritario en la naturaleza, se sigue extrayendo y utilizando en materiales en diversas partes del mundo. Los principales países productores de asbesto son Rusia, Kazajistán, China y Brasil, según datos del 2023 [5]. El consumo estimado de fibras de amianto no manufacturadas ese mismo año alcanzó 1.310 millones de toneladas en Asia, con India a la cabeza [5]. De hecho, se ha impedido que el crisotilo se incluya en el Convenio de Rotterdam para la regulación de materiales peligrosos objeto de comercio internacional. Concretamente, se recomendó su inclusión en el 2005 y se discutió en 2006, 2008, 2011, 2013, 2015, 2017, 2019, 2022 y 2023 sin que se alcanzase un acuerdo para ello [6]. Una prueba más de que los intereses económicos se priorizan frente a la salud de la clase obrera.

Sin embargo, la latencia de décadas desde la exposición a asbesto hasta el diagnóstico explica que en todas las partes del mundo se sucedan casos de enfermedades incurables. Según datos europeos, 70.000 trabajadores y trabajadoras fallecieron por exposición a asbesto en 2019; entre 4,1 y 7,3 millones sufren actualmente exposición; y más de 220 millones de edificios se construyeron antes de su prohibición en Europa por lo que una gran cantidad de edificios lo siguen conteniendo [7, 8]. Por tanto, el conjunto del pueblo trabajador está en riesgo y no se trata solamente de algunos países afectados por una regulación insuficiente de los materiales peligrosos. De hecho, retomando nuestro ámbito en el Estado Español, un reciente estudio sobre el reconocimiento del mesotelioma de pleura como enfermedad profesional en la Comunidad Valenciana de 2012 a 2018 [9], refleja que una mínima parte de casos diagnosticados obtienen finalmente el reconocimiento de enfermedad profesional. Es decir, en el periodo estudiado, la práctica totalidad de los mesoteliomas pleurales quedaron sin reconocer como enfermedad profesional (Figura). Es de destacar que no se reconoció ningún caso en mujeres, lo que representa un agravio más a la mujer trabajadora. En consecuencia, los y las trabajadoras enfermas fueron atendidas por el sistema público como enfermedades comunes, por lo que la clase obrera asumió el coste asociado, cuando en aplicación de la normativa legal las mutuas deberían haber asumido el coste.

Figura. Comparación de los resultados de los registros sanitarios y laborales de los mesoteliomas de pleura no reconocidos como enfermedad profesional. 2012-2018. Sistema Valenciano de Salud. Leyenda: SIA, Sistema de Información Ambulatoria; EEPP, Enfermedades profesionales; SISVEL, Sistema de Información Sanitaria y Vigilancia Epidemiológica Laboral; CEPROSS, Comunicación de Enfermedades Profesionales en la Seguridad Social. Gráfico elaborado a partir de los datos disponibles en [9]
De hecho, el mesotelioma pleural se asocia específicamente a la exposición al amianto por lo que la mayoría de los casos diagnosticados son de origen ocupacional y, desde el punto de vista de la clase obrera, su totalidad son consecuencia de actividades económicas que enriquecen al empresario. La investigación señala el papel de las mutuas en el infraregistro, destacando los potenciales conflictos de intereses. Citando textualmente: “El posible conflicto de intereses podría estar en que si un SPRL comunica una EP en la empresa que lo ha contratado, esa comunicación puede indicar una deficiencia preventiva, unas condiciones de trabajo inadecuadas, que, aunque fueran del pasado, pueden ocasionar el inicio de un proceso sancionador para la empresa y que esta no vuelva a contratar con ese SPR” … … “Que los servicios de prevención no comuniquen ningún MP como sospecha de EP, siendo el principal dispositivo establecido legalmente para la vigilancia de la salud de las personas que están o estuvieron expuestas al amianto, se puede entender por ausencia real de diagnósticos o por obstáculos para la comunicación” [9].

Esto es así puesto que la obligación de declarar las enfermedades profesionales corresponde mayoritariamente a la mutua, entidad de gestión privada por la que opta el empresario. Cabe señalar que el reconocimiento de enfermedad profesional beneficia a los y las trabajadoras y sus familias, mientras que representa un coste económico a las mutuas. Además, se destaca un largo periodo entre el diagnóstico y el reconocimiento de las enfermedades profesionales lo que se atribuye a los largos procesos judiciales a raíz de la demanda de la propia persona trabajadora o su familia, a través de organización sindical o de una asociación de víctimas del amianto o por el impulso desde la administración sanitaria [9].

En suma, la clase obrera genera la riqueza producida por las actividades económicas y en ese proceso sufre secuelas, enferma y muere, cuando todo ello podría ser evitable. El empresario defiende sus intereses económicos. Trabajador, trabajadora, organízate y lucha por la salud laboral.

Comités para la Unidad Obrera de L’Alacantí

 

Referencias:

[1] https://www.rtve.es/noticias/20250416/minero-cerredo-extrayendo-carbon-mina-permisos-explotacion/16544063.shtml

[2] https://www.mites.gob.es/es/estadisticas/condiciones_trabajo_relac_laborales/EAT/welcome.htm

[3] https://www.mites.gob.es/es/estadisticas/anuarios/2023/index.htm

[4] https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/asbestos

[5] https://www.usgs.gov/centers/national-minerals-information-center/asbestos-statistics-and-information

[6] https://www.pic.int/theconvention/chemicals/recommendedtocop/chrysotileasbestos/tabid/1186/language/en-us/default.aspx

[7] https://www.eea.europa.eu/publications/environmental-burden-of-cancer/asbestos

[8] https://ec.europa.eu/commission/presscorner/api/files/attachment/873629/Asbestos.pdf

[9] Esteban Porcar A et al. Reconocimiento del mesotelioma de pleura como enfermedad profesional en la Comunidad Valenciana de 2012 a 2018. Rev Esp Salud Pública Volumen 97, 11/9/2023, e202309074. PMID: 37921373.

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