Aunque muchos no lo crean, el fascismo y el nazismo, derrotados durante la Segunda Guerra Mundial, todavía no han desaparecido. Numerosos dirigentes y oficiales que habían ordenado las atrocidades del nazismo o participado en ellas gozaron de la protección de los servicios secretos anglosajones, que los “reciclaron” utilizándolos por todo el mundo. Uno de esos grupos de colaboradores del III Reich, los “nacionalistas integristas” ucranianos, desempeñó un papel primordial en Europa, durante la guerra fría, encabezando la Liga Anticomunista Mundial y ahora está en el poder en Ucrania, gracias al apoyo de los “straussianos” estadounidenses, discípulos del filósofo alemán Leo Straus.

Manlio Dinucci (Red Voltaire).— Comenzamos nuestra emisión del 25 de abril, dedicada al 80º aniversario de la Liberación del nazismo y del fascismo, recordando a Livia Gereschi.
Livia Gereschi, profesora de Lenguas Extranjeras, salvó mujeres y niños durante la razzia realizada por un batallón de las SS en la localidad de La Romagna, en los Montes Pisani [Italia], en la noche del 6 al 7 de agosto de 1944.
Livia Gereschi logró convencer al comandante del batallón SS para que liberara a las mujeres y los niños (entre los que se hallaban el autor de estas líneas y su madre). Pero eso le costó a Livia Gereschi ser detenida junto con los hombres y fusilada el 11 de agosto. Aquella masacre, en la que murieron 68 civiles, fue perpetrada, con la cooperación de los fascistas [italianos] por la división SS alemana denominada 16ª SS-Panzergrenadier División Reichfurer SS, la misma fuerza que realizó sucesivamente las masacres de Sant’Anna di Stazzema (Lucca) y de Marzabotto (Bolonia), entre otras.
El escritor Manlio Cancogni describe, recurriendo a testimonios de los sobrevivientes, la masacre de 560 civiles perpetrada el 12 de agosto de 1944 en Sant’Anna di Stazzema:
«Los alemanes reunieron más de 140 seres humanos, sacados a la fuerza de sus casas, en la plaza de la iglesia. Los habían sacado prácticamente de sus camas; semidesnudos, brazos y piernas todavía entumecidos por el sueño. Los pusieron contra la fachada de la iglesia y cuando apuntaron los cañones de sus metralletas hacia sus cuerpos los tenían tan cerca que podían leer en sus ojos el terror de las víctimas que caían bajo las balas sin tener ni siquiera tiempo de gritar. Sobre el montón de cuerpos todavía tibios, quizás algunos todavía estaban vivos, apilaron los bancos de la iglesia devastada, los colchones tomados de las casas, y les prendieron fuego. Insatisfechos porque los cuerpos no se consumían como ellos querían, empujaban al fuego otros hombres y mujeres que, paralizados de terror, eran conducidos al lugar. Además, estaban los niños, los tiernos cuerpos infantiles que excitaban aquel loco deseo de destrucción. Les reventaban el cráneo con las culatas de sus fusiles y, luego de clavarles un palo en el vientre, los colgaban de las paredes de las casas. Tomaron a 7 y los metieron en el horno que habían preparado en la mañana para el pan y los quemaron a fuego lento.»
La página histórica del nazismo y sus atrocidades no se cerró con la derrota de la Alemania nazi, hace ya 80 años. La Historia nos demuestra que el nazismo hitleriano fue en realidad un instrumento de dominación de Occidente. Así que no es sorprendente que el nazismo haya reaparecido en Europa cuando Occidente atacó a Rusia organizando el golpe de Estado en Ucrania.
A través de la CIA y de otros servicios secretos fueron reclutados, financiados, entrenados y armados militantes neonazis que entraron en acción en la plaza Maidan de Kiev, en febrero de 2014. Posteriormente, las formaciones neonazis fueron incorporadas a la Guardia Nacional [de Ucrania], entrenada esta última por instructores estadounidenses de la 173ª Brigada Aerotransportada, enviados a Ucrania desde Vincenza [Italia], junto a otros elementos de la OTAN.
La Ucrania del régimen de Kiev se convierte entonces en vivero del resurgimiento del nazismo en pleno corazón de Europa. Llegan a Kiev neonazis de toda Europa (incluyendo Italia) y de Estados Unidos, reclutados principalmente por Pravy Sektor y por el Batallón Azov, cuya inspiración nazi está claramente expresada por el emblema que lo identifica, imitando el emblema de la División Das Reich de las SS.
Después de haberlos entrenado y de haberlos puesto a prueba en las acciones militares contra las poblaciones rusoparlantes de la región de Donbass, esos elementos regresan a sus países de origen con pasaportes ucranianos.
Y al mismo tiempo la ideología nazi se difunde en Ucrania entre las jóvenes generaciones. De eso se encarga el batallón Azov, que organiza campamentos de entrenamiento militar y formación ideológica para niños, adolescentes y jóvenes. Lo primero que se enseña en esas estructuras es el odio a los rusos.